domingo, 20 de enero de 2013

LOS PÁJAROS


Los pájaros fue una película estaunidense de 1963, dirigida por Alfred Hitcchock y protagonizada por Tippi Hedren y Rod Taylor. Sin ser la mejor película del director inglés, tiene su gran suspense, dándole un protagonismo de maldad a la pacifica gaviota, y otro de observador malvado, al oscuro cuervo. Ambos pájaros desencadenaron unas situaciones que les hizo vivir a los espectadores, momentos de escalofríos sentados en sus butacas.

Pero en la vida real cuando a alguien se le quiere decir “vivo” por aprovecharse de cualquier “ventaja”, se le dice que es un “pájarillo. Igualmente se le dice “pájaro”, a aquel que aguanta estoicamente todo lo que le echen, y observa y mira “sabiéndolo todo”, pero guardando un silencio cómplice con todo el mundo.

Ya el nivel de “pajarraco” se le da a aquel que sobrepasa todos los límites. En la película los belicosos y agresivos son dos tipos de pájaros, pero en nuestra vida real, hay a muchas personas que le pusieron el apodo de pájaro, para reconocer en él, una persona “abúlica o déspitada”.

En Córdoba, se han oído los apodos, como el de Rafael López “El Grajo”, gran aficionado al cante grande e hijo de una singular malagueña que cantaba de maravilla las malagueñas. El de Luis Bárcenas “El Buho”, que huía de toda tertulia o reunión y que se acorazaba en su “yo”. El de Pepe Bravo “El Gorrión”, excelente empresario de la hostelería, que fue de las primeras personas que en Córdoba, condujo un coche inglés con su volante a la derecha. El de Antonio “El Canario”, el rey sin corona de los nenes de la Calle Abejar, por sus exhibiciones en el Molino Martos. El de Enrique Bustos “El Murciélago”, que acompañaba a José Fragero en la noche cordobesa. El de Antonio López “El Cojo Tórtola”, zapatero de la plaza de San Rafael,  vecino de la “Repulla”, que quería saber  tanto de amores como de pajaritos con las redes. El de José Vázquez, “El Aguililla”, de la Calle Alfonso XII, que era el que más sabía de muertos y de copas de vino en casa “Chicuelas”. El de  Lorenzo Ruiz “El Perdigón”, que vivía cerca de la piconería del Genaro, y que se pasó media vida “echando las cartas”. El de Pepín “El Mochuelo”, éste último se correspondía con un agradable tabernero, que regentaba el bar “Los Mochuelos”, en donde allá por los años 1950, hubo colgado un ejemplar de este animal en el patio, muy cerca de donde pone el cartel “DE AQUÍ A LA CALLE RAVE”.

Y siguiendo por el mismo barrio, tenemos a Rafael Luque, sacristán de la parroquia de Santiago, que le apodaban “El Loro”, entre otras cosas porque tenían una nariz muy parecida al pájaro hablador. Al realizar sus cantos de iglesia, su nariz, daba un timbre especial a su voz. Este hombre vivía muy cerca de la propia parroquia, junto al pequeño Hogar parroquial que hubo antaño y que curiosamente fue donde un grupo de jóvenes de la JOC, fundaron en Córdoba, la primera célula del sindicato Comisiones Obreras. Al frente de aquel grupo estaba José Balmón Castell, que fue aprendiz en la Electro Mecánicas. Con el paso del tiempo, ha habido algunos “pájaros politicos”, que se arrogaron para si toda la autoría de este hecho.

Pero vamos a desglosar algunos casos tipicos e inofensivos de “pájaros”.


“El Pájaro”

Era el simpático apodo por el que se conocía a Rafael Rodriguez Caballero, maestro de Aparellaje.

Desde su entarimada mesa y siempre acompañado por el “chato Duarte” su lanzador, aquella mesa era el lugar a donde además de pedir trabajo (faena), llegaba todo el mundo para recabar información, o solicitar la presencia de Alfonso Muñoz, Manuel Cuevas, o Antonio Álamo, que eran los jefes de equipo, para solucionar cualquier problema de interpretación de planos, o algún problema relacionado con la fabricación.

A pesar de que le decían “el Pájaro”, jamás se portó como tal, pues nunca se espantó ante los millones y millones de perforados que durante su periplo laboral, tuvo que escuchar de la mayor máquina de la sección: LA WIEDEMANN, una punzonadora alemana, que tenía prácticamente detrás de la oreja. Esa máquina de plato rotatorio, era hábilmente manejaba por Manolo Losada “El calabazo” y su amigo Manuel Dominguez el “Chester”. Erán tan hábiles en el manejo de la misma, que muchas veces incluso les sobraban  las “coordenadas” que elaboraba como nadie Abilio Antolín. Las más ruidosas de estas perforaciones, eran las que se hacían en aquellas gruesas tapas de transformadores, que encargaba el incansable Pedro Reina Ramírez.

Algunas veces la silla del “chato Duarte” lo ocupaba el buenazo de Manolo Herrera Aranda, que iba a diario a contabilizar la mano de obra de la sección. Allí se sentía como si estuviera en su casa, pues de una vez y otra conocía a casi todos los operarios, y estos le apreciaban. Hablaba de todo, incluido el dominó que era su debilidad y que él jugaba como un maestro en su Peña la Galga del Barrio de Cañero. Hasta lo enganchó Luis Fernández “El tarta”, para que hiciera los Cursillos de cristiandad.

En importancia, después de la Wiedemann, estaba la Plegadora, que era una máquina que tampoco paraba, y en ella estaba el compadre de Rafael Rodriguez,  que se llamaba Manolo Carreras, pero al que apodaban “La Cula”, quizás por la postura que adoptaba cuando le tocaba enderezar o conformar chapas. Manolo Carreras,  además de gran profesional era una figura en el arte de guisar, sobre todo en el tema del arroz. El se jactaba de que lo “mareaba en seco” como lo hacía Pedro Moreno, de la Peña Puerta Nueva.

Enfrente de la mesa estaba Rafael Becilla, el hombre que en su máquina de soldadura por inducción, posiblemente gastaba más plata, que todos los plateros de Córdoba juntos. Becilla, era forofo del Real Madrid y en su taquilla enseñoreaba de forma destacada, la foto del aquel Real Madrid que le ganó al Córdoba un partido por el tanteo de 6 a 12. Fue el día 28 de agosto de 1955. En ese partido Di Stéfano, marcó un gol dejándose caer simulando el muerto.

Detrás de esta máquina, estaban las famosas cortinas que delimitaban la sección de soldadura. En aquella sección los lideres, sin lugar a dudas, eran Blas Pérez Poyato y Rafael Conejo Córdoba, que tenían como ayudantes al simpático Antonio Maldonado “El mangui” y a José Padillo Cantos, estos dos estaban siempre liados en su trifulca particular de demostrar que uno soldaba mejor que el otro.  También andaba por allí José León Cosal, “El Pimpe” del Campo de la Merced, que además de soldar como los ángeles, alardeaba de que era de los pocos que había conseguido un titulo homologado de “macho ibérico”. Como protestones o queriendo sacar la cabeza por algún lado estaban, El “Picota” José Morales, y Antonio Morales Lara “El pegolillas”, apodo que se lo puso Pablo Tena, su jefe de equipo, porque siempre tenía la cabeza llena de  pegoletes.   

No podemos dejar atrás en la sección del “Pájaro” a Manolo García, “El Pololo” personaje irrepetible de aquellos tiempos, y que siempre andaba a la gresca, de forma simpática y casi familiar con el singular Antonio Mohedano Becerra, “El Panchito”, personaje que hacía del corte con soplete, poco menos que un arte, o un juego distraído y ameno. El “Panchito” era prudente y socarrón y por su carácter aguantó una y mil fechorías, que le hizo el tal “Pololo”. Su puesto de trabajo, estaba detrás de aquella enorme prensa Blanch, máquina, que manejaba como nadie el  amigo Francisco Córdoba, “El Toroja”. En aquella prensa Blanch,  se embutían las famosas “Virolas” que coronaban la caja superior de los interruptores MFA-150, que era el producto estrella de aquella división. De dicho producto (interruptores Magrini), eran grandes expertos Bartolomé Díaz Caparros, Francisco Millán y Cristóbal Duarte “El pujao”.

Por aquellos años, andaban por allí unos aprendices, encabezados, por Rafael Plata, José Cruz “El Richard”, Francisco Moyano “El poya”, Medina, (el sobrino del “Meino”, aquél que en un accidente, se cortó un dedo en la tijera, mientras escuchaba por radio, el combate de boxeo entre Casius Clay y Sony Listón),  y como no, Nuñez Magaña, el aprendiz, quizás el más bajito en estatura, pero al que todos querían como si se tratara de un gran hijo o hermano. Le llamaban de forma cariñosa “El Muiño” y la sección entera lo elevó por unanimidad a presidente del Comité de Empresa, y nunca les defraudó.

Era el año 1963, y a media mañana, se cunde como un reguero por la mesa del “Pájaro” que en el Colegio de la Divina Pastora de Córdoba, había tocado el número 19936, que se correspondía con el gordo de navidad. Aquello fue el escándalo para aquellos que dentro de la sección llevaban algunas  papelíllas de 15 pesetas la participación. El poder y la autoridad del “Pájaro” pocas veces cuestionada, fue sustituida por todo el mundo que abandonando por momentos sus tareas, se acercaban a la radio que tenía el “chato Duarte” para confirmar aquella verdad. Hasta el Jefe de taller Sr. Moreno, al que apodaban “La Lola”, (por el tic nervioso de tocar los palillos), se acercó a interesarse por la lotería.

El “Pájaro” era el maestro más antiguo de la Div. Aparellaje, el venía de fabrica de motores y cuando abrieron esta fábrica en 1959, (el mismo año que ganó el Tour de Francia, Federico Martín Bahamontes.) se incorporó  a la sección de Chapistería.

También tenemos que reseñar que en ese mismo año 1959, fue visitada la fábrica por alumnos de la Universidad Laboral, (Colegio Gran Capitán), que al cargo de un profesor de Tecnología, (de Linares-Jaén), llamado Sr. Berrocal, nos presentamos allí siendo perfectamente atendidos por un señor llamado Tafur Jorge, perito industrial y hombre que debió ser importante en las relaciones públicas de Cenemesa.

EL “Lechuzo”

En la Calle de la Banda (hoy Jesús del Calvario), y enfrente del cine Astoria, vivía Ángel Chacón, que era un hombre pacifico y muy buena persona. No podía negar que le gustaba mucho el sabor del vino, pero no obstante reconocía, que eso no podía ser labor de todos los días. Por ello alternaba una de cal y otra de arena, y cuando le tocaba quedarse en su casa, solía permanecer mucho tiempo asomado a su ventana, de forma estática y mirando todo lo que pasaba, con un lento movimiento de cabeza. Por dicha forma de girar la cabeza, su amigo Miguel Serrano “El Artillero”, le dijo que se parecía mucho a una lechuza, por lo que el mismo le puso “El lechuzo”.

Ángel Chacón,  era cliente fijo en la tabernilla de la esquina Calle el Trueque, propiedad de Antonio Bejarano, el hijo de “Pepe la Fila“. Allí entraban los hermanos Afán, entraba Juan de Dios, el “pescaero”, entraba, D. Ángel el polícia, entraba el “Cañoneras”, entraba Rafael del Rosal, alguno de los Almogueras, el hijo de la “Sarapia”, Manolo Pérez, “El Capuchinos”, Ricardo Fernández, “El cachumbo”, Juan Ramón “El carnicero”, Antonio Murillo “el guitarrista”, Juan López el “Asaura”, Antonio Vicente “El lambrea”, Rafael Alcaide “El cojo Palanca”, etc. etc.  Pero él, con el que tenía mucha confianza era con “El Artillero”, aquel trabajador que durante toda su vida laboral,  se le vio tirando de su carro de “varales” transportando chivos, gallos y gallinas.

Muchas mañanas, cuando el salía a trabajar, ya se encontraba en la ventana a su amigo Chacón, mirando con la fijeza y el giro de cabeza de una lechuza. Fue el “El Artillero”, el que como hemos dicho le puso el apodo, y es que el simpático transportista, tenía muy buenos golpes. Cuando el vino le empezaba a hacer su efecto, y el tabaco de "cuarteron y matalauva," le quemaba ya los dedos, solía comentar:

“Que la gallina era un animal con el que se solía pagar en la Edad Media, para cuadrar el importe final de cualquier tributo”.

Se podía decir que era un hombre ilustrado en muchas cosas naturales, por ello él le asignaba a las gallinas poderes contra la “brujería” “el miedo” y el “espanto”.

En el año 1969, debutaba como novillero Rafael Saco Bejarano, el hijo del “Niño Dios”. Que de torear de “salón” en la Plaza de San Rafael, la familia y sus amigos organizaron un autocar para ir a verlo en su debut en Montoro. Como hacían todos los toreros en sus comienzos, su familia animó a mucha gente para que presenciara la novillada en Montoro. Uno de los primeros en apuntarse fue Angel Chacón, “El Lechuza” que animado por la invitación, llevó incluso una gallina blanca que le había regalado su amigo el “Artillero”, con ánimo de tirársela  al torero después de su esperado triunfo.

La Vuelta al Ruedo

Hacía calor, (era el mes de agosto fiesta de San Bartolomé), y hasta la gallina sudaba. Empezó el festejo y Rafael Saco Bejarano, el torero que abría el cartel, a pesar de su buena voluntad, la verdad es que no estuvo nada bien, y hubo que contener “Al lechuzo” que estaba nervioso y loco por echarle la gallina al torero, queriendo imitar lo que había visto en el NODO, que hacían los mejicanos con sus toreros.

Si mal estuvo en el primer becerro, en el segundo aún estuvo peor, pues anduvo huyendo todo el rato de la cara del animal. El simpático Ángel Chacón, con dos copas de más, se tuvo que quedar con la gallina, pues el panorama de protestas en la plaza, no estaba para “echar gallina alguna”, so pena de salir todos abucheados.

El nerviosismo del “Lechuzo” se lo debió transmitir  a la propia gallina,  que esta pegó un salto y se escapó por aquel graderío semivacio, que aguantaba aburrido todo lo que pasaba en aquel erial seco que era la plaza. La gallina, revoloteando fue a parar al "palquillo" en donde estaban los músicos. El de la trompeta, que se estaba comiendo un trozo de pan con tocino, quiso cogerla y lo único que hizo fue dar dos manotazos al aire y la trompeta se le cayó al callejón. Su compañero el de timbal, quiso también agarrar la gallina y se la apretó contra el pecho y por la presión o por lo que fuera, la gallina se le cagó en su blanca “guayabera” y el calor de la “caca”, le hizo espantar las manos y la gallina se le volvió a escapar. Al sacudirse la caca de la gallina, parte de esta le salpicó al cabo de la guardia civil que ocupaba su puesto en el callejón,  y empezó a protestar de forma autoritaria contra el músico. A todo esto la gallina seguía su periplo de palco en palco, y los pocos aficionados que había en la plaza, estaban más pendientes de la gallina que del torero y el becerro. 

En un último salto de la gallina por recuperar la libertad, ésta arañó en una mano a Antonio Murillo, que cojeando salió corriendo para atrapar a la dichosa gallina, quiso ayudarle Rafael Alcaide, “el Cojo Palanca”, pero tampoco lo consiguió. La risa general se estableció en la Plaza, y hasta se olvidaron como hemos dicho de la becerra, que a fuerza de pinchazos, el torerillo de turno, la iba a dejar como un colador. Fue en el palco que ocupaba Antonio Bejarano, con Ricardo “el Cachumbo”, y el hijo de la “Sarapia”, que aparentaba ser la presidencia, en donde se paró la gallina, junto a la bajada de una tubería vieja de desague. Al al intentar cogerla “El Cachumbo” que era algo bruto, terminó derribando parte del bajante y el mismo canalón, que cayó en medio del callejón junto a los pies de los mozos de espada y los auxiliares de capotes. Además el canalón en su caída, arrastró a una especie de colgadura y las flores de papel que adornaban el palco.  Ya con todo en el suelo del callejón, trompeta, canalón, flores e incluso la “caca” de la gallina. 

El  animal que ponía los huevos, estaba en medio el ruedo “pidiendo guerra”. Fue el hijo de un tal Evaristo, (El regaor), que con la ayuda de Francisco Paz, “El maño” que andaba por allí con los capotes, saltó la barrera y se lanzó en plancha agarrando a la dichosa gallina. Al final los protagonistas del ruedo eran el “maño” con el canalón, la trompeta, las flores y la colgadura en la mano, y el muchacho con la gallina. A este último le pidió el público que diera una vuelta al ruedo. La gallina blanca del “lechuzo” fue la triunfadora de la tarde.

La aventura de la gallina desbordó al bueno de Ángel Chacón, y nada sabemos en donde terminó su animal. Si sabemos que él terminó con unas copas de más, de la “damajuana” que llevaban en el autocar de “Fino los Palcos” de  Pérez Barquero.

Olvidado lo de la gallina, lo que si podemos afirmar es que nuestro amigo el “Lechuzo” desde su ventana, ubicada frente al Cine Astoria de verano, pudo comprobar como nadie, el gentío de personas que acudió para ver la película “LA HERIDA LUMINOSA”. Esta película fue una buena oportunidad de taquillaje, que se le presentó a este sencillo empresario (posiblemente el más pobre de Córdoba),  pues la película estuvo en cartelera unos quince días del verano aquel de 1957. Nos dijo Rafael Figuerola “Falines”, que colaboraba en la cabina del proyección, que la distribuidora de la película al ver el éxito que supuso en Córdoba, quiso “sacar mejor tajada” y llevarla a otro cine de más categoría.

También “El Lechuzo” presenció que en 1962, la compañía de Emilio el Moro, estuvo anunciada para actuar en el citado Cine Astoria. Este artista, venía ya de capa caída después de una pasada época triunfal en donde incluso fue acompañado a la guitarra por el singular Juan Serrano, el guitarrista cordobés, que le puso sus toques de soleares al reloj de la plaza de las Tendillas. (1961). Entre que se desencadenó una enorme tormenta por la mañana, y por lo que sea, a las taquillas no se acercó nadie, y se tuvo que suspender la actuación de Emilio el Moro, con el consiguiente fracaso del empresario del cine.

El contaba todo esto en su tertulia de la taberna de “Pepe la Fila”, cuñado del “Niño Dios” y que desde la esquina de la Calle el Trueque, reunía a todos los “desahuciados” que por su carácter o situación económica, eran obviados en las demás tabernas del barrio.

Cuando se pusieron de moda las Salas de Arte y Ensayo, le tocó al Cine Iris, que también quedaba enfrente de su casa, poner en cartelera la película HELGA, (El milagro de la vida), aquello en el año 1968, fue todo un éxito de público y taquilla. Ángel Chacón, vio pasar por debajo de su ventana a media Córdoba, que querían ver un “parto en directo”. Venía gente de la Ciudad Jardín, que era el barrio que por aquellas fechas, progresaba adecuadamente “apoyado en el avecrem”. También  venía gente del Centro, que eran los que mejor andaban, de las rodillas, pues se notaba que tenían ascensor. A la gente del Barrio Cañero, que se les notaba  contentos porque las calles se las acababan de adoquinar.  

El amigo Chacón,  dice que el no vio la película de HELGA, porque lo de los partos en vivo era una cosa muy moderna, y cuando el nació solamente estaba su madre, la matrona, su tía Patro  y una  palancana vieja con agua, y que al ser de madrugada solo se oyó el cantar de una lechuza.  

El “Pájaro Loco”

Fue el tercer húngaro que llegó a tener el Barcelona en los años 50, del siglo pasado. Su equipo el Homved FC, en 1956 jugó la Copa de Europa y les tocó enfrentarse al Atlco, de Bilbao. En ese equipo también jugaba Puskas y Kocsis, que salieron huyendo del país ante la invasión de los tanques rusos. En aquella accidentada eliminatoria el Bilbao les eliminó. Buena parte del partido de vuelta, tuvo que jugar Czibor de portero, al no tener portero suplente.

En una entrevista realizada al hijo del “Pájaro Loco”, contestó a la siguiente pregunta:

“Puskas, Kocsis, Kubala, Czibor….¿cómo todos esos húngaros se adaptaron a la España de los 50 a pesar de la diferencia cultural?

Huían de una situación muy perra. Los tanques rusos entraron en el 56 en Budapest y arrasaron contra la población. Lo de Siria de ahora no es nada comparado con lo que pasó en Hungría. En una semana mataron a 10.000 persona. El pueblo húngaro, se defendían a pedradas y tirando cubos de agua con jabón en las calles empinadas para que los tanques resbalaran. Después de ese invierno, se adaptaban a lo que fueran.”

Pedro Escartín dijo del “Pájaro loco”:

“Si Basora, fue el mejor extremo que pudo tener el Barcelona en la derecha, en la izquierda fue Zoltan Czibor, posiblemente el mejor de todas las épocas. Era el “pájaro loco”, un extremo que inauguró el estilo de meter goles desde el córner. Pero sus grandes días de gloria, los dio en su equipo Honved, no obstante en el Barcelona, jugó tres esplendidas temporadas y se cansó de meter goles. Pero es justo decir que ya en el Barcelona, alternaba partidos “grandiosos”, con partidos que se echaba a la “bartola”.

Su fichaje 1958

Sabiendo que se encontraba huido en Roma, se presentaron un día en busca de él, Kubala y Pepe Samitier, que lo ficharon para el club azulgrana. Su contrato de entrada, fue incluso superior al del mismísimo Kubala, que era considerado como un dios en aquel equipo, desde su llegada en el año 1950. Posteriormente el contrato de Kubala se revisó para dejar contentos a todos.

También llegó por aquellos tiempos al Barcelona, Sandor Kociss, al que llamaban “cabeza de oro”. Allí entre todos, formaron un equipo de ensueño, que después de ganarle dos ligas seguidas al “todopoderoso Real Madrid”, incluso le eliminaron de su competición favorita: La Copa de Europa de 1961. No en balde estaban también Ramallets, Luis Suárez, Evaristo, etc. Y de director de orquesta no era otro que Helenio Herrera, el mago que popularizó la frase de: “Con diez jugadores se juega mejor que con once”.

Precisamente ese partido contra el Real Madrid (partido de vuelta) fue el primer partido televisado que se pudo ver en Córdoba. Un montó de chavales de San Lorenzo y de San Agustín, pudimos ver el partido en los escaparates de Radio Arjosan, en la Cuesta de los Dolores. (Calle Alfaros). Al tener la tienda dos escaparates, el dueño, para evitar follones entre aficiones, cedió un escaparate a los aficionados de cada equipo. Los del Madrid, a la derecha y los del Barcelona, a la izquierda. Luego el delantero Evaristo, lanzándose en plancha, le metió el gol de la victoria a un asustado Vicente, “El grapas” que era el portero del Real Madrid

Por cierto en la final de Berna contra el Benfica, el Barcelona, (1961), no tuvo suerte y la perdió. El mismo Czibor, marcó un gol y estrelló dos balones en los palos, y lo mismo que Columna (Benfica), hizo un partido memorable, Ramallets, no tuvo su día. Perdió el Barcelona 3-2.

El apodo de “El pájaro loco” se lo pusierón por su rápido driblíng, y la velocidad endiablada que imprimía a la salida del regate. Además casi siempre la finalizaba la carrera con un potentísimo disparo a puerta, que en muchas veces fue gol. A nosotros el juego de Anastasio Jara, jugador del Córdoba, nos recordaba aquel tipo de juego.

Este hombre murió en 1997, en Hungria, a los 68 años de edad.

Contaba su hijo en la entrevista citada que:

“Los familiares de los jugadores del Honved que se hallaban en Austria, para jugar su partido con el Atlco. De Bilbao, pudieron huir de Hungria, gracias a que el equipo Honved, contrató a una serie de contrabandistas  (bandidos), para que nos sacaran del país. Entre esos familiares, también se encontraba la esposa de Ladislao Kubala, que llevaba en España desde 1950.”



4 comentarios:

Manuel Estévez dijo...

He recibido un correo, en donde me citan a Francisco Lucena, tan buena persona, como soldador. y que no lo he citado en las "cortinas".

Debo de pedir perdón, pero yo de forma mental me he ido al año 1964, en que todavía no estaba él en la Sección de soldadura.

El amigo Lucena, fue ejemplo, en la sección en muchas cosas y fue muy querido como compañero y persona.

Saludos

Rafael San Martín dijo...

Como empieza el relato con la cosa del cine, me ha faltado saber si la Pantera Rosa estuvo también en esa plaza de toros de Montoro.
Saludos cordiales.

Manuel Estévez dijo...

Amigo Rafael

Es posible que la Pantera Rosa, no se enterara de esa novillada, pues en esos tiempos no había móviles.

Pero se lo preguntaré a Juan de Dios, el "pescaero" que aún vive, y estuvo allí en esa cómica novillada.


Saludos


Manuel Estévez dijo...

Me han comentado por correo directo que en Córdoba hubo un futbolista al que le llamaron "Pájaro Carpintero"

Pedrosa, antiguo jugador del Córdoba, me ha dicho que ese apodo lo tenía El canario Méndez.

Saludos