domingo, 20 de febrero de 2011

Se fue mirando el cielo

Ahora que salen a la luz pública obras en las que aparecen personajes importantes de Córdoba, e incluso se les asignan a muchos de ellos calles como homenaje, bueno es que se recuerde a:

MANUEL FLAMIL CAÑETE

(Montalbán 1925, + Córdoba 27-09-2010)


En el mes del septiembre pasado nos dejó el compañero de la CENEMESA Manuel Flamil. Un hombre completamente enamorado de las “cosas del cielo” y del “murmullo que sale de la garganta de los gitanos” en forma de cante grande. Pero, por encima de todo, fue un maestro para quien quiso ser su alumno. Un gran compañero para todos los que convivieron con él en el trabajo de todos los días. Gran padre de familia, se sentía muy orgulloso de que su yerno fuera su “heredero” en la afición a las cosas del cielo. Fue el decano de los astrófilos cordobeses, ganándose un merecido respeto por sus conocimientos. Córdoba por todo ello le debe a este hombre una deuda de gratitud, por lo menos estas humildes líneas.

Manolo había nacido en 1925, en Montalbán, y la difícil situación de la España de la Guerra Civil y su posguerra le obligaron a trabajar en el campo como a tantos otros. Sin embargo, sus buenas dotes para el estudio y su espíritu de superación lo llevaron a un campo al que no parecía llamado, a interesarse por los cielos. Gracias a su esfuerzo en solitario se convirtió en un experto autodidacta en astronomía. Con orgullo solía decir “TODO LO APRENDÍ ECHADO PANZA ARRIBA EN LA ERA Y MIRANDO AL CIELO DURANTE LAS NOCHES DE VERANO”. Quitaba rigor a sus conocimientos y los impregnaba de un alto sabor a lo popular. Era un hombre que todavía utilizaba los refranes para intentar explicar a la naturaleza…

Tuve la gran suerte de que nada más entrar en la empresa (1962) fuera de las primeras personas con las que me crucé. Me siento orgulloso de haberlo tenido como referente en muchas cosas de la vida. Su familia. Su profesionalidad en el desempeño de sus labores técnicas dentro de la fábrica. Su amor inconmensurable a todo lo que ocurría en el cielo. Su debilidad por los entresijos del cante “jondo” en todos su “palos”. Todo me hizo cada vez admirarlo más. Y sobre todo, era un maestro en el arte de no querer IMPORTUNAR. Responsable y solidario con todo aquello que sabía a humanidad. Manuel Flamil fue para muchos un símbolo de hombre culto lleno de la sapiencia popular.

En este aspecto, me refirió varias veces que él era un gran admirador de Azarquiel, que como él tuvo unos comienzos populares y de preparación autodidacta. Fue considerado como uno de los astrónomos más importantes de la Edad Media; para ello cultivó las tres ramas de la ciencia astronómica árabe: los instrumentos de observación, las tablas astronómicas y la teoría astronómica. Se le considera el máximo responsable de la elaboración de las famosas tablas toledanas, consideradas las tablas astronómicas medievales más famosas en el occidente latino.

Para muchos este sabio nació en Córdoba, y curiosamente hay una calle en nuestra ciudad (Zarco) que guarda mucha relación con los ojos que este científico tenía: ojos zarcos (verdes). Parte de su gran obra la llevó a cabo en Toledo, pero finalmente tuvo que salir huyendo por los temas bélicos. Desgraciadamente, me dijo, este hombre apenas es hoy mencionado por la ciencia moderna, quizás por sus comienzos sencillos y populares.

Flamil nos enseñó a todos los que le admirábamos muchas cosas relacionadas con el espacio. Nos enseñó hasta la velocidad de escape de la atmósfera. Pero siempre no lo hacía de una forma muy didáctica, empleando para ello croquis perfectamente rotulados y delineados, con una preciosa caligrafía.

Así, en su día, nos explicó de forma grafica y sencilla todo el proceso del primer viaje del hombre a la Luna, indicándonos las distintas fases del cohete Saturno que llevó a la cápsula de alunizaje a los dominios siderales. Nos documentó el viaje de regreso y los problemas de re-entrada en la atmósfera y el porqué del ángulo de “acometer el Anillo de Van Allen. Nos habló del peligro del “rebote de la capsula” comparándolo con aquellas “chifletas” (piedras finas), que lanzábamos a la superficie de los arroyos y charcas. Igualmente nos explicó perfectamente el riesgo de soportar las “enormes temperaturas” que adquiriría la capsula por una “mala entrada” causadas por el roce con las partículas subatómicas que formaban el mencionado Anillo de Van Allen.

Era un placer escuchar sus explicaciones y la habilidad e ingenio que tenía para dibujar las secuencias que te explicaba.

Tenía buena relación con la agrupación astronómica de Sabadell, a donde mandaba con regularidad sus artículos y colaboraciones. En Córdoba tenía admiración en el campo de la astronomía por David Galadi Enríquez. Ya lamentaba el “peso de su edad” para acometer otros proyectos.

Quizás la Universidad cordobesa debió arropar toda su erudición y haberle dado una posibilidad de transmitir sus enormes conocimientos, de la misma forma que se ha hecho oportunamente con Agustín Gómez y el cante. La etiqueta elitista de la Universidad suele dejar en las “cunetas” a veces a gente como a Flamil. Sus horas “panza arriba” y la dedicación durante toda su vida no fue bagaje suficiente para que pudiera enseñar a muchos alumnos, y no sólo a sus compañeros de trabajo.

Por otra parte no es de extrañar en manera alguna este comportamiento de la Universidad, que ya se mostró igualmente poco generosa con Don Manuel Ocaña Jiménez, uno de los más importantes arabistas de este país, y que tuvo que terminar sus días “diseñando transformadores”.

Aparte de la astronomía, era un placer oírle hablar de cante grande. Te hablaba maravillas del arte de Camarón, te comentaba lo documentado del cante de Fosforito. Añoraba siempre el cante de Caracol, todo ello con los elogios a guitarristas y flamencólogos. Entendía de todos los “palos” e incluso los “decía” al oído de forma maravillosa. Pero toda la sensibilidad que demostraba en este “arte” le hacía recatado en respetar a todos los cantaores.

A principios de los años ochenta se celebró en los Salesianos un grandioso festival de cante flamenco que contó con la actuación principal de Camarón, Fosforito, Lebrijano, Antonio de Patrocinio, Paco de Lucía, entre otros. Fue un éxito apoteósico de arte y de público. Le comenté una curiosidad que observé: nada más terminar la actuación de Camarón, la gran mayoría de sus partidarios de raza gitana se marchó, estando la velada aún a medias. Ante esta pregunta, el bueno de Flamil me comentó: “Es que los gitanos van a ver solamente a su cantaor y éste no es otro que Camarón”.

No es que él aprobara la marcha de estos aficionados a mitad de la velada, me comentó, pero sí estaba de acuerdo en que Camarón significaba para el cante “algo distinto”, sin copia posible. Fosforito, por ejemplo, con toda su categoría y doctorado, se desenvuelve en “otra dimensión”. Quizás el cante del Manolo Caracol, (ese sí era otro monstruo), me dijo, por su “singularidad” se podía oponer al Camarón.

El cante es como el toreo. Hay maestros que lo conocen todo, lo dominan todo, y son grandes figuras. En cambio hay otros, que a lo mejor con un par de destellos alcanzan la dimensión de “genios”…

Su número preferido era el SIETE. Según decía, dicho número era el protagonista aventajado de la colección de números simbólicos y venerados en la antigua Babilonia por su referencia al CURSO DE LAS CUATRO FASES DE LA LUNA-MEDIADORA DEL TIEMPO (… siempre el espacio). Cada una de las cuales dura SIETE días. Incluso la maravilla de la creación duró SIETE días, respaldándose en la Biblia. Éstas fueron las últimas palabras que me comentó en el último diálogo que, de forma periódica, manteníamos en las TENDILLAS, frente a la farmacia BELTRAMI, allá por septiembre de 2009. Allí llegaba él invariablemente montado en su autobús de línea… EL SIETE.

Descansa en paz amigo Flamil. Sé que ahora estarás disfrutando viendo el auténtico Cielo de cerca.

martes, 8 de febrero de 2011

El dulce en la postguerra

En aquellos tiempos eran pocos los que tenían acceso a los manjares de los dulces. Había que esperar que llegaran unas Navidades para que se disfrutara de los pestiños o de los mantecados. En los días normales del año nos acercábamos al obrador de la Confitería “La Gloria”, que estaba en la calle Maria Auxiliadora, solamente para comprar, muy de vez en cuando, DOS REALES DE RECORTES. Por lo general esta “recaudación” era lo que se solía coger en cualquier bautizo, en donde casi te jugabas el físico lanzándote al suelo para intentar coger las “perras” que lanzaba el padrino al grito de “AQUÍ, ÁQUÍ…” Estas voces (y otras un poco más “verdes”) eran el reclamo para “estimular” al padrino para que echara cuantas más monedas mejor. Los “recortes” se compraban casi siempre en forma colectiva.

Por nuestra edad tuvimos la gran suerte de no tener que vivir la desgraciada guerra, pero sí tuvimos que sufrir la escasez y las dificultades que flotaban en el ambiente de aquellos barrios populares. Hablar de dulces eran palabras mayores, y hasta las confiterías estaban por lo general ubicadas fuera de aquellas zonas.

La mayoría de nosotros teníamos que conformarnos simplemente con los manjares que se expedían en aquellos puestos de arropías. Las “sultanas”, el regaliz, la “harina de algarroba”, y aquellos barquillos, finos y de colores del tamaño de un plato, que a poco que te descuidaras se los llevaba el aire. Esos eran todos nuestros dulces. Como caso excepcional, algunas veces nos tomábamos entre varios una gaseosa PIJUÁN de aquellas pequeñas de sansón que nos costaba CUATRO GORDAS. Como final de fiesta, a veces nos fumábamos unos cigarros de “mata-la-uva” que en paquetes de tres cigarros se nos ofrecían por UNA GORDA en todos los puestos de arropías.

La costumbre de merendar tampoco era muy habitual por aquellas épocas, si acaso un pedazo de pan con algo de aceite. A medida que fue pasando el tiempo fuimos evolucionando, y ya de vez en cuando nos daban una jícara de chocolate de “Hipólito Cabrera” que tenía su fábrica en el Valle de los Pedroches. También, una vez que otra, caía una torta “pujada” que nos costaba SEIS GORDAS. Otras veces cambiábamos la torta por el “negrito” que los hacían con una envoltura de chocolate, una poca crema… y aprovechando las tortas que sobraban del día anterior.

Algunas tardes, Rosario Pozo, una vecina, nos mandaba al horno de “doña Pepa” a por tortas de aceite. Allí estaba trabajando un amigo nuestro, Dámaso, que solía liar los palillos y siempre nos regalaba algunos. Dichos palillos los comíamos recreándonos en mirar a las cigüeñas que habitaban en la espadaña del Convento de Santa María de Gracia…

“CON EL CUATRO PERDIÓ”
Todavía recordamos a aquel hombrecillo que vivía por el Zumbacón, que con una pequeña ruleta que llevaba al hombro se correteaba los barrios en aquellas épocas. Cariñosamente le llamábamos “Con el cuatro perdió”. A pesar de su pequeña estatura era muy hábil con su ruleta (lógico, era su trabajo). Cada tirada costaba UNA PERRA GORDA, y el premio que te daba EN GORDAS coincidía con el número en donde se parara la ruleta. A puntos iguales ganaba él. Todos íbamos a buscar los premios gordos que estaban en las esquinas de aquel pequeño tinglado, pero él, con solo parar la ruleta hábilmente en “su lado”, nos ganaba siempre. De vez en cuando nos marcábamos alguno el premio mayor que eran SEIS REALES (unas 1,50 PESETAS). Con dicho premio solíamos comprarnos TRES MILOJAS, en una confitería que había en la calle Crucifijo, por la Magdalena.

EL PASTEL CORDOBÉS

Desde la Edad Media, ese sabor peculiar de pastel ya era propio de Córdoba. Existen bastantes documentos en el Archivo de Protocolos que nos hablan de contratos y trasiego de la clásica cidra, sobre todo por la zona de Trassierra. Como ejemplo adjuntamos un documento cualquiera de aquella época:

1475, mayo 29. Córdoba
Diego de Ahumada, jurado de la collación de Santa Maria, y vecino de la misma, por si y por sus hijos Alfonso y Pedro, arrienda a Pero Martinez Becerril, hijo de Pero Martinez Becerril, y a su mujer Constanza Ruiz, vecinos en la de San Pedro, la mitad de una heredad de huerta en el alcor de la Sierra en el pago de la Cosida, cuya otra mitad es de Gonzalo de Godoy, veinticuatro de Córdoba, más la mitad de un pedazo de olivar en el mismo sitio durante cuatro años por 10.000 mrs., 200 granadas dulces para colgar, 30 libras de azahar y media carga de naranjas, limón, lima y fruta de cidra de renta anual.
APCo.-Oficio 14. n. 8-42.”

Recuerdo que cuando hicimos la Primera Comunión, en el Colegio Salesiano, nos ofrecieron un desayuno a base de una taza de chocolate, algunas galletas de vainilla y como colofón estrella un “Manolete”. Aquello para nosotros fue como tocar el cielo. Por aquellas fechas ni había convites ni nada por estilo. A la hora de servirnos aquel desayuno hubo alguien que comentó que “aquello” que nos habían puesto era UN MANOLETE, una forma en pequeño del Pastel Cordobés. Para nosotros, que a los únicos dulces que teníamos acceso eran “los recortes”, las “milojas”, las “tortas” o los “currucos”, el que nos obsequiaran con un pastel de aquellos fue una sensación que jamás se nos pudo olvidar. Luego, con el tiempo, por el libro escrito por Don José Díaz Cotán sobre la Obra Salesiana en Córdoba, nos pudimos enterar que aquellos “pequeños desayunos” y hasta el coste del comedor de los gratuitos durante bastantes cursos los pagaba religiosamente todos los meses Don Baldomero Moreno Espino...

Vicente Soler Botella
era un simpático confitero de San Lorenzo. Tenía su casa-obrador en plena calle Montero, enfrente de la Taberna “el Pancho”. Un verano y sentado en los veladores de verano en compañía de Rafael García Repullo, “El Tinte”, nos habló de muchas cosas, entre ellas del origen del Pastel Cordobés.

“Es un pastel -nos dijo, muy clásico y original, a base de hoja y con un ingrediente fundamental como es la cidra o cabello de ángel que lleva en su interior. Ese manjar (cidra) se daba con mucha frecuencia, aunque en plan local, en la zona de Trassierra, y se trasladó a Córdoba la costumbre de su uso ya a últimos del Siglo XIX.

Mi padre- continuó Vicente, al que llamaban “El Confitero Cateto”, trabajaba en la “CONFITERIA MIRITA”, que estaba en la calle Concepción. Allí “El Cateto” y otros compañeros decidieron hacer un pastel grande, redondo, en sustitución de las “cuñas” y “cortadillos” con cidra. Así nació el Pastel Cordobés.

No obstante, fue la “Confitería La Perla” quien primero lo incorporó a su gama de pasteles en serie, junto a los “bizcochos” y “hojaldres” históricos. Pero con todo ello, fue la Confitería "San Rafael" (en Santa María de Gracia) quien definitivamente lo popularizó en consonancia con la festividad de San Rafael. Y fue en su “sucursal” de Juan Rufo, que quizás por estar rodeada de bastantes peñas y bares clásicos, lo lanzó a la popularidad por toda Córdoba.”

Me contaba el otro día Enrique “El Vela” (82 años), cliente asiduo del famoso “89 del Realejo”, que todos los años por la festividad de San Rafael, Miguelito Navajas, enviaba un Pastel Cordobés a Nueva York, nada más y nada menos que a Don Eloy Vaquero Cantillo, el famoso “Zapatones”, alcalde republicano de Córdoba. Su padre Miguel, el conocido empresario “Navajitas”, pintor de la calle Abéjar, es el que le pedía a su hijo que le mandara dicho Pastel al que fue su gran amigo y compañero de ideología republicana. “Navajitas” y “Zapatones” fueron grandes amigos, y coincidieron mucho, mientras Don Eloy, vivió y fue director de la Escuela Obrera del Arroyo de San Lorenzo.

Con el tiempo, el Pastel Cordobés se hizo famoso entre la gente del toro. Nos contó en una ocasión Juan Sánchez Romero (Medalla del Trabajo), que durante su vida laboral en el Matadero Municipal conoció a un matarife-subalterno-puntillero, llamado Antonio Yáñez Saco, que tenía buena relación con el gran Joselito El Gallo, y éste, cada vez que pasaba o venía por Córdoba, le pedía que le llevara un Pastel Cordobés a la Estación. Este puntillero se hizo famoso, pues actuando de subalterno en Valencia, le hicieron dar una vuelta al ruedo, por la oportuna puntilla que dio a un toro que se escapaba del resto de la cuadrilla.

EL PASTEL “MANOLETE”



En el año 1944, Don José Delgado, el dueño de la Confitería San Rafael, dio nombre al pastel “El Manolete”, cuya historia es curiosa. El gran torero era cliente asiduo de esta confitería y su Pastel Cordobés en la calle de Juan Rufo, y ya había probado un sabor similar de este pastel (Chilacayote) en México. Así que le expresó a José Delgado su idea de llevarse una docena de porciones de Pastel Cordobés y tener un detalle con sus amigos mexicanos. El confitero, en atención al famoso torero, y respetando el mismo sabor, lo elaboró en unidades más pequeñas de lo habitual, para una mejor conservación durante el largo viaje a América. Y a esta unidad, redonda y más manejable, le puso por nombre “MANOLETE”, como homenaje a su ilustre cliente.

EL PASTEL EN LA POLÍTICA DE CORDOBASiempre que nos tienen que dar cualquier dato de paro, o las cotizaciones a la Seguridad Socia, los datos nos los suelen ofrecer en gráficos de barras, que a ojos del profano son más fáciles de comprender. Curiosamente, siempre que nos quieren explicar gráficamente como ha quedado el hemiciclo del Parlamento, después de unas Elecciones nos los presentan en FORMA DE PASTEL. A cada formación política se le asigna UNA CUÑA DE DICHO PASTEL (¿metáfora justiciera?).

A nivel municipal, este “Pastel” se ha complicado con la irrupción del imprevisible “SANDOKÁN”, (en principio) candidato a la Alcaldía de Córdoba. Bien es verdad que parece que lo ha hecho con menos fuerza que cuando se presentó por primera vez a la presidencia del Córdoba Club de Fútbol. Y no es que el cargo de Alcalde sea menos importante. Es que las circunstancias económicas no están como en aquella época, y menos aún para tirar cohetes. Pero la verdad sea dicha, la aparición del presunto hombre de la operación “Malaya” ha roto de momento algunas expectativas. En el “pasteleo” de la política todo es posible, y ya se oyen por ahí comentarios, incluso provenientes de antiguos Concejales del Ayuntamiento, de que este hombre todo lo que hace está en función de su “SUPUESTA MULTA POR LAS NAVES”, que necesita una posición dominante para negociar lo que se pueda negociar. Algunos hablan de que en el supuesto de llegar a “algún acuerdo” podía contemplarse incluso la retirada de su candidatura. Yo por mi parte, conociendo a Rafael Gómez, digo que eso es totalmente improbable, ya que este hombre, si tiene algo que le define en su vida, es que “ARRIMA EL HOMBRO”, aunque se caiga.

EL PASTEL EN LA POLÍTICA NACIONAL
Cualquiera que pase por la noche por el portalón de San Lorenzo podrá observar el “tinglado”, con cama incluida, QUE PONE UN CIUDADANO en la misma puerta de la Iglesia. Allí se puede ver la cama, con almohada, y una bicicleta Orbea por mesilla de noche. También un simpático perro tiene su pequeño alojamiento. Contrasta este cuadro con la famosa cúpula de BARCELÓ, cúpula que la Alianza de Civilizaciones donó al palacio de las naciones de Ginebra, ciudad en donde posiblemente se refugian en SUS ENTIDADES BANCARIAS muchos dineros que los dictadores y caciques del mundo roban a sus pueblos y aquí los acumulan en unas cuentas que tenían que ser la vergüenza de la humanidad.

No cabe duda, de que esta cúpula es el frenesí de una clase política que no piensa nada más que en GASTAR, GASTAR, y GASTAR. Total, el dinero no es suyo. Para ellos solamente hacen falta motivos.

El pasteleo entre los políticos y la mala administración están dejando a los trabajadores de este país sin medios ni para adquirir UN “MANOLETE”, versión sencilla y popular del PASTEL CORDOBES. Volvemos para atrás.

Tan mal estarán las cuentas, y habrá que hilar tan fino, que las empresas en sus balances e inventarios están viendo todo con lupa. Llama la atención un bar céntrico de Córdoba que lleva quince días cerrado POR INVENTARIO (¿?). ¿Qué es lo que tanto revisan? La lógica quizás sea aplastante: será un caso más de esa cascada de negocios que tienen que cerrar porque no hay posibilidades algunas de poder repartirse el “pastel” de la Hostelería de Córdoba.

Puestos a cerrar negocios, ya están cerrando hasta los mismos “chinos”, que ya es mucho decir. Menos mal que en el Senado todos nuestros representantes podrán ejercer su ALTA POLÍTICA de PASTELEO hablando en el idioma que le pide el partido que un día les incluyó en sus listas.