viernes, 30 de septiembre de 2011

HA CERRADO ANGELITA


En estos tiempos de tantos pequeños negocios que desaparecen, podría parecer exagerado hablar de un cierre concreto, pero no es así. Los economistas y sus asesores, se han inventado toda clase de parámetros para justificar todas las crisis habidas y por haber. No vamos a hablar de caídas de bolsa, en donde los PARASITOS HABITUALES, están a lo primero que cae, dándole igual que detrás haya familias enteras que se puedan derrumbar, para ellos lo único que les importa es verse REALIZADOS, en conseguir beneficios, caiga quien caiga. Establecen su cuadro de moralidad poco menos con el objetivo siguiente: “Para lograr mi triunfo, o mi progreso económico no me importa que muera quien tenga que morir”. Esa es de alguna forma la filosofía que nos trae el Capitalismo Liberal y Salvaje, que nos estamos dando los españoles, con tanta especulación y con una clase política española que no piensa nada más que en el asiento del poder y por tanto, todo lo convierte en votos.
Lógicamente, no me quiero referir ya, a que caiga una pequeña empresa o no, al hablar de ANGELITA, quiero decir que cae todo un símbolo de lo que fue San Agustín, y que representaba los últimos vestigios de otra forma de entender las relaciones del comercio, en nuestra ciudad.

ANGELITA, era una comerciante de San Agustín, que llevaba más de treinta y cinco años, trabajando y dando servicio en el mercado. Pertenecía a una popular familia del barrio, (Las Calderón Trujillo), en donde todas las hermanas de una forma u otra han colaborado vendiendo en distintos puestos de San Agustín. El cierre de este negocio, ha sido el comentario general del barrio, en donde durante muchos años, esta familia, han sido toda una institución. Por otra parte no nos tiene que extrañar nada, cuando hasta los mismos chinos, que lo suelen aguantar todo, están cerrando.

El MERCADO DE SAN AGUSTIN (Pasamanería y tejidos)
En los años 40, 50, 60, el Mercado de San Agustín campaba por sus respetos, y eran muchos los puestos de todas clases, que atendía a un público “penitente” de todos los días. A parte de otras posibles ventajas, las mujeres hacían un trabajo diario, que implicaba ejercicio físico, malabares económicos, y le permitía dialogar y relacionarse con la gente del barrio y concurrentes. Esto lógicamente fue antes de que aparecieran las llamadas grandes superficie, que acabaron como por ensueño con muchas cosas.

Acabaron por ejemplo con muchos empleos, pues no cabe duda que detrás de aquellos pequeños puestos, portalillos o tiendas, existía por lo general una familia que vivía bastante decentemente del beneficio que obtenían además de suponer empleo seguro para uno o varios miembros de la familia.

El Metro S.A. (Esquina con la calle Jesús Nazareno), 4 personas trabajando.
Esta tienda era posiblemente la más amplia que había por estos contornos, y tenía una buena clientela, sobre todo CON VALES DE COMPRA A PLAZOS, que provenían de las grandes empresas de Córdoba, como por ejemplo la Electro Mecánicas. Aquellos vales tenían un color un tanto verdoso. En el Metro, fue en el sitio en donde yo oí por primera vez, hablar del “LIENZO MORENO”, aquella tela más barata (algodón sin teñir de blanco), que se compraban por las clases populares para las sábanas y que con dos o tres lavados y con su correspondiente “echado en lejía”, se ponían más blancas que la propia leche. Allí en el Metro y en la parte que daba a Jesús Nazareno, existía habitualmente una pequeña mesa en la que de forma bastante normal se solía sentar el maestro Ramón Medina, apoyado en la gran amistad que tenía con los hermanos Gavilán. Allí compuso muchas de las canciones que resaltaron su amor a Córdoba. No cabe duda que esta tienda vivía de la gente que “flotaba” en torno al Mercado o Plaza de San Agustín. Un día hablaba la popular “Manola” de la calle Montero, gran admiradora de las coplas del compositor, y le decía: “Don Ramón, a mi Matías Prast, le hago yo sus sábanas de los sacos de la azúcar que me regalan en casa Margallo”. Efectivamente los sacos de cien Kg. de azúcar que venían de importación, eran de “lienzo moreno”. En esa tienda de El Metro, a los chavales nos llamaba la atención de forma especial, como desplegaban los cortes de telas sobre el mostrador y para muchos de nosotros, era una gozada también el poder contemplar en su escaparate un simple paraguas con aquellos puños que se nos antojaban tan bonitos. Y es que en aquellos tiempos, un paraguas constituía todo un lujo.

Pasamanería Vda. de Torderas, (Compás de San Agustín), 2 personas trabajando.

Hablar de los Torderas, es hablar de San Lorenzo y con mayúsculas. Precisamente el dueño de esta tienda vivió en la Calle Humosa, y se llamaba Fernando, quizás fue el hermano que más tuvo que luchar con las adversidades de la vida. Por los malos entendidos de aquella época salió mal parado al terminar la guerra civil y las pasó canutas (Según me cuenta su amigo Francisco Mármol), y empezó a levantar un poco el vuelo a base de imaginación y trabajo. Cada dos por tres iba a Sevilla, y con los dineros que podía acumular, solía comprar “madejas de lana e hilos” con los que hacía cada semana seis o siete “rebecas o saquitos”, a los que ponía marcas muy de última hora: “El trébol”, “El delfín”, “El león”, etc. en este trabajo le era fundamental su amigo Mármol, que tenía una imprenta. Al sentirse un poco consolidado, montó la tienda de San Agustín, con el apoyo de su esposa, que perteneció a la saga de “Los Parrillas”. Cuando estaba equilibrado con la marcha de su “Pasamanería”. Le vino a visitar la mala suerte en forma de enfermedad. Por aquellos tiempos, hubo mucha gente en Córdoba, que se vio contagiado por la fatídica enfermedad de la tuberculosis, que en Puerta Nueva, tenía su Hospital, él como pudo, fue sacando adelante su enfermedad, pero una obsesión se apoderó de él en el sentido de que temía continuamente que su hija menor, se le contagiara de esa enfermedad. Esta circunstancia y otras razones, obligaron a este hombre a renunciar a la vida.

Su hermano Antonio, tuvo otra tienda en la esquina del Pozanco, enfrente de la popular Casa Rogelio (ferretería), y por debajo de Casa Andrés. Pero por la que se hizo más popular fue por “LA BARATA”, una tienda que puso en mitad de la Plaza de San Lorenzo, enfrente de la taberna de Casa Armenta. Tanto el dueño como la tienda adquirieron gran popularidad en el barrio por muchas cosas, incluso los “letrístas” del Carnaval, le sacaron su especie de “estribillo”.

“Antonio Torderas, hombre de talento,
ha puesto la “LA BARATA”, en San Lorenzo,
Vende medias, calcetines y ropa fina,
agua de colonia y hasta brillantina”.

Por aquellos tiempos se hizo muy sonada la muerte violenta del dueño de la Taberna de Armenta, al parecer provocada por unas tijeras, que se clavaron en su vientre. Resuelto judicialmente este asunto de forma satisfactoria para la esposa del muerto, principal acusada, fue Antonio Torderas, el que pasado un tiempo contrajo matrimonio con ella, llegando incluso a tener descendencia. Este detalle significó para él, como una especie de REVALIDA EN EL BARRIO, e incluso llegó a ser presidente del equipo de fútbol del San Lorenzo y gran animador de verbenas y fiestas. Aunque los juegos estaban prohibidos, el también supo apostar por un joven jugador que ya se destacaba en el barrio, como fue “El Chico Fortuna”, al que solía dejarle dinero para que le jugara a comisión.

Almacenes Kalia, (Compás de San Agustín) 2 personas empleadas.

Era una tienda sucursal de la que había y aún existe en la Calle Nueva, de nuestra ciudad, y que era propiedad de D. Luís León Alvariño. Allí vendía todos los artículos de souvenir, camisetas y equipamientos de fútbol, además de banderitas y banderolas de todas las épocas. Allí encontrábamos todos los chavales, las insignias de nuestros equipos favoritos, que por aquellas épocas (1950-1960), no eran otros que el Bilbao y el Barcelona. La afición al Madrid, vendría después con las Copas de Europa. También vendían algo de la escasa lencería que circulaba por aquellas épocas. Al estar cerca de la farmacia de Dávila, eran muchas las personas que entraban en un sitio u otro confundiéndose de producto a comprar. Más de una vez pidieron “brillantina” o “botones” en la farmacia, según nos contaba el buen amigo Fernando, (farmacéutico), que durante muchos años, fue el “primer médico” de toda la gente que pasaba familiarmente por el mercado. Efectivamente durante todo el tiempo que estuvo trabajando en la citada farmacia, atendió a multitud de personas del mercado, que le pedían consejos médicos y sobre las medicinas a tomar. Incluso su casa en la Calle Zarco, se consideraba como una continuación más de la farmacia.


Pasamanería Reina, (Esquina Calle Montero), 2 personas empleadas

Esta tienda estaba ubicada en la misma esquina de la Calle Montero, en donde tiempos antes estuvo la famosa taberna del “Pancho”, al que obligaron a quitarla, porque había un plan municipal, para derribar todo ese tacón y enrazar con el Pozanco. Al parecer en ese tacón existía un local de venta de pan, que por las mañanas lo vendía de forma normal y por la tarde lo hacía de estraperlo. Su propietario era un tal Herrador, que era el que controlaba los carros de la recogida de basura del Ayuntamiento, por lo que tenía mucho peso e influencia, logrando con ello, anular dicho proyecto. Después de que “El Pancho”, se trasladara unas puertas más abajo, pasó a ocupar el local de la esquina, Antonio Lubián, (cuñado de Ramón “Pellejero”), que puso una pasamanería. Al cabo de unos años, le traspasó el negocio, a la familia de los Reina que vinieron de Málaga.

Hay que hacer constar que el apodo de “Pellejero”, que tenía Ramón, le venía porque estuvo trabajando en Aceites Benito Lozano, y allí era él, quien manejaba los “pellejos” en los que se transportaba el aceite, fue Benito Lozano, precisamente el que le propició el Bar a Ramón..
De este Benito Lozano, tenemos que contar la anécdota propia de aquellos tiempos, (años cincuenta), de que por vivir “amancebado” con una mujer, fue enterrado en el Cementerio de los Protestantes. Aquello fue muy comentado en Córdoba, al igual que se llegó a decir que la mujer con la que convivió hasta su muerte, era hermana de su mujer..

Los Reina, era una familia que tuvo a sus hijos en los Salesianos y que durante mucho tiempo jugaron a “monaguillos” en la Iglesia de San Lorenzo, luego los padres quitaron la tienda y se instaló la tintorería LINSAY AMERICANA, que por aquellos tiempos arrollaban comercialmente este sector en Córdoba. No les importó que en la Calle Jesús Nazareno, hubiera una Tintorería JESUS, y en mitad de la Plaza de San Agustín, estuviera la Tintorería LARIOS.

Volviendo a los Reina, concretamente Antonio, se integró muy bien en el barrio y participó en los juegos comunes de los chavales de aquella época. Por tener bastante cabeza en donde colocarse el gorro, tuvo que soportar algunas bromas. Un día en clase le preguntó D. Rafael Ureña, que porque había faltado a clase, y al parecer le contestaron; “Según su padre, ha sufrido un cólico de salchichón, posiblemente en mal estado”.
Quienes mejor pudieron certificar los avatares de esta tienda y posterior Tintorería, fueron las vendedoras “Pepa La Chata”, que tenía curiosamente un hermano policía, y digo curiosamente, porque ella por las tardes se dedicaba al “estraperlo del pan”. La otra vendedora, estraperlista como la “Chata”, era Carmen Calero, la madre de Fernando Martín Calero, compañero nuestro del barrio y que cuando se colocó de aprendiz en Cenemesa, por el menú que solía comer de bocadillo le pusieron en la Sección de Montaje, el simpático apodo de “El Bacalao”. Ambas mujeres además de negociar con algo de estraperlo de pan, solían vender por las mañanas, verduras: pimientos, tomates, ajos, perejil, limones, etc., esparcido todo sobre unas lonas que colocaban por las piedras del suelo. Se ubicaban precisamente en la esquina de la calle Montero, donde estaba la puerta de la carnicería de Antonio Martínez, hombre de humanidad afable y muy simpática, que lamentablemente, aún siendo muy joven, murió en una operación normal de apendicitis. Aquella muerte fue muy comentada por todo San Agustín, y la mujer siguió con el puesto.

Tejidos Benítez, (Esquina del Pozanco), 3 personas empleadas

Este establecimiento como tienda de tejidos, fue en un principio de Paco Carrillo, hombre muy ligado al barrio, por su presencia y la familia. La tienda se la traspasó al empresario del sector, Benítez, que puso al frente del negocio a Antonio Tirado, que al parecer entró como socio. Esta tienda por su presentación y profesionalidad tuvo mucha aceptación entre todas las personas que visitaban San Agustín. Tenía dos puertas, y con ello la chavalería disfrutaba de entrar por una y salir por la otra. Allí, se colocó de joven Antonio Rivas, que de allí se pasó luego a vender baterías en la Avenida de Barcelona, más tarde vendió hasta pescado en la Plaza de la Mosca, hasta que finalmente se dedicó al negocio de la platería. Coincidiendo con él, y aunque más joven, entró en esta tienda de aprendiz, Vicente, que luego se haría famoso por su negocio TELAS VICENTE, en Avenida de Jesús Rescatado.

Benítez, el socio que daba nombre a la tienda, tenía otra tienda como Casa Central, en la Calle Almonas, (Gutiérrez de los Ríos), esquina con la Calle Alcántara. Este hombre antiguo alumno Salesiano, también fue un destacado miembro de la Hermandad del Calvario de San Lorenzo, en donde coincidió con Pérez Casas, Rafael Martínez, Enrique de la Cerda, Adalberto López, Rafael Baquero, que estaban al frente de la Hermandad. Su hijo continuó con las tiendas y también fue hermano del Calvario. Más de una vez nos llevó a los monaguillos, en su moto, una de aquellas primeras MV, a la granja de gallinas que tenía D. Francisco Parejo, a espaldas del Bar Jardín, para recoger flores para adornar el paso de Semana Santa. Benítez, hijo, también hizo sus pinitos en la construcción, allá por los finales de los sesenta, aunque al parecer no tuvo mucho éxito.


Casa Reyes, (Esquina calle Manchado) 2 personas empleadas

Este Hombre agradable y de pequeña estatura, cuando mostraba toda su imaginación era cuando practicaba su deporte favorito como era la cacería. El mostrador de la tienda, y la escopeta, los tenía adaptados a su altura, que no llegaba más allá del uno cincuenta. Gustaba dejarse ver con su escopeta y su canana, que le llegaba al suelo, todos los días festivos que los aprovechaba para irse al campo. Por otra parte, además de vender hilos, medias y todo lo que se terciara, gustaba de montar en torno a su mostrador unas tertulias, que se hacían simpáticas e interminables. A esta tertulia acudía el padre de Miguel Escudero, el padre de Antoñito el sastre, un tal Cañero, el “Chato” de las Costanillas, y el mismísimo “Margallo”, entre otros.. El disfrutaba de verse rodeado de amigos, vecinos y mucha gente, para entablar animadas tertulias casi siempre de cacería y del campo.

Una vez este simpático y pequeño hombre, dio el número al presentarse en los baños del Molino de Martos, con un bañador amarillo chillón, tipo MEYBA, que le había regalado un representante de Puente Geníl, al que familiarmente llamaba “El Membrillo”. Reyes, a pesar de su corta estatura, era un hombre de mucha personalidad, y lució palmito por todo el camino, hasta llegar a los Peñones de San Julián, lugar habitual suyo de baño, en una zona evidentemente que no le “tapaba”. Aquel tipo de bañador era de los primeros que se veían por Córdoba y solamente los vendían en Almacenes Sánchez.

Los “Hermanos Cabezones”, (Compás de San Agustín) 2 personas empleadas

Esta era una tienda que obviamente era atendida por dos hermanos, que no se significaban precisamente por no tener cabeza, pero que eran muy competentes y coloquiales. En el estilo de su negocio se quedó un tal Miguel, que alternaba también los mercadillos y que vendía fundamentalmente prendas confeccionadas. Era un hombre alto, de tez morena y gran fumador. También era un gran aficionado a Córdoba CF y al fútbol en general, muchas veces lo vimos en el Campo de Lepanto.


Tejidos Pinar, (Plaza de San Agustín), 3 empleados.

Los dueños eran dos hermanos que estaban al frente del negocio y además tenían un empleado que se llamaba Antonio Moreno González, que después de un tiempo se dedicó con sus hermanos al negocio de la joyería en donde al parecer tuvieron suerte. Una persona que solía frecuentar mucho esta tienda por su proximidad, era Paco Figueroa, que se quedó con el Quiosco de Periódicos, después de que su madre estuviera muchos años al frente de él. Este quiosco estaba situado enfrente de la misma tienda, haciendo esquina con lo que era el Jardín de San Agustín..

Al final de los cincuenta llegó a San Agustín, Modesta, con las flores de plásticos. Esa tienda, significó el despegue del “Plástico” por aquella zona, y como no, empezó a verse en los cementerios que estas flores dominaban todo el ornato de las lápidas. A causa del plástico, poco a poco fue desapareciendo el huerto de “otoñales marimoñas” que había un poco más arriba de la Ermita de San Sebastián, a un costado de la llamada Casa del Tercio, famosa por su poblada vecindad y en donde imperaba la autoridad de la simpática “Coja”, que asumía todos los cargos representativos. Este huerto era lugar casi obligado para que todo el que iba al cementerio, se parase a comprar flores (marimoñas), para sus deudos.

Padilla Hermanos S.L. (Compás de San Agustín), 4 personas empleados

Era una sucursal de las tres o cuatro que tenían estos Hermanos Padilla, por Córdoba, la Central en Ronda de Andujar, al lado del “garaje del mudo” y las otras en Avda. del Generalísimo, junto a la Oficina de Renfe. Otra estaba en la Calle Principal de Cañero. Más tarde se ubicó una en la Avda. de la Viñuela. Esta tienda de San Agustín, vendía toda la sosa, lejía y azulillo del mundo, atendidos por el popular “Añiles”, apodo cariñoso que se lo pusieron en la taberna de Ramón. En la Sección de Pasamanería, estaban las simpáticas Antoñita y Loli, que no paraban de vender toda clase de botones, encajes, cintas, bobinas, alfileres, colonia a granel, etc. etc. e incluso algo de calcetines, medias y lencería. Era uno de los negocios más prósperos de los que había en San Agustín, y era muy frecuente ver por allí a los propios hermanos Joaquín, Francisco y Juan Padilla, echando una mano.

Casa Angelita (Compás de San Agustín), 3 personas trabajando

Esta tienda fue inaugurada a mitad de los sesenta en el local de “La madre de Polonio” (Valle), que al quitar la carnicería le traspasó el local. El negocio lo puso el joven matrimonio formado por Ángela Trujillo, e Higinio Cejudo, su marido, y se dedicó a vender productos de plástico, pequeño menaje del hogar, juguetes, etc.. Con tesón y con trabajo este local se quedó pequeño, por lo que adquirieron el antiguo edificio del Metro, en donde se ubicaron asimismo en la casa para vivir. En esta tienda ya vendían toda clase de confección, tejidos, uniformes de colegio y toda la gama de prendas que se daban en aquellas épocas. Fueron pioneros, en la modalidad de: “Se hacen apartados”. El marido de la pareja murió súbitamente al principio del año 2001, y el negocio fue decayendo paulatinamente. Pero no obstante Angelita, siguió su actividad comercial, cambiándose al local que había sido “santo y seña” de la popular “Modesta”. Y allí cambiando incluso el tipo de mercancía a vender terminó cerrando dicho local el pasado día 20 de septiembre del 2011..

LAS GRANDES SUPERFICIES

Las grandes superficies, han provocado un cambio total en las costumbres de comprar, perjudicando claramente a los pequeños “empresarios”, que con su negocio en la mayoría de los casos familiar, servía de sustento y trabajo para toda la familia. Concretamente lo que se llamó el Mercado de San Agustín, daba vida y continuidad a muchas familias y los beneficios de las ventas se repartían entre más familias.. Hoy las grandes superficies, se puede decir que han acabado con todos los pequeños negocios, al masificar en sus instalaciones, toda la gama de productos que se pueda vender. Igual te venden un coche que una bacaladilla de pescado, pasando por toda la gama imaginable de productos que se le ocurran a la gerencia. Eso si, los beneficios globales, al ser una empresa, van a para a menos manos y muchas veces suelen ir para fuera del país.

LA EXCEPCION CONFIRMA LA REGLA

No solamente hay que responsabilizar solamente al gran Capital de esta forma de grandes superficies, está documentado por ahí que precisamente una de las mayores cadenas de grandes almacenes CARREFUR, está íntimamente ligada con la izquierda y los sindicatos franceses. Pero no hay que irse muy lejos para ver situaciones parecidas. Aquí en Córdoba tenemos entre otros el caso de DEZA, unos supermercados en los que Antonio Deza, tiene mucho que decir.

El amigo Antonio Deza, empezó en la plaza de la Corredera como vendedor pie a tierra en la puerta de la antigua Almotacén, allí con sus ristras de ajos al hombro, sus cuatro limones, el perejil, el laurel y las cornetillas, etc. etc. empezó a vender con un peso de platillo, de aquellos más simples que podían existir.
De la plaza de la Corredera, se trasladó a lo que todo el mundo llamaba por aquellos tiempos como "Juanillón", un personaje que puso un famoso bar por muchas cosas y que fue un protegido de la mujer que convivía con Antonio Cañero. A esta Avda. que era Ronda del Marrubial, a partir del año 1964, se le llamó luego como de Jesús Rescatado. De una forma u otra ahí se estableció el amigo DEZA, con un pequeño “cambucho”, a la otra esquina en donde estaba la Imprenta de Rafael Montesinos y la barbería del bueno de Tarifa. Por cierto Rafael Montesinos, fue el que le imprimió la primera lista de precios de jamones que puso en circulación. No cabe duda de que tuvo que ser Joaquín Lora Coca, (maquinista de imprenta), el que le imprimió dicha lista de precios, pues por aquellos tiempos, echaba horas en la imprenta Montesinos.

Testigo de todos estos primeros momentos de DEZA, no cabe duda que fue Enrique Ogallas (El mayor de esta saga) que desde su bar, en la acera de enfrente lo pudo ver todo, al igual que los empleados de la fábrica de colonia que había enfrente..

Poco a poco la tenacidad, trabajo y disciplina, de este hombre le hizo aumentar el volumen de negocio, y el rótulo de DEZA, fue ocupando su sitio en el lugar de los más importantes supermercados que había en Córdoba. Por esas fechas principios de los setenta, este activo hombre, gran colaborador de Comisiones Obreras y del PCE, lo mismo socorría con vituallas a los encerrados por huelga de alguna empresa de Córdoba, que enviaba sacos de garbanzos, lentejas o habichuelas, a la sede del PCE, de la calle Batalla de los Cueros, para que los compañeros del partido se los envasaran adecuadamente, para que él los pudiera luego vender en sus estanterías, como nos comentó “Emilio” el sencillo comunista de la Calle el Trueque, que visitaba con asiduidad la citada sede de su partido..

Se puede decir que a medida que la Perestroika, y el Muro de Berlín, se derrumbaban, (1989), este hombre tuvo hasta la suerte de que le tocó la lotería (1992), y su empresa subía como la espuma. Así llegamos a la década de los DOS MIL, en donde Antonio Deza, pasa a ser uno de los empresarios más importantes de Córdoba. Atrás quedaron los ajos colgados al cuello, y aquellas ventas a ras del suelo utilizando un peso de platillo. Lógicamente también se quedaron atrás aquellas luchas contra el capitalismo. y las reivindicaciones laborales. Por todo ello, bueno sería saber si el dueño de SUPERMERCADOS DEZA, como empresario importante de Córdoba, paga SUELDOS especiales a sus trabajadores, concede VACACIONES especiales a sus empleados, y si al final de año, comparte el BENEFICIO OBTENIDO, con sus asalariados. De no ser así, bueno sería recordar las palabras del jesuita Padre Llanos, cuando en 1989, con motivo de la caída del Muro de Berlín y posterior desplome del Comunismo en la Unión Soviética, dijo: “El Comunismo no ha fallado lo que han fallado son los hombres que lo han intentado poner en práctica”.

sábado, 17 de septiembre de 2011

CÓRDOBA Y MONTEFRÍO


CORDOBA Y MONTEFRIO

Vaya por delante, que el maravilloso NEXO DE UNIÓN, entre Córdoba y Montefrío, es mi nieta Alicia Estévez Cano, que cuenta con importantes raíces en este maravilloso pueblo.


LA CRÓNICA

En poco menos de un mes he tenido necesidad de desplazarme dos veces al bello pueblo granadino de MONTEFRIO, la primera vez, nos fuimos por la antigua carretera general de Granada, pero en vez de entrar por “PUERTO LOPE”, lo hicimos por una desviación que hay antes de llegar a Alcalá la Real. Nos resultó un camino largo y un tanto estrecho, pero que nos permitió contemplar la belleza natural de todos estos contornos. Una cosa que me llamó poderosamente la atención es poder observar incluso en las lindes de la carretera, muchos árboles frutales, que me hicieron recordar inevitablemente mi época de juventud, cuando íbamos aquí en Córdoba, por los años cincuenta, recorriendo las Huertas de “Lope García”, y la Fuensanta, a coger los famosos membrillos, los higos, las almezas y algúna que otra lechuga. Pero es que por esa carretera, además de esos membrillos, se veían higueras espléndidas, almezos, melocotones, ciruelos de ambos colores, alcauciles, pimientos, tomates, e incluso uvas moscatel, colgando de las parras. Todo armonizando un maravilloso paisaje, agradable para la vista y para los recuerdos. En un momento de ese recorrido, me acordé de un pariente desaparecido, Francisco Luque “El Pela”, amante del campo y la naturaleza como pocos, y me consta que él hubiera disfrutado de contemplar esta expresión de la naturaleza, escondida entre estos montes, que a lo lejos, daba la sensación de que cada uno tenía un tono cromático. No cabe duda de que el Pintor de la Naturaleza, ha querido recrearse en los tonos de estos cerros que con sus “dorados y ocres” componen un paisaje, digno de estar en el el mejor Museo del Prado.

Quizás embelezados de tanta belleza del paisaje, estuvimos a punto de pasarnos de largo del mismo pueblo y tuvo que ser un joven profesor de matemáticas, el que con su coche de color blanco nos condujo a nuestro destino que era el Tanatorio del Pueblo. Íbamos a participar en el sepelio de un familiar de mi hijo, vecino de este pueblo durante muchos años. Este servicio municipal, (Tanatorio), está ubicado entre un río y la falda de la montaña que es el eje sobre el que se entronca este precioso pueblo. La zona del Tanatorio, está a dos pasos y unos “escalones” de la maravillosa Iglesia. Dispone el Servicio Funerario, de un amplio número de aparcamientos, que configuran la parte llamada LA SOLANA. Ésta zona, como todo el pueblo es “ganada” a la montaña y ofrece unas vistas impresionantes. Allí me comentó un vecino del lugar, que es posiblemente el único punto del pueblo en donde por la tarde de verano, suele hacer más calor, de esta forma me certificó el porqué le denominan “La Solana”.


EL PUEBLO Y SUS CALLES

En el velatorio, estuvimos dialogando largo rato con una persona de unos 64 años, nacida y criada en el pueblo, y que según me dijo, sólo faltó de su terruño los dos años que estuvo en Suiza, y que según él: “Fue tiempo justo para juntar para casarme”. Actualmente se encuentra en proceso de prejubilación y en todo momento de la conversación se le notó, su amor al pueblo y a sus raices. Me habló de que Montefrio tuvo en los años cincuenta, unos 16.000.. habitantes. Eran los tiempos en que por aquí andaban nombres como los de García Valdecasas, (personajes dedicados al Derecho y al Registro de la propiedad). Las sucesivas crisis fueron menguando la población, hasta dejarla en unos siete mil vecinos que tendrá actualmente. La mayoría de la gente emigró a Barcelona, y durante mucho tiempo y sobre todo en las vacaciones de verano, hubo un servicio de AUTOCARES PUERTA A PUERTA, que iban y venían a Barcelona, con gente del pueblo que volvían los veranos para estar con los suyos. Hoy desgraciadamente eso pudiéramos que ha desaparecido, pues esos familiares que formaban parte de aquellas “RAICES”, por razones de edad ya han fallecido y prácticamente no queda ninguno.

Le hablé del trazado de sus calles y me dijo: “Que algunas calles, se comportan, como si fueran aún las ESCALERAS DEL ESFUERZO, que les sirvieron a nuestros antepasados para ir subiendo a la montaña, ganándole terreno poco a poco al Castillo. Por todo ello, sus subidas y sus bajadas, forman parte de nuestro paisaje desde pequeñitos, lo que nos hace ser: “Mas precavidos, al andar, más cautos al mirar que suelo pisamos, y también nos permite calcular siempre nuestras fuerzas. Obviamente para nosotros supone una felicidad que no haya ni semáforos, ni paso de peatones, ni guardias de circulación.. Aquí en este pueblo lo que te encuentras a menudo por sus calles, es SOLIDARIDAD Y CONVIVENCIA DE VECINOS, cosas que en muchas ciudades desgraciadamente se ha perdido.


SUS PERSONAJES

Me habló de la relación histórica del pueblo con familias de alto copete, que por lo general fueron como ya hemos dicho, jueces y registradores de la propiedad. Me comentó también de que ese pueblo llegó a ser Cabeza de Partido Judicial. Pero el orgullo real del pueblo, es su gente actual y los que aún viviendo fuera, aprovechan cada oportunidad que tienen para mirarse "EN SU PARAJE DE LAS PEÑAS". A modo de ejemplo me comentó: “Ahí, de las abundante afluencia de personas que asisten al duelo en el Tanatorio, la mayoría son universitarios. El pueblo está al día y sabe lo que quiere en todo momento. Su dependencia de la montaña, ha hecho para ellos una vida, más natural, sencilla y humana, y que les hace ser agradecidos de sus raíces. Me citó entre los casos un antiguo profesor del pueblo, (D. Francisco Cano), que aún viviendo por razones familiares en Granada, no deja de participar e interesarse por todas las cosas que acontecen en su Montefrio. Se puede decir que vive su pueblo al día

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VINO FINO DE MONTILLA

Me habló este hombre de que aunque el pueblo tenía “su vino tinto”, había algunas personas entre las que se incluía él, a los que les agradaba un fino de Montilla, en este caso era un vino de las Bodegas la AURORA. Y todo porque él trabajó en las Bodegas de Cobos de Montilla, en donde supo captar la nobleza del vino fino. En el casino, la copita del medio día era casi un rito. También me comentó que por razones de proximidad, para este pueblo siempre fue un importante referente el pueblo de PRIEGO, quizás por su cercanía o por el viejo encanto que tenía, durante muchos años, era el lugar más habitual adonde íbamos para conseguir cualquier cosa que se necesitara. Hoy ya las cosas han cambiado y con las buenas comunicaciones a Granada, casi todo se resuelve en la capital, no obstante me dijo: “Algunos todavía especialmente jóvenes, suelen ir de compras a Cabra”. Al hablar de la televisión, dijo: “La antena que han colocado en todo lo alto del Castillo, nos da a todos señal más que suficiente, solamente cuando se concentra alguna importante tormenta el el cerro que nos conduce a Tocón, se observan momentáneas alteraciones.


LA COMIDA

El pueblo tiene su producción propia de alimentos, pues no en balde, las ceremoniosas matanzas son celebres en esta zona. Tiene su huerta propia, por lo que prácticamente no le falta de nada para la pujanza de una buena comida. Yo tuve la suerte de comer junto a mi esposa, en la casa de una cuñada de mi hijo, y aquello resultó una maravilla en todo. Eran sorprendentes esas fuentes con higos, melocotones, ciruelas, el mismo melón, con una exquisita tortilla de patatas como antesala, todo entremetido con exquisitos embutidos de la tierra. Pero lo más importante fue con el agrado y el cariño que se sirvió aquella comida.

A la salida por “Puerto Lope”, hay una zona en donde el pueblo se quiere hacer plano y abundan los CHALETS y casas de recreo, observándose abundantes piscinas familiares. A mi me recordó a nuestra zona del Brillante en Córdoba. Luego tuvimos la suerte de que Paco Cano, nos invitaran a comer en un Restaurante creo que llamado “Coronochi”, en donde quedamos impresionados, por la calidad y la exquisita presentación de cada plato. No exageramos para nada al decir que cada plato constituyó para nosotros una agradable sorpresa. Aquellos manjares más que hechos en “fogones”, daba la impresión de que estaban realizados en un lugar idílico como el PARAISO. Y todo fue porque le dijimos al dueño, que nos pusiera lo que el creyera que debíamos de comer. Si todos los platos fueron exquisitos, y se merecieron la máxima nota, “LAS CHULETITAS DE PALILLO”, con aquella maravillosa salsa, siempre acorde con el paisaje, que nos pusieron, fueron el remate de una comida excepcional, en un comedor en donde hasta los mismos cuadros que colgaban de las paredes nos ofrecían su sonrisa..


LA IGLESIA

Ya a la entrada del pueblo se puede apreciar que el Castillo y ella, se miran mutuamente, incluso están unidas por el maravilloso alumbrado que recrea ambos monumentos. Pero una cosa es verla de lejos y otra en pasar a su interior. Creo que la cúpula de San Francisco el Grande de Madrid, será lógicamente mayor, pero si es verdad que MONTEFRIO, puede presumir DE QUE SU CUPULA REDONDA”, será de las pocas que haya en España. La ornamentación de la Iglesia de La Encarnación, aunque sobria, está muy bien representada por cuadros de los apóstoles, y varias imágenes de la Virgen. Me congratuló y me llenó de gran satisfacción, el comprobar que en el lado del evangelio, HABIA UNA PRECIOSA IMAGEN DE MARIA AUXILIADORA, y que me recordó a la que tengo muy cerca de mi casa en Córdoba. Durante los actos fúnebres a los que asistí, puedo decir que el sacerdote oficiante, tenía mejor voz que cualquier locutor profesional de estos que aparecen en los medios de comunicación.. Mi interlocutor me habló también de una advocación de la Virgen que me causó sorpresa, y no fue otra que la Virgen de los Remedios, que todos los 15 de agosto, recorre las engalanadas calles de su pueblo, en donde aparecen también las velas y otros adornos de respeto y amor. Y me causó sensación porque en Córdoba y en la Iglesia de San Lorenzo, se venera una imagen de la Virgen de los Remedios, que aparte de ser visitada durante todo el año, LOS MARTES Y TRECE, del año, se le dedica una veneración especial y en donde media Córdoba, se desplaza para visitar a la Virgen.


EL QUESO DE MONTEFRIO

Al salir por el pueblo quise llevarme a modo de recuerdo exquisito UN QUESO, que fabrican en una conocida Cooperativa, a la salida del pueblo. Conocía esa calidad y sabor porque en varias ocasiones mi hijo y mi nuera, me habían regalado algúno. El dueño de la Cooperativa, a mi pregunta de si lo comercializaban en Córdoba, me dijo que si, que solía enviarlo para varios bares de Córdoba. Al preguntarle de que si lo "exportaba", también me dijo: “Algunas grandes superficies, entre ellas el Cortes Inglés, habían pretendido comercializar su marca, pero que las condiciones de pago que ofrecían, todas sin excepción, hacían imposible introducirse en esa aventura de mercado. La verdad es que yo me presenté en mi casa con ese queso, y entre la familia, por sabor, calidad y presentación, se puede decir que cortó “orejas y rabo”. En la conversación que mantuvimos con el agradable “quesero”, pudimos comprobar que la crisis había llegado a todos los sitios. Y de ello podían hablar con mucha realidad las cuatro entidades bancarias que hay en el pueblo. Caja Granada, Caja Rural, La Caixa y Banco Español de Crédito, éste último en franca retirada, pues solamente se comporta como una simple agencia. También nos comentó este hombre que afortunadamente como él, había gente en el pueblo que seguían luchando con Confiterías, Panaderías y Heladerías, que con sus productos tradicionales, nos recuerdan en el día a día, lo que fuimos y tenemos que ser. También hizo un halago especial para los encargados de las cuatro farmacias que hay en el pueblo, que muchas veces son los medicos de confianza y próximos de medio pueblo.


viernes, 9 de septiembre de 2011

AQUELLA SANIDAD EN CORDOBA (1940-1960)


Atrás habían quedado los tiempos que en los jardines de la Victoria (los patos), había un simpático avestruz, que era admirado por la chiquillería de Córdoba, y también sirvió para inspirar a las murgas en sus canciones y pasacalles festivos. Sobre todo cuando un día apareció muerta, entonces le sacaron toda clase de coplillas. También habían quedado atrás los lamentables días de la fatídica contienda que empezó en el 1936.

En aquellos tiempos la Sanidad Pública, era totalmente deficitaria, y lo que existía estaba funcionando de forma aislada y sin coordinación. Funcionaba gracias a las Mutualidades, Sindicatos, Igualas, Parroquias y a médicos particulares. Gran parte de la cobertura asistencial que existía pertenecía a la llamada “Beneficiencia”, tanto a nivel local como Provincial. El Policlínico de las “Cinco calles” y el de esquina a la Calle Montemayor, sin duda, fueron testigos de muchas situaciones clínicas e intervenciones. El Hospital de Agudos y el de Incurables también tienen buena parte de la memoria clínica de Córdoba. Ya en otro plano más inmediato y de andar “por casa” estaba la Casa de Socorro, que por aquellas fechas estaba situada un par de manzanas más arriba de la casa del torero el Guerra.

LOS MEDICOS
La relación con los médicos en su mayoría, se desarrollaba en consultas privadas en la casas de los propios médicos. D. Pedro Pablo, D. Nicolás del Rey, D. Emilio Aumente, D. Fernando Ansotorena, D. Emilio Luque, D. Rafael Pérez Soto, D. Fernando Marín, D. Antonio Hidalgo, D. Manuel Pastor, D. Francisco Calzadilla, D. Antonio Hidalgo, D. Rafael Pesquero, D. Antonio Manzanares, Antonio Kindelán, D. Segundo López Mesa, D. José Chacón, D. Carlos Aguilar, etc. etc.

Eran parte de la pléyade de médicos que velaban por una sanidad mal dotada, escasa e incompleta, y sin apenas tener acceso a la mayoría de las medicinas, por ello no tiene que extrañarnos que se dieron en la población infantil, situaciones de Brucelosis, Meningitis y Poliomielitis, entre otras.

Junto a comportamientos en su mayoría ejemplares y dignos de mención, no obstante hubo algunos médicos que tuvieron siempre un afán “recaudador” por encima de otros valores. Yo puedo recordar aquí la actuación de alguno, que visitando a un enfermo en una casa humilde allá por los años cincuenta, al preguntársele: “Que se le debe D. Fulano”, éste, viendo una cantidad de dinero que había encima del hule de la mesa, contestó: “Esto mismo”. En “esto mismo”, iba el dinero que había ganado el cabeza de familia en la semana.

CANALLADAS
Desgraciadamente la meningitis, en el 1950, causó muchas bajas entre la población infantil. Y también hay que decir que hubo gente sin escrúpulos que aprovechándose de que la penicilina era de vital importancia, y la única forma de conseguirla, era a través del estraperlo, (pues entraba por Gibraltar), hubo desalmados que se dedicaron de forma canallesca a adulterarla, rellenando el contenido de los botes de una mezcla que no se parecía para nada con el antibiótico.

Esta gente, como hemos dicho, eran auténticos CANALLAS, porque muchas familias tenían que entramparse hasta los ojos, para adquirir ese antibiótico, que por lo general eran de contrabando, y luego veían descorazonados como a pesar del esfuerzo, se les morían sus hijos. Uno de ellos en Córdoba, fue un tal Adolfo López, que le conocimos en el barrio, y que formaba parte de una red de estafadores sin escrúpulos, que pululaban por Córdoba, y en la que incluso había metidos algún practicante y farmacéutico.

Muy diferente fueron otros comportamientos, de vecinos, de practicantes y gente del barrio que ayudaban a estas familias. Recuerdo que íbamos todos los días a por hielo a la Magdalena, y el encargado un tal Antonio Jiménez María, que percatado de esta necesidad no nos cobraba nada y se ofrecía para todo.

A pesar del esfuerzo de los padres, muy cerca de mi casa, desgraciadamente murieron dos compañeros de nuestros juegos, Carmen de la Torre Mejías, con 10 años, y Rafael López González, de 4 años. Esto ocurrió en junio de 1950.

SOLIDARIOS

Pepe Lara, fue un vecino entrañable de San Lorenzo, tenía agrado y simpatía y llegó a ser incluso presidente del C At. San Lorenzo. Por aquellos días de una boca en otra se cundía por el barrio los estragos que estaba haciendo la meningitis, y él al enterarse de la muerte del hijo de Concha (La Jeringuera), sufrió un ataque de ansiedad y se puso a llorar, ya que su hijo de 7 años, presentaba todos los síntomas de la enfermedad según el médico, D. Antonio Kindelán. Como un poseso, buscó a su compadre Rafael Gordillo, que trabajaba en el Deposito de Cercadillas, (Renfe), y por tanto estaba en el meollo de todo el estraperlo que entraba en Córdoba por vía férrea. Fue a su casa de la calle de los frailes, y le pidió por favor que le buscara 6 botes de penicilina, por recomendación del médico. Rafael Gordillo, le dijo, que él no traficaba nada más que con tabaco (El Kubanito), pero que hablaría con su amigo Guzmán, para ver si podía hacer algo.

El tal Guzmán, era una persona importante en el barrio y vivía en la Calle de la Banda, enfrente de las “pajeras”. Era uno de los maquinistas de la Línea Madrid-Algeciras, por lo que estaba en todo el meollo, que empezaba en Gibraltar. Efectivamente Rafael Gordillo, fue a casa del tal Guzmán, a pedirle “penicilina” para su amigo Lara, pero éste le contestó: “Rafael, la única que he conseguido es para un familiar de Pepe Marchena, y se la voy a entregar esta tarde en el Bar la Plata”. Pero el Gordillo, dada la amistad que tenía con Pepe Lara, le insistió y le dijo: “Guzmán, búscale como sea a mi amigo seis botes de penicilina, pues su hijo se le muere. El tal Guzmán por toda respuesta le dijo: “Esta tarde me llegaré a ver el relevo y de paso, me pasaré por el Depósito, para haber si encuentro algo, lo que sea te lo diré luego a la tarde en la taberna. No hizo falta que se encontraran en la taberna, pues ya el Gordillo, lo esperaba debajo de PORTALON DE LA IGLESIA, Allí llegó el maquinista Guzmán y le entregó 6 botes de penicilina. A Rafael Gordillo, le faltó tiempo para llegarse a casa del Lara y entregarle la penicilina. Afortunadamente, allí estaba el médico que ya le pudo inyectar una primera dosis.

Al otro día, más tranquilo y serenado, el Lara, se presentó en Casa Armenta, (Casa Manolo), con todo lo que había podido recaudar para pagar aquellas medicinas. Nada le hizo falta, pues en la taberna, a instancia del mismo Rafael Gordillo, Alfonso Espejo, Pepe Estévez, Gabriel González, José Torderas, Federico Murrugares, Jerónimo García, etc. etc., se había hecho una colecta para intentar ayudarle en el pago. Aquel gesto, desarmó a Pepe Lara, que empezó a dar besos y abrazos a todos sus amigos, porque su hijo se había salvado. Esa era la solidaridad que se respiraba en aquellos tiempos tan duros. José Sánchez Aguilera, que hoy tiene ochenta y dos años, me ha participado todos estos acontecimientos, porque fue testigo presencial y además. (Rafael Gordillo Sanz, fue su cuñado).

En el año 1952, al no existir vacunas, se dejó sentir en Córdoba, otra epidemia de “poliomielitis”. Nuestras madres nos colgaron en el cuello una “bolsita de tela” con unas cuantas bolitas de alcanfor, y es que se había cundido por los barrios populares especialmente por las Costanillas, de que el “alcanfor” “espantaba” el temible virus.

A pesar de todas estas previsiones, se vieron cogidos por la terrible enfermedad, varios chiquillos de nuestra época, como Teresa Flores Quesada y Lorenzo Pérez Llamas, que fueron marcados terriblemente para toda su vida con las penosas secuelas.

Casi al mismo tiempo había vuelto a reincidir la terrible Brucelosis “Calenturas de Malta”, volviéndose a cebar entre la chiquillería. La complejidad de un claro diagnóstico, la escasez de medios, y la falta de medicamentos y muchas veces la “absurda automedicación” hizo que muchas de estas enfermedades, se curasen con terapias inadecuadas, dejando tras de si muchas secuelas. No obstante Juan de Dios Muñiz, nos cuenta que a el le curaron perfectamente la enfermedad en el Policlínico que había entre la Calle Duque de Fernán Núñez y Calle Montemayor.

No fue el caso de otros, que a la tardanza en el diagnostico, la terapia incompleta, y quizás por falta de medicinas, les trajo consigo secuelas, de dolores, y casos claros de “OSTIOMIELITIS”, que les dieron guerra durante mucho tiempo. Quizás por falta de información y al no existir expedientes de los enfermos, en la mayoría de los casos, “estas secuelas” nunca se relacionaban con las famosas “calenturas de malta”, con lo que había otra dificultad para corregir adecuadamente las mismas.

LOS HOSPITALES

A nivel de partos, la mayoría de las mujeres solían parir en sus casas al calor de sus madres y de las vecinas. Se llamaba a la matrona y con la colaboración de todos se resolvían los partos. Así estaba justificada la popularidad que adquirieron palancanas blancas y grandes en las casas, ya que se convirtió en elemento fundamental en el paritorio.

Otras parturientas con más problemáticas o por mayor seguridad iban a la especie de “Residencia hospitalaria” que había en la Calle Cruz Conde nº 16. Allí además de camas para los partos, se practicaban también operaciones quirúrgicas.

Finalmente estaban el SANATORIO ATANCE (Huerta de la Reina), y el de la Purísima, a donde iban a parir ya personas más seleccionadas.

En cuestión de accidentes de trabajo, la cobertura la cubrían en el Hospital de la Cruz Roja, y en la clínica de Calzadilla, situada en plena calle Nueva. También tenía un Hospital en el brillante (San Pablo).

El Hospital de D. Fernando ASONTORENA, fundamentalmente de cirugía general, estaba en la esquina de lo que luego fue el BAR SAVARIN, frente a la Plaza de toros antigua.

El Hospital Hogar y Clínica de San Rafael, acogía a niños, con problemas de huesos. Este hospital acogía a todos los niños de la provincia e inclusive de las provincias colindantes. En el Hogar y Clínica de San Rafael, hay que destacar la gran labor que hicieron entre otros los doctores D. Francisco Calzadilla León y D. Gonzalo Briones Espinosa, que con la organización y entrega que ofrecían los compañeros del Hermano Bonifacio, supieron dar cariño y asistencia permanente a tanto niño necesitado. En el plano médico y asistencial, hay que destacar al Hermano Gerardo y al Hermano Grabiel, que por dedicarse casi de forma exclusiva, al quirófano y la enfermería, vivieron más de cerca los padecimientos y sufrimientos de aquellos chiquitos, muchos de ellos casi abandonados por sus padres.

En la propia Caja Nacional, arriba y entrando por la calleja, había un buen ambulatorio, donde pasaban consulta una serie de especialistas y había un buen servicio de Urgencias.

LOS DISPENSARIOS PARROQUIALES

Algunas parroquias quisieron salir al encuentro en la solución de estos problemas, creando “dispensarios”, en donde además de medicinas, te propiciaban asistencia clínica. Concretamente en la Parroquia de San Lorenzo (1955), funcionaba un dispensario, estando al frente de él de forma totalmente altruista, D. Eduardo Font de Dios, que resolvió muchos casos clínicos, tanto entre la población infantil y adulta de aquel numeroso barrio.
Lógicamente y a pesar de las deficiencias que hemos descrito la sanidad se resolvía más o menos de la siguiente manera.

LOS AMBULATORIOS

Existían una serie de ambulatorios, que correspondían a las Mutualidades, o entidades colaboradoras. Así tenemos el ambulatorio de la calle Montero (esquina Montaña), El ambulatorio de Mármol de Bañuelos (foto León), etc. etc.

Eran los tiempos en que la Calle la Plata, se enseñoreaba de sus bares y sus terrazas. Allí fue en donde por primera vez en Córdoba, se pudo observar a las mujeres turistas fumar. Allí como bares famosos, estaba el BAR CORDOBA, BAR NEGRESCO, BAR IMPERIO, y el mismo BAR PLATA.
También estaba la marisquería el Puerto, con cierto sabor taurino, quizás porque un día fue propiedad del popular “Pipo” que fue el hombre que lanzó a la fama, al torero Manuel Benítez “El Cordobés”, el torero que durante una más de una década, rompió todos los moldes conocidos, llenando continuamente las plazas de toros. Sin querer entrar en comparaciones si tenemos que decir que cuando surgió “El Cordobés” y contó con el apoyo mayoritario de casi todos los públicos (Las Plazas se llenaban), Igualmente las calles y las fábricas se quedaban vacías cuando la corrida era televisada.

LOS MEDICAMENTOS

D. José Chacón y Chacón, fue el médico de cabecera de media Córdoba, pues ya estaba en el año 1942, en el ambulatorio de la Calle Montero (Esquina Montañas), luego pasó al comentado de Foto León, en Mármol de Bañuelos (segunda planta), y luego terminó en el ambulatorio del 18 de Julio, (Segunda planta en el rincón) Y digo que fue medico de media Córdoba, porque la gran mayoría de trabajadores de la Electro Mecánicas, los tenía a su cargo. La Electro, tenía como entidad colaboradora a la “Bilbaína” que también estaba en la Calle de la Plata.

En aquella época no había necesidad de recurrir a los genéricos, pues había medicamentos GENERALES PARA TODO.

Pero es curioso que posiblemente una especialidad tan compleja como la “Neurología” tiene de antiguo medicamentos legendarios, como el FENOBARBITAL, para el “Parkison” y la FENITOINA, para los ataques de epilepsia, lógicamente estas medicinas entraban todas por Gibraltar. Curiosamente la Neurología como especialidad se separó de la medicina interna en España, allá por los años setenta.

Estas medicinas se empleaban también para las llamadas CRISIS COMICIALES, o crisis simuladas al estilo de los Senadores romanos, cuando no les interesaba votar cualquier ley.

En cambio en los ATAQUES HISTERICOS, tan frecuentes en las casas de vecinos, cuando se asistía a algún velatorio. Estos ataques eran protagonizados fundamentalmente por mujeres “que los tenían muy bien puestos” y se desmayaban echando por la boca espumarajos. Se tendían en el suelo todo lo grandes que eran, y se le daba a oler algo de amoniaco “jabón de palo” o vinagre, esta solución las recuperaba al momento. Luego hablaban como si tal cosa.

Quien no recuerda a la “VIBRACINA” como antibiótico estrella, por aquellos tiempos.

A quien no le pusieron una inyección de CASEOSAN, contra cualquier inflamación especialmente de las muelas. Estas inyecciones dolían una barbaridad.

Cuantas madres ante los dolores inconsolables de la menstruación de sus hijas, no recurrían a la LLAVE AL ROJO VIVO, sumergida en vino, para después de ese pequeño hervor, darle a su hija ese “brebaje” con lo que conciliaba el dolor insoportable.

Como echar en el olvido al SUNITRATO DE BISMUTO, para los padecimientos del estómago.

Quien no se acuerda de la inútil “BELLADONA” para la infección de paperas, que tan frecuentes eran por aquellas fechas en los niños.
Aquellas diarreas, que bien se trataban con TANALVINA, luego vinieron los papelillos de TANAGEL.

De que forma tan domestica se curaban las escoceduras, basta con ligar un poco de ACEITE DE OLIVA, y un poco de agua con sal.

Que fundamental era el CEREGUMIL, pues resolvía la inapetencia de los niños y los mayores.

Que bien venía el ALERKÚ, pastillas alemanas, contra cualquier tipo alérgico o alteración de la piel.

Como solucionaban las VENTOSAS, los dolores, allí donde no llegaban los “PARCHES SOLVIGINIA”.
Que bien venía para los dolores musculares o los traspiés de huesos, el TIO DEL BIGOTE.

Para los estreñidos de siempre, además del agua caliente en ayunas, le venía de maravillas, LAXANTE BUSTOS.

Cuando cualquier madre veía un hijo, con problemas de “PITOS” en sus bronquios, solían recurrir al Eucalipto, o bien pedía al medico que le recetara 

AMPOLLAS DE ACEITE BALSAMICO.

Cuando alguien tenía lo que en aquellos tiempos se llamaba un “Atraganto de empacho”, solía tomar para limpiarse. ACEITE DE RICINO.
En aquellos tiempos, por falta carenciales de muchas vitaminas, eran frecuentes, las pupas y los granos, y nuestras madres, acudían a la farmacia a por la PIEDRA AZUL, (sulfato de cobre), que bien molido y en dosis adecuada, se añadía en forma de polvo en el baño de los niños, (baños de lata) y sus “pupas” mejoraban sensiblemente.
Cuando encontrabas en la casa, a alguien que tenía vómitos por cualquier circunstancia, lo inmediato es que le dieras AGUA DE CAL, rebajada convenientemente. Aquello cortaba la vomitera.

No hace falta mencionar AL PIRAMIDON, la ASPIRINA BAYER, EL CALMANTE VITAMINADO, EL OPTALIDON, EL BICARBONATO, que por ser medicamentos baratos, no interesaban comercialmente.
Quien no ha probado a combatir los famosos SABAÑONES, con friegas de su propia orina. Este “liquido” que salía del interior del cuerpo, era muy útil, para los SABAÑONES, y los hongos de los pies.

También hay que hablar de las famosas HIDRACIDAS, aquellas pastillitas que se pensaron como terapia de los tuberculosos, y luego se reconoció sus efectos de dar belleza, contenido y volumen al cuerpo de las jovencitas.
Quien no recuerda el famoso HEPALON-FUERTE, como ayuda y reconstituyente

También es justo recordar a la QUINA SAN CLEMENTE, para abrir los apetitos y aportar hierro en las personas que lo necesitaban.
Quien no recuerda el CARUDOL, para toda clase de dolores

Aquellas famosas “GARGARAS” de limón que nos recomendaban los médicos ante las infecciones de garganta, cuando no había antibióticos.

Para que hablar de aquellas inyecciones de color blanco, CALCIO, que siempre nos daban a puñados, en la dependencia inferior del 18 de julio. Estas inyecciones nos servían para reponernos todas las defensas de los huesos.

A la par de estas, también solían darnos, aquellas otras inyecciones de color oro viejo, QUE DECIAN QUE ERAN VITAMINAS, y que nos las daban también a puñados, en la dependencia inferior del 18 de julio. Estas inyecciones nos ayudaban a darnos fuerza.

Quien no recuerda el simpático YODO, que era la “tintura” que nuestras madres utilizaban para haciéndonos, una reja en el cuerpo, nos protegían de los resfriados y los enfriamientos de un día para otro.

Tenemos que decir que había que ir de San Lorenzo, a la Huerta la Reina (calle Colombia), para que una practicante muy guapa por cierto, nos pinchara aquellas inyecciones. Con el paso del tiempo, pusieron más cerca el practicante, y sólo había que ir a la Calle Tejón y Marín, junto a la Zona.

Cuando en 1948, visitó nuestra ciudad Fleming, el hombre que con su descubrimiento (la penicilina), salvó a buena parte de la humanidad, la ciudad de Córdoba, después de muchos homenajes, le “REGALÓ UN SOMBRERO CORDOBES”, a los gritos de torero, torero.

“EL 18 DE JULIO”
No queremos recordar aquí las situaciones que dieron lugar a los desgraciados episodios que se dieron en aquellas fechas, simplemente nos vamos a limitar a lo que ocurrió cuando Rafael “El Cojo”, a instancias del médico de urgencias, se pasó por lo que en aquellas épocas se pudo llamar Centro de Salud del 18 de julio.

La Obra Social del 18 de julio, intentó agrupar a todas las mutualidades, igualas, que existían en nuestro país. Se intentaba con esta agrupación poder coordinar mejor la Sanidad Nacional. No obstante en Córdoba, todas las Mutuas no estuvieron de acuerdo en ser absorbidas, este fue el caso de la Sociedad de Plateros, (Sociedad de Socorros Mutuos), que prefirió seguir siendo independiente, por voluntad de su Junta directiva, presidida entonces por Felix de Gallón, y que al parecer se acogieron a una antigua concesión Real.

Uno de los principales consultorios sanitarios, estaba instalado en la calle Hermanos López Diéguez, en un antiguo palacete, que se encontraba ubicado enfrente de la casa en donde por aquellas fechas, vivía Pablo García Baena. Antes de entrar había como especie de una zona ajardinada y en aquellos arriates, era frecuente ver por aquellas épocas, muestras en el suelo de que allí también se sacaban muelas, y algunos enfermos eran muy pocos higiénicos a la hora de escupir en el suelo. Con todos estos problemas, podemos decir que este ambulatorio todo el mundo lo conoció como “EL 18 
DE JULIO”.

Poco después surgió la Residencia Teniente Coronel Noreña, que para la época fue un centro modélico, disponiendo de un AMBULATORIO PARA ESPECIALISTAS, GALERIA DE RAYOS, y un buen servicio de urgencia. Como nota simpática tenemos que mencionar que uno de los primeros médicos contratados, fue D. Eduardo Font de Dios.

EL ENFERMO DEL CAMPO

Rafael de la Haba Lozano, el “Cojo”, era una gran persona, nacida y criada en el campo. Era analfabeto de lectura, de periódicos y de radio. Su cultura era muy primitiva. Se crió en plena sierra, entre las fincas El Melgarejo, El Soldado y San Llorente. De pequeño, y cuando fue a darle una patada a un objeto “sin explotar” de aquellos que se lanzaron seguramente con motivo del 18 de julio, perdió una pierna desde la rodilla para abajo. Después de la intervención de los médicos, a él se le “encasquetó” una pata de palo que le hicieron en el mismo cortijo, y se la fueron renovando según cumplía años. El día que se casó estrenó una pata que le habían hecho en la calle Hornillo, (donde hacían las sillas de anea), desde entonces jamás cambió de “prenda”, sólo le cambiaba las gomas para el deslizamiento.

LOS GOLONDRINOS

Estando ya viviendo en Córdoba, un día el simpático “Cojo” se levantó al parecer con unos “golondrinos” en los sobacos y estaba un tanto dolorido y molesto, por lo que se lo dijo a su mujer. Ella enseguida le dijo que fuera al boticario, (Rafalito Casas), Pero el tozudo “Cojo”, dijo que le “untara” mantequilla “colorá” como le hacía su madre, ya que de esa forma “comían los golondrinos” y se quedaban tranquilos, dejando de molestarle y dolerle. Su suegra y su mujer le dijeron que estaba loco y por fin le hicieron que fuera a la farmacia. El “cachondo” de Rafalito, al oír el comentario de la mantequilla colorada, se partió de risa, mientras le entregaba una pomada adecuada para los dichosos “golondrinos”. -Tenga usted Rafael, esto que se lo unte su mujer por la noche y en la mañana. En tres o cuatro días estarás como nuevo.

Cuando llegó la noche, le pidió a su mujer, que al igual que él, tampoco sabía leer, que le pusiera la pomada. Ella metió la mano en la cómoda y cogió la pomada de entre varios medicamentos y papeles que había allí y se la untó. De madrugada, Rafael “El Cojo” que dormía en el suelo, con la pata de palo como almohada, se levantó y despertando a su mujer le dijo” “Oye despierta que desde anoche, tengo un dolor terrible en los sobacos. El de la izquierda me duele más que el del otro lado. La mujer medio adormilada, se limitó a decirle: “Y para eso me despiertas coño, tomate un “OPTALIDON” y déjame dormir.

-Dámelo tú le replicó él- Se tomó su píldora y se quedó medio dormido. Al despertarse a las siete de la mañana, se notaba una presión especial en toda la zona de las axilas. Esperó a que se levantara su mujer, y después de discutir con ella, sobre lo que debía de hacer, se dirigió a la cuadra de Gordillo el piconero, en donde guardaba su borrico. Al poco rato ya estaba fuera y montado en el animal, con el que se dirigió a la casa Municipal de Socorro de la calle Góngora, posiblemente amarró el borrico en la ventana del Guerra. En el centro asistencial, le atendió D. Emilio Luque, que estaba de guardia y lo primero que hizo fue quitarle todo el vello de las sobaqueras, ya que su mujer le había juntado “pegamento y medio” en vez de pomada.

EN EL AMBULATORIO

Era a finales de julio de 1963, y este hombre fue al médico de la piel, Al 18 de Julio, para que le siguiera el proceso de los “Golondrinos”, él llegó muy temprano como siempre iba a todos los sitios, y al llegar al “ordenanza-portero” que estaba con su camisa azul, le contestó a la pregunta que le había hecho: “Entre usted por ahí, hacia la derecha (se refería al patio, que era donde estaba el especialista de la piel).

Pero Rafael “El Cojo”, al estar la puerta del patio cerrada, se equivocó y subió a la primera planta del edificio, en donde había unas cuatro o cinco consultas. También había un cartel de atención que limitaba el número de personas que por razones de seguridad debían de permanecer allí.

El problema radicaba, en que un palacete, concebido para otros menesteres, no estaba previsto, ni por vigas, ni pilares, para aguantar tanta gente como iba a las consultas. Cuando andabas por la primera planta y al tener mucho vano las vigas, retumbaba toda la planta, e incluso se apreciaba “la flexión” que hacía el suelo. Pues con todos estos antecedentes, y dos días después de un terremoto que hubo en la ciudad de Skopie (Macedonia), el “Cojo”, que al no saber leer, fue pausadamente de consulta en consulta, preguntando: “Es aquí, es aquí…”, como en todos los lados le decían que no, se cansó de andar de un lado para otro, con lo que su andar de “Pon y pon, que hacía su pata de palo”, mosqueo a todo el mundo, y que bastó que Elvira, una ATS, algo mayor, que estaba en el despacho de medicinas de abajo, se alterara y gritara. “Las vigas crujen, las vigas crujen”. Hasta los médicos se salieron al patio. Cuando todo se aclaró, el “Cojo”, bajaba tranquilamente por las escaleras con su “Pon y Pon” y se dirigía al patio, que era en donde estaba la consulta de la piel. Esa fue una anécdota que relató el “azulado” ordenanza del mostrador, que vivía en el Arroyo de San Rafael, mientras se bebía unos medios en Casa Manolo. En aquella época causaba furor un programa de la Cadena Ser que era "Matide Perico y Periquín".


jueves, 1 de septiembre de 2011

AQUELLA MILI DEL AÑO 1965-1966


Se trata simplemente de recordar de forma afable un episodio más de nuestras vidas, que por muchos defectos que tuviera, contábamos con el maravilloso Capital de los 22 años. Fue el reemplazo de Marzo de 1965, que se licenció en Abril 1966.

EN CERRO MURIANO

Aquel reemplazo del 1965, venía ya con retraso en su periodo de incorporación, pues estábamos a Febrero, y los que ya teníamos 21 años cumplidos, no sabíamos nada de Servicio Militar. Recuerdo que incluso llegamos a preguntárselo a D. Blas, aquel simpático practicante de la calle Escañuela, que fue el que nos talló en el antiguo Ayuntamiento y él nos confirmó que no sabía nada. De la noche a la mañana nos enviaron una carta certificada y nos convocaron para un martes con urgencia en la Zona.

En la Zona de Reclutamiento pasamos una mañana oyendo puntos del Código Militar y nos fueron preparando para la marcha al Campamento. Seríamos un total de 200 reclutas. A los que íbamos al Muriano, nos llevaron a Lepanto, en donde nos dieron una comida al mediodía. Nos hicieron un reconocimiento en medio del patio, para lo que nos pusieron en "pelotas". Después de la comida de la noche, nos dieron una colchoneta (no había para todos), que al arrastrarla por el suelo, con las enormes gotas de cal que había (estaban blanqueando), hicieron casi irrespirable la nube de polvo que flotaba en el ambiente. Ante esta situación unos ya estaban despiertos a las cuatro de la mañana, y hubo un grupo los de “Castuera”, que a esa hora empezaron a arreglarse la ropa.

Tenemos que decir que el café de la mañana fue de aquellos de “mete y saca”, nos referimos al saco, lleno de café, cebada o lo que fuera, que bajaba y subía, por aquella carrucha hasta adentrarse en la caldera de agua hirviendo. El “chusco” de pan complementaba el desayuno. Ese día también nos dieron de comer, y la comida la preparó Antonio, el dueño del Bar Casa Antonio, de la Viñuela, que no destacaba precisamente por sus andares.

Después de comer nos dieron un rato de asueto y nos completaron el equipaje, de forma que a las siete de la tarde, nos llevaron a la Estación de Cercadillas y nos montaron en unos vagones que debieron pertenecer en su día AL FAMOSO CARRETA. A duras penas el tren arrancó y al pasar por el paso a nivel del brillante con las barreras echadas, recibimos los aplausos de la gente que veía pasar a tanto soldado en cinco vagones.

DOCE BAJO LA LONA

Ya de noche llegamos a la Estación del Muriano y cogiendo el camino de las minas, lo primero que observamos fue en la misma esquina de la carretera una pequeña Iglesia casi derruida, que fue construida en 1911, para atender a la colonia minera que allí surgió y que al no tener torre, tenía aún una enorme campana en el suelo a espaldas de la misma Iglesia.

A principios de los años setenta, esta Iglesia fue restaurada y se le incorporó una torre, en la que se ubicó aquella campana que estaba en el suelo.

La quinta del 1965, fue posiblemente una de las la últimas que utilizó la chabola en el Campamento de Cerro Muriano, e incluso fue la primera quinta que estrenó aquel uniforma de gala, en donde la prenda más importante eran aquellas botas “hebilladas” que daban un cierto “caché” y que claramente marcó un antes y un después en esto de la ropa en la mili.

En aquellas chabolas convivían doce jóvenes cada uno de su padre y de su madre y para colmo cada uno de su barrio. Había 6 literas dobles, en donde dormían 11 soldados reclutas y un cabo veterano, que estaba al mando del grupo. El primer cabo que tuvimos en aquellos meses se llamaba “Horrillo” que tenía una obsesión por la vela que por toda luz, tenía la chabola. Quizás por falta de carácter para tratar al grupo, fue sustituido por uno que le decían “El Carloto”. Este cabo tenía obsesión por la marcialidad y las voces de mando.

Nuestra ubicación en la Chabola, quiero recordar era la siguiente:

En la primera litera de la izquierda, la ocupaban: Ángel Márquez, de Villanueva del Duque, y Bernardo Moreno, de Córdoba.
En la segunda, Rafael González y Antonio Martínez, ambos plateros y de Córdoba
En la tercera, Joaquín Martos y José Luís Thous, ambos de Córdoba, eran lo señoritos de la chabola.
En la cuarta, Miguel Mújica y el cabo Horrillo, uno de Espejo y otro de Castuera.
En la quinta, José Mendoza y Rafael Mendieta, ambos de Córdoba y del Campo de la Verdad.
En la sexta, M. Estévez y Juan Membrives, de Córdoba y la Rambla respectivamente.
El Jefe del Batallón: Comandante Navarro Mancebo.
El Capitán de la compañía: Giráldez Fernández.
Los Tenientes de las secciones: Villalonga-Espinosa de los Monteros y Márquez
Un primero se llamaba Pilo Sanz y el otro primero, era Sánchez Puebla.

GRAN SUERTE

A la mañana siguiente y nada más ir para el llano a donde nos “pelaban”, tuve la gran suerte de encontrarme con dos amigos de mi barrio que ya eran veteranos: Manolo Vargas y Pepe Millán, que estaban destinados en la Compañía de Servicios, uno de Fontanero y otro de Sanitario. Ambos se portaron de forma maravillosa y ejemplar, de eso pudo dar fe toda mi chabola. Supuso para nosotros una tranquilidad enorme encontrar a dos amigos de tu barrio por aquellos parajes. Hoy desgraciadamente los dos están fallecidos, se murieron muy jóvenes, pero siempre los recordaremos por lo bien que se portaron.

A los pocos días de andar de aquí para allá me quitaron el gorro y lo pasé fatal, localicé a mi amigo Vargas, y le faltó tiempo para traerme al momento otro gorro, e irónicamente me comentó: “En el ejercito no se pierde nada, solamente cambia de sitio”. También ellos nos proporcionaban agua cuando ésta escaseaba y de todo lo que necesitábamos, fue una forma de rendir tributo a la amistad. En una ocasión les quise invitar a comer en la cantina, con tal, de no esperar a comer “terraplén arriba o terraplén abajo”. Ellos se encargaban de todo, y lógicamente comías el menú estrella de aquella cantina. “sardinas fritas”. Recuerdo que uno de los cantineros, era el simpático Luís Molero, que hasta hace poco ha sido el eficiente sacristán de San Andrés, y él pregonaba por encima de las manos de los que mucho pedían: ¿De quien es esto? Y tú siguiendo la recomendación de los veteranos, decías, ¡mío! cogiendo tus sardinas que a lo mejor pertenecían a otro. 

Hasta que terminó el Campamento, no dejamos de tener a dos auténticos amigos, que se esforzaron por hacernos la Mili agradable.

MALA SUERTE

Al igual que me tropecé con estos dos amigos, en la misma compañía, había un veterano (Cabo Fulano de tal…) que era el cabo furriel. A este lo conocía del Colegio, de los Salesianos y de la Cenemesa. Además vivía por encima de Recachutados Victoria, (Fuensantilla), Por respeto a su exquisita familia, no quiero mencionar su nombre, pero en contraste con mis amigos anteriores, este fue un personaje que se convirtió para nosotros en una auténtica pesadilla. Desde primera hora se obsesionó por complicarnos la vida. El, que estaba acostumbrado a que todo el mundo le escuchara decir. “Yo soy ingeniero, vivo en un chalet del Brillante, mi tío es general, etc. etc.” Al vernos a nosotros que le conocíamos y bastante bien, le DESARMÓ, su forma compulsiva de mentir que tenía a todo el mundo.

Quizás como venganza y para “demostrarnos su poder” nos negaba los permisos de sábados a lunes, por lo que no podíamos bajar a Córdoba, para lavarnos. Nos apuntaba a todo aquello que nadie quería apuntarse, sin tan siquiera preguntarnos. Sin aún ser soldados nos nombraba la “imaginarias” más perjudiciales, como las de las dos de la madrugada. Todo su afán era demostrarnos que allí manda él..

¡QUE MAL RATO!

He dicho antes de que no es necesario que se cite su nombre, pues de sobra será conocido al día de hoy, por todos los bares y sitios que suela visitar, ya que su afán compulsivo a mentir y de inventarse trolas, no se le ha quitado, y esto lo identifica claramente ante cualquiera. Estábamos en vísperas de la Jura de Bandera, ensayando la GRAN PARADA MILITAR, es decir; todo el Regimiento (5 batallones) en perfecta formación, con el coronel Mateo Prada Canillas, al frente y cuando parecía que estaba más solemne la Parada, surge el capitán de mi compañía y en voz alta dice: “Fulano (en alusión al cabo embustero), quienes son los chulos que le querían pegar a un cabo”, ante esta pregunta “El cabo fulano” se volvió hacia mi y mi compañero de fila., y nos señaló con el dedo. Yo, no entendía aquello, y cuando aún estaba perplejo, veo que se acerca a nosotros el capitán y nos dice “Os voy a mandar a un Castillo de trabajos forzados”. Yo al oír estas palabras, me entró ganas de morirme, ganas de llorar, ganas de todo. Si no me dio un infarto fue de milagro.

El alférez Pérez de Lama, ingeniero de caminos, con el que colaborábamos en el tema de los analfabetos, aclaró este mal entendido con el capitán, y que había sido producto de la “osadía” y mentalidad “vengadora” de este hombre. Fue llamado al orden por el mismo capitán, pero como estábamos en vísperas de la Jura de Bandera, aquello se enfrió. Terminó la Mili, y yo quise olvidar este tema, solamente lo recuerdo ahora al cabo de los 45 años.

EL PARQUE DE AUTOMOVILISMO

A primeros de junio de 1965, bajamos del Campamento del CIR nº 5, (Cerro Muriano), y nos apeamos de aquel tren en la “ganadera” estación de Cercadillas, y de allí con el macuto al hombro, nos llevaron a la Base de Automovilismo. Al mando del grupo iba el 1º Ramón Tamaral, que para la ocasión iba vestido de “gala”. 

La doble fila que formábamos, aquel grupo de soldados, era una escena muy propia de una película al estilo de “Recluta con un niño”. Pero el 1º Tamaral, con sus gritos de: “Esa cola… que os meto un puro…venga marcando el paso…” No se resignaba a demostrar a todos los viandantes, que era él, el que mandaba en aquel grupo de unos cuarenta soldados, y tenía interés en demostrar a la gente de la calle, que íbamos más o menos dispuestos a algo parecido al desembarco de Normandía.

Nada más llegar a la Base y entrar en la amplia compañía, casi todos nos dirigimos a una BOCA DE RIEGO que había en el centro de la misma, precisamente debajo de la cama de un tal Mancera que era el telefonista de la Base. Que alegría, que abundancia de agua, sobre todo después de venir del Campamento, en donde se habían secado la mitad de los pozos y sólo se bebía con la ración de agua que te daban del camión depósito, y eso que algunos tuvimos la suerte de encontrarnos con Manolo Vargas, que era amigo, y que como hemos dicho nos proporcionaba agua de contrabando. Para lavarnos utilizábamos el agua que daban “los pozos” de los futuros pilares que se estaban haciendo para las naves y edificaciones que hoy están en pie. Aunque el agua no se podía beber porque tenía un sabor a cobre, al menos nos servía para lavarnos.

También nos dimos cuenta de que en el Cuartel, en vez de trompeta para llamar a la tropa, existía una sonora campana. Otra cosa que nos alegró mucho, fue poder comprobar la existencia de un amplio comedor, con mesas y sillas, incluso con su exquisita decoración. Atrás se quedaba el comer “terraplén arriba y terraplén abajo”, en aquellas “marmitas comunes”, y teniendo que esperar algunas veces unas colas interminables.

Nos sorprendió el hecho de ver a buen número de trabajadores civiles circulando por la base, sobre todo a la hora del bocadillo, en que pasaban por la puerta de la barbería, para coger un “chusco” que se les facilitaba a cada uno. El portero de los talleres que era el compañero Lagares, atendiendo instrucciones del teniente Ortega, cuidada de que solamente se cogiera un chusco por cabeza.

Al principio de los años sesenta, desapareció el Cuartel que había en el viaducto, esquina Calle Doña Berenguela, y por tanto se había concentrado la tropa y los Talleres en la Base, que se encontraba junto al paso a nivel de los Santos Pintados, en donde debajo de aquel agradable emparrado, el bueno de Enrique, entre tertulia y tertulia, vigilaba el paso de los trenes y cuidaba de las barreras.

El primer día que llegamos a la Base, y en la primera formación que hicimos por la tarde, nos arrestaron a los compañeros, Santamaría Cañones, Meléndez Villagras, Espejo Sánchez, Los Hermanos Peralta, y el que esto relata. Y nos arrestaron porque nos “pillaron” con la ropa de paseo puesta. Teníamos miedo de que nos robaran algo del macuto, pues los teníamos sin candado. Protestamos la falta del candado y nos echaron dos días más.

EL DIA SAN JOSE

Ya en la Base, en Marzo del 1966, me pidió el cabo cartero Mateo Maya Sánchez, “que le sustituyera” el día de San José, para que el pudiera marcharse a la Rambla, para poder estar con su novia. Se trataba de que yo hiciera su labor de “cartero”, para ir al Gobierno Militar, recoger la Orden de la Plaza, y luego pasarme por el apartado de Correos y recoger todas las cartas que hubiera para la Base. Al llegar a la Base, entregué el correo al Teniente Guerrero, que estaba de guardia.

“COGE AUNQUE SEA UN TANQUE”

Cuando iba a salir por la puerta para marcharme a mi casa, se acerca a mi el teniente Guerrero y me dice: “Tu Cabo, adonde vas, y yo le contesté, a mi casa, y entonces él con toda la petulancia que arrojaba su enorme corpulencia, me dijo: “Cabo, coge esta carta y la llevas a la Comandancia de Obejo”. Ante aquella petición, yo medio asustado le conteste, Mi teniente, yo no tengo ni carnet de conducir, ni vehículo, No me importa, me dijo, COGE UN TANQUE DE ESOS si hace falta y llevas la carta de inmediato. Al terminar de decir esto, y por toda explicación, se dio media vuelta y se dirigió para el cercano Bar SIBONEY, que estaba en la esquina.

Ese día estaban de guardia, Pepe Lara, Antonio Tamayo, Rafael Almoguera y Patricio Carmona. Ante mi desesperación ellos no podían hacer nada. Entonces fue el servicial Laureano Mancera Amador, el que se ofreció para llamar al sargento Pascual y comentarle el caso. Afortunadamente “mi sargento”, me contestó que cogería su moto Vespa 125 y se vendría para la Base. A la media hora o cosa así, se presentó en el cuartel y me dijo: “Coge la carta que nos vamos para la Comandancia de Obejo”. A todo esto el teniente Guerrero, seguía en el Bar SIBONEY.

Efectivamente llevamos la dichosa carta a Obejo y pudimos ver que allí no había nadie, solo había un exiguo cuerpo de guardia.

Volviendo al teniente Guerrero, el que mejor podía hablar de sus caprichos era Pepe Alcaide, que siendo sacristán de San Andrés, le tocó sufrirlo como jefe en la Oficina de Control. Un día ya jubilado el sacristán nos comentó: “El teniente Guerrero para lo bueno o lo malo era un caso extremo.”. En una ocasión iba yo en un entierro vestido de sacristán y por poco casi me obliga a hacerle el saludo militar.

Salvo incidentes como éste, en general nuestra mili en la Base de Automovilismo, se pudo considerar como una buena experiencia para nuestras vidas, en donde coincidimos con mandos, compañeros y civiles que siempre recordaremos.

Entre los compañeros, tenemos que mencionar a los Lagares, a Patricio Carmona, Antonio Salazar, Rosal Moya, Manuel Meléndez, Pepe Lara, Trassierra Civico, Antonio Mancera, Mateo Maya, Manolo Zurita, Rafael Almoguera, Polo Luque, Los hermanos Peralta, Ricardo Ruiz, Lázaro Pozas, Mújica Hidalgo, García Vinuesa, Cayetano Ruiz, Mendoza, Campos, Rafael Almoguera, Miguel López, y el amigo Reyes, que no apareció en toda la Mili., etc. etc.

Entre los Civiles, citaremos algunos:

Al Maestro Padillo, Este maestro era un hombre pacifico y muy respetado. Su sección era la de electricidad del automóvil. Posiblemente era uno de los más veteranos de la plantilla. Llamaba la atención verle por las calles del barrio montado en su enorme moto con sidecar, acompañado siempre de su estoica esposa. Decían de él que ya estaba en su sección, “Como un auténtico florero”, pues el que manejaba el taller era el joven y dinámico Alférez Relaño.

A Rafael de la Virgen, Maestro del taller de mecanizado, gran profesional y mejor persona. Durante sus tiempos libres tenía un taller en la calle el Agua, en donde se hacían trabajos para los plateros. Disfrutaba mucho con la cacería y el campo. Un día estaban hablando en la Sociedad de Plateros de ir a “coger ranas” y lo expresaron tan claro y alto, que lo escuchó un tal “Leones”, al cual le faltó tiempo para ir a casa “El Tomate” (Cerro la Golondrina), y contárselo a su amigo Curro. Al día siguiente se presentó Rafael de la Virgen, y su grupo totalmente “bolos”, ya que no habían cogido ninguna rana., El “Leones y el tal Curro” dos horas antes que ellos y con un “garlito” de trapo rojo, habían dejado la charca totalmente “seca” de ranas. Ante la sorpresa de los “fracasados” el tal “Leones” en la misma taberna les enseñó el petate de ranas que les había “birlado”.

El amigo Márquez, el pintor, toda una institución en San Juan de Palomares y en San Lorenzo, en donde había sido toda la vida su barrio. Además de un excelente pintor, sin apenas instalaciones, fue en su juventud un magnifico jugador de fútbol en el equipo de la popular Electro Mecánicas, alternando con Patricio, Luque y Mariano García, entre otros. Sus rivalidades con el San Lorenzo y en concreto con el “Chato Efrén”, fueron muy sonadas. Su familia fue muy querida en el barrio.

El simpático Heredia, gran tapicero, y mejor conversador, pues hablaba y sabía de todo. Perteneciente a la saga de los Heredias, que fueron santo y seña de la Peña de los Romeros de la Paz. Este hombre siempre que se cruzaba con el coronel, le pedía algo, pero casi siempre su monólogo se refería a la necesidad “necesito pasta”, pues casi siempre tenía una primera comunión familiar pendiente.

Rafael Peña “Peñita”, este era de los civiles más simpáticos y queridos por los soldados. Trabajaba en automovilismo y era un gran “esmerilador de válvulas.”. Probó suerte como profesor en la Universidad Laboral, pero según decía él “La trigotometría” le traicionó y por ello no superó unas pruebas que le pusieron. Y por eso al poco tiempo tuvo que volver al Parque. Este hombre era aficionado a los toros y al fútbol, y se le podía ver muchos domingos de acomodador en ambos espectáculos. Luego mantenía animadas tertulias en su puesto de arropías de la esquina de Alonso el Sabio, tanto es así, que de forma simpática se le llegó a denominar “El Quiosco de Carrusel”. Hoy en día dicho puesto está explotado por uno de sus yernos.

Rafael.“El Pringues”, posiblemente uno de los mecánicos más completos de Córdoba. Especialmente en el tema de los camiones y vehículos pesados. La mecánica de coches y vehículos, no tenían ningún secreto para él. En suma era un fuera de serie. Durante bastantes años, tuvo un taller en el simpático “Valle de los Buitres”, en donde según él, daba “clase todos los días”.de buena mecánica. Una desafortunada enfermedad le apartó en plena juventud de la actividad que había sido su vida. Su padre tiene el “baratillo de la Corredera”.

Maximiliano Calero, el hombre que llevaba el control de las Órdenes de Reparación, de todos los vehículos que entraban en la Base. Siguiendo instrucciones del Jefe de talleres, el teniente Jarabo, su misión era enseñar a los soldados para que se adiestraran en esta labor. Como los soldados “hacían” el trabajo, a él, le sobraba todo el tiempo del mundo para hacer Jeroglíficos, que era su pasión. Al margen de esta afición siempre fue un gran andarín y con frecuencia se le podía ver marchando por los caminos de la sierra en compañía del Pepe Taguas, Perico Pareja, y otros amigos de casa Baltasar de la Magdalena. Ahora está en la Residencia de frente a la Compañía.

Bernabé Peña, formidable tornero, gran persona y un excelente cordobés de pura cepa. No voy a resaltar aquí los husillos de dos entradas que este hombre pudiera haber hecho en su vida profesional. Simplemente voy a ponderar aquí, su amor a Córdoba, que siempre lo tuvo muy a gala, demostrándolo durante muchos años en compañía de su amigo el famoso “Charla”, tocando ambos sus bandurrias, en aquellos ratos inolvidables de la vida en los que hizo disfrutar a sus paisanos e hizo más grande a Córdoba.

Y entre los militares, tenemos que citar:

Al coronel Sánchez Ferragut, al que llamaban de forma simpática “El pomelo”, por su coloración y estatura. Era un hombre con una preparación muy técnica e ilustrada y poseía una gran biblioteca. El caballo de batalla de este militar era su hipertensión, que por indicaciones del oficial médico, yo procuré controlar durante el tiempo que estuve a su servicio. Tomaba “Emconcor” y me ordenó que se lo escondiera detrás de la Enciclopedia Labor, que tenía en su despacho, pues no quería que su señora se enterara de nada. Cuando se marchó a Sevilla (Parque y Maestranza), casi todos los militares que quedaron me querían “pelar”. Afortunadamente la sangre no llegó al río y pudimos escapar medianamente bien, en el nuevo destino que fue Ayudantía.

Capitán Garrido, más que como militar habría que valorarlo como jefe de la Administración y Gestión económica de la Base. Tuvo poco trato con la tropa, pero siempre fue correcto y educado. Tenía estilo y su bigote le daba seriedad y respeto. Era un hombre de valores importantes e intentó siempre darles buena relación a los trabajadores. Me admiró contemplar el buen archivo que había organizado en el sótano.

Capitán Medina, era el jefe del CMIR, y muy severo en su trato. Temías cruzarte con él, por medio del patio, pues temías siempre que advirtiera cualquier irregularidad en tu vestimenta o pelado. Siempre te llamaba la atención por lo que fuera. Afortunadamente y a través de su asistente, supimos cual era su tremenda debilidad, y ésta no era otra QUE SU GRAN DEBILIDAD POR EL REAL MADRID. Advertido este detalle, todo fue “miel sobre hojuelas”, y solamente se trataba de que de vez en cuanto te oyera echarle algún piropo al Real Madrid. En realidad estos militares muchas veces eran como niños. 

Luego resultó que el Capitán Fuertes, que llegó después, era más forofo del Madrid, que el propio Bernabeu.

Teniente Guerrero, era el único teniente de la llamada escala activa. Tenía fama de que le gustaban las fiestas nocturnas y la diversión en exceso. Fue muy aireado en Córdoba, uno de los incidentes que le ocurrió en la Sala de Fiestas COPACABANA, Esa noche del principio de los años sesenta, según me ha comentó José Sánchez Aguilera, (Encargado de la Sala), sería las dos de la madrugada, cuando llegó a la citada sala de fiestas y al parecer venía “rebotado” de la “SEGUNDA”, en donde había tenido una pequeña trifulca. Como siempre para estas ocasiones, a él le gustaba vestir de atuendo un “Mono Azul", con las estrellas en fondo rojo”. Incluso gustaba de llevar pistola. Nada más llegar pidió una copa y empezó a bailar y a plantear algunos problemas. El encargado, el citado José Sánchez, le pidió que guardara cierto orden y él le contestó más o menos: “Vd. Sr. Encargado sabe quien soy yo, si lo sé, le contestó, Vd. es el capitán Guerrero, pero aquí dentro es uno más, como cualquier otro cliente. Malhumorado y lanzando toda clase de amenazas, hizo ademán de sacar la pistola y afortunadamente se lo impidieron.”. Al poco rato se marchó sin más incidencias, pero aquello se propagó por toda Córdoba.

También hay que decirlo en su haber. El teniente Guerrero, cansado de que el “GAS-OIL” se perdiera a “chorros” en la pruebas de vehículos que salían a la calle, hizo colocar una gasolinera que controlaba el combustible que se echaba en los vehículos para las pruebas. De esta forma evitó un abuso que solía darse con alguna frecuencia, pues para realizar cualquier prueba, salía el vehículo lleno de combustible y volvía vacío. ¿Dónde se quedaba el otro?. Esta idea fue muy positiva para la Base.

Teniente Ortega, era el clásico militar que se conocía todas las guerras y todos los olores a “chusco”. Yo trabajé con el en Ayudantía y la verdad es que confiaba mucho en sus colaboradores. De él dependía el Bar de la tropa, y solamente con que le “cuadraras” las cuentas y su saldo, se quedaba conforme. En una ocasión nos pidió que le pasáramos a máquina cuatro o cinco folios. Al parecer los militares de la escala auxiliar tenían que “rendir cuentas” de forma periódica sobre su formación. En esta ocasión me daba unos folios, totalmente amarillentos, de haber pasado de unas manos a otras. En definitiva hablaba sobre las “guerra de guerrillas” que se dieron nada más y nada menos que en la guerra de Filipinas. Con toda seguridad estos textos los escribiría uno, hacía ya mucho tiempo, y se lo fueron pasando de unos a otros.

El compañero Manolo Zurita, cuando se licenció se dejó atrás una revista de actualidad que se llamaba HORIZONTES. De leerla una vez y otra, nos aprendimos casi de memoria, lo que decía el general americano Westmoreland, sobre la tácticas de guerrillas que utilizaba el general Giap, en aquella guerra del Vietnam, y que motivó la salida de los americanos con la cabeza baja de la Península de Indochina. Entonces se me ocurrió cambiar el trabajo de la “guerra de guerrillas” de las Filipinas, por estos relatos más actualizados del Vietnam, y se los comenté al teniente, el cual sin apenas prestarme atención me dijo: “Has lo que tu creas conveniente y me lo das para firmarlo, tiene que salir en el correo del lunes”. Efectivamente, yo le actualicé el tema de la “guerrilla” y se lo di para que lo leyese, pero él sin mirarlo apenas, lo firmó y me dijo que lo enviara al correo.

Durante dos semanas no se habló nada de este tema, pero recuerdo que era un viernes y llamándome a su despacho me dijo: “¿Cabo, tu que has puesto en la carta que hemos enviado a Capitanía?”, Entonces yo le noté sumamente preocupado, pues le pedían por correo “vía Gobierno Militar” que se presentara sin falta el martes siguiente en Sevilla, en el Área de Instrucción.

El, a pesar de todo lo que aclaré estaba algo preocupado. El lunes no se presentó por la Base, al parecer pediría permiso para meditar el asunto de Sevilla.

El miércoles, se presentó en el Parque, con un semblante de fiesta e incluso con el traje de gala. Al parecer le habían condecorado por el trabajo sobre la guerra de guerrilla, que ni siquiera había leído. Enseñó su Diploma y una medalla que le dieron.

El Teniente Daniel, un gran profesional en temas de secretaria. Era un maestro en temas de oficios, escritos y articulados. Estaba todo el día redactando oficios y cartas referentes con la tropa. Era un hombre que quizás por la edad le gustaba de vez en cuando un "vasito" de vino y cuando tenía su ración le daba por decir “jopo, jopo” y esas eran las palabras con las que nos avisaba de que teníamos que tener cuidado.

El Brigada Zamaniego, este militar era evidentemente de la escala auxiliar, pero sabía más de mili y del ejército, que el mismo general. Mac Arthur. Le llamaba la atención a todos los compañeros y los solía poner en ridículo cuando no llevaban la razón. Con la tropa se volvía mal encarado y excesivamente “legalista”. Cuando le tocaba guardia, hacía que la tropa “contara” hasta las balas de las cartucheras. Para revisar la limpieza de las perolas en la cocina, hacía lucir la luz de su “Lambretta” para verificar mejor la limpieza. El soldado Pedro Tinajones, le facilitó un brebaje casero contra la caída del pelo y eso le hizo que se convirtiera en el soldado con más poder de la Base.

Sargento Pascual, un trabajador metódico y eficaz, poco hablador, pero con sus colaboradores se entregaba lealmente y los defendía en todo lo que podía. Era el encargado de hacer unos “estados trimestrales” en los que había que rellenar infinidad de datos, que lo hacía con gran lucidez y eficacia. Llevaba de forma modélica el control de salida y entrada del correo. Era un gran profesional, que con toda seguridad hubiera prosperado con rapidez en la empresa privada. Tenía un sentido muy acusado del respeto a los superiores. En la cocina se defendía muy bien aunque no era su fuerte. Era muy honrado con las dietas de la comida.

Sargento Briones, nada más que mencionar su nombre nos suena a bondad. Era torpón en cosas de oficina, pues lo suyo eran temas de cocina, en donde demostraba que era un excelente cocinero y comprador. Todavía recuerdo las patatas al jerez, que se solían comer cuando él estaba de cocina. También le gustaba un "vasito" de vino y cuando coincidía de servicio con el teniente “jopo, jopo”, la guardia muchas veces era imprevisible, debido a lo miedosos que eran los dos. Disfrutaba explicando la fórmula del movimiento de “proyectiles”, que se la había aprendido poco menos que de "memorieta", cuando hizo los cursos de artillería. Ya de teniente, vivió en la Calle María Auxiliadora, en donde murió relativamente joven, se jactaba de que el dueño del Churrasco, Rafael Carrillo Maestre, que fue soldado de Automovilismo, había comido sus patatas al jerez.

El fue el que se preocupó de que a un hombre que dormía en los bajos de la obra de lo que luego fue COLCHONES NUMANCIA y hoy es un Supermercado, no le faltara diariamente su comida. Igualmente le daba comida a todo el que llegaba a la puerta de la Base.

EL SOLDADO SENCILLO

Al final quiero citar a un compañero SOLDADO, que se llamaba, José Mª. Vicioso, que fue una bendición para la Base. Desde primera hora se acopló en la cocina, y trabajó como un condenado para que sus compañeros comieran cosas sanas. Luego tuvo detalles que le sitúan en el UMBRAL DE BUENA PERSONA, cuando en las Navidades del año 1965, el Alférez de complemento SILVANTOS, discutía el servicio de cuartelero, él, para que sus compañeros pudieran ir a pasar la Nochebuena con sus familiares, le dijo: “Mi jefe, yo atranco una cama en la puerta de la Compañía, y aquí no entra nadie”. Pero no es este detalle aunque importante por lo que quiero recordar a este compañero. Nada más llegado a Córdoba, él, que era de una de las aldeas de Fuente Obejuna, le tocó GUARDIA, de plantón en la puerta junto a la chatarra. Entró en el relevo de las dos de la tarde, y a las dos y media como siempre tocó la campana para el COMEDOR. Él, con toda la tranquilidad del mundo, soltó en sitio cómodo el MOSQUETÓN, y se fue corriendo para el comedor. Algunos compañeros y veteranos se dieron cuenta del detalle y le dijeron: “Oye Vicioso, tú no sabes que el MOSQUETÓN, es sagrado y no se debe abandonar” A lo que él contestó: “Lo más importante para mi, es lo que me ha dicho la buena de mi madre, de que la comida "ES SAGRADA", por eso yo voy corriendo para coger el mejor sitio del comedor”. Ante estas palabras y su realidad, los Reglamentos y Leyes Militares, hacían agua.