viernes, 16 de enero de 2015

EL PATIO DE LOS EUCALIPTOS


En el verano del año 1952, me apuntó mi madre al Oratorio Festivo del Colegio Salesiano,  era la preparación para entrar en las Escuelas Gratuitas en el Curso 1952-53. Te daban un CARNET para sellar la asistencias diarias y era recomendable que tuvieras cuantas más mejor. El tener muchos sellos puestos en el citado CARNET, era un mérito bueno a la hora de entrar. Era un Colegio que tenía más solicitudes de ingreso que plazas a ocupar, y eso que había clases con más de ochenta alumnos. Tuve la suerte de entrar aquel curso.

Estuve en el Colegio 5 años. Luego continué frecuentándolo, por los campos de fútbol, su cine y en las actividades de los antiguos alumnos. Allí presencié y participé en numerosos partidos de fútbol los fines de semana; también pude ver partidos de baloncesto, tenis y balonmano. Y en el Centro DOSA, aprendí a jugar a juegos como la ajedrez, las damas  y a darle a la bola del billar.  Por cierto que Rafael Obrero, un viejo excombatiente comunista, cuando salió de la cárcel a principios de los años sesenta, se puede decir que se refugiaba allí por las tardes, jugando al ajedrez con muchos jóvenes, incluso enseñando a muchos. No cabe duda de que el Colegio era un lugar natural de expansión y lo frecuentaba dos o tres veces por semana. 

Además, El Patio de los Eucaliptos, era conocido prácticamente por la mayoría de todos los cordobeses, ya fueran alumnos, oratorianos o antiguos alumnos, que solían visitar el Centro de los Antiguos Alumnos o el Centro juvenil DOSA. Muchos “peloteros” de los que dio Córdoba, jugaron y pasaron por este Patio.

En aquel curso 1952-53,  era yo monaguillo de San Lorenzo, y como la misa en la Iglesias era antes por la mañanas (a las 8), me dieron permiso para entrar un poco más tarde al Colegio, pero como la puerta la cerraban a las 8.30, tenía que entrar por la Iglesia, lo que me permitía bastantes veces ayudar a don José Camps Fernández, en su misa diaria que solía decir en el Altar de San Juan Bosco, que estaba en el presbiterio a mano izquierda. En esta situación estuve dos años. 

Y por esta razón conocimos bastante bien a don José Camps Fernández (1886-1964), que por edad había sido contemporáneo de Don Bosco. Nació en Sevilla y muy joven como seminarista fue destinado al Colegio de Córdoba en 1904, para llevar una de las llamadas clases del "Pozanco". El 1 de junio de 1913, cantó su primera Misa, y fue precisamente en la Iglesia de los Padres Trinitarios, porque la Capilla Primitiva del Colegio, era muy pequeña.

Y el nos contaba esto de la siguiente forma:

“Aquel año de 1913, nos recordaba él, en la Plaza de San Lorenzo, se estaban llevando a cabo varias obras; se había colocado un reloj en la torre, se quitaron los tabiques que tapaban feamente el Portalón y se empezó a remodelar la Plaza, cambiando la fuente de ubicación y sembrando unas acacias. Por todo ello no pude cantar misa en la Iglesia parroquial”.

En otra ocasión nos comentó:

“Cuando yo llegué al Colegio en 1904, para hacerme cargo de una clase de “Las llamadas del Pozanco”, lo único que había en aquel Patio, eran los Eucaliptos, que estaban bastantes “jóvenes”, y debían de llevar pocos años sembrados. El Colegio de los gratuitos (Escuelas populares), estaba en formación y se estaba habilitando, aprovechando para ello, unas amplias dependencias que estaban adosadas a los huecos que había practicados a la muralla. Fue don Gregorio Ferro, el que dio el impulso inicial a las Escuelas Populares. Cuando llegué ya había unos 280 alumnos, repartidos en cuatro clases. El primer director del Colegio fue don Juan Castellanos.”  

“Don Gregorio Ferro, regentaba la clase superior; los párvulos mayores eran atendidos por don Manuel Alcaraz y los más pequeños por don Francisco López. A mi cargo nos dijo, estaba la clase media. Eran clases con muchos alumnos, pero de esa forma se pasaba menos frío. Tiempos iniciales muy difíciles, y los alumnos en su mayoría eran pertenecientes a las clases humildes del barrio.”

Todas estas cosas nos la contaba en la sacristía y mientras se quitaba la ropa de celebrar misa. Un día muy frío de febrero de 1956, nos llamó la atención de que ese día como era habitual en él, no nos esperaba para celebrar la misa en el altar de San Juan Bosco; don Manuel Notario, que andaba por la sacristía me indicó que estaba en la cama con gripe. Yo me marché a clase.

Era jueves y esa tarde no había Colegio. Hacía mucho frío y a las seis de la tarde nos llegamos al Colegio para verle, fue Francisco Medina, el atento barbero del Colegio, el que nos indicó la habitación. Don José Camps Fernández, era uno de los salesianos mayores del Colegio junto con don Juan Dolla, y todos los cuidados eran pocos. En la habitación estaba don Sebastián Cano Marín, que posiblemente le estaría dando alguna medicación. 

La habitación era pequeña y tenía un pequeño brasero de carbonilla para calentarla. Me llamó la atención la foto que tenía encima de la mesilla de noche,  era un tríptico en donde estaban don Mariano Amaya, don Bosco y don Francisco Romero. 

Al preguntarle por la foto él me indicó:

“Son los grandes promotores del Colegio de Córdoba; en primer lugar don Mariano Amaya Castellanos, que era el párroco de San Lorenzo, en el centro don Bosco, el alma de nuestra Congregación, y el otro era don Francisco Romero Bolloqui, que fue la persona que dono los dineros para comprar la casa nº 168 de la Calle Mayor de San Lorenzo. Dicha casa, al parecer era una antigua fábrica de curtidos, con unos grandes locales adosados a la muralla de Córdoba, que cruzaba por medio; además de una espléndida huerta con mucha agua.

Esta gran casa-instalación fue comprada por don Francisco Romero Bolloqui, de acuerdo con don Mariano Amaya Castellanos, y la cedió a la Congregación. Se hizo el Registro de la Propiedad a nombre de cinco salesianos, tres de ellos italianos. Don Felipe Rinaldi, Don Ernesto Oberti y Don Antonio Marcolungo, y otros dos españoles, Don Emilio Nogués y Don José Calasanz. Cada uno poseía una quinta parte del inmueble.

Fueron bastantes las cartas que don Mariano Amaya, se cruzó con el superior de los salesianos en Andalucía, don Pedro Ricaldone. En una y otra carta le mandaba información del Barrio de San Lorenzo y de la propia ciudad de Córdoba. Trataba con ello de “recrearle” el ambiente de atraso que tanto el barrio y Córdoba, vivían en aquel año de 1900.

En una de ellas le decía:

“Este barrio tiene 6.000 almas, lo que nos demuestra el escaso crecimiento experimentado en la segunda mitad del siglo XIX. Casas-Deza, en 1837, en su Indicador Cordobés, nos dice que tiene 507 casas y 674 vecinos o familias. Si cada familia consta de tres o cuatro miembros, salen 2696 feligreses en la parroquia en el mejor de los casos.”

Y es que, este crecimiento demográfico tan modesto iba unido a una miseria atroz en las numerosas familias de las clases modestas.

Y llevaba razón don Mariano Amaya, pues por aquellos tiempos “El mismo Casas-Deza escribía en 1861, en su “Informe” sobre la ciudad:

“La disminución del vecindario es debido al subido precio de los artículos de primera necesidad, por lo que los pobres viven en una miseria tal que parece un milagro que subsistan. Efectivamente, los trabajadores del campo ganan dos reales y a veces menos; y con esto han de mantener a su mujer , y dos, tres o cuatro hijos. De la miseria en que viven, se puede inferir “como serán sus habitaciones, su comida y sus vestidos”.

También continúa su informe ampliándolo al resto de Córdoba, en donde dice:

“En el censo de 1860, se clasifica a los cordobeses por “profesiones, artes y oficios” y resultan los siguientes datos: En agricultura o sector primario, nos encontramos con 1.260 propietarios de fincas, con 130 arrendatarios, en cambio el peonaje dedicado al campo  llega a 7.350. En la industria o sector secundario, las cifras pueden inducir a error. Los industriales son 1780, los artesanos, 4.360 y los obreros en el puro sentido llegan a 667. Por tanto en Córdoba, solo existía una industria artesanal y casera; en profesiones liberales, aparecen 280, en comercios 456, y los sirvientes eran nada más y nada menos que 3.235.     

Igualmente López Ontiveros hace un diagnóstico de Córdoba en el siguiente sentido:

“Una gran debilidad de la industria moderna, escasa estructura comercial y con un gran porcentaje de sirvientes”

Estas razones fueron las que movieron al párroco de San Lorenzo, a hacer gestiones para que el Colegio Salesiano, abriera en el barrio un Colegio y Oratorio, para que los chiquillos del barrio, pudieran asistir a clase, estar en el Oratorio, y poder disfrutar de la experiencia de los padres salesianos en la educación juvenil. 

Al ponerse en contacto con los Salesianos, les habló de que en la Calle Mayor, existía una edificio, con varias dependencias , y que podría servir a modo de instalaciones. También poseía una espléndida huerta con abundante agua, sitio ideal por tanto, para instalar las Escuelas y el Oratorio.

Estas instalaciones fueron visitadas por los salesianos y dieron su aceptación a instalarse en el Barrio de San Lorenzo. El inmueble importó la cifra de  14,750 pesetas, que fueron donadas por don Francisco Romero Bolloqui, luego aportaría otra cantidad similar para la realización de las primeras obras. Los gastos de notaría fueron abonados por don Mariano Amaya, por tanto la voluntad de los salesianos de poder instalarse en Córdoba, tuvo en don Mariano Amaya y en don Francisco Romero, los principales artífices.
   
Con fecha 8 de marzo de 1919. se constituyó una Compañía Mercantil Anónima con la denominación de “Inmobiliaria Industrial Hispalense” que era la titular de la propiedad a partes iguales. Esta situación se regularizó el 20 de mayo de 1957, en que dicho inmueble pasó de pleno derecho a la Congregación Salesiana.    

SE REALIZAN LAS PRIMERAS OBRAS

Se delimita el Colegio y en medio se aprecia una muralla que lo cruza de este a oeste, aprovechando los huecos calados del muro y en torno a ellos se hacen las primeras clases. Se hacen los pórticos y las primeras clases se sitúan en torno al patio en donde ya existían 8 eucaliptos. 

El Colegio empezó su actividad el 1 de diciembre de 1901, a efectos de registros de alumnos y los registros escolares empiezan en 1 de septiembre de 1902. Al principio, en la adaptación del inmueble comprado para las primeras clases, el llenarlo de muebles y enseres, fue a lo que se dedicó el tiempo. Se dice que en la fecha de 13 de abril de 1902, se le rinden cuentas a don Juan Castellano, el primer director del Colegio y se le entrega el dinero sobrante si es que lo hubo.

El primer Patio que figuró en el Colegio, fue precisamente el “PATIO DE LOS EUCALIPTOS”, árboles que como ya hemos dicho estaban sembrados en el inmueble que se compró en 1900.

Por aquel patio los primeros “maestros” que lo patearon, fueron don Juan Castellano, don Antonio Montero, y don Francisco Pérez, que eran los que tenían a su cargo las dos primeras clases de enseñanza primaria.  El director estaba muy ocupado en el día a día, en su bregar con los albañiles y buscando por otra parte medios para la financiación del Colegio. Con independencia de las clases, el Colegio y su patio, ya estaba a disposición de los que asistieran al Oratorio, que ya contaba con jóvenes voluntarios para este menester.

Con motivo de la inauguración del Colegio, don Antonio Ricaldone, director del Colegio de Carmona, regaló una pequeña imagen de María Auxiliadora de madera, que es a la que se dio culto en una pequeña Capilla que se improvisó. Cuando se inauguró la Iglesia en 1919, se colocó la imagen del altar mayor que se había hecho en 1908, en la talleres de las Escuelas de Sarría, (Barcelona), Colegio que junto al de Utrera, eran de los más antiguos de España.  

La pequeña imagen inicial que regaló el director del Colegio de Carmona, pasó luego al centro de los antiguos alumnos, cuando éste fue regentado, por Parejas, Basilio, Calvo y El Cordobés, Este pequeña imagen terminó actualmente en el Salón recreativo de los antiguos alumnos que da a la Calle María Auxiliadora.

En los Colegios Salesianos, los pórticos son una constante y aquí en Córdoba, lo primero que hicieron fue dotar el “PATIO DE LOS EUCALIPTOS” de dos pórticos, ambos coronados por dos espléndidas azoteas. Hay que decir que a las Escuelas Gratuitas, se entraba por una pequeña puerta de madera de dos hojas, de apenas 1.30 x 2.20. Dicha puerta ocupaba el lugar que hoy ocupa la entrada exterior del Teatro Avanti. 

El Patio de los Eucaliptos visto en planta, formaba un rectángulo de 60 x 40 metros, siendo la parte más larga la orientada hacía el Jardín del Alpargate. Los eucaliptos iban paralelos a la Calle Mayor con una separación de la tapia del Colegio de 1.50 metros, tapia que tenía una altura de 4 metros. En cuanto a la ubicación de los eucaliptos, el primero podía estar a la altura de “Foto Aguilera” y el último de los ocho, por donde cae la Tienda de “No lo tire”. El ancho del patio estaba condicionado por el pórtico y la muralla.

Casi enfrente de los Eucaliptos y sobre el pórtico, a petición de don Mariano Amaya, se había colocado un relieve del Arcángel San Rafael, realizado en escayola y policromado de forma muy vistosa, en un marco de mampostería de 1.20 x 2.20 y una profundidad de 0.30 metros.     

De cara  a esta imagen de San Rafael, formaban las distintas clases y algunas eran de tantos alumnos, que los últimos casi llegaban a los eucaliptos.

Estaban la Primera A, la Primera B, la Segunda, la Tercera, la Cuarta, la Quinta, la Sexta,  la Séptima, la Octava y la Novena.

Haciendo un recordatorio de los profesores de aquellas clases, en primer lugar quiero recordar a don Ramón y a don Juan López Caballero, que fueron los primeros profesores que tuve en aquella clase de primero A, en realidad no se decía primero, sino primera A.

Don Ramón estaba por las mañanas, y era un hombre muy paciente y buen profesor. Se dio la simpática circunstancia de que había sido novio de la hermana de un alumno suyo. Se podrán ustedes imaginar lo difícil que fue aquella relación entre profesor y alumno. Don Ramón dominaba la clase a la perfección, a pesar de tener algo más de 80 alumnos.

Don Juan López Caballero, era el profesor de la tarde, y era un enamorado de la escritura de “caligrafía”, en la que era un consumado artista. Por otra parte era un gran músico y organista, hasta tal punto, que simultaneaba esta clase con su labor de Organista en la Iglesia de San Hipólito. Posteriormente  se jubiló como Jefe de personal de Cervezas el Águila.  

Los salesianos celebraban todos los años en torno al día de San Pedro y San Pablo, 29 de junio, su tradicional entrega de premios, en la que distinguían a los alumnos que en las distintas clases habían figurado en el “CUADRO DE HONOR” de la clase. Además de la Banda de Honor, que era el máximo galardón, se entregaban Premios: de Primera, Segunda, y Tercera, según los meses que se hubiera figurado en el Cuadro de Honor. También se entregaban Premios a la Buena Conducta y a la Puntualidad. A la ceremonia asistían los familiares de los alumnos y el resto del Colegio.

Y como maestros recuerdo a:  don Jesús Amable, don José Mª Izquierdo, don Marcelino Carreto, don Andrés Sánchez, don Rafael Hidalgo, don Rafael Vicuña, don Pedro Gómez, don Evelio, don José Mª Bocio, don Rafael Rojas, don Luís Sánchez, don Mauricio, don Federico Naz, don Juan Lara, don Adolfo Martínez, don Ginés Muñoz, don Emilio Jurado, don Alfonso Jurado, don Rafael Ureña, don Vicente López, don Emilio García, etc. etc.   

Haciendo un esfuerzo mental quiero recordar a mis compañeros que convivieron conmigo en aquel “PATIO DE LOS EUCALIPTOS”, durante el Curso 1952-53. En la clase estábamos 82.

A todos estos compañeros los tengo aún en la memoria, y siempre relacionados con algo del Colegio y del Patio. Bien jugando en aquellos multitudinarios partidos de fútbol que se disputaban en el Patio; jugando por los pórticos, subiendo las escaleras; o bien formando aquel “corro” que se solían hacer en las clases. Y como no, les recuerdo sentados en aquellos pupitres, en donde había pocos que fueran iguales, y no digamos los tinteros, que todos blancos, cada uno era de una época. Pero eso si, eran eficaces al máximo. Aún recuerdo el placer que daba mojar las plumas en aquellos tinteros. La pluma “fina” para los copiados y dictados y la de “corona” para la caligrafía; trabajos fundamentales para aquella época de aprendizaje. Los bolígrafos, no se veían ni por asomo.

A la hora de recordar a mis compañeros de aquella época, quiero empezar por el que obtuvo la "Banda de Honor" pues sin discusión era el número UNO de la clase. Aunque algunos continúe viéndolos, a otros sólo de vez en cuando. 

MIS COMPAÑEROS  

Antonio Amaro Domínguez. Fue el alumno más aventajado de la clase y se llevó aquel curso la "Banda de Honor", distinción que se le daba al que ocupaba más veces el Nº UNO, de la clase. Su padre tenía una tienda de ultramarinos en la Calle el Queso y era muy popular. Estaba emparentado con los Amaro Bueno, que vivían en la calle Abejar, en la Casa de “Los Coloraos".  

Antonio Dobao, De la Calle Agustín Moreno, sus padres o familiares tenían una tienda de ultramarinos en dicha Calle. Era también uno de los más aventajados.

Luis Cabello Camuñas. Del Campo de la Verdad. Era otro de los compañeros más espabilados de aquella época. Durante algún tiempo vivió cerca de Casa Currito, en el Campo de la Verdad, pero posteriormente se vino a vivir a San Lorenzo, de donde era su padre y aquí se casó.

José Ramos Carrasquilla. De la Calle los Moriscos, cerca de un tienda de ultramarinos que se llamaba “Casa Caridad”. Se reía de su sombra y siempre estaba sonriente; era también bastante aplicado. Estaba en la primera banca del centro que tocaba casi con la mesa del maestro.

Lorenzo Soler Botella. Era el hijo de Vicente el “Confitero”, personaje entrañable de San Lorenzo.  Era de los más liberales que había en la Clase, y pronto se marchó del Colegio. A este compañero se le llegó a amonestar por haber ido a presenciar la película “Los Crímenes del Museo de Cera”. 

Rafael Nogueras Medina. Vivía en la Calle María Auxiliadora, en la misma casa en donde había un puesto de verduras “Casa Paco”, un poco por encima de la Confitería la Gloria. Se sacaban bromas con él porque solía llevar siempre chocolate..  

Francisco Vargas Aljama. De la Calle Escañuela, era el menor de 4 varones de una saga de herreros famosa en la Calle. El fue muy hábil en los temas de dibujo artístico. Además tenía cuatro hermanas.

Rafael Rodríguez Durillo. Cercano a la Plaza de la Corredera. Al igual que sus hermanos, trabajó en la Westinghouse,. El, lo hizo en la sección de Tornos Paralelos. Junto a Pila Cervantes, fue de los últimos torneros que quedaron en Aparellaje, antes que la ABB, cerraran dicha fábrica. Jugó al fútbol en el Grupo de Empresa.

Ángel Polo Calvo. De la Calle María Auxiliadora. Nos llamaba la atención los “baberos” que siempre llevaba, pues su madre se esforzaba porque fueran distintos. Sus amigos le llamaban de forma cariñosa “Polito”. Lo de fontanero que era su oficio le venía de familia.

Antonio Navarro Bellido. De Cañero Viejo, de aspecto bajito, era no obstante de los mayores en edad de la clase. Pelo rizado y muy rápido jugando al fútbol, tenía siempre muchos amigos.

Jorge Gutiérrez Carvajal,  De la Huerta de la Reina. Era serio y aplicado. Profesionalmente se realizó como técnico en EMACSA. Un hermano suyo también antiguo alumno, en un perol que fuimos a la Campiñuela, cogió unas bellotas que eran auténticas castañas.

Juan Amaro Bueno. Vivía en la Calle Abejar, enfrente del Cine Iris de Verano. Los Amaro y los Bueno, eran una saga muy grande en Córdoba. Juan, era uno de los alumnos más altos de la clase y muy buena persona.

Montoro Prieto. Era de la casa grande de la Calle de los Frailes. Debía de ser muy dormilón pues raro era el día que no llegaba tarde. Fue de los primeros alumnos que empezó a llevar la cartera sobre las espaldas. Simpático y agradable. Se dedicó a la platería. 

José Álvarez Redondo. De la Calle Alvar Rodríguez, era muy bueno en la lectura, y con frecuencia se le relacionaba con la Tienda de Muebles Redondo, que había en la Calle Cruz Conde. 

José Cruz Torres, Vivía en la Calle Juan Palo, aunque al poco tiempo se mudó al barrio de Cañero.  Fue de los primeros chavales del barrio que entraron en la Universidad Laboral de Córdoba, y a todos nos llamaba la atención, la Gabardina, El Chandal, las Botas y el Albornoz, que le habían dado. Ese fue lo que motivó a muchos a entrar en la Laboral.

Manuel Cañete Ruíz. De la Plaza de Conde de Gavia, muy cerca de las bodegas Carbonell. Compañero muy callado y discreto. Al parecer trabajó en la Compañía Telefónica. 

Antonio Matarín Galán.  De la Calle El Aceituno. Muy serio y formal, una vez coincidimos con él en una “Chatarrería” que había al principio de su calle cuando fuimos a vender unas planchas de hierro, de aquellas que había en las casas..  

Francisco Caballero Almoguera. De la Calle la Banda, pertenecía a un apellido muy arraigado  en San Lorenzo y casi todos muy aficionados al fútbol. Quizás el que más se destacó fue su pariente “El Chico Fortuna” –Manuel Rey Almoguera- que acudió como portero a la Olimpiada del Trabajo que se celebró en Barcelona en 1935.

Francisco Martínez Huertos, Vivía en el Buen Suceso, muy cerca de la Plaza de los Caballos. Era un compañero muy serio y formal. Se casó con una de las mellizas de Leopoldo Roldán, en incluso disfrutó de un coche de color rojo muy deportivo. Perteneció a la policía nacional. 

Vicente Bautista Sánchez, Vivía cerca del Torreón de la Calle Buen Tocino, gran aficionado al juego del fútbol, aunque era un poco individualista. En los años 70, se marchó a Barcelona, con Carrillo y Luís “La Vieja”, y trabajaron un poco tiempo allí. Al poco tiempo se volvió para acá. Y se fue de este barrio. 

José M. Tena Domínguez. Este era el compañero que posiblemente venía todos los días del lugar más lejano al Colegio, ya que lo hacía desde “El Cerrillo”. Estos alumnos que venían de lejos, solían traerse la comida de su casa. José María Tena, más de una vez hizo travesuras tocando la campanilla del Paso a Nivel del Brillante.

Rafael Medina Pedregosa. De la Calle Escañuela, vecino muy cercano de la casa de “Peñascares”, famoso “empedraor”. Era de modales muy callado. Un hermano suyo también antiguo alumno, fue un árbitro de fútbol muy controvertido.

Francisco Jeremías Lozano, Vivía por la Fuenseca, y tenía el pelo rubio color oro. En una ocasión fuimos a pedir para el Domund a la Catedral, y nos costaba la  misma vida dar con un turista, ya que apenas nos visitaba nadie. Creo que estaba emparentado con el Bar Requena que había cerca de las Lonjas.

Manuel Marcos Rubio. Vivía en la Calle Escañuela muy cerca de los Vargas, los herreros. Jugaba muy bien al fútbol y atendía por el apodo del “Bombe”, pues su padre era bombero. Fue de los primeros que se marchó al Campo de la Verdad

Antonio Camacho Urbano. De la Calle Ruano Girón. Fue un platero destacado. Curiosamente  fue la persona que me colocó a mi de platero en el taller de Galo Adamuz. Si bien es verdad que yo duré bien poco en el taller, él si llegó a ser uno de los más destacados. Siguió en la joyería como viajante de Gordillo..

Francisco Valverde Rodríguez, Vivía en la Calle Ruano Girón, en la casa que siendo de los Cantella, había una fábrica de zapatillas (alpargatas). Tanto Valverde como sus primas se marcharon del barrio. En Clase era de los que mejor pronunciaba al leer.   

José L. Muñoz Baena. De la Calle Almonas, vivía enfrente de la famosa “Casa  Venancio”. Aunque de siempre fue muy prudente, pero eso no era obstáculo para que ya hiciera atinadas caricaturas de todo lo que se movía. Llegaría a ser un gran pintor. Pero tanto él como su hermano Mariano, se hicieron famosos en el Colegio por ser de los primeros en calzar “botas de gorila”. Aquello era un lujo.

Francisco Salazar Tejero. Vivía en la Calle Montero, cuando esta Calle era un torbellino del carnaval. Trabajó en la empresa de Rafael Gómez Sánchez, “Sandokan” y mientras, a sus hermanas solteras les tocó la lotería primitiva.

Francisco Fernández Pérez. También de la Calle Alomonas. Gran compañero. Coincidimos en el Colegio Salesiano; En la Universidad Laboral, en el Parque y Talleres de Automovilismo y en la Westinghouse, en donde terminó siendo Cajero de ABB-Subestaciones. 

Antonio Gaitán Jiménez, De Barrio Gavilan. Gran corredor de fondo, cualidad que demostró en la Universidad Laboral de Córdoba. Al final un tremendo accidente que le perjudicó de manera notable. Terminó vendiendo cupones de la ONCE. 

Rafael Figuerola Vázquez. Vivió en la Calle Juan Palo, fue monaguillo en la Iglesia de San Rafael con don Antonio García Laguna y colaboró bastante en el Cine Astoria. Finalmente se colocó en la empresa AUCORSA. 

Miguel Vázquez Chacón, De la Calle Alfonso XII. Pertenecía a la saga de los “Aguilillas”, todos antiguos alumnos del Colegio. El, trabajó durante muchos años en la Funeraria Vázquez, y gracias al trabajo de toda la familia, su tío Paco, su padre Pepe y su hermano Paco, se pudo fundar el Tanatorio Vázquez. 

José Mª Luna Rivera. De la Calle Muñices. Se le llenaba la boca de hablar de la Magdalena. Le gustaba mucho jugar al fútbol y lo hacía muy bien con su pierna zurda. Pero su gran afición ha sido siempre la de los palomos deportivos, por lo que con frecuencia acudía a las “sueltas” de Alcolea y Cerro Muriano.

Andrés Vilchez Blanco. Compañero de la Plaza del Moreno. De gesto muy serio, quizás por el talante que le dieron desde siempre sus gafas. Llamó siempre la atención por el forrado de sus libros. Trabajó en Sevillana de Electricidad. Por cierto, éste precioso edificio de la Calle Alfonso XIII, ha sido vendido por Endesa a la empresa constructora “Sacir Vallermoso”. 

Juan Claus Herencia, De San Juan de Letrán. Orientó su vida profesional con el taxi y era un compañero bromista y dicharachero, en eso, tuvo a quien parecerse, pues su padre "Claus", era un bromista. Un sobrino suyo fue el que anunció en Deza, que había tocado 2º. Premio, de la Lotería de Navidad en el año 1992.

Ángel Cañero Luque. De San Agustín. Se encaminó al igual que su hermano por el terreno de la platería. Fue de los primeros chavales de San Agustín que tuvo bicicleta. Vivía en el Huerto de San Agustín cerca de la casa de Antonio Caballero, el organista de la Parroquia de San Lorenzo. 

Antonio Pérez Notario, Compañero dicharachero y agradable. Su padre fue el hombre que empezó a vender los dulces llamados “currucos” por Córdoba, en el Zumbacón y alrededores. El comentaba, que su padre había días que repetía varias veces el recorrido, pues la gente popular le quitaban los dulces de la mano.

Antonio Valero Alarcón, De la Calle Empedrada. Le gustaba ir a jugar al fútbol a los llanos de la Huerta del Machaco, y allí más de una vez nos enfrentamos, jugando con la Calle Escañuela. En su Calle, vivía una mujer que a veces nos “asustaba” a todos, ya que llevaba habitualmente un “palitroque” con el que sin querer parecía que amenazaba a todo el que pasaba por su lado. 

Vicente Castilla Cortés. Vivía en la Calle María Auxiliadora, su hermano Diego Castilla, un gran profesional de la cerrajería. Por otra parte Vicente, es una persona muy amante de las cosas de Córdoba y de su barrio. Perteneció a la policía nacional.

Francisco Montero Márquez. Vivía en la Calle Diego Méndez, enfrente de los balcones que varias veces ha ganado el Concurso del mes de Mayo. Eran dos hermanos en el Colegio y dibujaban bastante bien.

Infantes Córdoba, De la Calle la Banda. Trabajó en la Electro Mecánicas, adonde entró en la Escuela de Aprendices. Cuando se casó se fue a vivir a aquel barrio. Allí fue uno de los fundadores de la Peña, “Los Amigos de la Unión”. 

Juan López Tienda. Vecino de la Casa “La Turronera” del Jardín del Alpargate. Fue de los primeros profesionales de la cerrajería que se instaló por su cuenta. Gran profesional y eficaz empresario. Su taller fue de los primeros que se instaló en el Polígono de Chinales que surgió de el “Antiguo Zumbacón”. 

Antonio Arias Castro. De la saga de los “Arias” del Campo de San Antón, gran profesional de la carpintería. Todavía queda viviendo en su antiguo barrio, el buen ebanista Villalba, que con su casa original ha sido rodeado de bloques.

Manuel Fuentes Centella, De San Juan de Letrán. Muy joven se colocó en “Mantequerías Abel” y cada vez que pasábamos por allí, siempre nos daba algo de comer. Muy identificado con su barrio, San Juan de Letrán.  Una desgraciada enfermedad en plena juventud le perjudicó mucho su salud. Tenía buen corazón. 

Dionisio Tendero Mesa, Otro de la Calle Almonas. Fue de los primeros que en Córdoba, montó o trabajó en una Auto-Escuela; el junto a Rafael Cruz Guzmán, posiblemente, sean de los que más saben en Córdoba del tema de academias de conducir. 

Juan Aban Cerro, De Barrionuevo aunque también entraba por San Antón. Excelente persona. También fue compañero en la Universidad Laboral y él solía decir: “Soy el primero en todo”, pues era el primero por orden alfabético, y el primero en cualquier formación por estatura, ya que era algo bajito.

Antonio de La Rubia, De la Calle Álvaro Paulo. Era el primero de la fila por estatura. Jugó al fútbol de defensa en el Atlético Cordobés. En el plano profesional se dedicó al tema de máquinas de mecanografía y cálculo. Enfrente de su casa, en los años sesenta hubo un accidente en la fábrica de gaseosas el Marrubial en donde murió un tal Medina, al intentar entrar en un pozo.
  
Rafael López Caballero, Del Cerro de la Golondrina. Tenía los mismos apellidos que el profesor que teníamos por la tarde. Llegó a vivir en el Cerro de la Golondrina, en la popular “Casa de las Viejas”. Se casó con una muchacha de la Calle El Cristo, cuya madre trabajaba en la Tintorería Marín de la Calle Abejar.. 

Manuel Torres Diez, De la Calle Escañuela,. “El Zarra”, amigo entrañable de la juventud. Ayudaba a su padre en un puesto de verduras que tenía en San Agustín, un poco más allá del puesto de “Carriles” y más acá de la “Cañaveras” que era la madre de la popular “Gilda”. Ayudó a su hermano a levantar el negocio de aceites que hoy posee.

Rafael Arrabal Luque, Excelente persona y entrañable como compañero. Se sentía orgulloso de sus “Costanillas”, por la calidad de sus gentes. Gran aficionado al fútbol y devoto del Córdoba CF. Un día por charlar con él en clase nos pusieron el castigo de “Repetir 1500 veces en clase no se habla”. Una gran persona.    

Prieto Salas. Una saga de hermanos que ocuparon puestos de relieve en Westinghouse. Ambos fueron unos grandes profesionales. Él más pequeño, que fue el que estuvo en clase y debió de pasar algunos apuros,  pues don Ramón, el maestro, había sido novio de una hermana suya.

Fidel Revuelto Dugo. Era de la Calle Humosa, que aunque allí siempre hubo muy buenos vecinos, no se puede evitar el triste recuerdo del famoso Cintas Verdes (Cinta-Belde), que siendo vecino de aquella calle, fue el autor de aquel crimen macabro que ocurrió en la Finca “El Jardinito”. Fidel era extrovertido..

Antonio Omite Mateo, Que vivió en la Calle María Auxiliadora. Por aquellos años principio de los setenta les tocó la lotería y se mudaron a un piso por la Huerta del Machaco. En los tiempos finales de los cincuenta esta Huerta, sirvió de campo de Instrucción para los soldados del Parque de Automovilismo, que tenían su cuartel al final del Viaducto, esquina con la Calle Doña Berenguela.

Rafael Rueda Castaño, De la Calle Velasco, persona aficionada al futbito y en su día comandó un equipo que era el Cañero, que adquirió notable popularidad en aquellos torneos maratón de 24 horas, tan habituales en los años ochenta.  Persona seria y cabal y fue un gran admirador de su vecino Alfonso Espejo (padre), que metió goles por un tubo cuando jugó al fútbol profesional.

Manuel Castillo Pérez. De la Calle María Auxiliadora. Aunque entró en la clase pasado de edad, pronto se puso al día con todos y aprendió a escribir maravillosamente, consiguiendo incluso algunos premios de caligrafía. Toda su vida profesional trabajó de “Ditero”, al principio con los hermanos “Pano” y luego por su cuenta. 

Antonio Pérez Tierno, Otro de los alumnos de la Calle Almonas. Una gran persona y muy corto de genio. Se dedicó a la platería, y se casó con una de las componentes del famoso dúo cordobés de las “Hermanas Muñoz” simpáticas hermanas, que por aquellos años juveniles, deleitaron a Córdoba con sus artísticas actuaciones. En el Gran Teatro las vimos actuar varias veces.

Carlos Santos Santacruz, De la Calle la Banda. Vivía en la casa en donde se confeccionaban aquellos colchones populares de “Hoja seca de la Mazorca del Maíz”. Estos colchones, se hicieron  famosos por el ruido que producían las hojas secas, máxime en aquellos patios de las casas de vecinos, que por el calor del verano, se dormía con las puertas abiertas.

Rafael Luque Villalobos. Vecino en la Calle el Queso. Al lado de la tienda de “Pepito” que le daba crédito a todo el barrio. Se casó con una hija de Manosalvas y fue de los primeros que tuvo una moto Lambretta. Muy buena persona.

LA PRIMERA COMUNION

La mayoría de nosotros  hicimos aquel año la Primera Comunión y recuerdo que en el Colegio nos dieron un desayuno con chocolate y jeringos. La misa la dijo don Manuel Notario y le ayudó en las comuniones don Jesús Amable Vicente. 

Los trajes que llevábamos la mayoría era de lo más variopinto que nadie se puede imaginar. Había algunos, muy pocos, vestidos de marineros y otros con trajes completos. Luego otros, que daban la sensación de que los trajes tenían unas pocas de ceremonias, pues se veían y "olían" a usados, posiblemente eran alquilados. La gran mayoría íbamos con simples  pantalones cortos  y nuestra camisa blanca, eso si, con el lazo en el brazo izquierdo. Casi todos llevábamos el clásico libro, pero otra cosa, era el que llevásemos estampas. No hace falta decir de que en aquella época y por razones obvias, no se estilaban las “celebraciones” a la manera de cómo se hacen ahora. Pero eso si,  tus padres te hacían “recorrer” andando media Córdoba, a la caza y captura “de la peseta” que te pudieran dar los parientes o vecinos. 

Al día siguiente de la primera Comunión te levantabas incluso con agujetas. Y no digamos tu madre la cantidad de rozaduras que le habían hecho los zapatos, que a lo mejor eran hasta emprestados.

El desayuno nos lo dieron en la Sala que cae a la izquierda de la puerta que da a la Calle María Auxiliadora y que en su tiempo fue la Capilla Primitiva del Colegio. Todavía se aprecian las dos ventanas que dan a la calle. Después de que fuera Capilla, en esa misma Sala estuvo el famoso “Comedor de los Gratuitos" que sería fundado por don José María Doblado nada más llegar al Colegio como director en 1935.  Sobre el Comedor para los gratuitos don José Díaz Cotan, en su libro “Los Salesianos en Córdoba", nos dice: -Don Baldomero Moreno Espino, industrial y antiguo alumno del Colegio, le dijo a don José María Doblado: “Quiero que aquellos alumnos gratuitos que lo necesiten, tengan en el comedor la misma comida del internado y a final de mes me pasa usted el cargo”. De esta forma se garantizó el comedor que llegó a darle de comer a cientos de alumnos. La mejora de las condiciones económicas del país, hizo que éste comedor desapareciera.

Al cargo de este comedor estaba el clérigo don Gines Muñoz, una profesor con mucha sensibilidad y dejaba prueba de ello en las clases que nos impartía. Nunca se me olvidará el día que estaba preguntándome en una rutina de clase sobre "LA RAZÓN SIMPLE Y LA RAZÓN COMPUESTA", yo no recuerdo lo que le contesté pero este profesor me dijo al terminar. No sé como has podido contestar cuando no me explico como aguantas de pie, entre los sabachones y la delgadez que tienes. A partir de hoy, si quieres puedes quedarte a comer en el comedor. Este detalle de "Don Gines"  no se me puede olvidar en la vida.

Posiblemente la mejor época de la Escuelas Gratuitas, fue la que coincidió con don José María Izquierdo Pérez, pues el Colegio llegó a tener más de 750 alumnos repartidos en 9 clases. Y además la parte de huerta que daba a la Redonda, se convirtió en un campo de fútbol y aquello fue la eclosión del Oratorio Festivo, que llegó a unas cotas difíciles de superar.

Quiero resaltar aquí a don José Mª Izquierdo, porque siendo un gran matemático, optó por la labor de bregar con los gratuitos y con la multitud de jóvenes que de toda Córdoba, venían al Colegio para participar en el Oratorio. Fue a don José, al que le escuchamos muchas veces mencionar el “Patio de los Eucaliptos"”, para él aquel Patio, era su Facultad, su Cátedra y su Aula en donde él se las arreglaba con muy poco, para dar un rendimiento infinito.

El sacristán de San Lorenzo, Pepe Bojollo, nos cuenta que fueron muchas las veces las que acudió al Colegio para pedir a don José que visitara a un enfermo para darle los últimos auxilios.  En una ocasión y visitando a un enfermo de la Calle Hornillo, una vecina mayor al pasar por el patio, le preguntó: “Que es usted el nuevo párroco de San Lorenzo ?” A lo que él, con el gracejo que tenía, le contestó, -No señora, no, Mi Parroquia está en el  Patio de los Eucaliptos”.

En su tiempo el Oratorio de Verano, adquirió una proyección que desbordaba cualquier previsión, pudiendo contar con mucha gente mayor que colaboraba. Los Lucas, los Torres, los Pedrito, los Figueroa, los González, los Fernández, entre otros colaboradores, fueron gente mayor que colaboraban en organizar sus partidos de fútbol y actividades. Había días que se celebraban más de 50 partidos de fútbol, y nunca hubo problemas de arbitraje. Todos respetaban su autoridad porque todo el mundo le respetaba y le quería. Tenía peticiones de las mejores casas comerciales por disputarse el honor de entregar el mejor trofeo.  En el año 1959, el Obispo de la Diócesis Monseñor Fernández-Conde, accede a celebrar una misa en el patio como colofón final del Oratorio. El patio lleno de jóvenes y menos jóvenes, y las tribunas llenas de trofeos. Todavía me parece recordar la presencia de los jugadores del Córdoba CF,. como Navarro, Juanín, Ortolá, Alfaro, Luisito, Homar, ect. que acompañados de sus esposa quisieron estar en la tribuna de entrega de trofeos.

Su despacho en el Patio de los Eucaliptos, como le llamaba él, era una pequeña oficina a donde todo el mundo iba a pedirle algo. Muchas veces “su secretario” y fiel Arjona, tenía que salir a su encuentro porque cualquier padre quería hablar con él. También fue una auténtica Oficina de Colocación, pues le buscó empleo a muchos alumnos.

Estaba presto para atender cualquier petición o sugerencia. Todos los padres confiaban plenamente en él, y eso era una garantía de éxito. Muchas veces se le veía en el centro Dosa, que por aquellos tiempos lo regentaba un tal Palma, sentarse a jugar al dominó por completar la partida.  Este sacerdote, que tenía cualidades de científico, abandonó cualquier profesión porque según decía él “El Patio de los Eucaliptos", era su mejor laboratorio.

A principio de los años sesenta, terminaron sus ochos años de permanencia en Córdoba y se marchó a Granada, en aquel Colegio y con ocasión de un partido de fútbol que jugó el Córdoba en Granada, le visitamos unos cuantos de San Lorenzo y todos lloramos de alegría. Y como no, recordamos su  ”Patio de los Eucaliptos" y le dijimos que sin él, aquello ya no era lo mismo.
  
ADIOS AL PATIO DE LOS EUCALIPTOS

Casi estoy por asegurar, que a la mayoría de todos estos compañeros y muchos más de otras clases, e incluso a todos aquellos que sin ser alumnos del Colegio, disfrutaron de sus patios en el Oratorio, le tuvo que suponer una sorpresa ver desaparecer “El Patio de los Eucaliptos". Fueron muchas vivencias, muchos sueños y muchas historias, las que pudieron “contemplar” estos espléndidos árboles. Nunca supimos quien los plantó, ya don José Camps, cuando llegó al Patio en 1904, los vio que ya estaba plantados.  En cambio si conocemos que fue un tal Ramírez, del Cerro de la Golondrina, el que los cortó, y posteriormente fueron vendidos y aserrados en el taller de Casa Moralon, de San Cayetano.

Y el Patio de los EUCALIPTOS, desapareció porque se vendió precisamente lo que constituyó el Colegio inicial que se fundara en 1901,  y en donde estuvieron ubicadas Las Primitivas Escuelas Gratuitas, de las que el Patio de los Eucaliptos, era el centro y el alma de todo.

En 1972, se encomendó a don Manuel Pérez Doñas, ecónomo del Colegio, su venta y éste la realizó a la empresa Construcciones San Martín S.A. El Colegio tenía una extensión de 42.814 metros cuadrados de los que había edificados 6.487. El Colegio se reservaba 19.405; el resto se vendía a la empresa citada. El precio de compra fue de 50 millones sesenta y dos mil pesetas. En el acto de la firma, la empresa constructora entregó 10 millones; del resto, 20 millones se emplearían en obras de remodelar el Colegio y hacer un pabellón para la comunidad; los 20 millones sesenta y dos mil pesetas, se pagarían en 10 plazos anuales sucesivos al 6%. La duración de las obras de derribos y adaptación se consideraron que sería de dos años.

Al final y siguiendo de la mano de don José Díaz Cotan, la venta de la mitad del Colegio, no representó ninguna ventaja económica, pues hubo que contratar incluso a otra empresa constructora la Hispano Alemana, para que adaptara el interior del Colegio a las nuevas exigencias, y esto supuso un gasto que rebasó todas las previsiones. En definitiva la venta la consideró la Congregación Salesiana, como un fracaso.

Posiblemente los que vendieron la mitad del Colegio, nunca conocieron lo que representó para muchos, aquel “Patio de los Eucaliptos", de haberlo sabido quizás no lo hubieran hecho desaparecer.  

Posiblemente, Don Mariano Amaya, don José Romero, y don José María Izquierdo, se hubieran opuesto a que dicho patio desapareciera.