sábado, 9 de mayo de 2015

LA ELECTRO MECÁNICAS


Fue un referente en todos los sentidos para Córdoba, por su barrio, por sus vecinos y por los trabajadores que pasaron por aquella fábrica. He aquí un relato aproximado de lo que fue la Sociedad Española de Construcciones Electro Mecánicas. SECEM, de feliz recuerdo para muchos. En aquellos tiempos difíciles, hubo también unos representante sindicales, que en todo momento supieron luchar por sus compañeros y por la empresa. Por tanto sería justo recordarlos. 

No creán ustedes, con toda seguridad más jóvenes, que aquella avalancha sindical de tipo asanblearia que encabezó Marcelino Camacho, (1975-1979), con todo el respeto a su ideario comunista, y a los militantes de buena fe que lograron captar de todos los colectivos,  nunca pudo significar para todos los trabajadore, una clara verdad sindical, pues en la mayoría de sus dirigentes asamblearios, lo que menos le llegó a  importar en aquella época de transición, fue la marcha o la salvación de cualquier empresa. Ellos eran comunistas y seguían los dictados de este partido, que les pidió hacer todo lo posible para "allanar el camino hacía el poder de Santiago Carrillo". No eran sólo los comunistas, los que creían que este hombre iba a llegar al poder o que iba ser poco menos que inprescindible para fiormar cualquier gobierno.

Los comunistas, a través de la fuerza de sus asambleas, dominaban las fábricas, las calles y todo lo que se pusiera en el camino. Además contaron con periódicos que les hicieron toda la "cama" para de esta forma, salvaguardar sus espaldas. Pero fueron las elecciones democráticas, aquellas que tantas veces les pidió la UGT, en el seno de las empresas, como era la votación libre y secreta, libres de la tremenda presión de las asambleas, las que democráticamente pusieron a los comunistas en su sitio.

Sigamos con la fábrica:

Fue el ingeniero francés  FREDERIC LEDUX, que a su vez era director de la sociedad Minera y Metalúrgica de PEÑARROYA, el que creyó que Córdoba estaba enclavada en un lugar “Logístico de primera magnitud”. Y es que Córdoba con una red de ferrocarriles  que llegaban a todos sitios, ilusionó y motivó que  el hijo de FREDERIC LEDUX, se implicara de lleno en la creación en 1917, de la industria más importante que hubo en Córdoba.  Con ello se fundaba La Sociedad Española de Construcciones Electromecánicas. Además de LEDUX, el capital inicial estaba formado, por dineros pertenecientes al Banco BILBAO y al Banco URQUIJO. El primer presidente del Consejo de Administración fue el MARQUES DE URQUIJO.

La Sociedad Española de Construcciones Electromecánicas, S. A. (SECEM), decide en los años 1917-1918, instalar en Córdoba una planta dedicada a la metalurgia del cobre y construcciones eléctricas. Los principales inversores fueron franceses, y más que por la riqueza de este material en la provincia, posiblemente fue su situación geográfica dentro del mapa del sur y su cercanía con las Minas de Río Tinto de Huelva. También el estar unida la capital con la zona minera de PEÑARROYA-BÉLMEZ, en donde el carbón era fundamental para esta industria. También influyó el precio del terreno industrial 

Para su proyecto de instalación se compra el cortijo de ALJIBEJO, a un precio de 516.701 pesetas, y posteriormente se comprará el cortijo del OCHAVILLO, a un precio un poco superior de 623.280 pesetas. Ambas propiedades era pertenecientes a los Hoces. Para los franceses, esta era una zona que estaba como a “tiro de piedra” de la propia ciudad. Se trataba de una extensión de unas 315 hectáreas, algo parecida a lo que era la extensión de Córdoba en su casco histórico.


EL PROYECTO DE FÁBRICA

El proyecto de las instalaciones para la fábrica se le encargó al equipo del arquitecto suizo Francisco Gay, que proyectó un complejo industrial, que hizo girar las naves de fabricación, alrededor de una gran nave central, dedicada para el almacenamiento y las expediciones, con espacio suficiente para que los grandes camiones pudieran maniobrar con vista a ser cargados. En los años 1960, se pueden decir que diariamente salían más de 70.000 kilos de cobre elaborado, en cable, barras, pletina, hilo  y planchas.  Nada más que a CENEMESA, se le solía suministrar al año casi 750 toneladas. Esto lo supieron bien los transportistas Nicolás Callejón y Francisco Zamorano, “El Melonero” que siguiendo las instrucciones del dinámico Prieto Salas, lo transportaban casi todos los días.

También el mismo arquitecto realizó un proyecto para una barriada de casas para el personal. Eran casas unifamiliares  con su zona de jardín.

En Córdoba y por aquellos tiempos, las empresas que sobresalían, eran la Electro Mecánicas y Carbonell.  La primera guerra mundial convirtió a SECEM, en la dueña de los mercados en el sector de transformados metálicos de cobre e incluso cobres electrolíticos, latones, trefilería y demás preparados que demandaba una industria en total transformación. Fue su época de apogeo por lo que fue incrementando su plantilla hasta llegar a los 3200 trabajadores  que debió tener al mediados de los años sesenta del pasado siglo, otras cifras que aparezcan son estimaciones un tanto exageradas. Esta empresa se encontró con el mercado tan fácil que optó tarde por la renovación.

De hecho en aquellos años, se adquirió una máquina muy compleja de fabricación alemana, que se le llamó popularmente “LOS PLATILLOS VOLANTES”. La puesta en funcionamiento de ésta máquina hubiera significado un gran  ahorro de mano de obra directa de peonaje. Se han dado muchas versiones para justificar el porqué esta máquina nunca llegó a ponerse en marcha, unos decían que era por falta de los conocimientos necesarios para entender aquella tecnología. Pero hay otra razón también esgrimida en el sentido de que alguien con poder se opuso a aquella reducción de mano de obra. Una u otra versión, las dos posibles, dieron lugar a que “LOS PLATILLOS VOLANTES”, nunca arrancara. Actitudes como ésta de funcionar y producir bastantes años de espaldas a la renovación tecnológica, y por tanto, sin mirar con perspectivas de mejorar lo que hacía la competencia, fue lo que hizo que los países del norte de Europa, produjeran la tonelada de cobre a un coste mucho más bajo y competitivo. Incluso con mejor calidad de acabado. A modo de ejemplo citaremos que el cobre para las bobinas de los transformadores, mientras en CENEMESA, daba problemas porque las aristas rompían con frecuencia el papel del guipado-aislamiento que se le ponía al cobre, desde Finlandia, se enviaba más barato y con las aristas redondeadas. Este competencia era de los países del norte de Europa, era la consecuencia de que la tonelada de cobre, se producía con la mitad del personal que se elaboraba en Córdoba.
  
La ubicación de esta industria con su barrio de casas alrededor, dio vida a la carretera de Palma del Río, y convirtió al popular barrio de “Los Olivos Borrachos”, no sólo en lugar de residencia para el personal auxiliar ferroviario, sino que paulatinamente fueron llegando trabajadores de la SECEM, que querían vivir cerca  de su puesto de trabajo. La aparición en 1930, de la empresa CENEMESA, hizo que este barrio fuera como un elemento más de estas fábricas. El nombre de esta barriada a nivel oficial era el Barrio de Occidente, pero la tradición oral contaba que los maridos en sus salidas de los fines de semana, solían volver en la madrugada del domingo y con una “TAJÁ” de mírame y no me toques, y entonces para evitar que la mujer le echara la bronca, algunos “dormían” la “TAJÁ” debajo de aquellos olivos que abundaban al principio del barrio. Al ser ya como una costumbre este rito de dormitar la borrachera debajo de un olivo de aquellos, de ahí el nombre de los Olivos Borrachos.


LOS OLIVOS BORRACHOS

Al hablar de la “LETRO” hay que hablar a la fuerza de los vecinos conocidos de los Olivos Borrachos. En general se citaban como las “ sagas”. Existía la saga de los “Bodoques”, “Los Vélez”,  los “Fernández Latorre”, “Los Medina” los “García Ruz”, los “Blanco Pedraz”, “Los Monturque”, “Los Cruz Garrido”, “Los Antequera”, “Los Simón Rodríguez”, “Los Díaz Hornero”, “Los Blanco Medina”, “Los González”, “Los Chups Osuna”, “Los Jurado”, “Los Vico Lucena, “Los Sánchez Cerezo”, “Los Carrero”, los “Manolin Gónzalez”. Eran muchos los compañeros que vivieron en este barrio.  De los últimos que llegaron a este simpático barrio, fue el vasco J. Romeral Torróntegui, que vino a Córdoba en aquellos años difíciles desde el país vasco (1969), para curarse de un padecimiento que tenía de asma. Mejoró y vivió muy feliz en sus “Olivos Borrachos” como el decía y le hubiera hecho muy feliz en ser su alcalde.


EL MÉDICO BUENO

Pero el barrio de los “Olivos Borrachos”  también tuvo “otros vecinos”. Un buen día apareció un médico que había nacido en el 1934 en  la localidad de Villanueva de Córdoba. Se llamaba Pedro Muñoz. De familia humilde, su padre era zapatero. Estudió su carrera con la ayuda de unos familiares de Valencia. Trabajó como médico en África (Villa Cisneros), y allí empezó a comprender lo útil que su carrera de médico podía significar para ayudar a los más débiles. A partir de los años 1960, se instala en Córdoba, y los hace en la Carrera de la Fuensanta. A lo que el llamaba su consulta particular, era más bien el despacho a donde iban bastantes padres de familia, que iban a pedirle consejo, sobre las adicciones de sus hijos al alcohol o las drogas. Fue un médico comprometido en ayudar a todo el mundo. A pesar de tener que sacar adelante a 7 hijos, sacaba tiempos para todo y fue un gran colaborador con el Movimiento de Cursillos de Cristiandad, que fue sus SOSTÉN DE FE, para estar muy comprometido. En 1982, y en los Olivos Borrachos, funda una institución ALCALI, para intentar recuperar a los alcohólicos. Posteriormente se pone al frente del Hogar Renacer, esta vez con ayudas de CAJASUR y el OBISPADO DE CÓRDOBA. Muchos de los enfermos que iban a su casa en la mayoría de los casos, no solamente no le pagaban nada, sino que muchas veces, les entregaba parte de  lo poco que podía haber recolectado.  En todo momento su esposa fue su comprensión y su fe. Pedro Muñoz Gómez, murió en el 2014, a los 80 años de edad.


LA VENTA DE SAN FRANCISCO

Al  hablar de la “LETRO”, hay que mencionar a la fuerza a la “VENTA SAN FRANCISCO”,  pues estuvo íntimamente relacionada con la fábrica y por supuesto con el Barrio. La VENTA, era la parada casi obligatoria de los camioneros que venían a recoger carga de cobre y que por aquellos tiempos 1950-60, eran muchos los que esperaban cola. Allí tomaban su café. (por aquellos tiempos no se estilaba el desayuno), comían y descansaban sentados. En los periodos de frío estos conductores nos enseñaron lo que eran los “CARAJILLOS” y los “SOL Y SOMBRA”. Lo primero era un café sólo con una copa de coñac y lo segundo era una copa de anís machaco con una copa de coñac. Pero la VENTA DE SAN FRANCISCO, también prestaba un buen servicio a los trabajadores de la Electro Mecánicas, ya que al ser estanco, eran muchos los que con ese achaque, se pegaban sus buenas convidadas. Pepín, que era el eficiente y bonachón que atendía el BAR, no paraba en todo el día de poner a prueba su eficiencia. En orden a las comidas, tenía buenas especialidades, al menos para aquellos tiempos, los boquerones fritos, la sangre encebollada, la asadura en pajarilla, los callos y las manitas de cerdo, entre otras. Allí había despensa para todas las exigencias, sobre todo para cuando los trabajadores de SECEM o CENEMESA, prolongaban sus jornadas por trabajos de reparación o urgentes y tenían que suministrarles comida. Y como no en aquellas elecciones sindicales de los años 1974, en las que en aquellas empresas se llegaban a formar más de 20 mesas electorales de acuerdo a la Ley Electoral.

Por cierto, que a todos los sindicales de un lado u otro, les gustaba la buena mesa y la buena bebida. Eran los tiempos, en que a los Campos, los Baena, los Poyato, a los Fresco, a los Carmona, los García Noci, les había llegado el relevo. Bien es verdad que estos sindicales y aprovechando que Cabello de Alba, había dejado de ser director general de Previsión, había destinado para las Mutualidades de Córdoba, una importante cantidad de pesetas, para que en forma de “prestamos viviendas” estos sindicales lo repartieran entre los trabajadores de la ELECTRO Y LA CENEMESA. 

En la VENTA DE SAN FRANCSICO, la paz y la armonía estaba garantizada, pues para eso entre la clientela se encontraban los inquilinos del Cuartel de la Guardia Civil, que era otra institución del Barrio. No podemos olvidar los Eucaliptos que existían a la entrada de la Venta, pues también formaban parte de este paisaje de la historía.

También la Venta de San Francisco, fue parada casi obligatoria para aquellos aficionados al fútbol, que se desplazaban a la Electro Mecánicas, desde los Barrios periféricos, para presenciar los partidos entre éste equipo, y el de los barrios de Córdoba y la provincia., ya que era el único fútbol del que se disponía.


LAS DELICIAS

En el camino inevitable para llegar a la Electro Mecánicas, te encontrabas con este BAR de carretera, que era tan antiguo como la propia “LETRO”, sin tener la proximidad de la Venta de San Francisco, también era un BAR, que al estar enclavado en los “OLIVILLOS DE DON FELIX”, también era visitado por muchos trabajadores de la Electro Mecánicas. Un día del año 1954, nos refugiamos allí en un día de gran tormenta, con el Economato a cuestas, allí coincidimos con los hombres que estaban plantando las acacias, que orillaban la carretera de Palma del Río. Además de los trabajadores de la Electro por allí aparecían muchos camioneros que iban a cargar y descargar al recién inaugurado Silo del Servicio Nacional del Trigo, con el tiempo fueron apareciendo junto el Silo, una serie de naves que unas y otras empezaban a querer abrirse camino en el difícil campo de los negocios. Nos llama especialmente la atención un taller de prendas de vestir que con el nombre de Creaciones Díaz, llenó aquella zona de juventud femenina. Luego Llegarían Almacenes Wizner, Serody y varias naves de frutas. Tampoco tenía que estar de mal ver la mujer que atendía el BAR de “LAS DELICIAS”.

Todavía nos llamaba la atención aquella pequeña espadaña, que existía la Calleja sin salida de los Olivos de don Felíx. En donde se crió Consuelo Simón y el amigo Carrero. Esa especie de Capilla y Espadaña, eran propiedad, de un tal Ortega, que lo mismo se vestía de trinitario, que de requetés en el Quintillo. En el Cementerio de la Salud, tiene un panteón que quiere rivalizar con el del Manolete”.



EL AUTOBUS DE LA “LETRO”

Por aquellos tiempos en Córdoba, (1950-1960), había pocos autobuses. Aunque había dos empresas en Córdoba, una Misuf Vizcaino y otra la empresa Rubio. Era Misuf el encargado de la Línea PLAZA J. ANTONIO-ELECTRO MECÁNICAS, con salida en la zona en donde estaban los Servicios Públicos de señoras, en la acera de Telefónica. Estos autobuses, iban pintados de azul y con una franja central en rojo. A la hora del relevo solían poner tres autobuses de los más grandes que tenían y casi se llenaban totalmente; el resto de las personas, hasta completar el autobús, se montaban en las paradas intermedias. Hay que decir que muchos trabajadores cuando llegaban a la parada del autobús, incluso se sentaban en el suelo para esperar la llegada de los autobuses.

Eran los tiempos del cobrador y el viaje de autobús costaba 0.25 pesetas. Por cierto que cuando hicieron el barrio de la Electro Mecánicas, construyeron una parada de autobús de material de obra, que junto a la que había a la entrada de la Huerta de la Reina, cerca del “BAR LA CONSTANCIA”, eran las únicas paradas que había de construcción. Ya más posteriormente cuando inauguraron la Residencia Teniente Coronel Noreña, (1957), habilitaron otra parada de autobús que daba acceso a la Residencia.


EL ECONOMATO DE LA “LETRO”

Otra de las cosas fundamentales de aquella empresa que era la SECEM, fue su gran Economato, ubicado en la Calle Mercadillo. En Córdoba, y sobre todo cuando las mujeres de los trabajadores de la Electro, coincidían en el médico, esto solía ocurrir en la Plaza Mármol de Bañuelos en donde estaba FOTO LEON, o en la Calle Montaña, cerca de la Calle Montero, pues aquellos eran los ambulatorios donde tenía sus consultas la “BILBAINA, que era la aseguradora que cubría la cobertura médica y de accidentes de la Electro. En esas consultas, se empezaba hablando de enfermedades y de medicinas, pero casi siempre se terminaba hablando del Economato y sus precios. Era tal la sabiduría de aquellas mujeres, que antes que entraras al médico, muchas ya te decían el diagnóstico de lo que tenías. Luego entrabas al médico don José Chacón Chacón y casi siempre te confirmaba lo que te habían dicho.  

Entre estas mujeres me acuerdo perfectamente de Salud la mujer del Claus, la Muñiz, la mujer de Juan de Dios, la Recio, la mujer de Estévez, Rosario, la mujer de Ortega, la León y Encarna, empleadas ellas de la fábrica, Ángela, la mujer de Amaro, Enriqueta, la mujer de López  y así una tras otra, muchas mujeres  que había por el barrio de San Lorenzo.

Por aquella fechas, años 1953-1954, las mujeres, fueran del barrio que fueran, la mayoría solían encaminarse al Economato de “LA LETRO”, andando. Primero llegaban a la Victoria y encaraban la acera de los pisos llamados de Cañete, que llamaban la atención ya por aquellos tiempos, porque eran las primeras casas a las que se le vio buzones para el Correo en el portal.

En vez de subir a la carretera por el viaducto, que era muy estrecho y complicado, sin subir se entraba por la izquierda de éste, y entre la nave de la Viuda de Victoriano Gómez, y los apoyos de viaducto, se accedía a la vías. Siguiendo la vías adelante llegabas a los Olivos Borrachos. Por cierto por aquellos tiempos que hemos mencionado se estaba terminando de construir EL SILO, (1954), edificio que fundió su imagen con este barrio. Más allá del citado SILO, había un paso a nivel sin guarda, solo había de forma permanente una cadena colgada, y por allí pasabas a lo que se llamaban “LOS OLIVOS DE DON FELIX”, esa era la parte de este barrio que lindaba con la propia carretera de Palma del Río. Salías a una esquina de lo que en aquella época era la Venta de la Delicias. Y desde allí pasando la Venta de San Francisco, te adentrabas en la Calle Mercadillo, y en la curva que hace la calle y a la derecha, estaba el Economato. Llamaba la atención que por una ventana salía la chimenea de una estufa.

El Economato, representaba la posibilidad de comprar de todo, más barato, y te lo descontaban al mes siguiente. La empresa, solía primar los artículos que se consideraban de primera necesidad. Eso sí, tenías que tener la precaución de acudir a comprar pasado el día 20. Estas empresas grandes, solían cerrar sus nóminas el día 20 de cada mes, como nos comentaba Antonio Rodríguez Tena, Con el tiempo, este Economato fue superado en precios y artículos por el de la Guardia Civil, que se hizo famoso en Córdoba.


EL CARBÓN DE LA “LETRO”

En aquellos años de posteriores a la guerra la escasez de carbón para las casas era ostensible, y eso se podía apreciar en las enormes colas que se formaban en la multitud de carbonerías que había en Córdoba, entonces en las casas, lo único que hacía funcionar las cocinas era el carbón y la electricidad, pero ésta última era privativa de la gente bien. Igual pasaba para los braceros que se dependía del llamado PICÓN, que era el producto que producían diariamente los llamados piconeros que adquirieron popularidad por estos barrios de Santa Marina y San Lorenzo.

Normalmente el “piconero” era una unidad de tres elementos, el que cortaba el monte para quemar, el que arrimaba agua para “apagarlo” que se llamaba ayudante y el borrico. Esta era una unidad de trabajo necesaria. Desde primeras horas de la mañana, hasta pasado el medio día, andaban quemando monte bajo, en las cercanía de la Sierra, la zona de Linares y Santo Domingo, y lo máximo que producían era tres sacos diarios, y eso contando que hiciera buen tiempo. El hocino y el borrico, eran las herramientas básicas  de estos hombres. Su bocadillo a media mañana, era cortar con su navaja trozos de tocino de beta, con su pedazo de pan.

La empresa Electro Mecánicas, se empeñó en aliviar un tanto el problema del carbón a sus productores y quincenalmente les facilitaba un suministro de carbón vegetal, de los excedentes que la propia empresa tenía y que utilizaba como desoxidante en sus hornos. La cara  conocida del hombre que lo transportaba y repartía era el camionero de la Calle Montero, Nicolás Callejón, que casi siempre estuvo ligado a la “LETRO”, bien con el cobre o el carbón. Este hombre cuando se jubiló se fue a vivir a Calazancio donde disfrutó de su pequeño jardín en su vejez.  


LOS SUELDOS DE LA “LETRO”

El tipo de fabricación de esta empresa, era casi el 70% de trabajo manual. Es decir, trabajo de peonaje, que se podían ver llegar todos los días con su bocadillos metidos en una taleguilla. Era una fila interminable de personas que se dirigían al autobús y también bastantes las que utilizaban la bicicleta. Pero a pesar de que se trataban de empleos de peonaje, por las características del trabajo, la mayoría solían cobrar complementos por tóxicos, penosos o peligrosos, además de una prima de producción. Se discutiera o no que algunos jefes hacían de las suya en el tema de las primas, se puede decir que en aquellos tiempos los trabajadores de la “LETRO”” podían ser de los trabajadores mejor pagados de la industria que había en Córdoba. Y eso se puede comprobar hoy, pues cualquier “jubilado” que saliera de fábrica, a mitad de los 80 para acá, su pensión será superior a cualquier trabajador de la actualidad, que pudiera quedar en lo poco que quede de la empresa. Además con la particularidad de que en estas fábricas, se hacía famosa la frase que pronunciaban muchas madres y que no era otra que: ¡AY! GRACIAS A DIOS, QUE A MI HIJO LO HAN HECHO PLANTILLA”. Las madres expresaban esto con una sensación de tranquilidad y seguridad. Hay que decir que por escasez de materiales para las monedas, el dinero suelto de las nóminas, los pagaban en sellos de correos.


LOS COBRARADORES DE CUENTAS

En la Electro Mecánicas y detrás de la Oficinas Generales, que estaban conforme se entraba a la izquierda, era frecuente ver la cola que los trabajadores solían hacer en la ventana de Caja, allí solían acudir los que de una forma u otra, no estaban en sus puestos de trabajo cuando el pagador iba por los talleres. De esto mejor que nadie estaban advertidos los vendedores de “CUENTAS A PLAZOS” que ya fuera de fábrica, y en la esquina de la Escuela de Aprendices, en la misma acera que conducía a la Parada del Autobús. Esperaban a todos los trabajadores que tenían que algo que pagar. Eran cuotas semanales, entre 5 y 7 pesetas, las que se solían pagar por aquellos años de 1947-1952. Allí se puede decir que pagaba todo el mundo.

Por ello queremos hacer un pequeño recordatorio de lo que pudo significar la llegada de algunos artículos que marcaron su época, así como mencionar a algunos vendedores.

Al Rubio, “El Piyayo”, como también le conocían por la Electro Mecánicas, que extendía sus clientes por las Delicias, Venta San Francisco, Olivillos de Don Félix, Olivos Borrachos y en la Fábrica de la Electro.

Al clásico “Cuello lata”, personaje de la Electro Mecánicas, que vendía por todo el Cerro del Campo de la Verdad, un día y mientras íbamos en el autobús, nos comentó que nada más que en la zona de la Calle Beato Henares, vendió más de 500 despertadores de la marca CID, un despertador de marca nacional que irrumpió por aquellas fechas. 



Al amigo Prieto Salas, que vendía de todo, pero fundamentalmente, relojes de pulsera y aquellos pequeños radio transistores que salieron de los que vendió más de 700 unidades al precio de 600 pesetas. Era de la marca SANNYO. Llegó a vender hasta relojes de oro de señora y vendió unos pocos.

Al amigo Antonio López Alcudia, “El Huevos”, personaje singular que vendía de todo, relojes, máquinas fotográficas, libros raros, bicicletas, y todo lo que se le pedía.

A Juan Rojas Morales, que tenía su zona de influencia en los Olivos Borrachos, Cenemesa, Avenida Parque,  Pisos de Cañete y el Barrio de la Electro. Toda su familia se dedicó a dar cuentas compaginándolo con su trabajo, esto le hacía tener muchos clientes entre sus propios compañeros.

A Francisco León, que con la ayuda de su amigo Ogallas, modernizaron las casas de los trabajadores de estas empresas, la ELECTRO Y LA CENEMESA, con Batidoras Turmix y ventiladores de pie de SP, (Soler y Palau), los mejores y más silenciosos del mundo. Y no digamos las famosas Ollas Laxter.  Este León vendía todo lo que se proponía.


EL RELOJ “CAUNY” en LA ELECTRO MECÁNICAS.

En aquellas casas de vecinos, se notaban los que tenían un trabajo seguro y estable. Sus viviendas, aunque humildes, eran de las primeras en las que se veía alguna forma de progreso, más que nada, por el hecho de tener un sueldo por lo general más o menos suficiente y regular. Ellos eran los primeros clientes de aquella enorme cantidad de “vendedores a plazos” que había en Córdoba, y en la propia fábrica en particular. En la popular “LETRO” se vendía de todo, empezando por preservativos, ropa, zapatos, artículos de oro, y toda clase de electrodomésticos, incluidos aparatos de radio y hasta televisores. Pero un producto que “inundó” la fábrica fue el reloj marca CAUNY, que por aquellos tiempos (1953), salió al mercado. Fueron tres los relojes que aparecieron por aquellas fechas, CAUNY, DOGMA Y CYMA,  Pero los que hicieron furor en la “LETRO” fue el citado reloj CAUNY.

Posiblemente fuera el “PIYAYO”, de los primeros que lo llevó a su nave de ESTIRAJE y allí, algunos mandos se compraron el modelo más grande, con aquellas esferas con los números troquelados y estrellitas de decoración, que junto con su correa de FISO-FLEX, daba sensación de poder y distinción.  El reloj “CAUNY”, se propagó como una epidemia entre el personal de la “LETRO”. Me contaba Juan Mena, empleado de Personal, que incluso hubo trabajadores que plantearon la posibilidad  de que los citados relojes se vendieran en el ECONOMATO.

Y es que poco a poco, la gente empezó a decir: “yo no soy menos” y casi todo el mundo se compró un reloj. Nos relató Miguel Escudero Melero, que en la Calle el Cárcamo, cerca de la Piedra Escrita, vivía una mujer que se llamaba Amparo Muñoz, que se entretuvo en vender cientos y cientos de estos relojes. El precio de venta para los “cuentistas” era de 350 pesetas, y se solía pagar por semanas. También en la CALLE ALMONAS, había un relojero Emilio García, frente a los “Hermanos GASPAR”, que también vendió muchos de estos relojes. Estos CAUNY, venían casi todos de Sevilla y digo casi todos, porque algunos venían de Ceuta.


EL DESPERTADOR CID

La Electro Mecánicas, era una de las empresas en que se trabajaba a relevos y esto hacía que casi todas las semanas, los turnos de trabajo cambiaran. En el relevo de la mañana, había que coger el autobús a las 5 y cuarto de la mañana, para poder entrar a las seis menos cinco de la mañana en que tocaba la sirena. A las seis había que estar en el puesto de trabajo dispuestos para la faena. Por todo este “madrugar” era necesario levantarse muy temprano para lo que se necesitaba “El despertador”, sobre todo la gente joven que se solía acostar tarde. En la nave de la ELECTROLISIS, Arturo Morales, como cualquier joven, tenía dificultades para levantarse temprano, y eso era motivo de preocupación para su padre. Su padre, zapatero de profesión, trataba en el día a día con mucha gente importante, y un día tropezó, con un tal Santiago Muñoz, que vendía “despertadores” y le compró uno  a su hijo. Era de la marca CID, totalmente realizado en España, y se vendía al precio de 175 pesetas. También los había de la marca ALBA y BETA, pero el despertador CID, era el que más se vendió en la fábrica. Igual pasaba en CENEMESA, en donde casualmente vino a realizar la prueba de fresador, un antiguo compañero de la Universidad Laboral, llamado ARANZANA FERNÁNDEZ,  que venía de la empresa BRESSEL de Madrid y nos confirmó que la gran mayoría de las matrices para cortar las piezas que llevaba ese despertador, se elaboraban en dicha empresa de Madrid.   

A la gente de “LA LETRO”, todo el mundo le quería vender lo que se terciara. Y es que en aquellos tiempos el “SER PLANTILLA”, era el mejor AVAL que se podía tener.


DEL CARBON AL GAS

En aquellos tiempos, años posteriores a la guerra, había escasez de casi todo, aparte de que la falta de dineros, era cosa que venía de antiguo. El carbón vegetal con el que funcionaba las cocinas, también escaseaba, por lo que se solían formar muchas colas en las carbonerías para la compra de este apreciado combustible.

En las casas “bien” existían las llamadas “chapas eléctricas” en donde guisaban todo lo necesario. Esta solución era imposible para la mayoría de los trabajadores, ya que desde muy antiguo, la única luz que tenían en sus casas, era la llamada “Luz de perra-gorda”, que era una simple línea, sin enchufes, ni nada. Esta luz venía, cuando empezaba a oscurecer y se iba cuando llegaba la luz del día. El resto del día, estabas sin luz, ni corriente para nada. Estas hornillas eléctricas que hemos mencionado, eran un tanto rudimentarias a base de resistencias, pero que eran privativas de las pocas familias que tenían la llamada “Luz de contador” que el era el nombre que se le daba a este tipo de corriente. También había familias que poseían “Chapas a carbón”, que funcionaban con el carbón llamado de “piedra”, combustible muy caro y no al alcance de todo el mundo.

Aunque el petróleo es citado en la antigüedad y concretamente en la BIBLIA, no fue hasta el año 1859, en que un tal DRAKE americano, por supuesto, el que perforó el primer pozo de este hidrocarburo. Por aquellos años, no sabían mucho que hacer con aquel liquido negro, de aspecto un tanto viscoso, por lo que no había mucho interés por su explotación y eso que el petróleo brotó a los 25 metros.

En un principio se utilizó para el alumbrado público en sustitución del aceite de BALLENA, que se venía utilizando y que de haber seguido con este tipo de aceite, hubieran acabado con las BALLENAS. Aquí los reyes de España, para el alumbrado de la Capital Madrid, poblaron la zona norte de Jaén, de Olivos para producir el aceite que se necesitaba. Este aceite de alguna forma recuperaba la energía que se derramó en la famosa “BATALLA DE LAS NAVAS DE TOLOSA”, en Julio del 1212. Los parajes de DESPEÑAPERROS y SANTA ELENA, son testigos de aquella importante Batalla.

Como ya hemos dicho el petróleo no encontró de momento una utilización a modo de “negocio”. Tuvo que ser HENRI FORD, el que al concebir la fabricación de coches en serie, fue cada vez necesitando más petróleo para el consumo de la gasolina. Con esto ya estaban las bases del negocio del petróleo. No obstante, la ciencia y la industria fue sacando otros derivados del petróleo, encontrando en los plásticos, otro buena forma de negocio.

El consumo de petróleo estaba de moda por todo el mundo, y se habían descubierto un tipo de hornillas que consumían pudiéramos decir el último “desecho” del petróleo, al que se le denominaba “PETROLEO”. De esta forma surgieron las cocinas llamadas de petróleo. Eran  los años 1950, y las cocinas fueron llegando a muchas casas, sobre todo populares. Pero como en España, había escasez total de hidrocarburos, este derivado,  también escaseaba. En la Plaza del Juramento, cerca de la Calleja el Toril, y en la denominada “CASA DE LAS COCINAS”, había una alta variedad de modelos de cocinas para elegir, pero los inconvenientes de estas cocinas eran:

Que si te descuidabas en apurar el petróleo de la cocina, esta despedía en su combustión un olor raro mitad gas-oil, mitad petróleo en forma muy atosigante, incluso dicho olor se metía en la propia comida que se estaba guisando.

En segundo lugar era la escasez de este derivado, lo que motivaba colas interminables en donde se despachaba este combustible.

Estas colas eran curiosas porque en un principio, la gente lo que solía poner era UNA PEQUEÑA LATA, o algo que demostrara, que allí había alguien. Este criterio curiosamente era respetado por todo el mundo de forma tácita. Solo cuando empezaban a despachar, era cuando se incorporaban físicamente las personas a la cola. A veces, eran chiquillos, niños, niñas, mujeres, hombres y bastantes personas mayores, las que guardaban cola. Más de una vez no hubo “petróleo” para todos los de la cola, por lo que el que despachaba, oteaba la cola al empezar y racionaba el limite por persona. Eso también era aceptado por todo el mundo.


LA BATIDORA TURMIX

Aunque en Estados Unidos ya apareció por los cincuenta del pasado siglo, en forma de un brazo que portaba unas cuchillas para triturar, aquí en España, a principios de los años sesenta,  lo que triunfó fue la batidora de vaso. En Córdoba concretamente se utilizaba el mortero o dornajo y la maja para hacer el gazpacho o el salmorejo, y fue la TURMIX la que simplificó este trabajo y lo mejoró. Además servía para triturar todo lo que se le echara.

Su precio eran alrededor de unas 600 pesetas, y todo el mundo quería tener ese aparato en su casa. Nos contaba Paco Almoguera, el simpático BARBERO de San Lorenzo, que en su casa de la Calle la Banda, el primero que trajo a la casa una TURMIX, fue Tejero, un trabajador de la Electro que además de gran aficionado a los palomos, le gustaba dar comodidades a sus esposa. Trajo la TURMIX, y en su galería empezó a “batir el pan para el gazpacho” que tanto le gustaba, al oír aquel ruido, salieron los hermanos Afán, los Caballero y los Atanasio. Aunque sería Julio Mellado, el que por trabajar en la ferretería  “EL CANDADO”, pudo explicar lo que era aquello. Todos quedaron maravillados, de la forma tan rápida en que se hizo el “GAZPACHO”, A partir de aquel día, todas las vecinas no podían ser menos y querían una BATIDORA. Si esto fue en una casa de vecinos, imaginarse lo que debió ser en aquella fábrica tan grande como era la Electro Mecánicas, De tal forma fue aquella evolución, que en menos de un año, casi todos los trabajadores de la Electro Mecánicas, tenían una TURMIX. Incluso se pensó que el ECONOMATO, tuviera aquel utensilio tan indispensable. La historia de la utilidad de la BATIDORA, vendría después cuando se empleó para multitud de comidas.

Me contaba Francisco Gómez, que tenía una pequeña tienda de electricidad en la Calle ALMONAS, en donde vendió, entre otros aparatos, cientos de BATIDORAS. En aquellos tiempos todas las compras a plazos se realizaban mediante la firma de LETRAS. La mayoría de las letras casi nadie la pagaba por su curso normal del banco, sino que solían pasarse por la tienda ya que estaba la letra devuelta. Con toda seguridad el negocio siguió funcionando porque la gente pagaba las letras en la tienda. Lo cierto es, que este hombre cuando se jubiló, me llamó a su parcela para que viera como quemaba unos cuatro sacos llenos de letras devueltas.

Con letras y sin letras, se popularizó tanto el nombre de TURMIX, que con frecuencia aparecía en chistes y todo tipo de referencias. Quizás por ser la primera marca que apareció en España, ella fue la encargada de identificar a todas las batidoras que iban a aparecer después en el mercado. Todo el mundo al hablar de la batidora, empleaba el término de TURMIX, hasta el punto fue esto, que en los años 1980, la Real Academia de la Lengua introdujo en el diccionario la siguiente definición: TURMIX: BATIDORA ELÉCTRICA,


LOS GARBANZOS Y LA OLLA

En el ECONOMATO de “LA LETRO”, como hemos dicho había de todo, pero había un producto que era el que tenía más movimiento, se trataba de la legumbre EL GARBANZO, aquí venían garbanzos de CAÑETE DE LAS TORRES, que tenían su fama, acompañados siempre de una buena calidad, luego también estaban los garbanzos de la Campiña, que como en FERNÁN NUÑEZ, también se vendían muy bien. BARRENA Y LUQUE, Y RAFAEL BAREA, eran los principales suministradores del garbanzo EN Córdoba.

Los trabajadores de “LA LETRO”, cuando surgía cualquier comentario de que esta legumbre iba a escasear, algunos se llevaban para su casa unos saquitos de 40 kgs, que había en el ECONOMATO. Quizás lo más complicado era transportar hasta Córdoba, aquella penosa carga, pero la gente ingeniaba. Algunos alquilaban un triciclo entre varios y éste era el trasporte que utilizaban, pero otros se apañaban con su simple BICICLETA, BH, en donde colocaban la carga en el porta-canastos, y hasta Córdoba, iban andando. La bicicleta les prestaba el servicio de un “carrillo”.

Y es que en la mayoría de las casas de los barrios populares, la comida de la tarde-noche, era el COCIDO. El garbanzo lógicamente, era la base. Además se le solía echar una especie de “versa” y en el terreno de lo que se llamaba la “PRINGA”, tenemos que decir que se le echaba un hueso añejo, para el caldo, un buen pedazo de tocino fresco y otro añejo, y por carne en la mayoría de los casos, se le echaba una especie de “nervio” al que se le solía llamar “carne de guapo”, porque siempre se preguntaba ¿Qué quien era el guapo” que lograba masticar aquello. 

Era una comida que desde por la mañana, y en la galería de su patio, cada vecina ponía sus garbanzos echados en agua. Allí y cara al sol, lograban ponerse a punto para ser guisados. Cuando el agua escaseaba por la falta de lluvias, el cloro desinfectaba el agua del río que se utilizaba para el consumo humano. Al advertir la gente que los garbanzos se endurecían, salían al encuentro del agua llamada del Cabildo, de la fuentes de las Dueñas, y del Cuartel de Veterinaria, que había en Regina

Las mujeres nada más lavar los platos, solían poner su olla a hervir. Casi todos los días y cuando se oía el “TOQUE DE VISPERAS”, era muy normal escuchar el comentario: “Menos mal, ya es la hora de las vísperas y ya tengo mi olla hirviendo”.

Y siguiendo con el protagonismo de la Olla de garbanzos, tenemos que decir, que en el año 1949, en la Calle los Frailes junto al Cine Delicias, se celebraba un bautizo. En aquellos tiempos, estas celebraciones a lo más que llegaban era a dar una copa de vino, un poco de sangría y lo poco que hubiera de comer, era para la familia. Pero en aquella casa de vecinos, aprovechando el buen Patio y que un vecino tenía una vieja gramola, la gente joven organizó un baile, a donde acudieron las jóvenes y las muchachas, que tenían edad para ello. En aquel bautizo estaban “PEPETE” y el “CLAUS”, que eran trabajadores de la Electro. 

Pero fue Rafael Espejo Jiménez, que siendo uno de los “bailarines” pudo presenciar, que cuando más animados estaban en aquel baile, de pronto y sin que nadie lo esperara, el vecino de arriba, asomándose a la baranda empezó a gritar como loco: ¡LA OLLA, LA OLLA!, y es que al parecer a este antiguo contratista apodado “EL BIBI”, le había desaparecido de la cocina la OLLA DEL COCIDO, con su poquita “pringá” y todo. A este pobre le apodaban el "BIBI", pero en realidad era Antonio Espejo, que llegó a ser "torero a caballo" como picaor y era cuñado de Natalia la lechera. 

Se suspendió el bautizo, y cada uno se marchó por donde pudo. La OLLA, apareció a la semana cerca de la Redonda, junto a la valla de la Huerta de los Porras.

Y también al hilo de la Olla y el petróleo, en el mes de agosto y en Córdoba por esas fechas se llegaba al calor máximo. Pero en los patios de vecinos, el atardecer se hacía agradable, pues los patios se regaban de forma abundante con el agua bondadosa que insinuaba el pozo. Los vecinos solían sentarse en sus galerías al fresco. Había un vecino que tenía un aparato de radio y lo solía poner para escuchar el número de los ciegos; luego se oía “Minutos Deportivos de Radio Córdoba”, y en aquel día concretamente se estaba escuchando el programa de “MATILDE, PERICO Y PERIQUÍN, que la Cadena Ser, ponía en Radio Sevilla. El patio estaba con la simple luz de una bombilla de aquellas de “PERRA-GORDA”, por lo que se veía lo justo. No obstante los vecinos disfrutaban de su patio y de la simpatía de aquel programa de Radio.

El vecino Mariano Páez Rodríguez, trabajaba en OBRASCON, una empresa subcontratada de la Electro Mecánicas, y por ello tenían casi los mismos horarios. Eran las diez y media de la noche y estaba comiendo en la galería de su vivienda junto a sus mujer, su madre, y sus dos primeros hijos. De pronto este Mariano, cogió la OLLA, del cocido y la tiró a la mitad del patio, diciendo: “A tomar por culo el cocido, éste no sabe nada más que a PETROLEO”.

Y es que en aquellas casas de vecinos, la cocina era casi siempre la antesala del corral, por lo que por las tardes noches, estaba totalmente a oscuras. No tenía luz, porque a la única bombilla a que tenía derecho la casa por la tarifa de “PERRA GORDA”, estaba en el patio. Era la cocina, una estancia por lo general algo espaciosa, en donde existían unos poyos corridos, a donde estaban practicados los distintos hogares-cocina de los vecinos. No había agua, ni luz, ni conducciones al alcantarillado. Las aguas se tiraban al corral y la basura se echaba en un cajón grande de madera, común para todos los vecinos. Allí entraba a diario el “CARRERO” (basurero), y volcaba la basura del cajón en su espuerta de esparto, y con ella encima de la cabeza, la sacaba a la calle hasta llegar al carro de transporte.

Lo que le pasó a esa OLLA, con cocido, era el inconveniente de las cocinas de petróleo, que al no haber luz suficiente no podías observar si la mecha ardía con mala combustión. Por todo ello estas cocinas no tuvieron apenas aceptación.


LA COCINA DE BUTANO

A principios de los años 1960, el NODO, da la noticia de que por la zona de Burgos, había aparecido petróleo en el Pozo llamado AYOLUENGO, de donde en aquellos tiempos iniciales se llegó a sacar in caudal importante, además petróleo de cierta calidad. No recordamos en que cine fue, pero no cabe duda de que otro NODO, nos mostraba que una empresa de Zaragoza, BALAY, había sacado algunos modelos de cocinas a Gas Butano. Aquello significaba la limpieza y la claridad en la cocina.

Molina Cañizares, era encargado de almacén de BENJAMIN BARRIONUEVO, y podía certificar que estos almacenes, que surtían a los establecimientos FERRETERIAS LA LLAVE, Y HOGAR Y CONFOR, habían vendido miles y miles de aquellas primeras cocinas llamadas de sobre-mesa tipo H-22 y H-20. La limpieza del gas y la cocina, y el precio de la bombona que estaba a 80 pesetas, hizo que el GAS, se implantara en casi todas las cocinas.

La Electro no podía ser menos y sus trabajadores se embarcaron en la cocina de gas butano. Allí las vendían varios compañeros, pero fundamentalmente uno al que decían “Ojitos”, otro que le decían “El Sopla” y a un tal Paco León, entre los tres vendieron cocinas a media fábrica.


CREACIONES AMARA

El hacerse un traje por aquellos tiempos, era cosa casi prohibitiva para un trabajador. Sólo te hacías el traje de boda, y aprovechando el préstamo que te daba la Mutualidad,  que tenía su sede en la Calle General Villegas, hoy borrada del mapa. Pero al principio de los años 1960, surgió en la Calle Nueva, una tienda que te hacía los trajes en un santi-amén, y los pagabas en cómodos plazos. Se trataba de “CREACIONES AMARA”, que se estableció por debajo de la Perfumería Hoyo. En aquellos años iniciales, esta casa hizo chaquetas para media Córdoba y como no para los trabajadores de la “LETRO”. Florencio Lorente Larrea, Juan Rojas Morales, Antonio Domínguez Gutiérrez y Rafael García Pérez, entre todos, vistieron a buena parte de los trabajadores de la “LETRO” incluso de la “CONSTRUCTORA”. Esta tienda, pudiéramos decir de “sastrería en serie”, solía llevar una especie de “estadillo por fabricas” para evitar en lo posible la “duplicidad de modelos” y colores. No era agradable que pudieran coincidir dos personas distintas a una fiesta, con la misma chaqueta.

Esto significó que muchos sastres de barrio tuvieran que desaparecer. Entre FLOMAR y esta tienda de CREACIONES AMARAS, se puede bien decir que llevaron a muchos sastres a coger aceitunas. Posteriormente la llegada de los trajes en confecciones de fábrica, acabó también con estas grandes sastrerías.


LA CASAS DELA LETRO

A mi madre en el año 1954, le quisieron dar una casa, pero ella renunció a ella, porque no quiso abandonar su Barrio de San Lorenzo. Las casas era unifamiliares, con una serie de comodidades que para aquella época, eran como chalecitos.

Desde primera hora la Empresa se planteo la necesidad de dar casas a su empelados y obreros, y para ello al mismo arquitecto que diseñó el complejo industrial, le pidió que diseñara un barrio, se trataba de Francisco Gay. Esto fue en el año 1920.