jueves, 21 de noviembre de 2013

EL ASCENSOR Y LA HISTORIA

La primera referencia de un elevador aparece en las obras del arquitecto Vitruvio, que ya decía que Arquímedes, (287 aC. -212 aC,) había construido un elevador en 236 aC. Los ascensores en épocas posteriores son mencionados como cabinas sostenidas por sogas de cáñamo y accionadas manualmente o por animales. Ya en la antigüedad y en el Monasterio de Sinai, ya existían este tipo de elevadores.
En la España Islámica y en el “libro de los Secretos” de finales del siglo X, se menciona ya un dispositivo de elevación, para los grandes pesos. Pero son los franceses y los ingleses, los que a la hora de equipar algunos palacios, ya tienen sus elevadores.
En la Edad Media, se prodigaba el mecanismo de la grúa. La transmisión metálica, a través de cremallera dentada o tornillo, fue un salto importante  en la técnica de los elevadores. El primer ascensor KULIBIN, fue instalado en el palacio de Invierno de los Zares en 1793. En Londres en cambio, ya aparece una cabina de ascensor en 1823.
El 1 de Octubre de ese mismo año, en Cádiz, los diputados que tenían retenido al rey Fernando VII, se comprometen a ponerlo en libertad al obtener la promesa de que dejaría de perseguir a los liberales. Pero el monarca, finalmente no cumplió su promesa y ordenó una severa represión hasta acabar con el Trienio Liberal.
Uno de los más grandes diseñadores, fue Elisha Otis, que trabajando en la industria del mueble, se le ocurrió esta solución ahorrando “esfuerzo y trabajo” para elevar la carga, hasta la evolución meteórica que han tomado en nuestros días. Los ascensores con “memoria” ya se inventaron en 1925.
En el mes de Abril de este año 1925, se presentó la primera edición de “Don Quijote de la Mancha” en sistema Braille, para personas invidentes. “El Quijote”, es una de las obras cumbre de la literatura universal, y es además el libro más traducido después de la Biblia. Fue escrito por Miguel de Cervantes, que nació el 29 de septiembre de 1547, en Alcalá de Henares. Los padres de su abuela paterna, eran naturales de Córdoba.
En la actualidad el edificio más alto del mundo, La Torre Burj Khalifa, en Dubai, 828 metros de altura, tiene ascensores que alcanzan una velocidad de 10 metros por segundo.  Bueno es citar aquí la conversación que un día tuvimos con mi amigo y maestro Manuel Flamil, un enamorado del cielo y de todo lo que allí arriba acontece. A la pregunta que le hicimos de que era la velocidad de escape de la atmósfera, el me contestó: “Es la velocidad mínima inicial que necesita un objeto para escapar de la fuerza de gravitación y continuar desplazándose sin ayuda de ningún esfuerzo propulsor”. La velocidad de escape nos dijo, pues estábamos Camargo y yo, generalmente se da en términos de velocidad de lanzamiento, sin tener en cuenta “el gasto” por los rozamientos. Luego entró en profundidad, mientras se tomaba un refresco Citrania en el Bar “La Barrera”, de la Calle Munda, y nos dijo:
“La velocidad de escape de un cuerpo es proporcional a la raíz cuadrada de la masa del cuerpo a escapar, dividida por la separación entre el cuerpo y el centro del lugar de referencia de donde se quiere escapar el cuerpo. Todo esto nos lo resumió en una servilleta del propio Bar. En una palabra, nos dijo, La velocidad aproximada de escape de la Tierra es de 11.20 Kilómetros por segundo”
Con este dato que nos dio en su día Manuel Flamil, entendemos que la velocidad de escape es MIL CIEN VECES, superior a la velocidad del ascensor más rápido del mundo. 

El PRIMER ASCENSOR DE CÓRDOBA
A este respecto nuestro amigo y maestro Juan Galán, nos comenta que posiblemente el primer ascensor que se instaló en Córdoba, fue el que puso el Conde de Torres Cabrera, en su finca la Isabela, allá por el año 1890.
En ese año nace en el Reino Unido, Agatha Christie, la prolifica escritora británica de novelas de misterio de gran éxito, conocida como la “reina del crimen”. Será la creadora de personajes literarios tan conocidos como Hércules Poirot y Miss Marple.
Luego el ascensor más antiguo en la Capital, se decanta, siguiendo el mismo autor, por el que se instaló en el Edificio del Banco Español de Crédito de la Calle Claudio Marcelo, (Hoy Banco Santander), en 1920. Después le seguirían, el Edificio de la Unión y el Feníx, el Edificio de la Estrella, el Edificio del Gran Bar, el Edificio de la Telefónica y el Edificio de David Rico.
Mientras, aquí estábamos ocupados en poner ascensores en los edificios, en el mismo año de 1920, se fundaba la Legión Española. También se estrenaba en París, la obra de Manuel de Falla, el sombrero de tres picos, con decorados de Pablo Picasso.
En Andalucía, el primer ascensor en instalarse, fue el de la Fonda Alameda en Málaga en 1877. Mientras esto ocurría en Málaga la bonita ciudad de la Costa del Sol, en Estados Unidos, era enterrado el polémico General Custer, con todos los honores militares en el cementerio de West Point, era el 10 de octubre de 1877.

EL ASCENSOR MÁS ANTIGUO DE ESPAÑA

En el mes de diciembre de 1877 llegaba desde la empresa Otis, el primer ascensor que se instaló en la Calle de Alcalá, posiblemente un tal Velentín Morales, fuera el primer cliente al que le instalaron un ascensor. Tanto el edificio como el ascensor fueron destruidos después de un bombardeo en la guerra civil del 1936. Uno que se instaló en el Barrio de Salamanca, calle Villamejor, en 1906, corrió mejor suerte.

En Barcelona fue el arquitecto Cayetano Buigas, el que instaló el primer ascensor para el Monumento a Colón, entre 1880 y 1888.

EL ASCENSOR DE LA “LA BILBAINA
En Córdoba en uno de los primeros edificios que le vimos un Ascensor, fue en el Edificio de las Tendillas, que en Córdoba se le llamaba ”Edificio de la Bilbaina” que era en donde residía las oficinas de la citada Mutua de Seguros, que cubría la cobertura asistencial y médica de importantes empresas de Córdoba. Estaba situada en Calle Cruz Conde nº 2, pero la esbeltéz del edificio se enseñoreaba con la Plaza de las Tendillas, en donde en sus locales bajos, estaba la tienda de zapatería CIUDAD DEL BETIS. También se hizo importante este edificio, pues gracias a su altura, y a modo de propaganda, a principios de los años cincuenta del siglo XX, se lanzó un paracaidista, que a punto estuvo de no abrirse su paracaídas y al final fue a parar a la puerta de la Farmacia Marín, en donde aterrizó de forma poco suave. Esta farmacia, estaba haciendo esquina con Gondomar y Plaza de las Tendillas. Previamente a este salto humano, se lanzaron gran cantidad de botellitas alusivas a una marca de bebidas, cogidas con pequeños  paracaídas. Eran los tiempos, que en los ventanales que había por encima de la Farmacia, en la tarde de los domingos, se proyectaban los resultados de fútbol de las Apuestas Mutuas Deportivo Benéficas.

El portero del edificio de la “Bilbaina”, era un hombre del barrio, que aunque estaba habitualmente uniformado, todos sabíamos que era Rafael el “Losetas”, pues su familia tenía una pequeña fábrica de losetas que había en la Calle Alvaro Paulo.

Después de la fábrica de losetas, hubo en ese amplio local una fábrica de gaseosas “El Marrubial”, que también duró poco tiempo porque ya la multinacional la “Casera”, fue acabando poco a poco, con todas las marcas locales como: Teresa Illescas, La Cosntancia, El Marrubial, Pijuán, etc. etc. El amigo “Curreles” de familia de piconeros y de tradición arriera, fue el último en repartir esta gaseosa en aquel carro tirado por un mulo y con ruedas de goma, que se marcaba un ritmo que llegó a confundir hasta los relojes.

Si no había bastante con el panorama que presentaba “La Casera”, en dicha pequeña fábrica se produjo un accidente en donde un albañil, llamado Almedina, intentó bajar a un pozo y se quedó “frito” por la excesiva acumulación de gases nocivos del fondo. Por lo conocido que era el accidentado en San Lorenzo y la forma de su muerte, aquello afectó de lleno al barrio. A raíz de aquello, entre “la Casera” y el accidente, la pequeña fábrica cayó y en su lugar pusieron una guardería para niños llamada “Carlitos”, que estuvo regentada por una agradable joven llamada Villalba. Al estar la guardería pegada junto a la huerta “Tras la Puerta”, (no existía nada de la Avenida de Barcelona), constituía un recreo muy adecuado para los niños. Enfrente vivía la familia de los De la Rubia Villalba, que para el padre, la urbanización de la Avenida de Barcelona y la Avenida de la Viñuela, constituyó un caudal importante de clientes que necesitaban sus servicios como hábil cerrajero.

Mientras que en la Avenida de Barcelona, todos los bloques fueron concebidos con ascensor, en la Avenida de La Viñuela, brillaron éstos por su ausencia. El “Cojo Moriana” que fue el principal constructor de esta calle, seguramente creyó que los vecinos nunca se harían mayores.

EL ASCENSOR EN EL CINE

También el el cine tenemos citado el ASCENSOR, hay una película estrenada en 1983, que realizó el director holandés DICK MAAS, La película no fue estrenada en España, pero si hubo gente que la pudo ver en Francia, comentan que una noche durante una tormenta muy aparatosa de relámpagos y truenos, cuatro personas quedaron atrapadas en un moderno ascensor de un edificio de oficinas. El mecánico que manda la compañía para repararlo no encuentra nada extraño en él. Pero a partir de ese momento, el comportamiento del ascensor, comienza a mostrarse cada vez más errático y peligroso.

En una de sus mejores criticas de esta película, se dice: “Lo primero que hay que felicitar de esta cinta de horror holandesa es su originalidad, un ascensor con viles intenciones homicidas no se ve todos los días dentro del género. La película tiene un desarrollo aceptable, mantiene el suspense durante todo el metraje y el conflicto conserva el interés del espectador. Solo hay que achacarle que por allí la fundamentación científica del porqué ocurre lo que ocurre se queda un poco corta y no deja conforme al espectador exigente.”

Antes se había estrenado una película muy exitosa de Mario Moreno Cantinflas, titulada SUBE Y BAJA, en la que el cómico mexicano, interpreta entre otros cargos, el papel de un simpático ascensorista. Esa película la explotó en Córdoba la Empresa Ramos, que la proyectó en el Cine Ordoñez y el cine    puso a rebosar. La Calle Montero, parecía que estaba en pleno Carnaval, por la gente que circulaba por ella. La película es de 1958, dirigida por Miguel M. Delgado, fue de las primeras películas de este genero en total color visión.

¡¡SACADME DE AQUÍ!!

En la Hermandad del Calvario de San Lorenzo, en el año 1954, hacía de tesorero un tal M. González, y en una de aquellas Semanas Santas, le encargó a Angel Bimbela que le cosiera y repasara unas túnicas, (quitara las gotas de cera), que del recorrido del año anterior habían quedado estropeadas.  (1954)

Nada más realizar el trabajo se lo entregó al mayordomo de la Hermandad que por entonces era Manolo Diéguez, pero éste le recordó, que para cobrar la factura, tenía que ir a la Plaza de las Tendillas a las oficinas de Seguros Bilbao, que era donde trabajaba M. González el tesorero. La cantidad eran 80 pesetas, pero era tanta la necesidad que este hombre tenía en su casa, que de inmediato se fue para las Tendillas, en busca de las oficinas de la “Bilbaina”, que era el nombre familiar con el que se conocía a la Mutua de Seguros Bilbao, en Calle Cruz Conde nº 2.

Para ir a las Tendillas, procuró arreglarse hasta el bigote, pues no era muy normal para la gente llana del barrio, subir más allá de la Casa del Empeño, que estaba en la calle “El Lodo”. (Isaac Peral). Llegó al portal nº 2 de la citada Calle Cruz Conde  y el portero Rafael “El losetas”, se mostró muy atento con él, pues le conocía de Casa Ogallas, aparte de que estuvieron juntos en los Salesianos; por lo que le ofreció los servicios del ASCENSOR, abriéndole la cancela de fuera y la puerta de la cabina. Para más detalle, incluso le dio a la botonera que le elevaba al quinto piso. Al pobre de Bimbela, poco acostumbrado a aquello y extrañado de tanta parafernalia, se le escapó un comentario de: “Aú que lujo, hay aquí por las casas del centro”  El ascensor subió lentamente hasta la quinta planta que era en donde estaban las oficinas, y se paró. El esperaba, apelando al mismo lujo, que arriba también hubiera otra persona que abriera las puertas del ascensor, por lo que se quedó quieto esperando a que se abriera la puerta de la cabina, pero ésta, en aquellos tiempos, no era automática y por ello no se abría. Pasó el rato, y allí no aparecía nadie, y cuando pasó un cuarto de hora, asustado y sudoroso, empezó a dar gritos de: ¡¡Sacadme de aquí!!, a lo que acudieron los de la oficina, que abrieron la cancela del ascensor y la puerta de la cabina, le invitaron a que saliera. El, sofocado, comprendió que lo del ascensor no era para él.

Después de cobrar la factura que le pagó el tal M. Gonzalez, y aguantar las bromas que le gastaron, se bajó por las escaleras tan pancho, pues no quería complicaciones con el ascensor. Luego contaba todo esto en la Sociedad Plateros, y allí estaban, Miguel Alonso, Antonio Figuerola, Antonio Martinez y Manuel Calvo, que opinaban y estaban convencidos, que la idea del ascensor no las tenía todas consigo.

Y es que la cultura del ascensor no estaba introducida en Córdoba. Se hicieron barrios enteros, se levantaron bloques en forma de caracol y el ascensor brillaba por su ausencia. Daba la impresión de que siempre la gente iba a ser joven. Hoy, hay criaturas que por cualquier circunstancia o enfermedad, están condenadas a no poder salir ni tan siquiera a la calle.

EL ASCENSOR MÁS GRANDE

En el año 1957, un año después que la Universidad Laboral, se inauguró en Córdoba la Residencia Teniente Coronel Noreña. Mientras que a la Universidad Laboral, solamente había unos pequeños ascensores, a los que se accedía por una puerta que había cerca de la puerta de Director de cada Colegio, (Yo nunca los vi funcionar). Más bien fueron ascensores previstos para emergencias.  

En la Residencia Noreña, si instalaron unos potentes ascensores y que a todo el mundo se le antojaban “súper rápidos”. Había gente que acudía nada más que para probarlos, pues allí inicialmente, si había personas que abrían y cerraban el ascensor. Todo un lujo. Y digo lo de ir nada más que para probar los ascensores porque de San Lorenzo fuimos unos cuantos para probar aquello. Íbamos andando y cuando llegábamos a la Avenida de Medina Azahara, y al pasar por el Cuartel de Artillería 42, mirábamos para el patio, para ver si se veía una cosa especial, de aquel patio que era el Estadio América, en donde se celebraban todos los domingos partidos de fútbol modesto. Por otra parte, era el Cuartel de los más solicitados para hacer el servicio militar en Córdoba, casi nadie quería ir a Lepanto, pues se interpretaba que era un cuartel bastante más duro. Lo cierto es que Artillería,  gozaba de buena fama entre los posibles soldados de aquella época.

Pasado el Cuartel, llegábamos a los llamados pisos de Cañete, que tampoco tenían ascensor, pero que nos llamaba la atención porque en el portal, fueron de las primeras casas en Córdoba, que tuvieron buzón de correos. Era una cosa simple, pero nos llamaba la atención máxime, cuando estabas acostumbrado a que en tu casa, llegaba el cartero y empezaba a “pregonar y repartir” las cartas en medio del patio. Antes de llegar al final de la acera de los pisos de Cañete, pasabas por el Bar Capri, que lo regentó a última hora Miguel Montes Sánchez, “El cantínflas del Pozanco”, personaje simpático de Córdoba, que casi al final de su vida profesional emigró a Lérida, en donde falleció hará dos años. Luego después de los pisos de Cañete, venía al final un Bar resguardado por una amplia parra que en verano daba buena sombra. Luego te tropezabas con las barreras del tren, que aunque casi siempre estaban echadas, la mayoría de la gente pasaba. De esta forma pasó lo que tenía que pasar y la desgracia se cebó en una nieta de Angel García Castro, que fue arrollada por el tren. Angel García, fue un cordobés de pura cepa, en su cochera den Buen Suceso, tenía un museo de fotos de la Córdoba antigua. También participó en el debut de Rafael Castro en los carnavales de Cádiz, formando parte de la comparsa “Los Scocíos” que ganó aquel año un premio especial.

En realidad pocas desgracias pasaron para la cantidad de personas que utilizaban diariamente el paso a nivel, para ir acceder a la Residencia. En medio de ese camino, y nada más pasar las vías, había una especie de Bar-Ventorillo, junto a un transformador que había en medio de aquella zona. Los celadores, y personal sanitario, le llamaban a este quiosco, el Savarin II.
    
Atrás se había quedado todo el barrio de la Ciudad Jardín, con los Talleres ROTINI, al principio de la Calle Julio Pellicer, y que salvo honrosas excepciones tampoco tenían sus casas ASCENSOR. Que yo recuerde, solamente en la zona de la Calle Damasco, fue donde se empezaron a ver ascensores, era la época de los sesenta y setenta del siglo XX.. Eran por otro lado, los tiempos en que un eficiente Dionisio era el director de la Caja Provincial de Ahorros de dicha calle, siendo uno de los mejores clientes que tuvo Rafael Baquero Doctor, en el asunto de comprarle libros. Rafael Baquero, fue de las primeras personas que empezó a vender libros de CRÉDITO INTERNACIONAL DEL LIBRO, una de las joyas de la corona de Lombardero, al servicio de la Editorial Planeta. El autor catalán, José María Gironella, se cansó de vender ejemplares de: UN MILLÓN DE MUERTOS, LOS CIPRESES CREEN EN DIOS, y HA ESTALLADO LA PAZ. Lo  que se dice ascensores, no había, pero esta trilogía de libros estaba en casi todos LOS MUEBLES BAR, de aquella época.


EL MEDICO DE CAÑERO

En los mundiales del 1966, estaba yo viendo los partidos con Rafael Sojo, yerno de “La Garrota”, en el patio de su casa en la Calle María Auxiliadora, allí estábamos muy cerca de una de palmera que en su día fue “compañera” de una de las que lucen detrás del Monumento a Manolete en la Lagunilla. (Santa Marina). Carmen Pérez “La Garrota” se echó por tarea el arreglar siempre que podía el San Rafael, que había en la esquina de la Calle Poeta Antonio Arévalo. Carmen era una mujer agradable y dadivosa, y por ello nos ofreció su televisor pionero en aquellos tiempos, marca Big Ben, recién comprado en Casa de Eulalio García “El Lali” de la Calle Almonas.

Allí, por la excitación normal del partido contra Suiza y el posterior gol de Sanchis, se me encajó, un dolor en el pecho y que aunque joven, me preocupó bastante. A sugerencia de Carmen Gutiérrez, la del BESOY, que tenía fe ciega en el médico D. Eduardo Font, fui a Cañero a su consulta. Allí en una casa, planta baja, y a detrás de la Iglesia, tenía este joven médico su consulta. No se me olvidará que tuvimos que esperar a varios pacientes mayores y también uno más joven, pues la clientela era muy variada. Todo el mundo allí en la sala de espera hablaba y no paraba de hablar, sacando a relucir la calidad profesional y humana de aquel médico. Incluso la hermana de Enrique Repullo, que era de muy mal genio, lo catalogó como una bendición de Dios para Cañero. De pronto se abrió la puerta de su consulta y saliendo a despedir a un hombre que estaba entrado en años, y le dijo: “Rodrigo, tienen ustedes la suerte de vivir en unas casas, que no necesitan ni ESCALERAS NI ASCENSOR y eso es muy bueno para la vejez”.

Quizás estas palabras en aquella época, resultaran un poco fuera de tiempo, hoy, podemos observar la visión clínica, que aquellos ojos de médico, como decía su hija Pilar en el DIARIO CÓRDOBA, pudieron intuir. Manolo Herrera, entusiasta de  la Peña Galga, me comentó en una ocasión, “A este médico tenían que haberle hecho un hueco al lado de Fray Albino.

También sabemos que D. Eduardo durante un tiempo colaboró con la parroquia de San Lorenzo, pues se ofreció para habilitar un poli-clínico, para dar servicio médico a las muchas personas que no tenían seguridad social.

En fábrica de Cenemesa, recuerdo que estaban Alcaide Barbancho, Gabriel Álamo, Manolo Herrera, Fermin Pérez, Ricardo Toril, Rafael Jiménez, Antonio Ramos, entre otros, todos vecinos de Cañero y todos hablaban cosas importantes de D. Eduardo Font, al que consideraban como el “Médico de Cañero” y para ellos representaba una enorme tranquilidad para el barrio.

Además era un hombre muy comprensible. En una ocasión le estaba pasando la consulta a D. Cesar Ranz Calzadilla, que era el que había operado a mi padre, y me presenté a por el parte de confirmación sin el carnet. Pronto comprendió que iba desde San Lorenzo y estaba muy lejos para hacerme volver. Advirtiéndome que sin el carnet no se podía dar ningún parte, me hizo el favor de dármelo, evitando con ello que tuviera que ir desde la Noreña hasta San Lorenzo.

EL “COJO” QUE SUBIÓ ANDANDO
A mediados del siglo XX, por nuestros barrios populares como hemos dicho, todavía quedaban algunos portales de zapateros, así podemos citar que en los años 1950, teníamos un zapatero en el JARDÍN DEL ALPARGATE, llamado Francisco Morales Muñoz, este hombre venía del campo de las minas. Nació en el 1888, en Cerro Muriano y de joven trabajó en las Minas de Cobre de esa localidad. Cuando contaba 24 años, formando parte de una cuadrilla de 5 hombres, y cuando transitaban para acceder al pozo San Rafael, fueron sorprendidos por una enorme explosión motivada por el cigarrillo de uno de los del grupo, que de forma descuidada pasó por la Santa Bárbara, y provocó la explosión. Murieron sus cuatro compañeros y él salió proyectado hacia el interior del pozo, quedando cogido en unos salientes de viga, y que al quedar suspendido por una pierna, ésta por el peso del cuerpo, quedó prácticamente amputada en el acto. Desnudo totalmente como quedó después de la explosión, lo recuperaron y fue trasladado al hospital de Agudos en donde le atendieron. Salió del hospital con una pierna menos y su muleta, pero no perdió la sonrisa que siempre tuvo.
Tuvo nueve hijos, pero su hijo predilecto se llamaba Arturo, que coincidía en muchas cosas con él. Este Arturo, fue muy travieso y revoltoso y a consecuencia del hambre, un día si y otro también, saltaba la alambrada de la huerta “Tras la Puerta”, a ganarse el sustento como decía él. Al vivir en casa de vecinos, los servicios solían estar más ocupados de la cuenta, pero él era resolutivo y por ello no tenía problemas, ya que para hacer sus necesidades “mayores” se había acostumbrado a hacerlas, en lo alto de un álamo negro que había al principio de la “redonda”, y de paso, contemplaba el estado en que se encontraban sus higueras y demás árboles frutales.

En la Electro Mecánicas ya estaba colocado su hermano Antonio Morales, al que apodaban, “El suegra”, que también era un personaje digno de recordar. Fue loable, que en aquellos años de dificultad, su hermano consiguiera colocarle en la Electro Mecánicas.

Durante aquellos primeros años 1940-1950-1960-1974, los trabajadores de la Constructora, también entraban por la puerta de la Electro Mecánicas. A la izquierda se dejaba el gran edificio de las Oficinas, en donde trabajaban, José Mena, Antonio Santiago, Miguel Cantero, Rafael Jiménez, José Rodriguez entre otros y casi siempre se veía por allí a Leonardo Rodriguez, con los alicates en el bolsillo de atrás de su mono, ya que trabajaba de electricista.

Se continuaba andando por una especie de avenida formada por amplios árboles de sombra que se llamaban “plátanos orientales” y allí al fondo de aquella avenida, se dejaba a la derecha una nave a la que le llamaban en aquella época “La Pirelli”. Cada vez que vemos a Fernando Alonso, quejarse de “las gomas”, nos acordamos de aquella “Pirelli”. También había una fila interminable de bicicletas colgadas en sus aparcamientos, que nada más pasarlos te tropezabas con una  vía interior en donde muchas veces había vagones aparcados cargados de ánodos de cobre pendientes de entrar a Secem. Al fondo se abrían una cancela a la izquierda con el Fichero de Constructora; un poco más a la derecha, el Fichero de Secem y más a la derecha aún, las puertas del Botiquín de la Electro, en el que tenía sus reales D. Luis Gala, (Padre de Antonio Gala, el literato), que era el médico de Secem. “Francisco”, hombre muy extrovertido y simpático, era el practica, siendo además muy querido por el personal de fábrica. Mientras todos los de su profesión llevaban maletines con su instrumental, él llevaba como especie de una caja de zapatos, sobre todo en los relevos de la noche, y el único contenido era una botella de cerveza y otra de vino.


EL SUSTO DEL CALOR Y EL COBRE

En Secem, era un tanto peligroso trabajar en la Nave de la Electrolísis, allí se respiraba un ambiente que era obviamente muy sano. Nada más llegar a la nave y cuando te fumabas un cigarro, sobre todo en las primeras semanas, notabas el tabaco con un sabor dulce y raro. Lo explicabas y te decían: “Cuando te acostumbres a este ambiente, ya notarás el tabaco con su sabor normal”. Era en la nave que lógicamente más se ganaba, me decía Arturo Morales Contreras, que trabajó de gruísta en esta nave. Allí llegaban trenes cargados de ánodos de cobre fundidos “a pie de mina” en la instalaciones de Riotinto Patiño (Huelva), Se introducían los ánodos en las cubas con los ácidos y lentamente éste cobre por medio de la electrolisis se iba depositando ya purificado en unos cátodos (chapas finas), que en sentido vertical se colocaban para que el material se fijara en su paredes. Estas operaciones eran largas en tiempo.

A fin de ganar más dinero, el amigo Arturo empezó a trabajar en la Nave de la “Electrolisis” en donde estaban los encargados “Valero” y el “Pío” que para imponer la disciplina y el ritmo de trabajo, incluso se subían a lo alto de la grúa para controlar al trabajador que abandonaba antes de hora el puesto de trabajo.

Fue en verano del 1948, cuando empezó a trabajar en esa dichosa nave, y el primer día, terminó la jornada de doce horas (de 6 a 6 de la tarde), y sin más se marchó a su casa. Llegó un tanto cansado y aprovechando que había cama libre, se echó un rato en ella y se quedó dormido.

En aquellas naves, ni hacía falta tiempos ni “chascarrillos·”, eran los encargados los que ponían la duración de las faenas, y como siempre había quejas sobre la forma de repartir los tajos y se advertían detalles de que claramente había sus preferencias. Un detalle curioso que se daba con frecuencia, era el que había encargados que al asignar “tareas” cuidaban sobre todo a aquellos con los que mantenían cuentas pendientes que cobrar. Hubo un sastre en Córdoba, a continuación del Circulo de la Amistad, al que no le faltó el trabajo durante muchos años de su vida, pues media “Letro”, se hacía allí los trajes, mediante vales de “a cuenta”. Luego ya cogió el relevo “Creaciones Amara”.

El amigo Arturo, se había estrenado en aquella nave de la electrolisis como hemos dicho, y sin haberse duchado para salir antes, llegó a su casa y como la ducha no existía, se acostó a dormir un rato para descansar. Lógicamente, tampoco en las casas del Jardín del Alpargate, había aire acondicionado. Al despertarse con los cuarenta y tantos grados de calor, se levantó sudando y se asustó al mirar las sábanas en donde había estado acostado, pues había dejado un rastro entre verde y negro de todo su esqueleto. De momento su madre llamó a su padre y éste sin saber que hacer, cogieron un taxi y siguiendo los consejos de "Rafalito El Largo" el taxista, se fueron a urgencias, que entonces estaban en los últimos pisos de  la llamada Caja Nacional y le atendió un médico bastante experto, que al enterarse en donde trabajaba los tranquilizó. Tranquilos no estaban del todo, pues el zapatero (El padre), a pesar de su cojera (le faltaba una pierna), se negó a subirse en el ASCENSOR y por aquellas escaleras se perdió y tardaron una hora en encontrarlo.


Finalmente Arturo, encontró a su padre, recostado en una camilla y al parecer recibiendo atención médica por agotamiento y un poco dolido pues se había resbalado por las escaleras, pero eso no le evitaba tener su cigarro en la boca de  “cuarterón verde” de aquellos que “re-elaboraban” en el Huerto Hundido. Aquel cigarro le dio fuerzas para bajar las escaleras andando. De vuelta para para su casa volvieron en el mismo taxi de Rafalito el “Largo” y por curiosidad se enteraron que éste era “siete-mesino”. 

sábado, 9 de noviembre de 2013

GALLEGOS ROCAFULL, NO FUE CURA DE "MISA Y OLLA"


Ha muerto Rosario Córdoba Sastre, mujer que en sus tiempos adolescentes, representó una forma de vivir la juventud de aquellos tiempos, años 50, 60 y 70, del pasado siglo. Formó parte de la Acción Católica de San Lorenzo a la que tanto impulso le había dado  el Obispo Fray Albino, singular prelado que estuvo en Córdoba, desde 1947 a 1958.

Entre sus muchas cualidades como mujer tenía la de poseer un tipo muy elegante por lo que fue elegida como la “abanderada” de aquella forma de vivir en consonancia con la Iglesia. Daba gusto verla desfilar con tacones y su con pelo cogido con redesilla, al mejor estilo de Julio Romero. Bueno será recordar aquí a aquella juventud que le acompañó en sus menesteres de ayuda y servicio a la Iglesia y otra generación que vino después: Mariquita Bojollo, Margarita Laguna, Rafi Álvarez, Tere Barneto, Casimira Barneto, Antonia María, Chari Mesa, Carolina Mejias, Carmela Navajas, Carmen Gómez, Luisa Fernández, Loli Granados, Manoli Serna, Paqui Vaquero, María Calero, Pilar Saco, Tere Soldevilla, Maruja Guzmán, Paquita Guzmán, Enriqueta Cantueso, Margarita Vargas, etc. etc.

Sus últimos días los ha vivido en la “Residencia de San Andrés” de la calle los Frailes, residencia, que antaño fuera la popular “Casa de las Viejas” y que bajo la protección de la Fundación Conde de Gavia, era una casa antigua de corte normal por este barrio, con habitaciones esparcidas, por los dos amplios patios de la casa. En los años cincuenta del pasado siglo XX, la llamada “Casa de las Viejas” u “Hospitalito de San Andrés” se sostuvo con las rentas que producían tres inscripciones de la deuda al 4 por ciento, una haza de olivar enclavada en el lugar llamado de Malmuerta en el término de Córdoba y la casa nº 5 de la Plaza del Conde de Gavia. Las hermanitas de la Cruz, les prestaban asistencia social, tanto en la enfermedad como en otras circunstancias.

La Fundación acogía a mujeres mayores, viudas o solteras, que al estar solas, se les daba techo, luz, agua y una peseta diaria para su manutención. En dicha casa había una mujer que hacía las veces de “casera” y que se llamaba Virginia (al menos era la que estaba cuando nosotros visitamos esa casa allá por el año 1956, en compañía de Inocencio Montes “El Chencho”, Rafael Morales “Faeles” y unos cuantos más). Esta “casera” tenía una especie de autoridad delegada de la Fundación, autoridad, que nadie discutía. Al ser una Fundación de carácter piadoso, estas mujeres o las que buenamente pudieran, solían reunirse todos los días a media mañana para unos rezos en torno a una imagen de la Virgen de los Reyes, que estaba depositada en la vivienda de la “casera”. Por esa casa, pasaron muchas mujeres del barrio, Dolores, Mercedes, La “Leona”, Fernanda, Carmela, Rosario, Gloria, La Transi, Angelita, “La Recobera”, etc. etc. El amigo Joaquín Montoro, (El Chache”), desde la azotea de su casa que estaba junto a la “Casa de las Viejas”, nos decía que muchas veces contemplaba como estas mujeres discutían por todo, incluso por la comida del gato. Hay que tener en cuenta que eran alrededor de catorce mujeres con sus gatos incorporados. En la antigüedad a estas mujeres que solían vivir de esta forma, se le llamaba “Bizocas”, o mujeres que se retiraban de la vida y se entregaban al culto, este acepción o nombre era oriundo de Italia. 

Por aquellos tiempos en torno a la Iglesias se daban unas circunstancias muy distintas a las que podemos observar hoy.

Al ser las Misas por las mañanas, casi siempre a las 8 de la mañana, la Iglesia permanecía abierta desde la 7.30, en que se daba el primer toque de campanas para anunciar la Misa.

Al medio día la Iglesia cerraba a las 13 horas para abrir de nuevo al toque de vísperas es decir a la 16 horas, luego permanecía abierta hasta el toque de ánimas a las 21 horas.

En aquellos tiempos era frecuente además de la figura del cura, el sacristán y el monaguillo, que por regla general eran dos los que solían estar en “nómina”. Pero luego, había una troupe de chiquillos detrás, que aspiraban a colocarse de monaguillos. En las Iglesias llamadas pobres, podían faltar luces, flores u otro tipo de boato, pero lo que sobraban eran chiquillos “que hacían cola” para vestirse de monaguillos. El hecho de subir a la torre, o vestirse de acólito, constituía uno de los logros más grandes de cualquier pequeño, y más si se les dejaba tocar las campanas. Para muchos aquello constituía como una meta bonita en su vida.

Pero es que, igual que en el tema de los monaguillos, en aquellos tiempos la juventud desfilaba por la Iglesia, no tanto en las Hermandades de Semana Santa, pero si en la Juventud y el Aspirantázgo de Acción Católica, era por lo general una juventud que colaboraba en todo con la Parroquia, pero fundamentalmente en las labores de catequesis y visita a los enfermos.

Eran los tiempos en que el cura, estaba en la parroquia o estaba en su despacho, siempre disponible para el filigrés que creyera que lo necesitara. La gente joven de Acción Católica, eran en muchos casos como el consejo asesor del párroco. Y la acción de la parroquia llegaba a casi toda la gente que lo necesitaba.

No existirá un tratado de cómo tiene que ser la actividad social de un párroco, pero por el reconocimiento que los fieles le tuvieron, tendríamos que situar a modo de ejemplo, al Padre Manuel Fuentes Porrero, Trinitario, hombre que partiendo de cero, supo “crear su propia parroquia”, en la Iglesia de los Padres Trinitarios del Jardín del Alpargate. El “Padre Manuel”, fue todo un dechado de sencillez y entrega total en su labor de parroquia. Se cansó de visitar e interesarse por sus parroquianos, cosa que estos se lo devolvían con la moneda del cariño y el reconocimiento. Atendió a multitud de necesitados y seguramente dormía todas las noches con la conciencia del deber cumplido. En una ocasión en que la procesión de María Auxiliadora, pasaba por el Jardín del Alpargate, en dirección a la Calle de los Frailes, bastó para que el "Padre Manuel", que después de una enfermedad, estuviera viendo la procesión apoyado en la baranda de la “Lonja”, para que la mitad de los fieles que acompañaban a María Auxiliadora, abandonaran momentáneamente la procesión para saludar al bueno del “Padre Manuel.”.

Hoy, salvo honrosas excepciones como en todas las cosas de la vida, el panorama que presenciamos en la Iglesias es bien distinto.

En primer lugar las Iglesias permanecen casi todas ellas, el mayor tiempo del día cerradas, hasta el punto, de que ni los turistas las pueden visitar. También se ha perdido esa bocanada de aire fresco que suponía la Acción Católica cerca de la Iglesia, y como no, ya no hay motivos para que los más pequeños quieran ser monaguillos o simplemente aspiren a poder subir a la torre y repicar.

El propio monseñor José Rodríguez Carballo, se pregunta en L’Osservatore Romano, Porqué, en los últimos cinco años, más de 3.000 religiosos y religiosas abandonan, cada año, la vida consagrada. “La ausencia de vida espiritual –oración personal y comunitaria, y vida sacramental- conduce muchas veces a centrarse exclusivamente en las actividades de apostolado” lo que genera una crisis profunda de fe.

La verdad, es que en general se ha notado un “acomodamiento” de algunos curas. Para muchos, da la impresión que la labor de la Parroquia, es una rutina, como cualquier otro trabajo y se les atraganta. Y eso, que muchos acuden a la Iglesia, el tiempo justo para la celebración de la Misa o cualquier otra actividad, ya sea entierro, boda o bautizo.

Y es que todo ha cambiado. Ahora en sus homilías de forma reiterada algunos curas, acuden a la Misericordia Divina, que lo perdona todo. Por eso de esta forma no nos extraña, que la Confesión haya casi desaparecido del panorama del cristiano. Se tiene la sensación, de que ahora las homilías en las Misas, se hacen “Al gusto del consumidor”, y de esa forma todos los asistentes salgan contentos y complacidos. Todo el mundo es bueno, y todo está justificado, y si no, al final está Cristo que es sumamente Misericordioso. Mientras, en el mundo del Trabajo, de la Industria, de la Bolsa y de todo lo que tiene “lucro y especulación” es un escenario, donde todo el que puede pone zancadillas, engaña y estafa todo lo que le parece, y como resultado, llegamos a un mundo actual, donde el PARO, Y LA INJUSTICIA, desfilan tan tranquilos por nuestras calles e incluso en algunas de nuestras casas.

No cabe duda de que algo ha cambiado y el propio Papa Francisco, en esas repuestas que imporovisa a determinadas preguntas de los periodistas, así lo ha expresado. No quiere una Iglesia, en donde los sacerdotes y gobernantes se consideren como una especie de funcionario más. Además se ha puesto incluso un “casco” para dar a entender que hace falta  ponerse a trabajar.

Al oír todas estas cosas y también otras opiniones, no tenemos más remedio que indicar que aquí una de las cosas que ha cambiado fundamentalmente es lo siguiente:

La falta de presupuesto para mantener el puesto de trabajo del sacristán que es tan antiguo como la misma Iglesia, ha cambiado mucho el panorama. Siempre fue el sacristán el que abría y cerraba la Iglesia, ahora en muchas Iglesias, está el “colaborador” de turno, que se encarga de “suplir” de alguna forma esta misión de forma altruista, o con alguna ayuda testimonial. Más de una vez,  se ha oído quizás en comentarios un tanto triviales lo siguiente: “Que lástima, que aquella Cajasur, tan espléndida, con las Peñas, los Deportes, y tantas actividades lúdicas a través de su obra social, no hubiera establecido “El fondo del sacristán”, para que debidamente capitalizado, hubiera podido generar un complemento digno de sueldo para esta figura de servidor de la Iglesia, tan necesario como es el sacristán, ya que con él al menos, la Iglesia estaría abierta”.

Hablando con Pepe Bojollo, persona que lleva al servicio de la Iglesia desde el año 1942, y al comentar este tema de la Iglesias cerradas y la posible falta de dedicación de los curas de ahora, me decía:

“Antes proliferaban mucho los “Curas de Misa y Olla” y estaban todo el día de una forma u otra, disponibles para el servicio de los filigreses, pero hoy es distinto, ya que están más preparados y muchos de ellos están pluriempleados en tareas que le ocupan bastante tiempo y le gusta más. Además está el móvil que no los deja tranquilos”

Pero a poco que repasemos la historia, veremos que tampoco la mayoría de curas eran de los llamados “de misa y olla”. Como tampoco se puede generalizar esa imagen del cura que nos presentaba García Berlanga en su cine, en el que el Cura, el Boticario y el Alcalde, eran los “dueños” del pueblo.

Yo traigo aquí la semblanza de tres curas que muy bien pueden representar “lo que en las matemáticas de Bruño, eran los extremos y los medios”. Se trata de tres sacerdotes, dignos en su forma de ser, que afrontaron unas circunstancias, que dá pocas posibilidades a encasillarlos en “Curas de Misa y olla” como vulgarmente se les ha clasificado.

NO FUERON CURAS “DE MISA Y OLLA”

Recuerdo que por aquellos años, cuando en los Salesianos, se hacían los llamados Ejercicios Espirituales, nos daban unas hojas a modo de lectura, para que conociéramos a algunos personajes de la Iglesia, que habían padecido el sacrificio por razones de su militancia relacionada con la Iglesia.

Cito aquí el ejemplo de D. Pedro Simancas Valderrama, sacerdote que era coadjutor de Nuestra señora de Armentera, de Cabeza de Buey. (Badajoz), Nació el 28 de abril de 1872. y medio se crió sin padre. Después de una vida entregada a su ministerio y pasándola con muchas dificultades económicas, murió asesinado en noviembre de 1936, a consecuencia de las venganzas de la guerra.

D. Pedro Simancas Valderrama, era tan pobre, que solicitó la plaza de sacristán que había quedado libre, por muerte de don Eduardo Simancas, que fue su padre adoptivo. Solicitó este puesto rogándole a su párroco don Dionisio Coll, que escribiera al señor obispo para que le autorizara desempeñar ese puesto. De esta forma podría mantener dignamente a su anciana madre y a su hermana.

D. JOSE CASTRO DÍAZ

Otro de los pequeños “trípticos” que llegaron a mis manos, fue el del sacerdote D. José Castro Díaz, narural de Villanueva de Córdoba, y que nació el 8 de febrero de 1888. Quizás no pasara penurias económicas, pero tuvo que ser un gran trabajador, para atender a todas las obligaciones que tuvo. La actitud de grupos incontrolados de izquierdas que quisieron hacer la guerra a su manera, le asesinó en Granja de Torrehermosa, con un grupo de personas más, entre curas, frailes y ciudadanos civiles.

Fue un gran sacerdote, preparado, culto y eficaz. Fiel cumplidor con sus obligaciones de delegado del Obispo de Córdoba en Fuente Obejuna y sus Aldeas. Mediante comunicación por carta estaba dos veces en semana con el Vicario de la Diócesis, tratando los problemas que afectaban a Fuenteobejuna y sus aldeas. Era un hombre muy ordenado y en las visitas pastorales que recibió se puso en evidencia dicho orden, tanto en inventarios como en los libros de los archivos parroquiales. Por lo que demostraba siempre una capacidad de trabajo relevante. D. Miguel Blanco Nájera, que hacía de Vicario de la diócesis, hubiera podido dar fe, de las innumerables cartas que se intercambiaron relatando los problemas de Fuenteobejuna y las Aldeas que la circundan y pudo comprobar mejor que nadie su talante conciliador y constructivo.

Por la ceguera de la guerra se lo llevaron preso y a morir a Granja de Torrehermosa, en compañía de otros muchos ciudadanos, sin ningún tipo de defensa o garantías mínimas para un ser humano. Hay algunos autores que dicen que el cabecilla principal de aquella revuelta de castigo, ocurridas entre el 21 y el 30 de septiembre de 1936, fue un tal Rafael Maltrana Galán, alcalde socialista de la localidad vecina de Llerena, y que después de la guerra viajó al exilio en el “Legendario Barco Winnipeg” que fue fletado gracias al amor y voluntad de Pablo Neruda hacia Chile. En dicho viaje fue acompañado por su esposa Camila Torres Calderón y su hijo mayor Antonio Maltrana Torres, según relato de su hija Eloisa Maltrana Torres. Con toda seguridad este hombre llegaría al exilio en olor de multitud de los que le creían un defensor de la República española. Pero aquí en España se quedaban los familiares de los muertos en Granja de Torrehermosa, que tenían lógicamente otra opinión del héroe.

D. JOSE MANUEL GALLEGOS ROCAFULL

Y ya por último en los cuadernillos del periódico ABC de la guerra de España, que publicaron por los años sesenta, se distinguía el periódico publicado en cada zona (Madrid-Sevilla), los de la zona de la República, venían los artículos en letra roja, y los publicados en el ABC de Sevilla en letras azules. En el de Madrid, y con letras rojas, leí el nombre del canónigo José Manuel Gallegos Rocafull, perteneciente a la Catedral de Córdoba, y que lo destacaban por su actitud favorable a la idea de la República y en contra totalmente de la guerra.

D. José Manuel Gallegos Rocafull, fue un eminente sacerdote de la diócesis de Córdoba, que habiendo nacido en Cádiz, y profesado en la misma ciudad, ganó holgadamente la plaza de Canónigo Lectoral del Cabildo Catedral de Córdoba. Fue un sacerdote comprometido con la obra social de la Iglesia. Fue un intelectual que se asomó al mundo de la politica para defender su ideología demócrata y contraria a la “lucha de clases” que propugnaba el marxismo tan de moda en aquella época. Fue, no cabe duda, hombre de confianza del Obispo D. Adolfo Pérez Muñoz, y por delegación de él, fue presidente de la Constructora BenéficaLA SOLARIEGA”, que llevó a cabo la construcción de 99 viviendas para personas necesitadas, en la zona del Marrubial (Alvaro Paulo), San Cayetano (Calle Juan de Torres) y Cerca de la Cuesta de la Pólvora (detrás del cuartel de la polícia nacional).

En toda su actividad desplegó sus mejores argumentos, en pro del sindicato católico agrario, como contraposición a cualquier sindicato de otra índole. Con la llegada de la República y ante el recorte de la dotación asignada a la Iglesia por parte del Gobierno, posiblemente y a requerimiento de su obispo, el cual más o menos le diría: “Todo el que tenga medios de averiguarse las habichuelas que lo haga”. Se colocó en Madrid como ayudante de cátedra de Fernando de los Rios. Estando en esas obligaciones estalló el alzamiento y a él le pilló en Madrid.

Hay historiadores que llegan a la conclusión de que al padre Gallegos, debieron darle desde primera hora “Un salvo conducto” para que no fuera “arrestado” por los grupos radicales y anticlericales de izquierdas que andaban por las calles, como le pasó a muchos compañeros sacerdotes por la mayoría del territorio español. Hay que tener en cuenta que sólo en Madrid, fueron asesinados 65 religiosos de la congregación de los padres Agustinos, 23 religiosas Adoratrices, 38 religiosos Dominicos, 41 religiosos Salesianos, etc. etc. y un montón de sacerdotes del clero secular. (Datos Conferencia Episcopal Española. 2007).

El, desde primera hora se opuso de forma frontal a la guerra, y para ello, según su bibliografía, se apoyaba en documentos de todas las Encíclicas de los Papas, y demás documentos Pontificios. El gobierno aprovechó su actitud de oposición a la guerra y junto con el Padre Lobo, lo enviaron a Bruselas y a Francia en donde difundieron “La actitud anticristiana de la Iglesia española por su forma de justificar la guerra santa o cruzada”.  Por esta actitud fue suspendido “Ad Divinis”.

Su LEALTAD estuvo siempre con su forma de concebir la idea cristiana de la vida, contraria a la guerra, y que claramente expresan las distintas Encíclicas de los Papas.

Ante la pastoral de los obispos españoles en 1937, Gallegos Rocafull, reacciona con rabia. Precisamente en una conferencia en Bruselas responde con estas palabras: ¿Guerra santa? ¿Cruzada? No, evidentemente. La religión es demasiado sagrada, demasiado divina como para meterse en este caos de razones sin duda justas, pero también de intereses demasiado humanos”. No obstante en su principal libro “La Pequeña grey”, reconoce al final, que quizás con su comportamiento faltó a la obediencia debida para con su obispo.

Marchó al exilio desde Francia en el barco Wolemdam, desde donde partió el 12 de agosto de 1939, desde el Puerto de Boulogne-sur-Mer, en el norte de Francia rumbo a New York, a cuyo puerto probablemente arribaron el 22 del mismo mes. De New York a México viajan por tierra, llegando a su destino el 29 de agosto de 1939. La travesía en Barco la hizo en compañía de Eugenio Imaz y esposa entre otros.

En los primeros tiempos del exilio fue uno de los fundadores de la Editorial Séneca, en donde distintos intelectuales, publicaban sus artículos, de añoranza del páis abandonado y en defensa de la República. Poco a poco, se fue quedando "aislado" pues él decidió seguir firmemente desempeñando su ministerio sacerdotal, por encima de cualquier otra actividad. En sus cartas mantenidas con el Obispo Pérez Muñoz y posteriormente con Fray Albino, expresa su queja contra su suspensión "Ad Divinis"a que se había visto sometido. Incluso hizo mediar en este asunto al Arzobispo de México y a D. Ángel Herrera Oria, sacerdote muy reputado por aquellas épocas, encontrando apoyo total en ambos sacerdotes.

En 1948, el Obispo Fray Albino, se entrevistó con él en México y le pidió por dos veces que volviera a España a ocupar su puesto vacante. Ante la negativa le pidió entonces que renunciara a su cargo como canónigo Lectoral de la catedral de Córdoba.

Su gran dolor fue la separación de su madre, y para mitigar este dolor, viajó en 1950 a París, para encontrarse con ella y otros familiares. A raíz de entonces mantuvo una fluida comunicación epistolar con sus hermanos, Ángeles, Mercedes, Carmen y Rosario, con los que comentó de forma agradecida; el comportamiento del Cabildo, en el entierro de su madre ocurrido en Madrid, el 29 de abril de 1950.

El día 20 de mayo de 1950, por decisión de Roma, se le devolvieron las licencias ministeriales a través del episcopado méxicano, según documentos en poder  de Jorge palacios Treviño, alumno, amigo y su albacea testamentario.

Nada más llegar al exilio de México, fue invitado a dar clases en la Universidad Libre, que era regentada por los padres jesuitas.

En 1956 y a sugerencia del Arzobispo de México, Monseñor Martinez, fue a Roma a visitar a Pío XII. Entre el Arzobispo y el secretario de Estado Monseñor Dell' Acqua, lo habían preparado todo y el Santo Padre lo recibió y con unos libros suyos sobre su mesa, y entonces le dijo: "Usted debe de escoger entre volver a España con toda libertad o quedarse en el extranjero, que su problema con la Catedral de Córdoba se arreglará según su voluntad y le pido que no pierda usted la confianza". A dicha audiencia celebrada en el mismo año de 1956, asistieron también algunos familiares suyos.

Al salir del Vaticano y despedirse de Monseñor Dell' Acqua, (Secretario de Estado), éste le animó a que no renunciara a sus derechos eclesiásticos, pero él le dijo:

Yo me marcho a México y renuncio a todo cargo de canónigo, aunque bien es verdad que "Nada tengo contra el Cabildo de Córdoba; los capitulares asistieron al entierro de mi madre, cuando, ausente yo, murió y la enterraron sin la presencia de su hijo".

Después de este viaje renunció a su cargo de canónigo Lectoral de la Catedral de Córdoba en el mismo año 1956.

Fueron importantes sus artículos en la revista literaria "LAS ESPAÑAS", donde coincidió con importantes plumas del exilio español.

Empezó a dar clases de Filosofía en la Universidad de Guadalajara, en el Estado de Jalísco, en donde murió el 12 de junio de 1963, por la tarde y sentado en su mesa impartiendo la clase. Murió de un infarto.

El Lic. Jorge Palacios Treviño, gran amigo de él y su albacea testamentario, nos comenta:

"El padre nunca había estado en América del Sur y, en varias ocasiones, se refirió, con orgullo y admiración, a la ingente obra de España en América.

Ante las impertinencias de un periodista por querer hacerle una entrevista, más o menos "dirigida" incluso pagada si hacía falta, él le contestó:

"Soy un servidor de cristo y de la verdad, o por lo menos de lo que yo creo que es la verdad y, para ello, no necesito que nadie me pague ni un centavo."

Una noche, pocos meses antes de su muerte, le pregunté que qué estaba escribiendo. Me contestó:

"Este hombre que había escrito más de 24 libros, le dijo: Ya estoy viejo, lo fundamental, lo importante, ya lo he escrito. Ahora, me interesa más confesar a las beatas de la Coronación- La iglesia junto al parque España en donde ejercía su ministerio espiritual como capellán- Lo último que tengo que escribir es mi testamento espiritual que será mi actitud, mi posición cristiana, ante la vida y en la guerra civil.

Era principios de 1963 y le pregunté: Si ante la situación que imperaba no pensaba regresar a Espa y me dijo:

"Todo aquello quedó atrás y no guardo rencor a nadie".

Por lo que días después fuimos a la representación española para que sacara su nuevo pasaporte, que se lo facilitaron sin ninguna dificultad para el periodo 1963-1965, y se disponía volver a España para encontrarse con los suyos.

El Padre Gallegos siempre llevó una vida muy intensa, por ejemplo, en el año que murió (1963), esto era lo que hacía: Los domingos y festivos celebraba 3 misas y en todas ellas predicaba; por la tarde rezaba el rosario y volvía a predicar. Frecuentemente predicaba ejercicios espirituales para sacerdotes y seglares. En la Escuela de Filosofía de la UNAM, impartía varias cátedras. Tenía un programa semanal en Radio Universal en el que tocaba temas referidos a San Agustín y a Teillhard de Chardin y escribía artículos semanales.

Antes de partir a Guadalajara, para impartir en la Universidad las que serían las últimas conferencias, me comentó que se sentía muy cansado. Y o le pedí que no fuera, que descansara, pero me dijo que ya descansaría cuando muriera.

En el Panteón Español de México DF, en su libro de registros aparece el siguiente apunte: D. José Manuel Gallegos Rocafull, natural de Córdoba (España), se encuentra enterrado en el Panteón Español, Cementerio de Nuestra Señora de los Ángeles, en la Sección nº XI, sepultura nº 991.