sábado, 7 de septiembre de 2013

EL PRIMER SEMÁFORO DE CÓRDOBA

La palabra “Semáforo” es de origen griego como tantas cosas importantes de nuestras historias, es una dualidad de palabras “sema” que significa señal y “foros” que significa portador, es decir el semáforo es el que porta las señales.

También se llamaba semáforos a las torres de señales que se extendían por todo el territorio, desde donde se emitían señales ópticas, que facilitaban las señales más rápidas que utilizando otros medios.

Pero el semáforo todo el mundo lo asociamos con el mundo de la carretera, los coches y los cruces y su ánimo era regular la circulación. La idea del semáforo se trajo a las ciudades del entorno ferroviario, en donde se utilizaba para dar señales a los trenes que circulaban por las vÍas.

Aplicando esta idea de los ferrocarriles el ingeniero de trenes Jonn Peake Knight, quien trasladando la idea de lo que existía ya en la vÍas de los ferrocarriles, instaló el 10 de diciembre de 1868, el primer semáforo en la ciudad de Londres. Aquel artilugio era lógicamente muy diferente al que podemos contemplar hoy, constaba de dos brazos que se levantaban para indicar el sentido de circulación que tenía que detenerse, al tener que utilizarse la luz del gas, esto provocó su explosión al poco tiempo de ser inaugurado. Al funcionar las luces con lámparas de gas, se imponía un funcionamiento manual a expensas de un policía de turno, lo que al explotar le provocó la muerte en el año de 1869.  Era invierno y el semáforo nacía con la muerte de un policía servidor del orden y la circulación. 

EL SEMÁFORO EN BROMA

Fue un programa de Televisión Española de actuaciones de artistas “intrusos” dirigido por el genial Narciso Ibañez Serrador, y lo presentaba un peso pesado de la pequeña pantalla como era Jordi Estadella, con la ayuda estimulante de una serie de azafatas que como siempre, estaban espléndidas. El programa consistía en que una persona con cara de “intruso” se presentaba allí en el escenario y durante el tiempo de un minuto, procedía a hacer lo que el creyera conveniente, fuera un pego, una tontería o una idea genial. El ridículo o la idea genial era premiadas con una cacerolada o aplausos. Aquello fue una forma de sacar provecho para la buena risa, de todos los “ridículos” que la gente de forma voluntaria se empeñaba en hacer cara al público. Luego, y con otros nombres se hicieron copias que ya no resultaron tan originales.


EL PRIMER SEMÁFORO EN CÓRDOBA

Era el mes de junio de 1957, y estaba yo acompañado de mi padre en la Plaza de las Tendillas, habíamos quedado citados por carta de la Mutualidad Siderometalúrgica en la puerta del Instituto Góngora, ya que allí nos recogería el coche de la Universidad Laboral para llevarnos para realizar el examen de ingreso. Al presentarnos con media hora de anticipación; eran las 10.30 de la mañana, y mientras llegaba el autocar, mi padre me relató cosas de la Tendillas, ya que él solía coger allí todos los días el autobús de la Electro Mecánicas, que por aquella época eran de color amarillo y paraban junto a los Water de caballeros que estaban en la acera de telefónica.


Estábamos en la conversación y empezaron a llegar más padres con sus hijos y pudimos ver a los hermanos Cantarero, a Navas Linares, a Unquiles Sánchez, a Váquez Martín, a Luque Aranda, a Julian Contreras, a Manuel Pineda, a Calero León, a Manuel Martinez, a Nogueras Sánchez y así hasta un largo etc. de compañeros. Finalmente llegó aquel espléndido autobús inglés (tenía el volante a la derecha), que se paró en la puerta del Instituto. Al abrirse las puertas de "aire" pudimos ver que se bajaba una especie de ordenanza con un uniforme ceremonioso y que luego nos enteramos de que se trataba del señor Navarro, hombre de Madrid, sumamente educado y que nos daría muchas veces en aquellas Aulas, la alegría de abriendo la puerta, pronunciar la frase: "señor. Profesor, es la hora". Este ordenanza se puede considerar por sus educados modales, como un icono de lo que fue aquel Colegio Gran Capitán, en el que tuve la suerte de estar. Luego el señor Navarro, el primer año de su llegada a Córdoba, vivió alojado en la Calle María Auxiliadora, en casa de don Felíx Merino, aquel gran hombre en cuerpo y cualidades, que tuvo a su cargo la "potabilidad" del agua que se consumía en la Universidad Laboral. Nunca se le hará justicia a aquellas Universidades Laborales, a donde a los hijos de los trabajadores, se nos enseñó a comer, porque comíamos, se nos enseñó a estudiar porque había profesores que se ocupaban de nosotros, se nos enseñó a ser hombres, porque nos daban clases de formación integral 

Y siguiendo hablando del ordenanza de la Universidad Laboral, el señor Navarro, de su corrección, de su estilo y su educación, me recuerda a aquel Colegio Gran Capitán de la Universidad Laboral, que a muchos de nosotros, que incluso veníamos de barrios y familias marginales, nos hizo sentirnos Orgullosos, de ser Españoles con todas sus consecuencias, mayormente por el trato exquisito que se nos dio.. Allí encontramos muchos de nosotros, la preparación y la disposición al mundo del trabajo, que muchos padres en el día de hoy les gustaría tener para sus hijos. Fue lamentable que estos malos "padres de la patria", acabaran con todo esto de la noche a la mañana. Verg:uenza les tenía que dar a todos aquellos políticos, que borraron del mapa aquello simplemente porque no se les había ocurrido a ellos..

Empezamos a subir y ocupamos todos los asientos y bastantes compañeros se quedaron de pie, sobre todo en la plataforma posterior. Con el coche en marcha y desde las ventanillas nos despedimos de nuestros familiares. También antes de cerrar la puerta del autobús, se despidió de forma muy correcta el señor. Madrid. El autobús arrancó con dirección a Calle Cruz Conde pero antes, tuvo que dejar que saliera un autobús que iba en la misma dirección y que podía ser el que iba para la Electro Mecánicas. Empezaron a andar despacio uno tras de otro los dos vehículos y con sorpresa de todos al encarar el principio de la Calle y a la altura de los Almacenes Rodríguez y Espejo, observamos que los dos vehículos se pararon de forma ostensible; por curiosear miramos y el mismo chófer que era un tal Sr. Molina dijo: “Ea, ya nos ha tocado el semáforo”, efectivamente aquella columna metálica pintada en verde y que habían colocado en el cruce con la Calle Morerias, tenía encendida una luz roja que al parecer indicaba prohibido el paso. Luego ya que circulábamos con más fluidez, el mismo chófer le comentaba al ordenanza: “Hace poco tiempo que han puesto estos dos semáforos para regular el trafico y el paso de los peatones; además de éste, existe otro en el cruce de Avenida del Generalísimo con el Gran Capitán, que fue colocado un poco antes.

Los semáforos debieron de ponerlos a finales del 1956, pero nosotros no lo habíamos visto hasta que íbamos en aquél autobús de la Universidad Laboral, y es que no era muy normal que la gente que vivía del Realejo para abajo, anduviera por el centro de la ciudad.  Por eso días después de aquellos exámenes y estando en el portalón de San Lorenzo, un grupo de amigos formado por:  José de la Cuesta, Martinez Bermudez, Manuel Torres, Rafael Gordillo, Antonio Granados y el que esto anota, y habiendo salido en conversación el dichoso Semáforo, decidimos acercarnos para verlo "in situ".

Estando allí en el mismo cruce, vimos pasar en ese momento a Rafael Merlo Jiménez, joven y eficaz dependiente de calzados Rodríguez, al que conocíamos por vivir en la Calle el Cristo, y lógicamente le preguntamos cosas acerca del Semáforo, y él conocedor de toda aquella zona, nos dijo:

La Empresa que instaló este Semáforo fue el taller de Electricidad de Antonio Mármol, que estaba ubicado en la Calle Blanco Belmonte. (Años más tarde, su hijo Antonio Mármol, se colocaría en la Universidad Laboral de profesor de electricidad)

El amigo Merlo, siguió diciéndonos: El que hizo los trabajos de albañilería e infraestructuras, fue José Rubio “Pepillo el Pocero”, que ya por aquellos tiempos le hacía algunas obras al Ayuntamiento, alternándose en estos menesteres con los hermanos Domínguez, que uno de ellos fue el Primer Presidente de la Federación de Peñas Cordobesas. 

Este “Pepillo el Pocero” fue uno de los que trabajaron en San Juan de Letrán y la Calle Montero, para que su Carnaval se hiciera famoso en Córdoba durante los años setenta y ochenta del pasado siglo. También  fue uno de los primeros “Colonizadores” del entrañable paraje de nuestra sierra “La Colina”, en donde llegó a regentar el principal Bar del mismo nombre y  que fue referente para muchos aficionados al perol

Y allí mismo nos explicaron que los postes de los Semáforos, fueron realizados por fundiciones “SISI” de Madrid y que los letreros de CERVEZAS EL ÁGUILA, que se habían pintado en los bordillos del PASO DE PEATONES, fueron realizados por “Los Maños”, pintores que tenían el almacén de pinturas en la Calle La Banda (Ruano Girón), en el mismo local en donde antaño tuvo su taller de zapatero el simpático Mejías, el que fuera además de zapatero, masajista del Córdoba en sus primeros tiempos. Este Mejías, era un gran aficionado al boxeo y la gimnasia, y a determinadas personas enseñó estas técnicas y fue precisamente Don Alfonso Cruz Conde, el que le dio el puesto de masajista en El Córdoba CF, en aquel año de 1954.

En aquel año de 1956, la fábrica de CERVEZAS EL ÁGUILA, estaba en un gran proceso de expansión en Córdoba. Dicha fábrica estaba ubicada en un edificio que hacía esquina con la Avenida de Cervantes y la Calle Fray Luis de Granada, muy cerca de la que fue  la casa Chalet del inolvidable “Manolete” y en la misma acera de CARAMELOS HISPANIA, que patrocinaba todos los jueves por la tarde el programa de RADIO CHUPETE, en Radio Córdoba, EAJ-24.

Luego pudimos ver nosotros que la caja de registros con todos los cables estaba en la fachada de la Zapateria "CIUDAD DEL BETIS", que daba a Cruz Conde, muy cerca de lo que era la entrada al edificio de la “BILBAINA” (Hoy la Estrella), aquella importante compañía de seguros que daba la cobertura médica y de accidentes a empresas importantes como la Electro Mecánicas. Y muy cerca de allí la Taberna de Casa Salinas, una de las Tabernas más clásicas de Córdoba. Al otro lado del edificio y en la esquina de la Calle la Plata, ya aparecía por allí el celebre “Pablito” echando al vuelo sus piñones, y de vez en cuando y en la puerta de la marisquería el Puerto, se solía ver al celebre y singular "Mario".

En realidad el Semáforo era más para regular el PASO DE PEATONES, pues por aquellos años la circulación en Córdoba era aún muy escasa. Tenemos que decir que por San Lorenzo solamente en la plaza de San Rafael se  solían ver aparcados los coches del médico D. Nicolás del Rey; del que era su chófer el espigado y serio Eduardo González. Luego estaba el coche de Antonio Aguayo, taxista, que se implicó poco después en la compra de un camión de transportes al que le puso en su cabina en nombre de “Pancho” en recuerdo a la Taberna “Casa el Pancho”, porque a la vez de que era cliente de la taberna, al parecer había algunas razones de parentesco con el dueño. El camión fue explotado por su hijo Antonio hasta que se lógicamente se jubiló. Pero a pesar de todo y como hemos dicho en Córdoba había pocos coches matriculados, siendo la matricula más alta en aquel año de 1956, la de CO-10113., que nos dice bien a las claras la poca circulación que había por nuestras calles. Es más, la Calles los Frailes, Ruano Girón y Calle Montero, aún estaban de piedras y llenas de grillos.

EL BISCUTER

En el año 1956, viendo EL NODO en el Cine Florida, y como preámbulo de la película “Veracruz”, en la que aparecía por cierto Sara Montiel, nos comentaba que el parque de BISCUTER en toda España llegaba a la cantidad de 3.500 unidades.

Hablando de los coches BISCUTER, tenemos que hablar del que tenía Antonio Serrano Gámez, y que muchas veces nos llevó a Alcolea para bañarnos. También recordamos el que tenía Rafael Garrido, aquel representante del "Scot Brite". Pero el que mejor recordamos era aquel que era propiedad del dueño del Bar Peru, que con el dueño montado, protagonizó una escena que se nos antoja propia del cine de Berlanga,. dicho Bar estaba ubicado cerca de San Nicolás, en la esquina en la que actualmente se encuentra Confecciones Millán.

Fue al salir del Arroyo de San Rafael para girar para San Lorenzo, cuando se le debió ir aquel simpático coche y se fue a parar al portal de la casa de los Almirón, dueños de la sultana que había en la esquina de San Lorenzo con el arroyo del mismo nombre. Por delante se llevó a dos personas. Un practicante que se llamaba don Sebastián Cano Marín, con su cartera de trabajo que la llevaba siempre en las manos. Este conocido profesional de la medicina tenía su consultorio particular en Santa María de Gracia enfrente de la taberna "Casa Calzaito" , y era el encargado del Botiquín del Colegio Salesiano de Córdoba.

La segunda persona arrollada fue un hombre mayor que vendía tabaco al estraperlo, y se llamaba Matías, y era vecino del constructor “El Bola” y de la Lola Trujillo. Afortunadamente no pasó nada más allá del susto. Los primeros que acudieron a prestarle auxilio a los arrollados, fueron el guardia de circulación Gustavo Fuentes y el joven mozo de la Taberna de Manolo Minguitos, que no era otro que Rafael Carrillo Maestre, dueño actual del Restaurante el Churrasco de nuestra capital.

Hablando de Matias, el vendedor también arrollado, tenemos que decir que fue una gran persona y cuidó de su sobrino Ángel, como si fuera su hijo. "Angelillo El loco” como le decían sus amigos de la Peña el Octavo, era una excelente persona y trabajaba en todo lo que se le decía. Pero lo de llamarle loco, le venía porque en su Peña, orientada fundamentalmente para disfrutar de los peroles, cada uno tenía su misión. Pepe Polo, guisaba, y otros buscaban espárragos, leña, cortaban la ensalada o encendían la candela; pero al amigo "Angelillo el Loco", había que dejarle que realizara su pasión: “Afeitar a todos los compañeros del perol” esa era su manía de siempre y todos lo aceptaban. Al final el bueno de "Angelillo", se tuvo que ir a Barcelona, dejando su tierra y sus costumbres,  como tantos cordobeses, por problemas del paro.

Arturo Morales Contreras, de joven estuvo empleado en aquella célebre fábrica de zapatillas “LA LANZA”, situada cerca de la Torre Malmuerta, (Calle Aza), al hablar del dueño del Bar Perú, nos decía:
Paco Rael, que así se llamaba, apenas contestaba por su nombre y casi siempre atendía por su apodo de “Bizco”. Era un buen profesional del Bar, pues ponía un café de muy buena calidad, así como “tiraba” muy bien la cerveza al grifo. No obstante era un hombre algo raro, y al final se comprobó su rareza cuando murió en condiciones un tanto extrañas en su domicilio. En la papelería Cañete, enfrente de dicho Bar, se reunía un grupo de amigos del oficio de impresores y ellos familiarmente le decían a Paco, el "hijo del fraile".

AQUEL AÑO 1956

En este mismo año de 1956, D. Antonio Bejarano Nieto, que fuera Hermano Mayor de la Hermandad del Rescatado, durante los primeros años de los cincuenta, por culpa de la sequía que asoló a Córdoba en el año 1955, se encontraron sin flores para adornar el paso de su titular en la Semana Santa, y fue cuando “aprovechándose” de que era el secretario de la alcaldía, llegó incluso a pedir poco menos que permiso al alcalde para “cortar las pocas flores” que habían florecido en los jardines de la Victoria. Pero afortunadamente se cruzaron en su camino la familia Prieto que hacía pocos años que habían instalado una floristería en Córdoba y ya “importaban” claveles del pueblo catalán de Cabril. Los hermanos Prieto, propietarios de la floristería Santa Marta, ya había entrado en contacto con el italiano Farine Bienovino, que fue el que introdujo en España el cultivo industrial de flores. Y digo afortunadamente porque desde esa época los hermanos Prieto, de forma desinteresada  asumieron el compromiso de adornar todos los años el paso del Rescatado. 


A este propósito, me contaba Rafael Prieto que en una ocasión una mujer celebre de Córdoba, como era Concha “La Pichichi”, entre otras cosa, gran devota del Rescatado, pidió contribuir de forma económica en el adorno del paso y le dijeron que no, que eso una obligación que había asumido gustosamente Santa Marta, pero ante la actitud de la devota mujer, le permitieron que ella personalmente le pusiera al Cristo un ramo de claveles a los pies. Esto era en el año 1956.

LA CALLE MORERÍAS

Un grupo de amigos quisimos experimentar lo que era pasar un Semáforo, y así lo hicimos, y nada más pasar detrás “DEL VERDE”, nos topábamos con los Almacenes Rodríguez y Espejo, establecimiento emblemático de Córdoba, que se sintió orgulloso de haber tenido como empleados a personas como:

Rafael Bravo, Enrique Moreno, Rafael González, Ramón López, Eusebio Granados, Fernando Aranda, Angel Bustos, Rafael Revuelta, etc. etc. Esta tienda atendía muchos "vales de cuenta" que era el medio que tenían muchos trabajadores para poder comprar.

La sociedad de Rodríguez y Espejo, la habían formado Rodriguez Jiménez, como socio capitalista; dineros  que lo había hecho “dando cuentas por las casas” o lo que vulgarmente se decía haciendo de “ditero”. Luego cogió de socio al simpático Espejo, al que le decían por su estatura “Espejito”, que era el encargado de la tienda de tejidos “PACO HIERRO,” que estaba en lo que hoy es la Taberna de "Rafalete" el de los pinchitos en la Calle San Fernando. Este Rodriguez Jiménez, no hay que confundirlo con los Rodriguez del Tembleque, que estos eran otros y al parecer tenían un poco más de dineros. Estos últimos tenían su fábrica de aceites, harina y jabones en la Calle Dª Berenguela, aunque empezaron en un local que había en donde estuvo la antigua Comisaria de policía, por debajo del Viejo Coso de los Tejares. En su empresa de la Calle Dª Berenguela, tenían de portero a  Jesús Cosano, hermano de Miguel Cosano, tabernero de San Lorenzo, y padre de la saga de plateros que empezaron con Pablo Cosano.

Al principio de los años 1940, el notable Salesiano D. Manuel Notario, encargado de las clases del "Pozanco", ayudaba a mucha gente del barrio del Barrio de San Lorenzo, entregándoles "VALES" de favor por aceite, harina y otros productos alimenticios que donaban los Rodriguez Hnos., en su contribución como antiguos alumnos salesianos. Este formidable salesiano al final de los años cincuenta se marchó a Argentina buscando el calor familiar de una hermana suya que vivía en el país de Leo Messi. Allí falleció; era de Villabuena (Salamanca). . 

Estos Rodríguez, cuando estaban en su apogeo, hicieron para sus oficinas centrales y vivienda propia para los cuatro hermanos varones, un edificio con fachada de azulejos en color azul que por sus características todo el mundo le llamaba la “CASA DEL COÑO”, y es que todo el que pasaba y lo veía solía decir: “Coño que casa”. Este edificio está ubicado en la esquina de Avenida de Cervantes con Ronda de los Tejares y se  convirtió en edificio emblemático de los Hnos. Rodriguez, al parecer tuvieron intención de que lo realizara el constructor Federio Valera Espinosa, más que nada, porque tenía entre sus encargados a Gabriel González Ruiz, que era fuera de serie en el tema de fachadas, pero al final parece ser que lo hizo el constructor Alejandro López.

Dejando a los Rodríguez, no paramos en la Calle Marqués del Boíl, y de lo primero que tenemos en cuenta fue de la lotera tan guapa que había en aquella Administración de Loterías, que se llamaba Carmen, (pariente de Zurita, el cuñado del rey) era una mujer de verdad, de esas que se llamaban de “banderas”. También nos enteramos con alguna reserva de que esta lotera llegó a tener alguna relación con Eugenio Corell, un afamado republicano valenciano, que se vino a Córdoba y empezó su actividad como empresario agrícola. Enamorado de los caballos y los coches de tiro; fue de las primeras personas que empezó a explotar en Córdoba el cultivo de naranjos de forma moderna. Compró una finca que fue de D. Rafael Castejón, situada en la carretera de Palma del Rio, muy cerca de los viveros de Santa Marta.

Luego pasamos al Bar Miami, que en aquellos tiempos empezaba a estar atendido por Rafael Sánchez Aguilera, que había sustituido en el bar a su hermano Felix, que ya estaba destinado como cocinero para El Hotel Córdoba Palace, que estaba a punto de inaugurarse.

Luego nos habló del Salón de Billares, que había también en esa calle y donde presenció muchas veces jugar a uno que le decían “El Chino” que era un maestro. Habló de que había una mesa en la que se solía jugar al dinero y allí entraba mucha gente de Córdoba, para jugar “a las treinta”. El singular "Fra Polo", también frecuentaba este billar.

 Al hablar del nombre de la Calle, (Marqués del Boil), nos dijo que aunque poco el marqués del Boil también había sido cliente de su abuelo y que el nombre de la Calle fue un detalle del Ayuntamiento con Francisco de Paula Arróspide y Marimón, que ostentaba el Marquesado por aquellos tiempos a principios de siglo XX.

Luego más adelante nos habló del entierro del hijo de este marqués que se llamaba, José Mª Arróspide Ruiz del Burgo Marqués del Boil y conde de Albatea, que falleció en 1955, su entierro fue uno de los llamados de “cruces” a los que acudían sacerdotes y cruces de todas las parroquias. Antes de enterrar a este hombre llamó mucho la atención que al abrir el ataúd para dar fe de que se enterraba al difunto "correcto", un grupo muy etiquetado de los asistentes al funeral, procedieron a arrojar hojas de papel con una escrituras comunes a todos en donde ponía BULA, acto seguido y después del consabido responso el cadáver fue enterrado en su panteón.

Saliendo de esta calle nos llevó a recién inaugurado Bar IVORI y nos dijo que en esta Bar era donde se reunían un importante grupo de Cursillistas de Cristiandad, que tenían como líder en Córdoba a don Juan Capó Boch, este sacerdote mallorquín se trajo para nuestra ciudad la idea de los cursillos a los cuales los impulsó desde la emisiones matutinas en la radio, “DE COLORES”, en que se daban reflexiones para los cursillistas que las escuchaban. También muy cerca de aquí formaban tertulia habitual algunos toreros, de forma especial los Zuritos, Antonio, Manolo y Gabriel, y buena parte de sus amigos.

Más allá estaba el Bar Colonial, como su nombre indicaba, era un lugar en donde se respiraba un ambiente muy al estilo inglés; por lo pronto tenían su propia plantilla de “betuneros” para el limpiado de los zapatos, uno de ellos era Rafael Gil, el padre del “cachas negras”. El café de este bar era de los más exquisitos de la zona centro, y eso se comprobaba por la calidad de “las gransas” que te vendían y que aún aguantaban un par de hervidos más en el puchero en las casas populares..

Siguiendo por la calle y formando un pequeño vértice estaba La Taberna la Verdad, que era un lugar de reunión del personal de comercios y oficinas, que solían reunirse a la salida de sus trabajos. Tenía unas buenas especialidades en tapas. Una casa más hacia el Gran Capitán (Cerca del Colegio de Abogados), estaba en la primera planta "Industrias Parsi", dedicada al tema de extintores y en una planta superior había un consultorio médico de una Mutualidad de papel y Artes Gráficas,  y que había un médico de huesos que era D. Carlos Aguilar, uno de los primeros médicos en utilizar la moto Lambretta. Por los patios se podían ver restos de unas excavaciones de un Foro Romano que según la prensa había aparecido por esa zona colindante.

Tenemos que decir que el Delegado de "Industrias Parsi", fue uno de los que montaron en Córdoba, la famosa caseta de “SOBRE LA MARCHA”, en los añorados jardines de la Victoria, cerca de la caseta Municipal. 

Aquella Caseta, causó sensación en Córdoba durante muchos años. Por cierto el cartel anunciador de la caseta fue realizado por el famoso cartelista-retratista, Ricardo Anaya Gómez, que aquel año de 1956, pintó el cartel anunciador de la Semana Santa de Córdoba, representando a un grupo de nazarenos de los Dolores en la Plaza de Capuchinos, al fondo, el Cristo de los Faroles y la Iglesia del Hospital de San Jacinto.

Y siguiendo en dirección al Gran Capitán y en la acera de enfrente nos encontramos con la tienda de zapatos de don José Reyes, persona sensacional que vivía en la Calle Manchado, cerca del escultor Camacho, y que para imitar a sus parientes de Calzados Toril, irrumpió en el mundo del calzado. Nos llamaba la atención de forma especial la portada del establecimiento que la decoraba con “Una reproducción a gran tamaño de la carta del Rey de Copas”.

Un poco más abajo y en la misma dirección estaba la Delegación de Apuestas Mutuas Deportivas Benéficas, que era el organismo que controlaba las quinielas de fútbol. El delegado de esta Institución era el periodista Antonio Quesada Chacón, corresponsal del diario ABC en Córdoba. A aquel centro fue a donde acudió a mitad del año 1952, Manuel Jimenez Torres, para cobrar el premio de la quiniela que había acertado cuyo importe rondó cerca del medio millón de pesetas.  Con ese dinero compró el traspaso de la histórica Taberna Casa Armenta de San Lorenzo.


Y más adelante nos encontramos la puerta falsa del Palacio del Marqués del  Boíl, que es el edificio que hoy ocupa la tienda “Zara”. De este familia los Arróspide, hasta hace poco ha sido la propiedad del cine Góngora, que finalmente lo ha vendido al Ayuntamiento de Córdoba.