miércoles, 20 de febrero de 2013

EL BRONCE



El singular Alfonso Gómez, ha escrito una trilogía de libros en los que quiere reflejar la gente de Córdoba, que protagonizó, las fiestas y las noches de nuestra ciudad, “callada y sola”, y que transcurría desde “El Realejo para arriba”. Eran las personas que formaron parte de aquellas fiestas, aquellas juergas, y que disfrutaron de las buenas compañías en aquellas salas de fiestas y de diversión, que proliferaron en la Córdoba nocturna de aquellos tiempos 1950-1960. Mientras, la mayoría de los “currantes de a pie” sometidos a horarios e incluso a relevo, no tenían más remedio que estar entregados al descanso reparador.

En estos libros abundan los BRONCES ETERNOS. Con el máximo respeto quiero justificar a los profesionales de aquellos locales, que no tenían más remedio que trabajar a esas horas de la noche. También sería justo incluir en la disculpa a aquellos que después de cumplir con sus obligaciones, dedicaban un rato a echar una "canita al aire". Desde luego aquí no puedo incluir a los que solamente se dedicaban a vivir “su vida” sin pegar un palo al agua.

LAS CAMPANAS

La primera noción de lo que era el BRONCE, lo tuvimos cuando por primera vez subimos a la torre de San Lorenzo, (1952), y los mayores nos explicaban de que las campanas eran de BRONCE. Para nosotros aquello era una agradable sorpresa, ver aquellas campanas que daban vueltas y vueltas y cada vez sonaban mejor. Todavía recordará Pepe Quíles, a aquella campana que le pusieron “La Quila”, por lo bien que la volteaba. También hay que recordar a Pepe Moyano “El pollo”, a Pedro Pareja, “Perico”, a Paco Serrano, “El gafas”, a Miguel Serrano “El sacristán”, a Evaristo Zamorano, a Antonio Granados “El largo”, A Joaquín Montoro “El Chache”, y tantos y tantos más, que por aquellos tiempos se ilusionaban con el hecho de subir simplemente a la torre para tocar las campanas. Por aquellos tiempos el reloj de contrapesos, que había sido instalado en 1912, funcionaban perfectamente y de su mantenimiento se cuidaba Luis Castillejo, relojero de San Pablo, que delegaba en un joven mecánico que vivía en el Arroyo de San Lorenzo, y que era vecino de José Montes Delgado, que después de la Universidad Laboral se asentó en Madrid. (1957-1964)

Desde la altura casi mágica de la torre, se disfrutaba al contemplar el esplendor del Corazón de Jesús de las Ermitas, iluminado de noche, y no digamos, cuando en las tardes de verano, se podían apreciar a muchas jóvenes que intentaban ponerse morenas al sol de sus azoteas, como era la moda por aquellas fechas. (1952)

Muchas veces se sorprendía en una azotea, a alguna mujer algo mayor, con su delantal “meando de pie” como si tal cosa, en una cubeta del cuarto de pilas. Las azoteas en general estaban al descubierto y se comentó mucho por el barrio un “romance” que se fraguo entre uno que estuvo en la torre y otra que estaba en su azotea. El galán de este romance fue un tipo apodado “El Chato del peluquín”.

Había que darle un BRONCE de recuerdo al desgraciadamente desaparecido en plena juventud, Antonio Granados, que con lo habilidad que demostró para toda clase de juegos e incluso para la fotografía digital, era como un eterno niño. El seguía creyendo aún por aquellas fechas (1956), que las Espadañas de la Iglesias de el Carmen de Puerta Nueva y el de la Iglesia del Asilo, eran ambas la mitad de una torre partida en diagonal, al menos así le parecía a él y a muchos chavales.

Desde lo alto de la Torre y cerca del BRONCE de las campanas, se podía apreciar el lugar más alto de Córdoba, como era la cúpula de Santa Victoria, que superaba a los demás edificios y monumentos. Además se veía una panorámica única en la vida de las pequeñas azoteas.

A lo lejos se divisaba la Torre de la Catedral, como referencia a lo lejos de la Singular Mezquita-Catedral. Esta torre coronada por el Arcángel San Rafael,  fue un proyecto final de Hernán Ruiz III, que lo terminó en 1598. El BRONCE de sus campanas le da un toque especial a este cuerpo maravilloso de torre. Nada más que la peana del San Rafael supera los dos metros.

En cuanto a la Torre, su actitud de elegancia erguida, quiere en cierto modo ser espejo de esas 1161 columnas de la Mezquita, que o bien sujetan los arcos de las 19 naves, o las más pequeñas que decoran las cúpulas, el Mihrab, e incluso las portadas de la fachada. Las columnas más bellas son sin duda las columnas de la ampliación de Alhaken II. En la Iglesia de San José y Espíritu Santo, (Campo de la Verdad), hay columnas que pertenecieron al reformado crucero de la Catedral. En la Mezquita inicial de Abderraman I, las columnas curiosamente no estaban arriostradas entre si en su base, y con la ventana transparente que hoy tienen en su peana, se puede ver que prácticamente cada columna es de una medida, lo que nos confirma que se trató de un material de “acarreo”, es decir, traídas de otro sitios en donde ya habían estado colocadas. Esto justifica porqué esa Mezquita inicial se levantara en un corto espacio de tiempo.

Quizás por ese tipo de anclaje de las columnas, y por el empuje del edificio, el muro norte de la Mezquita se vino abajo (zona en donde están actualmente las Celosias), aquello fue en 1463 y le tocó arreglar aquel derribo al Obispo don Gonzalo de Illescas, fraile jerónimo que fue educador de la Reina Isabel la Católica. El edificio soportó perfectamente el famoso terremoto de Lisboa 1755, ya que que lo único que fue afectado en la Mezquita Catedral, fue el recientemente inaugurado Coro de la Nave Central, que había sido la gran obra del sevillano  Pedro Duque Cornejo. El terremoto que duró el tiempo en que se reza un Credo, según consta en nota marginal de un acta capitular del 1 de noviembre de 1755, afortunadamente no produjo grandes desperfectos en el edifico general.

El arquitecto y critico de arte Chueca Goitia, al comentar el comportamiento de este edificio en el terremoto, vino a decir: "Cada columna, con su capitel y su cimacio, se habían comportado con la elasticidad de movimiento de una rodilla humana".  

Y siguiendo con las curiosidades, hay que recordar a Ángel Moya, que en una de las pocas veces que subió a la torre de San Lorenzo, además que repicar con las campanas de BRONCE, tuvo la curiosidad hasta de "contar” que desde esa  altura, se divisaban hasta 28 palmeras, que sobresalían de sus jardines, o patios, próximos al barrio.

Experiencia sobrecogedora, fue la que nos llevamos la noche de aquel día 1 de noviembre, (víspera de los difuntos), que habiendo subido a doblar como era habitual por aquellas fechas  y quizás por el BRONCE de las campanas, al producirse un relámpago, se nos llenó toda la torre de una luz azulada que nos resultó cegadora. Todos nos acojonamos y echando escaleras abajo, cada cual corrió todo lo que pudo. Atrás se quedaron las campanas, EL BRONCE  y la tormenta. Joaquín Montoro “El Chache”, continuó corriendo hasta la calle de los frailes que era en donde estaba su casa.

LA ANTENA de 62 metros.

También hay que recordar a Antonio Morales Arquillo, “El Pulga”, (buen pelotero) y uno de los chavales más espabilados en la recolección de chatarra que había en el barrio. Esta labor la realizaba junto con “El Búfalo”, y su hermano Manolo. Un día a mediados de los cincuenta, subieron a la torre y se llevaron una soberana sorpresa, cuando divisaron a la altura del centro, aquella torre de hierro que sobresalía por encima de los edificios. Se trataba  de la antena que instaló la Emisora EAJ-24, Radio Córdoba, Esta torre estaba instalada en el patio que había en la primera planta de aquella casa de la calle Alfonso XIII, propiedad de un tal Bermudo.

Efectivamente desde el portal se subía un tramo de escalones y se accedía a la planta primera, en donde a la derecha, estaban las dependencias de la emisora y a la izquierda había un pequeño patio, en donde se había instalado tan aparatosa antena, a base de angulares de 100 y 70 mm, todos ellos ensamblados con roblones. La antena por su trazado de pie a cabeza, era una mala réplica de la torre Eiffel francesa.

Fue llegar la antena a la Calle Alfonso XIII, en donde estaba la emisora de radio, y terminar aquellos programas infantiles de RADIO CHUPETE, que se celebraban en la tarde de los jueves, y que eran patrocinados por caramelos HISPANIA, de la Avda. de Cervantes. A este programa fuimos más de una vez, llenando aquel salón de actos, forrado de paneles de corcho, en donde actuaron Loli Camacho, Trini Fernández, y Lola Trujillo, tres jóvenes del barrio (San Lorenzo-San Rafael-San Agustín). Recuerdo que no ganaron el concurso, pues éste, se lo llevó una muchacha de la calle de los Moriscos, que se llamaba “Clarita” por lo que tuvieron que conformarse con el BRONCE.

Debió suponer un gran esfuerzo el introducir dicha antena (hierro a hierro), y subirlos por aquel estrecho portal y aquellas escaleras. El trabajo de ensamble y formación de la torre a base de roblones, debió suponer una obra importante para aquellas fechas por los escasos medios de que se disponía. La antena, tenía la misión de recibir la señal de un poste que había  situado en la Sierra. Da la impresión de que dada la polémica que plantean en la actualidad las antenas, aquella no tuviera todas las garantías de "salubridad" necesarias.. En su parte superior estaba coronada por unas luces indicativas de seguridad. En realidad esa altura de 62 metros, estaban justificados, porque estaba rodeada de edificios de importante altura. Estuvo allí montada como unos 30 años, fecha en la que se decidió desmontarla, sobre todo al abandonar la Emisora aquellas instalaciones. ´

Por allí pasaron varias empresas para “ofertar” el desmontaje. (cortado con soplete). Una de ellas fue Unión Cerrajera Cordobesa, con Paco Losada, al frente, que dieron un precio de 68.-Pesetas Kilo desmontado, más el hierro de chatarra resultante. Finalmente la desmontó Industria LEGAJI establecida en las Quemadas. Excuso decir el trabajo que conllevaría el desmontar tanta cantidad de angulares de 100-70 mm. y sacarlos a la calle hasta el camión de carga.

EL "DIARIO" EMPAREDADO

En la casa de Alfonso XIII, en donde estaba ubicada la emisora, EAJ-24 Radio Córdoba, era propiedad como hemos dicho de un tal Bermudo. Por el año 1969, y en cualquier obra de ampliación o remodelación dieron con una estancia “emparedada” en donde encontraron una colección casi completa del DIARIO CÓRDOBA, desde sus comienzos en 1854, a poco antes de la guerra de 1936. Estaban perfectamente encuadernados y sólo faltaban algunos ejemplares. La aparición de esa colección hizo acudir a muchos intelectuales, curiosos, e incluso miembros de la Real Academia de Córdoba, para contemplar aquello que era “una joya”. Al menos así lo consideró D. Federico Algarra, (dueño de la emisora) que le dio a dicha colección un trato exquisito y de importancia.

Al fallecimiento de D. Federico y con el traslado de la Emisora a la calle García Lovera, sus descendientes, donaron dicha colección a la Universidad de Córdoba, que llevaba ya varios años en funcionamiento.

Se ha especulado mucho con el origen de dicha colección (su propietario), pero la más razonable es la que insinúa que pudo pertenecer a un miembro de la saga de los Lovera, que por otra parte eran los dueños del periódico

A pesar de que aquel salón de actos estaba “aislado” con paneles finos de corcho, tenemos que decir que muchas veces sobresalía al patio de la “antena”, las voces de Rafael López, Paco Vargas, Josefina Quirós, Paco Robles, Pepe Anta, Paco Peñas, y otros locutores que allí hacían de las suyas con el micro. Sobre todo en aquellas SUBASTAS DEL HERMANO BONIFACIO, por Reyes Magos.

Hubo muchas personas que sin ser locutores, en aquellas fechas (1954), merecieron el BRONCE de los campeones y que trabajaron en la administración tanto de la emisora como de la compañía de Seguros Covadonga, que también era de D. Federico. Me refiero a Manuel Jiménez, Pepe Bustos y Jiménez Monterde,  entre otros. Ellos eran los que atendían a los clientes que solicitaban discos dedicados, así se explica que casi todos los días y en la sesión de discos dedicados, de la sobremesa,  se oyera:

A CONTINUACIÓN ESCUCHEN USTEDES UNAS JOTAS ARAGONESAS DEDICADAS POR D. RICARDO SOLANAS, para todos los radios oyentes. O estas otras jotas que dedicaba todos los días un tal, CAMPOS SERRANO DE CABRA, igualmente para todos los radio- oyentes de radio Córdoba.

Al hablar de BRONCES tenemos que hablar de las muchas fundiciones o seudo-fundiciones que había en Córdoba, de este metal y latón. En la calle Pedro Verdugo, estaba la de los hermanos Peña, laboriosos personajes. El cojo, era un gran profesional y mejor persona, y su otro hermano, siendo también gran persona, era un poco “más raro”. Un año quiso salir en la procesión del Cristo del Calvario, y su empeño fue hacerlo “en todos los sitios”, es decir de costalero, con vara y con cirio. Quizás el mejor BRONCE que salió de este taller, por su terminación y belleza, fueron las hermanas de los Peñas, que eran una mujeres bellísimas.

Muy cerca de allí y en el arroyo de San Lorenzo, en lo que fue un Antiguo Cine de verano, se ubicaban varias industrias. Estaban los mecánicos Camacho y Serrano, Carpintería Gordillo y la fundición de Bronce, de Caparros-Arrizabalaga. El dueño de esta fundición (Caparros,) fue El “Ángel Nieto” de Córdoba, en las carreras de motos. Siempre que había competiciones en el “Circuito de la Victoria, el se enfrentaba a todo el mundo, especialmente a los hermanos Carlitos y Demetrio del Val, que por aquellos tiempos (1950), eran los ídolos de la motos en España. 

Pero en esta fundición ocurrían otras cosas más simpáticas. Los miembros del taller habían tenido la santa paciencia, de coger uno a uno, a una docena de ratones y ponerle en los lomos una simulación de la camiseta del Atlético de Madrid, con sus números de equipo. Cuando llegaba la hora de la comida, unas simples palmas de Fernando, (entrenador), era suficiente para que todos los ratones acudieron a su encuentro para comer. El gato ya familiarizado miraba como un espectador más y hcía incluso de juez de linea.

Entre el resto de abundantes fundiciones que había en Córdoba, vale la pena comentar la anécdota que ocurrió en el Campo de Fútbol de Lepanto. Fue con motivo del campeonato de fútbol de empresas que se celebraba en dicho Estadio. Un día jugaba La Cordobesa en contra del equipo de Perfecto Sillero, y el partido estaba muy igualado. Cerca del final el delantero de la Cordobesa, el popular “Lucas” (encargado del cine Coliseo San Andrés), fallaba un gol cantado delante de la puerta que daba al barrio de Cañero, y fue tal el cabreo que le proporcionó su fallo, que optó por darse un cabezazo contra el suelo abriéndose una brecha en la frente. Este detalle de amor propio quedó para siempre como UN BRONCE, en el recuerdo del amor propio.