Hemos
hablado de Tabernas y todas ellas nos han parecido interesantes, pero hay una
que se puede decir que era la Taberna del Barrio de San Lorenzo, pues allí
acudían gentes de todas las calles de San Lorenzo. En el centro había una
amplia "mesa-camilla", en la que se iban sentando los vecinos según
iban llegando. Los lugares en esa mesa se adquirían por lógica antigüedad.
Quizás esta taberna fue para mí algo especial, pues al menos en ella solía ver
aquellos resultados del fútbol, que una veces en color salmón, otras veces en
color verde, y otras veces en color azul, publicaba nada más terminar los partidos de Primera y Segunda División que la mayoría formaban parte de "LA QUINIELA" que editaba la Delegación de las Apuestas
Mutuas Deportivas Benéficas, que su sede central estaba en la Calle Morería, por encima en donde llegó a estar CALZADOS REYES, que tenía como distintivo de la marca "EL REY DE COPAS". y un poco más arriba las Oficinas centrales del BANCO BILBAO, que hacían esquina enfrente de la repostería del CIRCULO MERCANTIL, en donde te ponían aquellos "MEDALLONES" de pescado..
Esta Taberna
era la sede del Club Atlético San Lorenzo que en aquellos tiempos de 1920,
rivalizaba con el equipo de la Electro Mecánicas, El Colombia, El Fortuna y los
Once Rojos entre otros. Pero no cabe duda de que esta Taberna también adquirió
su protagonismo con la muerte de Rafael Armenta Álvarez, crimen, homicidio o lo
que fuera, en cierto modo revolucionó al tranquilo barrio de San Lorenzo. .
Rafael
Armenta, murió al parecer de una hemorragia interna, a consecuencia de una
herida que le propiciaron o él se hizo en el vientre al pincharse unas tijeras
de costura. Al menos la sentencia sobre la encausada como sospechosa, su mujer
María Antonia Bejarano, fue de absolución.
Los
incidentes y la muerte tuvieron lugar en el mes de Mayo de 1924, en días
coincidentes con la Feria de la Salud. Al parecer este hombre bebía y
maltrataba a su mujer según se desprendió de las declaraciones que ella realizó
en la Sala, a las preguntas de su abogado defensor que fue D. Antonio Carrasco
Suárez Varela. Aquel supuesto homicidio, o muerte fortuita, llenó al barrio de
expectación e incluso la Audiencia Provincial, se quedó pequeña para alojar a
gran parte del vecindario que se hizo ostensible en la puerta de la Audiencia.
Hasta el punto fue esto así, que hubo de intervenir la fuerza pública para
encauzar la entrada al recinto judicial y ordenar a la mucha gente que se quedó
en la calle.
Pepe Quíles,
ya mayor, pero con una gran memoria, nos relataba como pasaron aquellos acontecimientos, él, nos recordaba, que había
ido ese día a la Ferretería Ramos, que estaba en la Calle María Cristina nº 19,
(casi frente a RUSI), a por unos alambres para unos tendederos y al volver se
encontró con todo aquel jaleo. El, era cliente habitual de la Taberna, y por
ello se entremezcló en el asunto y por ello nos contaba:
En aquel
juicio, la Mesa del Tribunal estaba compuesta por los magistrados: D. Fernando
Abadía, Muñoz Cobos y Gascón Escribano.
En el día 24
de noviembre de 1924, a
media mañana, con la sala a rebosar y los alrededores de la Audiencia con más
gente que un día de feria cualquiera, entró Antonia María Bejarano, que se
había bajado de un coche, toda vestida de riguroso negro, acompañada de su
procurador D. Juan de Austria y Carrión, persona muy conocida y querida en el
barrio, por su desinteresada entrega y su filiación con la Hermandad del
Calvario. Era por así decirlo el “abogado de San Lorenzo”.
Fueron
muchos los testigos que de una forma u otra participaron en este juicio, El
Fiscal fue un tal Sr. Aparicio, y el secretario de la Sala, fue Rafael Flores.
El abogado
defensor D. Antonio Carrasco y Suárez Varela, interrogó a un montón de
personas, muchas de ellas eran conocidas todas del barrio. En primer lugar
interrogó al médico D. Rafael Garrido, que fue el que atendió a Rafael Armenta,
de las heridas que supuestamente le habían costado la muerte, heridas a las que
él en un principio no dio mucha importancia. Luego siguieron pasando por el
estrado: José Jiménez Recio, que era el cartero del barrio, Rafael López
Cayoso, José Quíles, Rafael Morrugares “El Coco”, José Muñoz, Manuel Manosalvas
y María de Dios Moreno. También testificó a petición de la defensa, Pilar
Cabrera, que era como se decía antiguamente “la criada de la casa”. Todos
declararon a favor de la acusada. Incluso los testigos de cargo reconocieron
estos maltratos.
Luego y a
petición de Fiscal, también declararon: Luís Álvarez, Carmen Álvarez, Rafael
Álvarez, que eran todos, parientes o
amigos del fallecido y finalmente se leyó la prueba pericial realizada por el
forense Sr. Luarco y los peritos Romera y Roncal y todos llegaron a la
conclusión de que las heridas producidas por las tijeras, habían sido de
carácter leves.
Al final de
este juicio y aunque la procesada estuvo detenida mientras se instruía el
expediente, finalmente fue declarada "NO CULPABLE", al retirar el
Fiscal las acusaciones, por lo que fue sobreseído el caso.
La decisión
judicial fue acogida con gran alegría en el Barrio de San Lorenzo, pues Antonia
María Bejarano, y toda su familia, eran muy queridos por todos. Poco faltó,
para que la gente sacara en hombros al abogado defensor, D. Antonio Carrasco y Suárez Varela.
No obstante
la gente del barrio por boca de Gabriel González, “El padrino” supimos que esa
pareja ya se conocían perfectamente el uno al otro, y aunque parezca mentira,
sus relaciones y comportamientos todos eran lógicos de esperar. Hay quien
aseguraba que fue un posible matrimonio de conveniencias; por una parte la saga
de los Armenta Álvarez, que tenían cierta posición y otra la de los Bejarano, que se dedicaban a trabajos
eventuales y también al trabajo de “Chindas” o "Despojeras" en el Matadero
Municipal. Sólo esto puede explicar que apenas recién casados, lo habían hecho
en Julio de 1922, surgieran todos estos problemas, que a nadie debían de
sorprender conociendo a Rafael Armenta Álvarez, como le conocían los clientes”.
También
quedó flotando en el barrio en que se "había inculpado" a la pequeña
hija que tenían en el accidente de las tijeras, al parecer esa niña Magdalena
Armenta Bejarano, que con el paso del tiempo heredó la taberna, se casó con
Manolo Sánchez, y ellos fueron los que de una forma u otra regentaron la
Taberna, hasta que en el 1954, se la traspasaron a Manuel Jiménez Torres, que
acababa de acertar una quiniela de fútbol y por la que cobró 490.000 pesetas. A
partir de entonces, esta Taberna empezó a llamarse Casa Manolo, pero la gente
completó el titulo llamándola, “Casa Manolo el de las Quinielas”, nombre que
así quedó hasta que a principios de los años noventa, la casa y la Taberna fue
objeto de la piqueta. De esta forma se perdía un edificio que fue testigo de
muchas cosas del barrio y formó parte de su historia.
La viuda y
maltratada mujer Antonia María Bejarano, volvió a rehacer su vida, casándose
con Antonio Torderas, con quien llegó a tener varios hijos. Este Antonio
Torderas, tenía una pasamanería enfrente de la taberna y que se denominaba “LA
BARATA” y que fue incluso objeto de graciosas coplas en el carnaval. Después de
la “BARATA”, se quedaron con el traspaso de esta Pasamanería los Hermanos
Priego. En dicha nueva tienda trabajó de dependiente el mayor de los hermanos
Almoguera, (cuñado de Manolín el Boca), gran aficionado por otra parte al
campo, y gran especialista en los caracoles gordos. También trabajó en esta
pasamanería Margarita Laguna, que por aquellos tiempos, junto a Maruja Guzmán, "La
de la mica" eran de las principales voces del coro parroquial. Margarita,
terminó casándose con uno de los hermanos Priego, que por aquellos tiempos eran
propietarios de la Finca Peña Tejada..
Pero no cabe
duda de que Margarita Laguna, cuando cogió cierta celebridad en Córdoba fue
cuando en su casa de la Calle Escañuela, nº 3, se fundó la "PEÑA LA
PIMIENTA", haciendo honor festivo a una Pimienta que había en el patio.
Allí en aquella casa se juntaban gente que amaban las cosas de Córdoba, y
personas como Isidoro Álvarez, se implicaban en hacer las Carrozas más bonitas
para que se lucieran en las Fiestas de Córdoba. Igualmente también participaron
en aquellos tiempos bonitos del Carnaval y las Comparsas, en donde el citado
Isidoro, le asignaron el nombre de "DON ARTURO EL TIO DEL CARBURO",
nombre que fue asignado a una Calle de Córdoba, a la muerte del tal Isidoro.
Aquellos
eran otros tiempos, en donde la gente acudía muchas veces a la Taberna en busca
de solidaridad. Pepe
Lara, era un vecino entrañable de San Lorenzo, tenía agrado y simpatía y llegó
a ser incluso presidente del Club Atlético
San Lorenzo, todo un honor para cualquiera del Barrio. Por aquellos
días, de una boca en otra se cundió por el barrio los estragos que estaba
haciendo la epidemia de "meningitis infantil", y él, al enterarse de
la muerte del hijo de Adalberto López María, sufrió un ataque de ansiedad y se
puso a llorar, ya que su hijo de 7 años, según el médico don Antonio Kindelán,
presentaba todos los síntomas de la enfermedad y necesitaba como fuera unos botes
de penicilina en plan de choque para atajar la enfermedad. La penicilina solo
entraba por Gibraltar, y de contrabando, y él buscaba cómo un poseso, a su
compadre Rafael Gordillo, que trabajaba en el Depósito de Cercadillas, (Renfe),
y por tanto estaba en el meollo de todo el estraperlo que entraba en Córdoba
por vía férrea. Fue a su casa de la calle de los Frailes, situada por encima de
"CASA MILLAN", y le pidió por favor que le buscara 6 botes de
penicilina, por recomendación del médico. Su compadre Rafael Gordillo, le dijo, que él no traficaba nada más que con
tabaco (El KUBANITO), pero que hablaría con su amigo Guzmán, para ver si podía
hacer algo.
El
tal Guzmán, era una persona importante en el barrio y vivía en la Calle de la Banda, ( Hoy Nuestro Padre
Jesús del Calvario), enfrente de las “pajeras”. Era uno de los maquinistas del
expreso de Madrid-Algeciras, por lo que estaba en todo el meollo que empezaba
en Gibraltar. Efectivamente Rafael Gordillo, fue a casa del tal Guzmán, a
pedirle “penicilina” para su amigo Lara, pero éste le contestó: “Rafael, la
única que he conseguido es para un familiar de Pepe Marchena, y se la voy a
entregar esta tarde en el "Bar Plata”. Pero Rafael Gordillo, dada la
amistad que tenía con Pepe Lara, le insistió y le dijo: “Guzmán, búscale como
sea a mi amigo seis botes de penicilina, pues su hijo se le muere. El tal
Guzmán por toda respuesta le dijo: “Esta tarde me llegaré a ver el relevo y de
paso, me pasaré por el Depósito, para ver si encuentro algo, lo que sea te lo
diré luego a la tarde en la Taberna. No hizo falta que se encontraran en la Taberna,
pues ya Rafael Gordillo, lo esperaba debajo del Portalón de la Iglesia. Allí
llegó el maquinista Guzmán y le entregó 6 botes de penicilina. A Rafael
Gordillo, le faltó tiempo para llegarse a casa del tal Pepe Lara y entregarle la penicilina.
Afortunadamente, allí estaba el médico que ya le pudo empezar el tratamiento.
Al
otro día, más tranquilo y serenado, Pepe Lara, se presentó en Casa Armenta, con
todo lo que había podido recaudar para pagar aquellas medicinas. Nada le hizo
falta, pues en la taberna, a instancia del mismo Rafael Gordillo, los Alfonso
Espejo, Pepe Estévez, Gabriel González, José Torderas, Federico Morrugares,
Jerónimo García, etc. etc., habían hecho
una colecta para intentar ayudarle en el pago. Aquel gesto, desarmó a Pepe
Lara, que empezó a llorar y a dar besos y abrazos a todos sus amigos, porque su
hijo se había salvado. Esa era la solidaridad que se respiraba en aquellos
tiempos tan duros. Pepín Sánchez Aguilera, nos facilitó todos estos
comentarios, pues fue testigo presencial y además era cuñado del tal Rafael
Gordillo.
No cabe duda
de que aquellos eran otros tiempos, ni existían las prisas, ni tanto coche, ni
tanta hipoteca, y los veranos eran recibidos por muchos ciudadanos, tomando el
fresco en las puertas de sus casas. Al no haber televisiones, lo única
“pantalla” que se miraba en aquellas noches eran las paredes blancas de las fachadas,
en donde las “salamanquesas” tenían sus
disputas por todos los mosquitos que revoloteaban. Mientras, y como
música de fondo, se oía el trepidante ruido y
el trasiego de los “murciélagos”, alrededor de la única bombilla encendida
que como alumbrado público había en toda la calle. Así pasaba el tiempo, y
llegabas incluso a altas horas de la noche. De mi calle, la primera que se solía
meter para adentro, era la conocida Encarna, mujer que trabajaba en la Electro
Mecánicas y solía levantarse a las cuatro y media de la mañana. Cuando cogía la
silla y se retiraba, se llevaba su pequeña radio-transistor y por tanto, se acababa la posibilidad de
seguir todos escuchando la emisión “Aquí Radio Andorra”, donde una locutora de
voz delicada e inconfundible nos hablaba en un característico castellano,
obsequiándonos continuamente con “discos dedicados”.
Allí en la
puerta de su casa, que era conocida como “Casa de la Piconera”, y a media luz,
pues allí no llegaba apenas el reflejo de la única bombilla que había en la
calle, se formaban animadas tertulias, donde los más jóvenes preguntaban a los
mayores sobre muchas cosas acontecidas en el día a día en barrio. Cada puerta
de la calle era como un “CASINÍLLO" en donde, los mayores con sus historia y
relatos llevaban la voz cantante.
AQUELLA SUPE "LA PORCELANA"
En aquellos
tiempos de CASA ARMENTA (1917-1954), en el costado izquierdo de la Iglesia, se
montaban una importante tómbola con obsequios y regalos de distintas casas
comerciales de Córdoba, que así colaboraban para ayudar a los más necesitados.
Una de las empresas que más colaboraba habitualmente para aquellas tómbolas
benéficas no era otra que la simpática “PORCELANA", (Productos
Esmaltados), Que colaboraba en todas aquellas instituciones benéficas de
Córdoba, donando productos y otros dejándolos en exposición.
Pero es que
además esta empresa empleaba a muchas personas del barrio, pues uno de sus
ejecutivos se había casado con una de San Lorenzo. Eran tantos los trabajadores
de esta empresa en el Barrio de San Lorenzo, que llegaron a tener su propia
mesa, en el patio de la Taberna. Diariamente solían acudir a ella los citados
trabajadores del Barrio de esta empresa, y hasta daba la impresión de que
"pasaban lista" de los que se encontraban accidentados, pues llegó a
creerse en la Taberna de casa Armenta, de que tenían "relevos" en lo de quedarse "accidentados". Se llegó a comentar incluso que la
capucha-dedo, del dedo accidentado, tenía su turno de a quien le tocaba el
turno de usarlo. La Taberna de Casa Armenta y posteriormente la de "Manolo
el de las Quinielas" era el lugar en donde solían reponerse los
"accidentados" de la citada PORCELANA de las Margaritas.,
Y toda
aquella afluencia de vecinos del Barrio en la simpática "PORCELANA",
sería como una consecuencia de que Santiago Muñoz, persona que tuvo un cargo
importante en la citada empresa, denominada "LA SUPE", más que
movidos por criterios de eficacia y aptitud, empezó a colocar a gente por los
compromisos que encontró en el alterne de "CASA ARMENTA" así de esta
forma colocó allá por los años 1950, a: Manolo Santos, padre e hijo, Antonio
Camacho, al que apodaban "El Financiero", Antonio Dávila "Manos
negras", Manolo Sanz, "EL Loli", Manolo Repullo; Manuel
Rodríguez, Fernando Sánchez "El Nano", Enrique Pozo "El
Cascarilla", El célebre "Matías Prats" de la Calle Montero,
Rafael Navarro "Finito", Eulogio Martínez, Domingo Cantos, Ricardo Antúnez "El
Sopla", Los hermanos Ríos, Antonio Cañas, etc. etc.
En aquellos
tiempos, “La Porcelana”, era una de las principales Industrias de Córdoba, y
que llegó a ser visitada incluso por el rey Alfonso XIII, en su primera visita oficial que hizo a
Córdoba, allá por el mes de mayo de 1904.
Como botón de muestra de algo que pudo ser esa empresa, queremos señalar
a un trabajador de la misma, que según él, fue el primer “JUBILADO
ECOLOGICO" que hubo en Córdoba, se trata del recientemente fallecido Manuel
Santos Iglesias, hombre muy querido en el barrio por su singular simpatía y
agrado. Su trabajo en esta empresa, nos contaba él, consistía en aquellos años
50 y 60 del siglo pasado, en llevarle el obsequio diario que el químico de la
empresa Sr. Giovanni, le enviaba todos los días, a su “amor prohibido” que
vivía en el Viejo Campo de la Verdad, para ello bajaba todos los días la
escalerillas de la Ribera y cruzaba en la barca. De tanto hacer el recorrido,
se hizo incluso amigo del “MAERO” el peculiar barquero y de Martínez el guardia
de asalto, que regentaba el Quiosco de la Ribera y que muchas veces le invitaba
a café. Antes de morirse y recordando aquellos tiempos, añoraba como muchos,
aquella barca en la que cruzabas el río y formaba parte del paisaje y de la
historia de nuestra querida Ribera.
AQUELLOS CLIENTES
La Taberna de
Casa Armenta y posterior época de Casa de "Manolo de las Quinielas"
guardaron historias para contar y no parar durante mucho tiempo. A la historia
del "crimen de las tijera", en las que la acusada salió absuelta, habría que unir otras
historias bastante más sencillas, pero también muy humanas.
Y es que por
encima de todas estas vicisitudes, en esta Taberna, y a diario, venían muchos
clientes que huyendo de la problemática de aquellas casas "incómodas"
por lo pequeñas y estrechas, se venían a la Taberna para echar un rato de
asueto. Pero hay que recordar que en la Taberna era el lugar en donde a diario
se podía "LEER EL PERIODICO" sin que te costara nada. Además podías
escuchar y discutir los comentarios que sobre aquellas noticias podían hacer
unos y otros. En San Lorenzo por aquellos tiempos 1920-1960, solía haber cuatro
o cinco Tabernas, pero sin duda "CASA ARMENTA" y posteriormente
"CASA MANOLO EL DE LAS QUINIELAS" era el lugar en donde acudía toda
la gente del barrio "interesada" en ver o saber de alguien. Allí estaba por ejemplo en servicio
"permanente" Manuel Rey "El Chico Fortuna" que solía dar
cuentas y dineros a crédito, a la mayoría de la gente de San Lorenzo.
A la hora de
mencionar a posibles clientes de esta Taberna podemos caer en el error, de
dejarnos atrás a muchas personas. Por ello queremos mencionar solamente a
algunos como Diego Fernández, que muchas veces atendía por el "Bizco"
y que fue uno de los fundadores de la "Peña Deportiva El Príncipe"
que durante muchos años fue un lugar de encuentro y convivencia entre muchos
amigos.
El nombre
del "PRINCIPE" se lo sugirió el "Chico Fortuna" que
curiosamente era un viejo republicano, al que le pilló la guerra civil en la llamada
"OLIMPIADA DE BARCELONA", para competir en fútbol. Efectivamente muy joven
le pilló la guerra con 16 años en Barcelona, y de andar de acá para allá,
contrajo una enfermedad al pulmón, por lo que le hubieron de hacer una "PLASTIA"
de pulmón, que en aquellos años de 1937, posiblemente fueran de las primeras
que se hicieron en España. Terminada la guerra, este hombre volvió a Córdoba y
empezó a enderezar su vida trabajando en lo que pudo. Vendió tabaco, jugó con
dineros de otros, y finalmente se dedicó a dar cuentas y dinero a crédito. El
"Chico Fortuna" como se le conocía en San Lorenzo, era un hombre
extrovertido, muy cordobés, y por su formalidad, se convirtió en una persona
sumamente apreciada y respetada. Quizás sólo el juego al dominó le hiciera crear
algún que otro rival. Hombre conciliador, y que en todo momento supo aceptar de
buen grado lo que significó la "reconciliación" entre los
españoles, y por ello no tuvo
inconveniente en proponerle a su amigo Diego Fernández, el nombre del
"PRINCIPE" para la Peña, coincidiendo con la visita de este a Córdoba
a principios de los años 1960..,
MANOLO EL DE "LAS QUINIELAS"
Manuel
Jiménez Torres, nacido en la amplia casa que hacía fondo en la simpática Calle
Horno Veinticuatro, probó suerte trabajando de electricista en la MENGEMOR,
posteriormente se quedó en arrendamiento con el BAR ANDALUZ, de San Agustín que
antes había estado regentado por Ángel
Ruiz, un tío de Dolores Castro Ruiz,
"DORA LA CORDOBESITA" este Bar lo tuvo hasta el año 1954, en que al
poco tiempo le tocó en suerte, una quiniela
de fútbol con un premio de 490.000 pesetas, y con ese dinero se quedó con el
arrendamiento del "BAR CASA ARMENTA", y la vivienda.
También
aprovechó la suerte de la quiniela para casarse con Petra López Garzón, sobrina
de la Nicasia de San Agustín. La boda se celebró en el CINE IRIS de invierno, y
la mayoría de viandas y dulces fueron suministrados por la Confitería San
Rafael, que ya por aquellos tiempos era cuñado de Manolo.
De la Calle
HORNO VENTICUATRO, la enorme y poblada Casa del fondo, se trajo a su hermano
Pepe, y a Federico Rincón, para que empezaran a trabajar en la Taberna, como
mozo y camarero. Hay que señalar que la mujer de "Pepe", Rafaelita, una
excelente cocinera llegó a hacer famosos los callos que elaboraba y los puso en
Córdoba a una cota de calidad y distinción muy alta. Federico, por otra parte y
en aquella "Terraza de Verano" que se empezó a montar en mitad de la
Plaza de San Lorenzo, era todo un lujo como camarero, por su amable eficacia y
educación.
Con el
tiempo se fueron incorporando en la Taberna, los hermanos Antonio y Luis,
siendo éste último el que cuando "Pepe" se marchó de Taberna a la
esquina de "Huevos Fritos", el se quedaría al frente de "CASA
MANOLO" y con su mujer "ENCARNI" en la cocina, lograron también
unas metas importantes, que incluso mereció premios populares de reconocimiento
en la exigente Córdoba..
Pero verano
aparte, la Taberna seguía siendo un lugar fundamental para beber vino, y a la
hora de consumir este líquido elemento se juntaban muy buenos bebedores. Los
Federico, los Barrilero, los Espejo, los Estévez, los González, los Álvaro, los
Navarro, los Quirro, los Montes, los Trujillo, los Cabrera, los Polo, los
Requejo, etc. etc. Nadie se puede decir que bebiera más que nadie.
Pero en una
ocasión nos pudimos enterar por boca del mismo cliente que un tal Manuel
Notario, "El Coco" personaje muy aficionado al fútbol modesto, muy
buena persona, y en los tiempos en que estuvo en el desempleo 1970-76, quizás
por la desesperación, el aburrimiento o cualquier otro motivo, llegó a tomarse
una víspera del día de San Rafael, la cantidad de 32 medios de vino, desde las
12 y media hasta las 18 y cuarto de la tarde. Otros que también tomaban mucho
vino eran el "Coco padre", Cabrera el del Hispano, o el simpático
"Cañoneras."
ALGO DE "TESOROS Y FANTASMAS"
Pepín
Sánchez Aguilera, que nos dejó recientemente, nos contaba que en la Calle
Roelas nº 14, y a consecuencia de un bombardeo en agosto de 1936, dicha casa
fue derribada, pero dentro de la desesperación de un tal Álvarez, que era su
dueño, al parecer le vino el consuelo de que según parece "SE ENCONTRO UN
TESORO" y es que al parecer al quedar los muros abiertos, apareció una
vasija de barro conteniendo un número importante de monedas. Se puede decir que
muy pocas personas llegaron a ver la dichosa vasija, pero lo que si vieron es
como aquella familia subió como la espuma.
En el Arroyo
de San Lorenzo y en la que fue casa de Alfonso “El droguero”, tenían los
Armenta otra pequeña taberna, que incluso llegó a ser regentada por la familia
de Pepe Arjona. Pues allí en un cuarto de la citada taberna, se solían juntar
un grupo de personas posiblemente aficionadas al arte “Espiritual de la
Videncia”, que se reunían a oscuras en torno a una especie de bola y decían que
veían al duende que había anunciado el
supuesto tesoro subir por las escaleras. Verdad o mentira, aquello del tesoro,
del duende, y todo lo que trajo consigo, se cundió por el barrio, y aún los que
vivieron por aquellas épocas lo recuerdan. El cabecilla del grupo de los
videntes o aficionados a aquellas artes, se llamaba Olegario y era sobrino de
Camuñas, el portero del Cementerio de San Rafael.
Era el año
1966, y estábamos en el Parque de Automovilismo, en las oficinas de talleres,
aprovechando de que ese día había faltado el severo teniente Jarabo, (Jefe de
talleres), nos encontrábamos sentados en el antedespacho con Maximiliano
Calero, el responsable que asignaba las Órdenes de Trabajo para la reparación
de los Vehículos. Era al principio de la jornada y allí estaban el maestro
Rafael de la Virgen, Márquez el pintor y Heredia el tapicero, además de los
soldados, Meléndez, Carmona, Polo Luque y unos cuantos más. Un tal Amador,
fontanero, comentó un caso de “fantasmas” que había pasado en una casa de la
Calle Carlos Rubio, allí y a la llegada de la noche, de buenas a primeras
empezaban a caer piedras y objetos por los tejados del patio y la gente se
quitaba de en medio, so pena de sufrir cualquier herida. Al parecer eso ocurrió
varias veces hasta que averiguaron que las piedras y los objetos, eran un
“achaque” que provocaba “El querido” que se las traía con la “casera” y no
querían que nadie lo vieran entrar. Aquello fue sonado y vino hasta en los
periódicos en la sección de Sucesos.
Entonces
Maximiliano Calero, que era bastante mayor que nosotros, relató lo que pasó
cerca del puentecillo de la Portería de San Rafael, al parecer él era pequeño y
el Buen Suceso todavía estaba con el arroyo funcionando. En todo el tramo que
daba a las espaldas del Convento, había solamente una enorme casa de vecinos
(hoy son dos casas), y otra vez a la llegada de la noche y con la calle
prácticamente a oscuras, sonaba una
especie de música tenebrosa que asustaba a todo el mundo. Con la calle vacía, aparecía
un tipo muy alto, con un rostro iluminado y poco agraciado, que con una capa
por lo alto, imponía mucho miedo y respeto. Todo el mundo se quitaba de en
medio. Eso ocurría de forma cíclica dos veces en semana. Un día, uno de
aquellos chavales, posiblemente el más travieso, al que llamaban “El Negro”,
con su piel ennegrecida de bañarse en el río, su tirador y el bolsillo lleno de
chinos, esperó escondido en la que luego sería la casa de Juan Martínez
Cerrillo, y cuando sonó aquella música en la oscuridad de la noche, y ya todo
el mundo ponía pies en polvorosa, él, aguantó estoicamente y cuando vio
aparecer por el puente al “Fantasma”, no tuvo nada más que arrearle una
tremenda pedrada en aquella cabeza, con la sorpresa de que lo que le rompió fue
una especie de farol de gas que llevaba a modo de gorro y simulando una falsa
cara. Caído el falso fantasma al suelo, quedó al descubierto la cabeza de un
sujeto pelado a lo "amadeo corto", tirado en el barrizal de la calle.
Allí se pudo
comprobar que se trataba de un conocido “Oficinista del Ayuntamiento”, que
solía frecuentar la Taberna de los Perros, (Casa Joaquín) y lo que pretendía
era entrar sin ser visto para estar con su “querida”. Este hombre fue la mofa
de todo el mundo, pero allí no se aclaró quien era la destinataria de aquellas
misteriosas visitas. Con el tiempo, siguió Maximiliano, se supo que se trataba
de una mujer joven que había venido de la Línea de la Concepción y que la
nombraban como Rosa la del lunar. Esta mujer se marchó a vivir a la Colonia de
San José, el barrio en donde luego se ubicaría la Residencia Teniente Coronel
Noreña.
EL OLOR DE LAS PERRUNAS
Era la
canción que solíamos cantar por aquellos pórticos del patio del Colegio
Salesiano, con el ánimo de que lo escuchara D. José María Izquierdo, que era el
encargado de las escuelas gratuitas en aquellos años principio de 1950.. El,
desde el despacho de su secretaria, y con su “Arjonilla” de secretario, nos
mandaba plácidamente callar y nos decía que ya llegarían las vacaciones de
Navidad. (Hoy se pueden apreciar en la Calle la Muralla, cerca de los
Salesianos, los huecos en la piedra que ocupaban la citada Secretaría y los
accesos a otros patios.). Donde está ubicada actualmente la Plaza Félix
Rodríguez de la Fuente, era el Patio que se denominaba de D. Bosco, junto a dos
abetos se podía ver un busto del fundador de los Salesianos en Turín. Por ese
patio se entraba a las clases 5ª y 6ª en planta baja y por medio de unas
escaleras, se accedía a una segunda planta en donde estaban las clases 2ª, 3ª y
4ª. Ese patio, se comunicaba con la
espléndida huerta que contaba el Colegio.
Pero
siguiendo con las Vacaciones de Navidad, tenemos que decir, que antes de que
estas llegaran, (las vísperas), D. José, iba clase por clase y con una lista en
la mano, mencionaba a todos los que figuraban en ella para que formaran grupo
en torno de él. Al llegar a su despacho nos decía: “Mañana les dicen ustedes a
sus madres que os faciliten una botella de a litro, ni más chica ni más grande,
y las ponéis en el Patio de los Eucaliptos, en la galería del cuadro de D. Bosco, en donde
aparecerán vuestros nombres agrupados por orden de clase y orden alfabético. A
las botellas a modo de etiqueta de marca, le ponen Vds. vuestro nombre y clase.
También les indicaba que el que no estuviera de acuerdo de estar en esa
relación lo comunicara en Secretaría a “Arjonilla”.
El último
día de clase los trescientos o más niños que aparecían en la lista tenían su
nombre en perfecto orden alfabético, colocado en la galería frontal de aquél
patio de los eucaliptos, debajo del bajo-relieve del Arcángel San Rafael que
presidía el patio. El Custodio de Córdoba, era testigo histórico de tantos y
tantos recreos, en donde, antes de entrar a las clases, tenían lugar multitud
de partidos de fútbol. La longitud de la galería o pórtico era enorme, como
enorme era la relación de alumnos, ya que iba desde el "Bar de Basilio",
(antiguos alumnos), hasta el rincón del Teatro, hoy Teatro AVANTI. Lógicamente
esta lista era voluntaria de forma que el niño que sus padres no querían que
apareciera en ella, se quitaba de inmediato. Allí quedaban los niños del
Colegio, que voluntariamente aceptaban lo que el Colegio les ofrecía: Un litro
de aceite, un kilo de arroz, un kilo de azúcar, un kilo de garbanzos, un kilo
de alubias, una cajita de mantecados la “COLCHONA", un par de tabletas de
chocolate, un paquete de galletas de vainilla, una morcilla y un chorizo, más o
menos. Todo, menos el aceite, metido en una bolsa que decía: FELIZ NAVIDAD.
El
confeccionar la lista era una labor a la que el bueno de este salesiano le
dedicaba tiempo y criterio. A unos los apuntaba porque nada más verlos, sabía
que lo necesitaba, a otros lo apuntaba porque sus ropas y sus remiendos
delataban las posibles dificultades que solíamos pasar en nuestras casas.
Finalmente y como buen psicólogo, a algunos los apuntaba por el número de
“sabañones” que desgraciadamente llevaba encima. Estas listas estaban siempre
abiertas para borrar o incluir alguno. Luego a otra relación un poco más
reducida, (unos cien alumnos), se les daba además un vale de ropa, que
consistía en dos camisetas de interior, una camisa, dos pares de calcetines y
un jersey de aquellos que tenían la botonera en el hombro izquierdo.
En realidad
el Colegio no hacía nada más que poner en manos de los más necesitados, lo que
entregaban los cooperadores, pero la labor de pedirlo y encauzarlo era labor de
D. José María Izquierdo, que nunca mejor dicho tenía un corazón tan grande como
un campo de fútbol. Y digo lo del fútbol, porque su paso por el Colegio
Salesiano, significó unas cotas de popularidad enormes para su Oratorio Festivo
de Verano, que con el atractivo de la práctica del fútbol atraía a la juventud
de media Córdoba, a sus patios en aquellas tardes del verano. Un vecino actual
del Coliseo de San Andrés, el simpático “Lucas”, por vivir cerca en la
“Redonda” fue un gran colaborador y amigo de D. José, y el equipo de su barrio,
el Andaluz, llenó muchas tardes de emoción de aquel fútbol aficionado, en
competencia con El Locomotora, El Calatrava, Los 11 Valientes, El Amparo, La
Verdad, El Alcázar, La Ferroviaria, El Santiago, El Naranjo, El Cañero, El
Cerro, El Ciudad Jardín, etc. etc.. Por allí no se vería pasar a ningún Leonel
Messi, pero si, a unos muchachos, que en la mayoría de los casos después de su
jornada laboral, se las jugaban en aquel campo de tierra amarilla, más duro que
las piedras. Aquello era afición. Eso sí, allí no había necesidad de
autoridades ni fuerza pública, allí, era tal el carisma y el respeto que todo
el mundo le tenía a D. José María, que nunca pasaba nada. Y eso que los
árbitros, tan poco eran federados, Pepe Reus, El Figueroa, Pedro Navarro, El
Tarta, Luís López, Bernardo Palacios, Abelardo Rodríguez, Gálvez, “El Carioco”,
Hernández, Cayuela, etc.. etc. eran la mayoría de los árbitros que pitaban
aquellos partidos de forma totalmente altruista.
AQUEL MONTE PARA LOS NACIMIENTOS (1950-54)
Con todo el
respeto a las costumbres que nos han ido llegando de Europa y de fuera, por
aquellos tiempos, EL NACIMIENTO, era el motivo principal para estas fiestas.
Quien no recuerda aquellos escaparates que ponían en la papelería Victoria,
enfrente del Ayuntamiento, en donde lo llenaban de figuritas y motivos del
nacimiento. También tenemos que recordar aquellos puestos provisionales que se
ponían al principio de la calle Nueva, en donde vendían toda clase de
pastorcillos, incluso corcho y monte del campo. Los puestos empezaban en la
misma esquina (donde empiezan los restos romanos), y terminaban antes de llegar
a una callejita en donde estaba Electricidad Poveda y que era la entraba a las
Oficinas del Ayuntamiento. En la misma esquina ya estaba el precioso edificio
que ahora ha sido restaurado. Ahora en los bajos, han puesto un moderno bar. En
este edificio que
hace esquina con la calle María Cristina hubo en primer lugar una tienda
de PUEYO; después se instaló allí el primer Supermercado importante de
Córdoba, que se llamaba SASS,
y que entregaban para promoción los primeros vales VALISPAR que se vieron por
aquí. Más tarde se instaló URENDE, que ha estado hasta hace bien poco. A
la espalda estaba Electricidad
Poveda, y por ese rincón, como hemos dicho, se entraba a las oficinas
del Ayuntamiento. En el año 1979, recuerdo que el Alcalde de Córdoba, Julio Anguita, que estrenaba cargo,
presenció desde uno de los balcones de ese edificio la Cabalgata de Reyes
Magos. Se puede decir que aquel balcón, quizás por la novedad, fue tan
observado como la propia Cabalgata.
En el año
1954, recién llegado a la parroquia, el cura Novo, le convencieron como de
tantas cosas para hacer un gran nacimiento en la Iglesia de San Lorenzo, y para
recoger “el monte”, (hoy está prohibido), fuimos una buena charpa de gente
joven a la zona del Santuario de Linares. En aquel grupo iba Rafael Morales,
Manuel Afán, José Montero, Alfonso Lupión, Antonio López, José Estévez, Rafael
Granados, Inocencio Montes y unos cuantos chavales más.
La voz
cantante para ir al citado campo, lógicamente la tomaron los mayores del grupo
y se escogió el camino viejo de Pedroches, esto es “Cuartel del Marrubial -
Calle Sagunto, -Cinco Caballeros, vadeando la Cruz del Padre Roelas, - La
cuesta de la Cantera, (donde explotó el coche de ETA), -La Avda. de Miraflores,
(dejando a la derecha la cárcel y el barrio de Miraflores, con su pequeña
Iglesia, que fue el comienzo de la popular parroquia de San Antonio de Padua.).
A la izquierda y al principio de la tapia de CEPANSA, se dejaba la “Cantinilla
del Orejas”, y desde ahí, por la acera espléndida que había se llegaba al paso
a nivel con barrera. Pasado este, atravesábamos el llamado “Puente de los
Reyes”, por su semejanza con los de los nacimientos. Dejando a la izquierda una
enorme perrera, en donde criaban a estos animales para su posterior venta. De
allí subíamos hasta el “Canasto de las Vagonetas”, dejando a la izquierda, la Venta de
Pedroches, que funcionaba aún en épocas intermitentes.
El “Canasto
de las Vagonetas”, era un enorme pilar con cuatro patas, metálicas, que a modo
de puente en la carretera, permitía el paso de los coches por su parte inferior
y las vagonetas de ASLAND por su parte superior. Una plataforma a modo de
techo, protegía a los coches de lo que pudiera caer de las vagonetas. A este
enorme pilar plataforma, la gente de Córdoba, lo denominaba popularmente “El Canasto de las Vagonetas”. Su ubicación
era exactamente en donde estaba la choza del guarda de la finca EL MAJANO.
A la derecha
de este “Canasto”, se abría un camino por el que se iniciaban unos vetustos
postes de madera que llevaban el tendido eléctrico al Santuario de Linares. Mi
madre los conocía porque lo había oído de sus mayores, que la senda del tendido
de cables era la distancia lógicamente más corta al Santuario. Además, su padre, Juan Recio Pizarro, colaboró a la
instalación de este tendido eléctrico. (Este sencillo hombre del barrio, de
oficio “hombre para todo”, fue el que sustituyó provisionalmente la cabeza del
San Lorenzo que al ser derribada por un rayo, le puso en su lugar una olla,
“cabeza provisional” que duró, hasta que fue restaurada la torre con motivo de
su iluminación.
Nosotros
cogimos este camino, y nos adentramos por unos esplendidos llanos, que más
tarde serían cantera y luego profunda escombrera. Eran unos llanos encantadores
y así pudimos pasar por Peña Tejada, con su pozo y sus cuevas, y coronamos
el Puerto de la Salve. Luego pasamos por
las llanuras de San José de Linares, con su abundancia de encinas y monte bajo.
Hoy entre los escombros, la cantera y las casas adosadas, han hecho desaparecer
centenares de encinas, pinos, olivos, madroñeras, jaras y lentiscos, que bajo
el susurro de las cristalinas aguas del arroyo, le daban un marco incomparable
de belleza y de bienvenida al Santuario.
Allí bajo la sombra del cerro de San Fernando, que por aquellos tiempos también
querían explotar como cantera, formábamos nuestro “haz de monte” y después de
beber en la fuente y visitar a la Virgen, emprendimos el camino de regreso a
Córdoba. Volvimos por el camino de la Carretera de Almadén, y al pasar por el
Zumbacón, aquello fue una espectáculo especialmente para los chiquillos, que
solía haber muchos. Luego nos metimos por la Calle de San Acisclo, que como
siempre estaba tremendamente embarrada, y el dueño del horno de San Antonio, en
la puerta, nos ofreció a cada uno un bollito de pan para reponer fuerzas.
Llegamos a San Lorenzo y había monte para hacer un montón de nacimientos. Eran
los años, en los que al cura Novo, todo le salía bien.
LA NOCHEBUENA EN LA CALLE (1950-1960)
Hablar de
“perrunas” y pestiños, es hablar de “Lola la pecosa”, mujer que junto a su
marido Manolo, formaba una pareja tremendamente solidaria para con los vecinos
de la calle. Ella era experta en hacer excelencias de productos de Navidad y se
desplazaba a las casas de sus vecinos para obsequiarles con su elaboración.
Vecina de la calle María Auxiliadora, vivía en la misma casa de Ángel Bimbela
“El sastre” y compartía también vecindad con Manolo Montoro, el simpático
rapsoda, que hacía la propaganda al esforzado “Calete” que por esas fechas era
el electricista de todo el barrio.
Efectivamente,
llegando estas fechas la “Luz de Perra-gorda” era ampliamente superada por
aquellas conexiones “piratas“, que facilitaba “luz de contador” a todo el
mundo. Mientras él se entregaba a estos menesteres, las mujeres y demás
vecinas, se dedicaban a intercambiar sus convidadas en aquellas botellas
esmeriladas, que de alguna forma representaban “un lujo”, pues hasta las
botellas escaseaban. Podían ser bebidas sencillas y simples, pero
intercambiadas con toda la familiaridad del mundo. Unas llevaban perrunas,
otras; pestiños, otras; roscos. Incluso alguna te ofrecía trozos de “morcilla
chorizada”. Todas, llevaban algo de lo mejor que tenían en sus casas para
convidar a los vecinos. Pero es que esta relación era incluso de casa en casa.
Toda la calle se consideraba vecindad. Afortunadamente, las televisiones, los
pisos y las hipotecas, no nos habían hecho tan individuales.
Había otra
mujer que era la Genara, que era la especializada en matar el pavo, el conejo,
el pollo o aquel animal que cayera por aquellas fechas. Aunque por aquellos
tiempos, la carne que más se consumía era el chivo, para la fiesta grande
(Nochebuena), y las vísceras de animales de granja con arroz, para las demás
celebraciones. Luego en el tema de guisar era otra cosa, destacando en especial
Carmen la del BESOY, y también la “naranjera”. En esos días la calle olía a
buen menú. Resuelto el menú de la Noche de Nochebuena, el siguiente día, Día de
Pascua o de Navidad, era cuando aparecía en las mayores de las casas el menú de
Albóndigas, que se solían hacer con los restos sobrados de la noche
anterior.
LA NOCHEBUENA EN LA CASA (1950-1960)
En aquellos
tiempos, las peleas tan habituales entre vecinos, casi siempre por los niños,
por la pila, o por la ocupación de los tendederos, cuando llegaban estas
fechas, se suspendían y parecía que se firmaba "UNA PAZ", en todos
los sentidos y alcance de la palabra. Testigos de aquella "PAZ", era
la candela que a modo de tributo y sacrificio se ofrecía al dios del frío. En
torno a la candela se concitaban muchas conversaciones, tertulias y se
fraguaban amistades, promesas e incluso primeros amoríos.
En mi casa
el que se encargaba casi siempre de encender la candela era Mariano Páez, que
rodeado de su chiquillería (tenía 8 hijos), y con una copita en su sitio,
arremangaba leña de todos los sitios hasta que lograba encenderla. Bien es
verdad que le ayudaba su amigo Josele, gran vecino, que por ver a la gente
feliz, hacía lo que fuera necesario. En aquellos tiempos no existía todavía la
figura del “rumano que todo se lo lleva”, y en vez de tirar los “burracos” y la
madera al contenedor como hacemos ahora, se guardaban en el corral para esta
ceremonia de la candela anual por Nochebuena.
Como hemos
dicho, el amigo Mariano, en torno a las siete de la tarde encendía la candela y
poco a poco la llama iba tomando tamaño y fuerza. Una vez encendida la candela
era un intercambio el que se hacía, -el recibía calor de la candela, y la
candela recibía “las notas y quejidos” de un hombre que amaba el cante aunque no
supiera muy bien expresarlo.
Uno de los
primeros que se acoplaba a aquel ritual de la “candela” era “El Coco”, (Miguel
Morrugares), que año tras año, repetía su número de andar sobre el alambre. Se
trataba de andar sobre una correa extendida en el suelo, pero teniendo en
cuenta de que había algunas copas de más era una auténtica “proeza”, pasarla
sin caerse.
Muchas veces
al que encendía la candela, se les olvidaba avisar a los vecinos que retiraran
la ropa de los tendederos, por lo que de momento las mujeres a toda prisa,
demostraban una habilidad sensacional con la caña de tender retirando
rápidamente la ropa, incluso algunas
sábanas.
Por las
mañanas, nuestras madres a muchos de nosotros nos mandaban con varias “dama-juanas”
a la Calle la Bodega “Cruz Conde”, a comprar a granel “El ponche”, “La coñac”,
“El anís” y otras bebidas más exóticas. De un año para otro, era Manuel
Sánchez, “El Iyi”, el que encabezaba aquella expedición. Íbamos por la calle
Zarco, calle Marroquíes, Jardines del Campo de la Merced, en donde nos
parábamos para ver aquellos estanques, donde unos niños “lanzaban” el agua por
la boca. De allí cruzábamos la calle Reyes Católicos y llegábamos a la calle de
la Bodega. Una vez allí en la bodega, casi siempre nos atendía algún conocido del
barrio, pues allí trabajaban Casana y El Pulgarín. De vuelta con nuestras
garrafas o “dama-juanas”, nos parábamos en las Bodegas Toledano y
confrontábamos precios. Más abajo nos parábamos para ver las carteleras del
Cine Alcázar que estrenaban por aquellas fechas Demetrio y los Gladiadores, en
sonido especial. Al llegar a los jardines de Colon, nos gustaba sentarnos
debajo de los eucaliptos, en los que en el verano anterior nuestra madre le
había curado la “tos ferina” a mi hermana por consejo del mismo médico D. José
Chacón y Chacón. Por allí nos encontrábamos casi siempre a Alfonso Serrano
Rivas, aquel entusiasta periodista de la Hoja del Lunes de Córdoba, que
viviendo en la Calle Mateo Inurria, siempre que estaba de vacaciones aparecía
por Colon, jugando con otros compañeros de su Fuenseca.
LAS NAVIDADES DE LA TRENCA (1961-1970)
Por aquellos
años de finales de los cincuenta y principios de los sesenta, los emigrantes
que se marchaban a trabajar a Europa, solían venir por las Navidades con unos
atuendos en ropas muy llamativos, en donde destacaba las “trencas”, aquellas
prendas de colores aparatosos incluso hasta en los forros. El ver por estos
barrios a estas personas, daba la impresión de que nadaban en la total
abundancia, pero detrás de toda aquella “fachada de ropa”, y en la mayoría de
los casos de coches alquilados, había muchas situaciones de trabajos
agotadores y penalidades. Me contaba
Juan, que desde su Añora natal se marchó muy joven a Alemania, Stuttgart, que llegó a trabajar en tres sitios a la vez, además de trabajar
también su mujer. Efectivamente fueron muchas las penalidades que acontecieron
en muchos casos, y que quedan perfectamente reflejadas en la película “VENTE A
ALEMANIA PEPE”. No fueron pocos los matrimonios
que se rompieron por la dichosa emigración, y existe el chiste del OMO y
del TUTU, que reflejan el cachondeo que se traía la gente con estos temas.
LAS UVAS DE FIN DE AÑO (1949)
Como fin de
todas estas fiestas, la gente del “Realejo para abajo” solían acudir algunos a
las Tendillas para comerse las uvas de
fin de año. Por aquellas fechas las uvas se comían en las casas, en las que las
había, ya que estaban muy escasas y caras. Mucha gente comía 12 almendras y
algunos más avispados, se tomaban 12 copas de coñac, al son de las campanadas
que nos ofrecía Radio Córdoba, EAJ-24, desde sus estudios de la calle Alfonso
XIII. Rafael López, Josefina Quirós, Paco Vargas, ya se dejaban oír por las
ondas.
En Casa de
Lucas, en el Realejo, (Donde hoy hay una Farmacia), había una peña informal de
amigos, que la formaban Adalberto López, Juan León, Miguel García, Rafael
López, Ramón “El Llaverito”, etc. etc. fueron los auténticos pioneros en esto
de tomar las uvas en la Plaza de las Tendillas,
ya que eran de los pocos que se desplazaban a la Plaza del Caballo, con
sus “dama-juanas”, con coñac y otras bebidas propias de media noche.
Todo ello se
hacía en torno a las campanadas que daba un reloj que estaba ubicado en la
parte superior del edificio del actual DAVID RICO. Este edificio en su
totalidad era de un señor, que entre sus caprichos, estaba el de coleccionar
cosas raras y llegaron a decir que tenía incluso momias. No obstante el fue el
que colocó un reloj de campanas de la relojería Tienda, como remate de su
edificio. Este edificio fue singular por varias cosas y entre ellas que alojó a
los García Hidalgo, que fueron políticos con importante representación en
Córdoba. Tenemos que decir que este reloj se inauguró en la Nochevieja de 1929,
y se repartieron para disfrutar de sus campanadas, 4.000 bolsas de 12 uvas.
Este reloj
funcionó a satisfacción durante un par de décadas (1929-49), y la verdad que
era el referente de la mayoría de establecimientos que había por aquella zona.
Un establecimiento que lo utilizaba mucho para su horario era el Servicio de
Correos, que estaba ubicado en la Calle Jesús María, en lo que luego sería SIMAGO.,
allí antes de que aparecieran los “almacenes del pollo”, hubo incluso un gran
panel mosaico a base de azulejos que representaba la cabeza de ALMANZOR, como
reclamo de un anuncio de anís.
A partir de
esa fecha el reloj empezó a dar problemas y por Juan Galán, sabemos que ya en
las actas capitulares del Ayuntamiento de 1957, aparece el siguiente texto: “La
maquinaria de este reloj está agotada y que su reparación por la casa Blasco
Boch de Roquetas (Tarragona), supondría un coste de 37.000.-Ptas. aproximadamente.”
Por lo que dicho reloj pasó a mejor vida.
En 1961, con
todo el boato del mundo se inauguró por parte de D. Antonio Cruz Conde,
(Alcalde de Córdoba), el reloj flamenco que tenemos actualmente y que fue
regalado por la casa PHILIS. IBERICA. A su inauguración asistió media Córdoba.
LOS MANTECADOS DE CORDOBA
El Intrépido
y feliz empresario Pepe Arenas, era un inquieto empresario que no hacía nada
más que sumar y sumar. Aparte de las lógicas quejas que pudiera tener, el decía
que el movimiento se demostraba andando y eso fue lo que hizo. Por aquellos
años de 1954-1956, el tenía un horno a nivel de pan perfectamente consolidado
en las Costanillas, con una distribución muy eficaz. Pero el, de alguna forma,
le encantaba la soltura del Horno de Cristina, que en la misma calle
Costanillas, era pionera en el tema de las Tortas de aceite, Magdalenas, Bollos
de Leche y otra bollería. En Córdoba, era prácticamente la que más vendía.
Así que un
buen día de aquellos citados años 1953-54, este intrépido industrial decidió
fabricar mantecados, al estilo de Estepa, Rute, o de cualquier pueblo que se
terciara. Para ello, sólo necesitó que surgiera otro hombre tremendamente
emprendedor, como fue Fermín Gómez Gutiérrez,
que era el alma de aquella Cooperativa de Funcionarios Públicos,
establecimiento, que durante muchos años fue referencia inequívoca para
cualquier Economato que se preciara, por calidad, clientes y precios. De esta
forma y después de aquel acuerdo verbal “sellado” en Casa Pepe el Habanero;
Pepe Arenas, empezaría a fabricar de 6.000 a 7.000 Kg., de mantecados de todas las
especialidades. Los hermanos, Pepe y Antonio Criado, uno de ellos emparentado
con las Acaíñas, formaron parte importante de aquel grupo de confiteros que
iban a hacer aquellas delicias. Los moldes metálicos se los encargaron a Manuel
Calvo, personaje del barrio y que tenía la fontanería por debajo de la Sociedad
de Plateros, junto a la casa de Isidoro
Barneto, personaje honorable de esta calle.
Para
envolver los mantecados se contrató a 5 muchachas que pertenecían igualmente al
barrio. Los papeles de envoltorio de todos los modelos, se compraron de la
Papelería Victoria, que estaba enfrente del Ayuntamiento. Me decía Pepe Criado,
que los primeros envases que utilizaron para transportar los mantecados, fueron
las cajas vacías del aceite y otras que se encontraron de levadura. Agotadas
todas las cajas usadas de cartón que había en el almacén, se terminó por
encargar 4 docenas de cajas a José Arenas de la Calle Alfonso XIII, el cual ya
estaba dedicado de lleno a los capirotes de Semana Santa. No estuvo mal la cosa
para un debut en el terreno de la fabricación de los mantecados; atrás se
quedaban la Colchona, Rute, Estepa y San Enrique. A partir de aquel año, Pepe
Arenas, potenció este sector comprando para ello el Horno de la Calle Montero,
el que dedicó exclusivamente para la bollería, dulces y mantecados. Ya habían
pasado los tiempos del “Amoniaco” que era el único “Reforzor” que se echaba en
muchos sitios para que pujara la bollería.
Mi
agradecimiento a Juan Galán que desde su importante “Base de datos”·, nos pone
al día de muchas cosas de nuestra querida Córdoba.
Saludos y Felices Fuistas.