domingo, 30 de enero de 2011

LAS COLAS

En este país siempre ha habido colas para todo. Unas más importantes que otras, pero todas con una lectura social y humana que siempre dependió de los aires políticos que se respiraban y de las circunstancias económicas.

LA COLA DEL PAN

En la época de las cartillas de racionamiento había que ponerse en cola para retirar el pan. Pero a los que llegaban los primeros, el dueño del horno de San Lorenzo siempre solía darles de tapadillo una ración de más. Lógicamente pagada, pero algo era algo.

LA COLA DE BACALAO

En aquellos tiempos (1950-60), los besugos y el bacalao estaban en la dieta habitual de la gente con pocos medios. Hoy las tornas parecen que se han cambiado, ya que comer ambas cosas pertenece a una cocina de distinción, que en algunos sitios ya la llaman la cocina de “los fogones” (¿?) Pero no vamos a referirnos al bacalao propiamente, sino a la “cola del bacalao”, que quemada oportunamente para quitarle las vellosidades del pescado seco se echaba como “única carne” a las patatas guisadas. Con ello se preparaba el plato llamado “patatas al columpio”. Lo del “columpio” era porque los trozos de patata, al haber tan poca carne e ingredientes, se “columpiaban” en el caldo. No obstante hay que decir que estaban muy buenas.

LA COLA DEL PICÓN

Cuando apretaban los fríos y la lluvia escaseaban el carbón y el picón. Había más demanda que oferta, lo que daba lugar a unas colas interminables, que la mayoría de las veces acababan cuando se terminaba lo que se vendía. El picón era imprescindible para calentarse en los barrios populares, pues no se disponía nada más que de luz de “perra-gorda”: la posibilidad de un enchufe para una resistencia era impensable. Algunos se las ingeniaban con el famoso “ladrón” cogido a la bombilla, pero eran los menos. Aparte que los sueldos no estaban para consumo de electricidad.

En una ocasión se planteó un pequeño problema con el piconero Rafael de la Haba “El Cojo”. Éste tenía concertados dos sacos de picón que solía traer dos veces en semana al puesto de venta de Rafael Gordillo. Pero en una ocasión dicho piconero, para hacer mejor negocio, los había vendido ya en la Venta de Vargas (por El Brillante) al doble de precio (unas 30 Ptas.). Varias broncas de este tipo hicieron que tuviera que abandonar la profesión, y dedicarse a cazar conejos con lazo, que se los pagaban a unas 14 Ptas.

LA COLA DEL PETRÓLEO

A últimos de los años 50 aparecieron las cocinas de “petróleo”, y todo el mundo empezó a equiparse con aquellas ventajas. En la Plaza de Cedaceros se encontraba “la Meca” de estas cocinas. Las había de todos los tipos y colores. No obstante, al escasear el llamado “petróleo”, había que formar unas colas impresionantes para adquirirlo. Recuerdo que en la calle Santa María de Gracia, en lo que fue la Barbería (de Juan Navarro, portero del Circulo de Labradores) se instaló un despacho de venta de petróleo que estaba más cerrado que abierto. El dueño era un guardia civil retirado que vivía en Cañero (primera calle a la derecha). Cuando le suministraban dos o tres bidones despachaba hasta que se le acababa. Con el paso del tiempo, y después de la visita del presidente americano “IKE”, aumentó el suministro, y ya este combustible se repartía incluso a domicilio. En San Lorenzo el que lo repartía con su “triciclo” era Rafael Aroca, el “Bizco”, que era vecino cercano al “artillero”.

Pero a pesar de toda esta parafernalia, estas cocinas apenas duraron más de una década, pues daban un olor muy atosigante, metiéndose el olor del gasóleo hasta en el cocido. Por ello hubo personas que se negaron en rotundo a utilizarlas, y al final no tiraron el dinero.

LASCOLAS EN LA CALLE VILLALONES

Eran las colas que formaban las mujeres “trabajadoras del amor”, que esperaban turno para sus revisiones periódicas en la Policlínica municipal, situada en esa calle. Una de los profesionales que tenían encomendada esta misión era el famoso “practicante de la penicilina” Sr. Narbona.

LAS COLAS EN LOS COMEDORES (1945-1955)

Las primeras colas que recuerdo son aquellas que tenían lugar en la puerta del Antiguo Asilo de los Desamparados, donde todavía está la puerta que daba a la Carrera de la Fuensanta. Allí, en aquella acera que iba hacia la fábrica del gas esperaban muchas personas de todas las edades a que se empezaran a distribuir individualmente “las comidas” que la Hermandad de La Caridad solía dar todos los años. La cola era interminable, y llegaba hasta la misma fábrica, por lo que la espera era desesperante. Menos mal que los nenes nos poníamos en el llano de enfrente (donde luego estuvo la Lonja), a jugar a la pelota, al trompo o a cualquier cosa para matar el tiempo. Muchas veces para los últimos ya no quedaba postre, y te daban solamente un paquete de galletas o algún pan de higo.

Otras colas, también muy famosas, eran las que se daban en los Callejones de Santa Marta (Cocina Económica), en un edificio que luego pasaría a la Cruz Blanca. Aquello era enorme, pero mayor era el número de criaturas que demandaba la comida que le estaban entregando. Previamente daban unos platos metálicos y su cubierto, pero como la espera se dilataba tanto, la gente joven “daba conciertos” haciendo sonar los platos y cubiertos. Llegado un momento, era tan ensordecedor el ruido que llegaba alguno de los encargados en la distribución y amenazaba con quitar la comida si no se guardaba cierta compostura. A fuerza de experiencia en estos menesteres, ya llegabas lo más tarde posible, y no tenías que esperar cola. Eso sí, a lo mejor perdías algún postre que ya se había agotado.

LA COLA DEL OBISPO

Por aquellos años murió Fray Albino, el Obispo Blanco, que será recordado entre otras cosas por las viviendas populares que hizo en el Campo de la Verdad y en el Barrio de Cañero. Hombre de luces y sombras, tuvo un episcopado brillante y social para unos, y de oscuridad para otros. Pero lo cierto es que a visitar su cadáver expuesto en el Obispado acudieron muchas personas que formaron una cola que se prolongaba por la calle posterior de la Mezquita-Catedral. Al librero de la Plaza de la Corredera, junto a la pensión de “la Paloma”, le oí decir que Antonio Cruz Conde mantuvo con Fray Albino una conversación acalorada en pleno Puente Romano, en la que el Alcalde le dijo poco más o menos al Obispo: “¿Está Vd. Loco al pretender una red de alcantarillado para una barriada de una planta?”. No hace falta decir quién tenía razón.

LA COLA DE LA LECHE EN POLVO

En el año 1959 visitó España el presidente americano “IKE”, y aquello supuso una puerta abierta para el gobierno de la Dictadura. Por lo que hace alusión a la “leche americana”, ésta empezó a llegar de forma masiva en unos bidones de cartón fuerte, que se distribuyeron por todos los colegios y centros benéficos. Con esta ayuda la población juvenil e infantil empezó a tomar leche de forma más o menos sistemática, y se erradicaron muchos sabañones y pupas. Y era por tanto frecuente en los colegios formar cola para que te suministraran la leche a media mañana. También en las Parroquias más populares y necesitadas se formaban colas para su distribución.


El depósito de distribución de esta leche estaba ubicado en una nave que existía en medio del campo, en lo que hoy se llama “Polígono de Pedroches”. Esa nave, medio abandonada, fue anteriormente “La famosa fabrica de la Mica”, lugar en donde se fabricaba esa fibra aislante que se utilizaba muy frecuentemente por aquellos años y que se podía ver mucho en las antiguas planchas eléctricas. El hombre que estaba a cargo de este almacén era un simpático “cojo”, con una pata de palo, y curiosamente tenía una pequeña vivienda pared con pared ¡¡con la casilla de un transformador!!.

LAS COLAS EN LOS CINES

En los cines también se guardaban muchas colas, sobre todo cuando la película de que se trataba era un estreno esperado en el Cine de Verano. El cine que por aquellos tiempos solía echar las mejores películas era el cine Florida, situado en la frontera natural de las Costanillas, la Plaza del Huerto Hundido. Por cierto, que los que nos mandan ahora han querido dejar en ese sitio una “moderna” fuente, que por su color y arquitectura nos trae el recuerdo de “UN ATAÚD MOJADO” salido de cualquier película del Oeste…

Este cine estaba muy cerca de los dominios de los hermanos “Boti”, del “Leyes”, de “Cuello lata” y otros clásicos de aquellas épocas. De las películas que recuerdo que se formó más cola fue una que se titulaba: “MARINEROS NO MIRÉIS A LAS CHICAS”, en la que intervenía RENATO CARAZZONE Y ABE LANE. La cola fue impresionante y hasta tuvo que intervenir la “guardia de asalto” con sus porras para evitar que los “frescos” se colaran.

La gente decía: “Que se cuela, que se cuela” e inmediatamente los “grises” actuaban con contundencia. No obstante, había otros niños “bien”, que al disponer siempre de dineros suficientes en el bolsillo, llegaba al amiguete de turno que estaba cerca de la taquilla y con hábiles señas, bien guiñando o con las manos, le incitaba a que le sacara algunas entradas. Ese detalle no estaba permitido para la mayoría de nosotros, pues al tener el dinero justo, no podías sacarle entradas a nadie, ya que te exponías a que te tuvieran que dar el dinero para pagar y eso “estaba perseguido”. Y el policía te echaba para atrás.

Otras películas que tuvieron muchas colas fueron “LA HERIDA LUMINOSA” Y “HELGA”, pero ya no eran películas de jóvenes, que eran los que formaban los tumultos. Al Cine Astoria de verano y al Cine Iris de invierno les tocó la lotería con aquellas películas.

LAS INNUMERABLES COLAS EN LA MILI

Cuando nos llamaban a la Caja de Reclutas ya empezaban a formar filas o colas con nosotros. De allí a algunos no pasaron al cuartel de Lepanto para pasar la noche. Tenías que hacer cola para que te entregaran la ropa, la marmita y demás utensilios. Luego, como hacía frío y necesitabas al menos una manta, te indicaban adonde te la podían dar y hacías cola para recogerla. Después de una noche casi en vela, durmiendo prácticamente en el suelo, llamaron al toque de una trompeta y nos tuvimos que poner otra vez en cola para entrar al servicio, y digo cola, porque solamente había uno en condiciones de funcionar. Después, con unas palmas te llamaban para que fueras al patio a tomar el desayuno, y de nuevo hubo que hacer cola para que te dieran el “chusco”. Mientras, podías observar cómo subía y bajaba el “saco” que entrando en una enorme olla de agua hirviendo hacía la “colada del café”, que completaba el “espléndido” desayuno.

Más tarde, al mediodía, cola otra vez para el “chusco” del almuerzo, esta vez sentados en mesas de un comedor. Luego por la tarde, cuando estábamos en plena digestión, a formar otra cola, esta vez desnudos, para pasar reconocimiento completo, incluido un zamarreo al pito. Era patético ver toda la galería del patio central con una cola que pillaba todo el largo del patio, con tíos totalmente desnudos.

Pasado este mal rato en fila para la estación de Cercadilla, con macuto al hombro. Al llegar al embarcadero de ganado (o eso parecía), nos ponen en cola, para pasar lista, y contarnos mientras subimos al vagón que parecía sacado de una vieja película del Oeste.

Una vez ya en el campamento de Cerro Muriano nos ponen en cola para asignarnos la “chabola” que nos corresponde. Allí, con el simple alumbrado de una pequeña vela, nos ponemos en cola 12 tíos para repartirnos las literas. Una vez acomodados, le preguntamos al “veterano” que en dónde estaban los servicios, y nos dice: “ya no tenéis que hacer cola, pues las “letrinas” están a campo abierto. Eso sí, tened cuidado cuando estéis en “postura” pues a lo mejor intentan quitaros el gorro al estar en equilibrio inestable.

A la mañana siguiente, otra cola para tomar el café. Y otra vez vuelves a presenciar como sube y baja el “saco”, lleno de cebada, achicoria y suponíamos que un poco de café. Cuando el agua hierve en el caldero, tres o cuatro zambullidas del saco, y café a punto.

Después del café, a formar otra cola para lavarse. Delante de un pilar con tres grifos, que más que dar agua parecía que lloraban. Una vez que nos lavamos, nos envían a la compañía… y a hacer cola para que el barbero nos dé un pelado reglamentario.

Al mediodía, después de haber ordenado la “chabola”, tocan un pitido para que acudamos a la pendiente de un cerro para comer. Allí formamos una enorme cola compuesta por los cinco batallones que había en el campamento. La cola se formaba compañía a compañía, en fondo de cuatro. El de la izquierda cogía en su marmita el primer plato, el siguiente cogía el segundo plato, el tercero cogía el pan, y el cuarto cogía el postre. Luego de esperar cola, y que nos despacharan, nos íbamos debajo de un chaparro a dar cuenta del menú. Como es natural, la escasez de agua hacía que nadie se quisiera poner en la cola para coger el primer plato, pues había dificultades para lavar la marmita.

LA COLA DE LA NOREÑA

Los internos y empleados de la Residencia Teniente Coronel Noreña podían presenciar a las diez de la noche la gran cola que se formaba con las luces de los coches que salían de la Electro y la Cenemesa, y que pasaban junto al Silo. Aquella cola duraba por lo menos diez minutos. Cientos y cientos de coches, motos y bicicletas, pertenecientes a los trabajadores que salían del relevo de tarde, circulaban por la antigua carretera de Palma del Río en dirección al Viaducto. Hoy desgraciadamente esa cola no se puede ver, pues no está ni la Residencia, ni queda prácticamente nada de aquellas fábricas.

LA COLA EN EL FÚTBOL

Más recientemente cuando el Córdoba subió a Segunda con Escalante después de su partido en Cartagena se formaron grandes colas de aficionados para sacar los abonos. Fueron colas excesivamente largas para un club que dice que estaba informatizado.

Más atrás, también se recuerdan las colas que se formaban para entrar a ver los partidos importantes del Córdoba en Primera División. Sobre todo los del Real Madrid y el Barcelona. Posiblemente la mayor cola se formó con en el año 1955-56, con la visita del Real Madrid, que jugó un famoso partido en el que el resultado fue: Córdoba 6, Real Madrid 12. El partido fue una borrachera de goles y pudimos ver al mejor Di Stéfano jugar durante el primer tiempo. La entrada nos costó a los chavales DOS PESETAS Y DIEZ CÉNTIMOS. Los diez céntimos eran para el fútbol base. Las entradas después de mucha cola las sacamos en la Calle la Feria, en donde estaban las oficinas del Club.

LA COLA DEL PANTANO



La cola del pantano del Guadalmellato llegaba hasta un paraje que simpáticamente se conocía como los “sifones”. Allí, la Córdoba que tenía medios de transporte a principios de los sesenta empezó a utilizarlo como zona recreativa y de baños (donde actualmente está el pantano de Navallana). En verano se montaban incluso “chiringuitos” y se convertía aquello en una zona de playa fabulosa. La gente iba de perol, o simplemente a bañarse. Era una “cola de agua” muy agradable para la mayoría de los cordobeses, un paraíso. Había unos carteles de aviso donde te indicaban la posibilidad de “suelta de agua”, por lo que te encontrabas que muchas veces tenías dificultades para cruzar pues te tapaba. Esto no suponía mucho problema, pues existía un puente que formaba parte de unos sifones que había allí y que te facilitaba el paso.

LAS COLAS DEL BRILLANTE

Durante los años setenta y ochenta, a mucha gente de Córdoba le dio por ir de perol detrás del Colegio de la Salle, por la zona del Patriarca y alrededores. Había unos lugares maravillosos, con sus naranjales y todo, hoy desgraciadamente desaparecidos en su mayoría al empuje de los chalets. Al terminar los peroles, cuando los coches volvían a Córdoba, se formaban unas colas interminables, sobre todo en el cruce de la Arruzafa con el Brillante. Cuando llegabas a la Plaza de Colón parecía que habías nacido de nuevo.

LAS COLAS DE TORO

Los sevillanos, que son gente especial, llaman cola a lo que todo el mundo le llama “rabo”. No lo pueden remediar, y lo mismo que se asignan el “origen de la manzanilla”, y en algunas ocasiones hasta el Cristo de los Faroles, a ese exquisito bocado tan nuestro que se llama “rabo de toro”, le cambian el nombre por “cola de toro” para adueñarse de su origen y autoría. El otro día Pepe García Marín, que entiende un poco de todo esto, dijo que cola, lo que se dice cola, simplemente la tiene el caballo.

LAS COLAS DE HOY EN DÍA

Después de ver tantas colas pasadas solamente no las podemos explicar porque eran tiempos en que vivíamos en una Dictadura, donde salíamos de una guerra lamentable, que dejó a los españoles inmersos en muchas necesidades fundamentales. Al final de aquel período hubo una cola que, valga la redundancia, e trajo “cola”, y que fue aquella de los que pasaron por delante del cadáver del Dictador. Hoy muchos de aquellos, con un cambio oportuno de camisa, están viviendo de esta vorágine de “enchufes” y “prebendas” que nos deparan los partidos. Algunos, como único mérito profesional o político (no digamos ya laboral), solamente tienen el decir que han “corrido delante de los grises”.

Pero lamentablemente, hace ya treinta y cinco años que se murió el Dictador. Y llevamos ya, TREINTA Y DOS AÑOS, con una Constitución que es nuestro referente democrático, y desgraciadamente tenemos DOS COLAS que tienen que ser la vergüenza de un país democrático del siglo XXI. Era para que desde el Rey hasta el último político sintieran algo por sus cuerpos.

LA COLA EN LOS COMEDORES SOCIALES

Hace pocos años, quienes formaban estas colas eran en su mayoría vagabundos e inmigrantes. A día de hoy, según se puede ver por los medios oficiales, hay muchos españoles “normales” que forman parte de esa lamentable cola. En la Constitución no se recoge en ningún sitio el lugar que le corresponde a un español en esta cola.



Menos mal que la tan denostada Iglesia, con todos los fallos que se quiera, se preocupa de los más necesitados, los más pobres. Gracias a ella muchos españoles que perdieron toda opción a vivir como personas “normales”, por la incompetencia de unos políticos, han encontrado al menos alimentos y ayuda sin preguntarles de dónde vienen. Eso es ser solidarios. Primero fueron los de las “pateras” y ahora son ciudadanos que están amparados por esta Constitución, que ha olvidado entre sus artículos pedir responsabilidades a los que de forma manifiesta MIENTEN y ocupan puestos para los que no están PREPARADOS.

LA COLA EN LAS OFICINAS DEL PARO

Estas colas de tantos españoles en el paro se nos antojan un insulto a los ciudadanos que según la Constitución, “todo español tiene derecho a un puesto de trabajo digno”…



Aquí no cabe la justificación aquella de que si la “falta de libertad”, que la Dictadura no tiene capacidades ni soluciones a nivel global, que no participamos de la economía “libre” de la Europa Occidental, que si es el precio de pasar de una Dictadura a una Democracia... Aquí lo que se ve claramente es que en pleno SIGLO XXI, con 32 años de una Constitución que se dieron libremente los españoles, por los errores, el despilfarro, y las mentiras de una clase gobernante, sea del partido que sea, que se aferra como sea AL SILLÓN DEL PODER se vuelven a ver estas colas que lamentablemente creíamos olvidadas. UNA VERGÜENZA.

OTRA COLA

También teníamos que hacer otra cola en donde se pusieran a todos los “listillos” profesionales, que de forma oficial se llevan todas las subvenciones habidas y por haber. ¿Cuánto dinero perdido de la Comunidad Económica Europea en subvenciones?

Como ejemplo citamos aquí al Sr. Miguel Peláez Sánchez, antiguo y activo sindicalista, solidario con los trabajadores, a los que supo abandonar en el momento oportuno, para hacerse empresario a tiempo de disfrutar de todas las subvenciones, habidas y por haber. Hay quien dice que en algunas Residencias se dan hasta cursos subvencionados para aprender a morir. Es muy larga la cola de “listillos” que están a la caza de estas subvenciones.


(Publicado por el Mundo 13/12/2010)

“El presidente de la corporación empresarial Séneca es Miguel Peláez Sánchez, dueño del Grupo El Yate, una sociedad cooperativa que gestiona cuatro centros de mayores concertados con la Junta de Andalucía. Estos centros sirven como plataforma para impartir cursos de formación. Sólo en la residencia Séneca en 2009 se contrató a 29 trabajadores gracias a una ayuda de 95.875 euros de la Consejería de Empleo. En el ejercicio 2008, también contrataron a tres parados con una subvención de 18.000 euros. El Grupo El Yate también participa en otros programas de políticas activas de empleo como los cursos de formación que se imparten en la residencia de La Carlota, con el compromiso de contratación de 30 parados. Sólo este grupo suma en subvenciones unos 700.000 euros, a los que se añaden las ayudas de otras empresas en las que participa, como centros de formación o el hotel Villa de Trassierra, que costó tres millones, de los que la Junta ha subvencionado 204.443 euros, y que ha recibido ayudas para cursos de formación por valor de 32.486 e incentivos para la innovación por 30.766 euros.”

En este artículo se mencionan a otros tantos “empresarios” que bajo la protección de un tal “Luque”, acaparan dineros y dineros…De esta forma cómo no va haber colas.

sábado, 22 de enero de 2011

LAS VELADAS

LA VELADA EN LA POLITICA

"La Velada en Benicarló" es un resumen del pensamiento político de Azaña: en ella Azaña mantiene los postulados indeclinables (pese al fracaso de la República) que forman las bases de su concepción moral de la política, los principios de que parte en sus actuaciones de gobierno, las ideas que alumbran su actitud intelectual: su concepto de la política como algo “razonable”, su idea del Estado como motor de la reforma civilizadora, su devoción constante a la libertad, etc.

No Obstante ante el fracaso, Azaña reflexiona sobre sus liberales principios y la realidad que los niega; pese al choque entre idea y sociedad mantendrá aquella, porque la sigue considerando como “verdad” moral de carácter universal, que no pierde su vigencia aunque en un momento histórico, en una determinada sociedad (en su caso la española de 1936) fracase eventualmente.

Pese a su irremediable subjetivismo, a sus posibles errores, LA VELADA EN BENICARLÓ puede considerarse como uno de los mejores libros de Azaña, una de las obras más importantes del pensamiento político español de los últimos tiempos.

LA VELADA DE LA DIVERSION

Así se llamaba a las fiestas que echaban los hombres solteros y menos solteros durante aquellos años cincuenta en la noche de sábado a domingo. En muchos lugares se decía: “Han pasado UNA VELADA DE DIVERSION”, pero aquí en Córdoba, atinaban mejor con el nombre: “Han estado toda la noche de JARANA” o bien de “se han corrido una juerga”, Estas “fiestas” eran muy habituales en los hombres jóvenes de aquellas épocas en que los sábados por la tarde y con los “bolsillos llenos”, se arreglaban y se juntaban toda la brillantina del mundo y “a tirar su cana al aire”. Era una cosa de “hombres” el amanecer al día siguiente, bien con una “buena tajada encima”, vacilando o con un rábano en el taquillo a modo de trofeo. Las mujeres; novias y jóvenes casadas, decían que sus maridos o sus novios se iban esa noche de “Burracas”. Y es que lógicamente muchas veces en sus “fiestas” se hacían acompañar (pagándolo claro está) de mujeres que se prestaban a ese tipo de “jarana”. Andaban por todos los sitios con el morbo adecuado que había por la Córdoba de aquellos tiempos, pero hubo momentos que encontraron ciertas dificultades, pues afloró una Ley Seca, que prohibía poco menos que expedir bebidas alcohólicas durante la noche.

Pero quien hizo la Ley hizo la trampa, y en establecimientos como casa Eduardo, Casa Villa-Rosa, Casa El Panza, y El Hotel Montes, por ejemplo te servían en una “taza de manzanilla” cualquier bebida que pidieras…

En San Lorenzo como supongo que en todos los barrios populares “estas gestas” estaban a la orden del día. En casa Manolo (Armenta), se solían sentar en la mesa central del patio y allí se comentaban unos a otros estas aventuras. Los “Parritas” “Los Espejo” Los “Gordillo”, “Los Fimia”, “Los Cocos”, “El Titi”, “El Lobo”, “El Cañoneras”, “Mariano el herrero”, etc. etc. todos sabían mucho de estas historias.

Por lo que se refiere a Mariano, hijo de herrero de la Torre Malmuerta, todos los sábados solía arreglarse y prepararse para su fiesta. Atrás dejaba mujer y seis hijos, incluso a su madre. Empezaba por Casa Ana Maria en el realejo y luego de corretear bien sabe Dios los sitios que él quisiera, ya que se bebía hasta el petróleo, a las siete de la mañana o cosa así, solía llegar a mi casa, se sentaba en mitad del patio y empezaba a cantar por fandangos, soleares o lo que se le ocurriera. Los vecinos con el tiempo nos acostumbramos a aquel insólito despertador. Seguía y seguía cantando hasta que se quedaba durmiendo y digería la tajada.

LA RESACA DE LA VELADA

En una Navidad del año 1952, y en la calle Roelas, estábamos en medio del patio de una casa de aquellas, y todos los chiquillos andábamos alrededor de la candela que ya empezaba a saltar chispas, pues la acababa de encender un vecino que se llamaba “Joseles”. De pronto y cuando ya había bastantes vecinos disfrutando del agradable calor del fuego, se presentó Curro Roldán, que como siempre iba acompañado de su inseparable “Mangui”, (El de las Costanillas). El tal Curro estaba soltero y vivía con su madre en la calle Cárcamo junto a la Peña los Marcelinos, y era novio a punto de casarse de una joven vecina de la casa que se llamaba Felisa.

Pues bien el citado “Curro”, que según parecía andaba de fiesta desde la noche anterior, se presentó allí con dos mujeres (la Lupe y la Chelo), que eran las que regentaban el BAR CABARET TANGER, establecimiento propiedad del ex jugador, del Córdoba CF. llamado Acero. Este local estaba ubicado en la calle Alfaros, muy próximo a la Puerta del Rincón. No hace falta decir con la “profesionalidad” que se presentaron las damas. La pintura en sus caras, su original carmín en los labios, sus salcillos, sus peinados. Todo ello rematado con sendos chaquetones de un aparente VISÓN, que dejaban entrever unas espléndidas caderas, embebidas en unas llamativas faldas. Los altos tacones les daban una altura considerable.

Todos vimos allí a dos Señoras, todos menos Carmela la “Gorda”, (madre de la novia), que nada más verlas junto a su “yerno” le echó en cara a éste el presentarse allí en “casa de su hija” con dos BURRACAS. Con la mirada se las quería comer, e incluso las amenazó con el palo de una escoba a pesar de su altura. Ante esta difícil situación “El Mangui”, que aún podía pensar, se marchó de inmediato con aquellas “aparatosas señoras”. Ellas sin rechistar se salieron huyendo de Carmela y del palo de la escoba. Curro Roldán, el “Jaranero”, allí mismo y sentado a la candela empezó a dormir la “tajada”.

LA ÚLTIMA VELADA

En los años cincuenta y en aquellas casas de vecinos no se podía decir que diera gusto morirse; pero si es verdad que uno se moría al menos en un ambiente de vecindad totalmente solidario y con la comprensión de todos. Incluso los animales domésticos de las casas; los perros, los gatos y hasta los jilgueros y canarios, que había colgados en aquellas galerías, daba la sensación que lo sentían. En invierno se improvisaban velatorios arrinconando la cómoda y muebles, dejando el mayor espacio posible para la VELADA (Velatorio). En verano el propio patio era una prolongación natural del velatorio. Las sillas que lógicamente faltaban las aportaban los mismos vecinos, por lo que se juntaban asientos de todos los tipos y clases. Otros aportaban café, tila y hasta manzanilla. También es verdad que se intercambiaban lágrimas y lloriqueos generalizados. Los había unos más aparatosos que otros, pero raro era en el velatorio que no había alguien al que le daba “Su Patatun”. Curiosamente siempre les daba cerca de una cama o un sillón. Por lo general todos intuían de antemano esta posibilidad y ya se tenía incluso previsto hasta el hisopo de vinagre, para darle friegas cerca de la nariz que era lo más eficaz. Luego un poquito de café y a seguir llorando.

Con el cadáver de cuerpo presente, (lógicamente en el suelo), Y sobre todo al principio se entablaban conversaciones casi siempre referidas al muerto. Se reconocían sus cualidades, virtudes y se procuraban callar sus defectillos. Con el paso de las horas y ante el tedio del propio velatorio, las conversaciones ya derivaban en temas que afectaban a los propios asistentes; el trabajo, la salud, la familia, la casa y el mismo barrio. Ya en el ecuador del velatorio, incluso se podían oír de forma discreta algunos intentos de risas. Todo esto ya en medio de un olor a café, en donde los familiares y vecinos de confianza, se conformaban con el café de pucherillo (cebada-granzas), que lo hacía la vecina más próxima y para los distinguidos o asistentes especiales, se hacía un esfuerzo, y se les ofrecía café del bueno, hecho en rudimentarias maquinillas, que solía tener las “más rica” de la casa.

Normalmente la tienda en donde compraban (de fiado) los familiares del muerto, eran de los primeros que se apresuraban para darle el pésame a la familia y terminaban ofreciéndose en los siguientes términos: “Si necesitan ustedes algo, ya saben donde nos tienen”.

Era normal que para los familiares masculinos se pidieran prestadas corbatas negras y cualquier vecina era buena para colocar el brazalete de luto en la manga de la chaqueta. Las mujeres incluso pedían prendas negras prestadas, mientras enviaban las suyas a la Tintorería Larios que se encontraba en la calle Abejar. Se teñían incluso las rebecas y las zapatillas de lona.

Los velatorios duraban en torno a las veinticuatro horas, para combinar con la Iglesia de que el entierro cayera a una buena hora de la tarde.

Sonaban las cruces en la torre de la parroquia y antes de dar la tercera, ya se oían a los nenes decir: “Ya vienen los del gorigori”. Efectivamente se presentaba el cura perfectamente revestido con su capa negra y acompañado de un sacristán y tres monaguillos, que portaban a su vez la cruz y los ciriales. Todo el mundo le abría el paso hacia el cadáver, el cual metido ya en su caja, daba la impresión de que estaba deseando de que lo enterraran. Allí el cura echaba una especie de responso y a renglón seguido era cogido el ataúd y levantado entre cuatro deudos y sacado a la calle. En la calle ya ayudaban los funerarios y lo metían en el coche fúnebre que normalmente iba tirado por dos caballos con plumeros negros. El sacerdote y los monaguillos abrían un cortejo que se dirigía hasta la iglesia para celebrar el entierro.

Después del “gorigori” de la iglesia, el cura, sacristán y monaguillos, acompañaban al muerto hasta el Cementerio de San Rafael. Notario de este hecho era El Bar Casa Chaleco, que daba la sensación de que se ponía de acuerdo con el muerto para que al pasar por su puerta, empezara a tocar el campanillo del Campo Santo.

Este duelo terminaba por lo general en el Cementerio. Nada más de observar que el albañil había terminado de repellar la bovedilla, se adelantaba un familiar para facilitarle las iniciales del muerto. El sepulturero con la punta de un clavo las dejaba perfectamente indicadas en el nicho, colgando además las flores que llevaban los familiares. Terminaba todo esta operación con un intercambio de gracias y la entrega de una propina al enterrador.

Al final partían todos los dolientes acompañados de vecinos y amistades. Y poco más o menos a donde se ponen actualmente los vendedores de la ONCE, se colocaban los familiares en fila, sin aparente orden, para recibir el pésame de todos los asistentes. La forma de dar dicho testimonio era algo variado. Lo normal era decir: “Te acompaño en tu sentimiento”, otro que también era habitual era el de: “Lo siento mucho”. Incluso había unos que eran originales en sus condolencias, y desde “Que le vamos a hacer”, al de “La vida sigue”. Completaban las jaculatorias del pésame.

Después de aquella despedida unos tiraban por el camino de la Viñuela (todavía sin asfaltar), y otros tiraban camino del Cerro de la Golondrina. Muchos de estos últimos se paraban en “Casa Chaleco” para cumplir más que nada la sentencia: “Si vuelves de un entierro y no tomas una copa de vino, el tuyo viene de camino”.

Durante algunos días la vivienda del muerto, que por lo general la constituía una habitación grande y su correspondiente cortina, se llenaba de vecinas y mujeres próximas a la familia., sobre todo a la caida de la tarde. La estancia familiar la convertían en un oratorio pidiendo por el fallecido.

La personas dolientes guardaban cierta discreción en el vestir, salir a la calle e incluso a visitar las tabernas y lugares de diversión. Todo esto duraba al menos hasta que se celebraban la misa de los nueve días. Las mujeres antiguas, solían incluso utilizar su oscuro velo.

Contracta todo estos talantes con las situaciones que se dan ahora, en que los familiares están deseando “meter al cadáver” en el frigorífico. Es más hoy te mueres y no se enteran ni los vecinos de tu planta.

ENTIERROS SOLIDARIOS

En Córdoba ha habido entierros muy importantes porque se trataba de personas de alto copete, pero yo quiero traer aquí dos entierros de personas tremendamente populares y que destacaron de forma muy especial.

Los entierros en Córdoba era un “barómetro humano” para medir la popularidad de la persona fallecida. En San Lorenzo por ejemplo, siempre se recordará por la cantidad de personas que concurrieron a su entierro, a D. Rafael Ordoñez Barea, este hombre sin duda debió ser una gran persona y muy querida. Quizás influyó para ello el estar su bodega ubicada en las Costanillas (Calle Hornillo), Y que mantuvo una cadena de Tabernas de corte popular, que expendían vinos a precios populares (Vino de 16, 20, 24, solera) Y además supieron mantener las simpáticas “piqueras”, por donde todo el mundo que andaba a “escondidas” pedía su medio de vino o incluso algunas mujeres pedían DOS REALES DE VINO PARA GUISAR, EN AQUELLOS JARRILLOS DE LATA. Todo esto le hizo transmitir su popularidad y el saber estar al alcance de los más desvaídos. Luego sus Taberna de la Calle el Tinte, mitad local mitad patio, era la taberna de Córdoba de las más populares que existían por aquellos tiempos. En su patio, junto a la “piquera”, se respiraba una atmósfera a boquerones en adobo que estimulaba la bebida del aquel vino. Esta taberna, junto a la BARRERA de la calle Munda, pudieron ser las “tascas” que más boquerones fritos ponían en toda Córdoba. A parte de todo esto, este hombre colaboró mucho en el barrio con el cura D. Juan Novo, solucionándole muchos problemas para la parroquia.

Otro entierro que no tiene que ver con San Lorenzo y que rompió todos los niveles de asistencia, fue el de D. Carlos Romero Bernal, párroco de San Francisco, Catedrático del Instituto Góngora y hombre que realizó una labor muy importante por Córdoba.

EL AVE MARIA

Fue el artífice de este Colegio y durante aquellos años difíciles, le dio cobijo y amparo a todos los niños, que sin “querer” tenían “LAS PROSTITUTAS DEL BARRIO”, El los acogía y los educaba, manteniendo una buena relación con sus madres, en la medida que para él eran ni más ni menos que seres humanos con problemas.

LA CABALGATA DE REYES

Este gran hombre también se preocupó de lanzar la Cabalgata de Reyes de Magos, por aquellos años de penuria. (1940-1950) Para ello consiguió recopilar el primer año todas las recuas de borricos de los areneros de Córdoba, que gentilmente se le ofrecieron. Estos jumentos fueron decorados por “Palomo” el singular espartero de la Calle Armas. También colaboró en todo esto “Juanito” que además de carpintero del Colegio, formaba parte del coro de la Catedral. Este hombre “cantor” tenía una voz peculiar y muy caracterizada por lo que le llamaban familiarmente como “VOZ DE PALO”. Cosa que hacía mucha gracia a D. Carlos, que lo tenía como gran colaborador.

Tenemos que decir que la Cabalgata se organizaba en los llanos del Campo de la Verdad, (No había barriada aún de Fray Albino), de donde partían las carrozas, tiradas por animales a la antigua usanza. Las carrozas escenificaban escenas y misterios propios de la navidad y el nacimiento. Soldados del ejército colaboraban figurando como personajes de aquellas escenas bíblicas. Era bonito el cruce del Puente Romano, donde bajo la iluminación de antorchas, se presentaban Misterios de la Encarnación. Lógicamente esta Cabalgata pasaba por la CALLE NUEVA, y la ilusión que despertó ésta idea compensó el corazón de tantos niños que se ilusionaban permanentemente con un mundo mejor. Terminaba como siempre en el Hospicio, en donde está actualmente la Diputación de Córdoba.

LA VELADA DEL POBRE (2010)

José Jiménez Almedina, fue un cordobés nacido en la Calle Escañuela, enfrente de la peña la Pimienta. A su manera amaba a Córdoba y las cosas de su barrio. Perteneció a una familia de cinco hermanos, todos ellos muertos en edad relativamente jóvenes, por lo que en general fueron poco afortunados. El era el último hermano que quedaba, y al quedar solo lo internaron en la Residencia de las Hermanitas de los Pobres, en donde murió en el mes de mayo pasado.

Pepito “El feo”, como se le conocía cariñosamente en el barrio, no era muy mayor aún pues solo contaba 68 años. Su pequeño retraso psíquico, le hacía exteriorizar de forma exagerada su afición por el Real Madrid. Era educado, y en su tiempo fue un buen hijo y muy trabajador. A pesar de su retraso, durante bastante tiempo, la sociedad le hizo trabajar en las tareas más duras de la construcción, casi siempre en el tiro de las obras y en el acarreo.

Durante muchos años, y por su forma de cumplidor con todo el mundo, fueron incontables los entierros y velatorios en los que el participó. No se le escapaba ningún pésame que hubiera que dar en el barrio.

De toda la familia que era sólo le quedó un hermano y convivieron los dos solos, hasta que el hermano se murió. Ambos hermanos estaban de forma permanente siempre en torno del “portalón”. Incluso Pepe, cuidaba de reservarle aparcamiento al párroco, para cuando llegara con su coche. Todo terminó cuando su hermano se murió y al quedar solo no tuvo más remedio que meterse en la Residencia.

A pesar de que el venía todos los domingos y visitaba fundamentalmente la Iglesia y aún le seguía “guardando” el aparcamiento al párroco, poco a poco iba acortando sus venidas muy a pesar suyo. Yo iba a verlo prácticamente todas las semanas, me unía con él una buena amistad de toda la vida. A mi todavía me llamaba cariñosamente por el apodo de “monasillo” (monaguillo), apodo que me puso cuando éramos aún niños.

Un día de los que llegue a verlo, ya me dijeron las monjas que se encontraba bastante mal. A pesar de todo tuvo la cosa de decirme: “Monasillo”, cuando yo alguna vez me muera que mi entierro se haga en San Lorenzo, en mi barrio. -Pepe, le dije, no te preocupes y no hables ahora de eso. Tu tienes que ver muchas más copas de Europa ganadas por tú Real Madrid. Esto último le llenó de satisfacción. Ya estaba bastante mal.

Por su sobrino me enteré de su muerte. Estábamos en plena feria, y en su VELADA del tanatorio estuvo prácticamente solo, si acaso lo visitaron dos sobrinas y un sobrino. El día de su entierro que fue en San Lorenzo como él había pedido, sentí vergüenza ajena. Estábamos cinco personas, por lo que no hubo ni manos suficientes para transportarlo a la calle. ( ya que dos eran mujeres)

Para fallar le falló hasta el párroco, que quizás el creyó que no iba a haber gente suficiente para escuchar una buena homilia, ni tan siquiera apareció por la Iglesia. El entierro lo hizo un cura que no conocía a bueno de Pepe.

En La VELADA DE BENIRCARLO, Manuel Azaña, relata su ideario político y da cuenta también de su posible fracaso.

El la ÚLTIMA VELADA de “Pepito El Feo”, Nos muestra también lo que es el fracaso de la ilusión de un pobre hombre, que después de muerto quiso volver a su barrio, porque para él, que casi nunca tuvo nada, SAN LORENZO, lo fue todo para él.

Han cambiado tanto las cosas, hasta el punto de que todos sin excepción de una forma u otra lo que deseamos siempre es una VELADA CORTITA. Se tiende a que el muerto desaparezca cuanto antes. Al final y como está pasando con todo, será EL CORTES INGLES, el que se encargará de hacernos un entierro y velatorio a la carta para cada uno y sin molestias.

sábado, 15 de enero de 2011

La "Hoja de Ruta"

Hoy en día, es habitual que cualquier miembro de clase política utilice insistentemente el término “HOJA DE RUTA”, dando la impresión de que este término forma parte de la muy extensa rutina que los envuelve, y que son frases o dichos que se aprenden de memorieta.

En algunos medios de comunicación se ha comentado que el Presidente del Gobierno, en su famosa reunión con los “selectos empresarios” para trazar precisamente la “Hoja de Ruta” de nuestra Economía, le hizo al banquero Sr. Botín la siguiente pregunta: ¿Con quién hay que hablar para el tema de los Mercados de Bolsa?. Sin pararnos en contar la cara que se le quedó al Sr. Botín ante tan infantil pregunta, ello muestra a las claras que a nuestro Presidente le falta saber en qué consiste una auténtica “Hoja de Ruta”. Se lo trataremos humildemente de explicar.


EL SISTEMA ORMIG


La “Hoja de Ruta” era el documento básico en el sistema de la racionalización de la fabricación que incorporó allá por los años sesenta, el Sistema ORMIG, indicando el proceso que había seguir la pieza a fabricar de sección (o taller) a sección.

Ejemplo:

CODO DERECHO - Plano 356 A 21268 - Cantidad 36

Sección - Operación - Medidas - Gama

303 - Cortar Chapa en tijera - 210x120 mm- 300/280
303 - Punzonar S/Coordenada - W/210
303 - Plegar s/ plano - 303/017
305 - Soldar esquinas - 305/20
304 - Repasar y conformar - 304/112
307 - Limpiar y Dar acabado S/AC-100

- Entregar en montaje.


Este ejemplo esquematizado de una “Hoja de Ruta” implica que el profesional o profesionales que fueran a utiliza este “documento” tenían que saber, al menos:

1º.-Interpretar el Plano
2º.-Saber manejar un sistema de coordenadas y una máquina, con sus punzones
3º.-Conocer el oficio de plegadora, con todo lo que ello implica.
4º.-Conocer el oficio de Soldar.
5º.-Dominar el Conformado y repasado.
6º.-Ser profesional en temas de acabado y pintura.

Claramente se ve que manejar una “Hoja de Ruta”, por sencilla que pueda parecer, implica conocer una serie de profesiones y, sobre todo, saber integrarse en un sistema o cadena. Por ello es lamentable que un Presidente de Gobierno quiera “participar” o “diseñar” una “Hoja de Ruta” con los empresarios, cuando no tiene NI IDEA DE QUIÉN CONTROLA LOS MERCADOS DE BOLSA.

Hoy día, es evidente que la industria española se está quedando descapitalizada a marchas forzadas de profesionales que, “Hoja de Ruta” en mano, puedan sacar adelante el reto de “pensar y fabricar” que es lo que nos da categoría y capacidad para poder competir. Hacer simplemente lo que hacen todos, los chinos y los que no son chinos, nos llevan a la ruina más inmediata. Qué pocas patentes de invención generamos, qué pocas novedades tecnológicas aportamos. En bienes de equipo, por ejemplo, la mayoría de lo que fabricamos es americano, alemán, italiano o sueco. Ahí están, ABB SACE, MAGRINI, SIEMENS, etc. Estas empresas nos condicionan a fabricar productos que ya están desfasados en sus países de origen, y así no se puede competir.

En este país, gracias a ideas geniales de algún político, nos empeñamos en producir más que nadie corriente eléctrica con los “molinillos” y las “placas solares”, y ahora se dan cuenta de que en muchos casos, para cobrar las subvenciones, han prescindido del sol o del viento… y han utilizado el petróleo de tapadillo. De esta estafa de cambiar el sol por el petróleo hemos salido perjudicados todos los españoles, pues en el recibo de la luz nos están cobrando los políticos SU INCOMPETENCIA. Y aquí también se meten los que nos vendían las bondades de “liberalizar” un sector estratégico y protegido de nuestra economía, dejándolo por la senda de un “libre” mercado que no es tal y donde mandan los de siempre. A esto hemos llegado, a pagar la luz a precio de oro.

A nuestra industria lo que hace falta es el famoso I+D del que tanto se habla en todos los “fregados” de proyectos y propagandas políticas. Hace falta INVESTIGACIÓN con mayúsculas y una gran mano de obra especializada. Desgraciadamente, en este país se acabaron las Escuelas de Aprendices, se acabaron las Escuelas Profesionales y se acabaron las Universidades Laborales. Todo porque, llegado el momento de la Transición, lo que no se le ocurrió a los “demócratas” de nuevo cuño era por sistema malo. Y así, en la actualidad tenemos un déficit descarado de mano de obra especializada. Con frecuencia tenemos que acudir, no a Alemania o Francia, sino incluso a Hungría u otros países del Este para traer este tipo de profesionales. Resulta insultante que con la cantidad de “parados” que tenemos en este país se produzcan estas situaciones.

Hoy, en cambio, muchos fondos destinados a la formación profesional terminan en las manos de los sindicatos o la “patronal”. Como igualmente tienen competencias en la prevención de Riesgos laborales, pero a pesar de ello podemos ver diariamente por nuestras calles, cada vez más, cómo los albañiles manejan POTENTES RADIALES Y MARTILLOS DE HORMIGÓN, cortando y rompiendo toda clase de materiales, duros y menos duros, y las personas pasan a su lado con evidente falta de seguridad. Es que en muchos casos ni el trabajador utiliza una mínima protección. “Hombre, con la crisis que está cayendo no vamos a ponerles más costes y problemas a los que contratan…”, argumentan los que tienen que controlar y miran para otro lado.

Y a modo de ejemplo y homenaje, traigo aquí a un par de compañeros que fueron todo un ejemplo de calidad profesional, dedicación y superación constante para dominar su profesión.


JUSTO CEREZO JIMENO

Este compañero, perteneciente a una familia muy ligada profesionalmente con La Constructora (3 hermanos y el padre) estuvo desde los años sesenta hasta los noventa en la División de Aparellaje, en cableado. Pasó más de treinta años de su vida cableando interruptores y cabinas. Siempre se le tuvo por un gran profesional, serio, honrado y muy capaz. Durante toda su vida laboral tuvo además un absentismo prácticamente nulo.

A sus cualidades profesionales supo unir otros valores como el del compañerismo y la solidaridad. Fue un trabajador tremendamente social.

Se puede afirmar con razón que sus trabajos se encuentran repartidos por centrales eléctricas y subestaciones de medio mundo. Incluso navegando por el mar. En el extranjero colaboró de forma importante en el proyecto de la refinería más grande del mundo, Abbadan, en Irán, que bombeaba el petróleo para el Golfo Pérsico. Igualmente el mar es testigo de las 8 fragatas que con nombre de distintas regiones españolas se pasean por nuestros mares donde participó en su cableado y montaje.

Tenemos que citar prácticamente a todas las centrales nucleares que hubo en España y aún quedan. Y en centros industriales tenemos que citar la central de Aldeávila (Saltos de Villarino), cuadros para Ensidesa, Uninsa, Moncabril, Renfe, Puente de García Rodríguez, etc. etc. Todo ellos jalonan el quehacer de este ejemplar trabajador.

También colaboró de forma importante en el cableado de muchos Interruptores MFA-150, MFR-80, 60 DHM, MG y DHP... Interruptores de media y alta tensión, tanto de cámara de corte en aceite, al aire o en gas sulfuro de cobre.

Por las manos de este gran profesional pudieron pasar más de 600.000 metros de cable de todos los diámetros. Unos 450.000 terminales y señalizadores. Toda una vida “decorando” con su cableado unas cabinas que parecían auténticas obras de arte, además de conseguir una eficacia óptima en su funcionamiento. Por sus retinas habrán pasado el conexionado de miles de aparatos de control y medida, señalizados y especificados en más de UN MILLAR DE PLANOS, de gran complejidad e interpretación. Él sí que sabe lo que es una “Hoja de Ruta” sin que le cuenten monsergas.

JOSÉ CASERO GRANADOS

Pepe Casero ha sido un magnifico profesional en el diseño y la delineación. Trabajó en la División de Aparellaje (en interruptores) como Delineante proyectista, siendo uno de los profesionales más completos y cualificados de la fábrica. A su calidad de compañero une una gran afición por el orden y algunas facetas de coleccionismo. Su comportamiento y absentismo intachables. Fueron muchas las horas que sobre el tablero se dedicó a calcular giros de palancas, recuperación de muelles, resistencia de materiales, tratamientos térmicos, acabados, para lograr la articulación adecuada con la que cualquier interruptor funcionara.

Son muchos los interruptores MG, tanto de interior como de intemperie, que llevan en sus mandos los cálculos y desarrollos que este gran profesional tuvo que realizar. Y eso que al hablar del mando de un interruptor de éstos hay que hablar de conjuntos de MÁS DE SEISCIENTAS PIEZAS O ELEMENTOS que se han tenido que engarzar formando un todo de funcionamiento a golpe de un pulsador o un relé eléctrico. Cualquier giro de un balancín o recuperación de una palanca implicaba muchos cálculos de trigonometría y conocimientos de materiales. La profesión de Delineante Proyectista en el tema de aparatos de corte eléctrico supone un nivel profesional muy alto.

Pues bien, estos dos profesionales como la copa de un pino, Justo Cerezo y José Granados, tuvieron que prejubilarse forzosamente en el año 1993, con una pérdida aproximada en sus ingresos de un 25%. Y ante este hecho contrastado, nos preguntamos ¿Por qué estos trabajadores, después de una trayectoria intachable tienen que perder un 25% de su ya justa cotización? Mientras cualquier diputado o senador que vaya de relleno o de carambola en cualquier LISTA DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS, CON SOLO SIETE AÑOS COTIZADOS O POCO MÁS tiene derecho a la pensión máxima que determina la Seguridad Social, es decir, al DOBLE de lo que cobran estos trabajadores.

¿Es justa esta diferencia?. ¿en base a qué criterios racionales se produce? ¿que ha hecho para el país más que Justo o Pepe un señor que se dedica a la política REALIZANDO CASI SIEMPRE EL PAPEL DE VOCERO O COMPARSA que le asignan desde el partido, y cuyo trabajo más oneroso puede ser tener que pulsar un botón en una votación? (y algunos hasta se equivocan).

Por todo esto nos preguntamos dónde están todos aquellos alevines del FAMOSO MAYO DEL 68 que con las pancartas de PROHIBIDO PROHIBIR iban a poner al país a la “cabeza de todo el mundo”, incluidos los derechos de los trabajadores. Dónde están aquellos niños de “papá”, los Rojas Marcos, los Escuderos, los Clavero, los Luis Yáñez, los Rodríguez de la Borbolla, los Luis Planas, y tantos otros que tomaron la política como una distracción más y nos iban a dejar una ANDALUCÍA DE DULCE. Y cómo, a pesar de ellos, se han podido legislar estas “injustas diferencias”. Cómo unos escapan tan bien y otros con tantas dificultades.

De forma lamentable no oímos sus voces ni sus quejas. Ahora que nuestra región es la última como lo fue siempre y las COLAS DEL PARO son nuestra distinción. Sería bueno que al menos comentaran algo de lo que se ve en cualquier semáforo, donde hay disputas para poder pedir en ellos. Quizás se quedarían sorprendidos de ver la gente que forma cola en las iglesias, no para oír misa, sino para coger turno para pedir limosna en la puerta. Se echa de menos su “ausencia” del ruedo político, y sería bueno que al menos dijeran BUENO O MALO, pero que dijeran algo. Menos mal que aún nos quedan políticos esforzados como Gaspar Zarrias, que ante el silencio y la “ausencia” de ellos tiene que votar con pies y manos (como demostró la prensa) para sacar al país hacia adelante…

sábado, 8 de enero de 2011

Las playas de Córdoba

Todos sabemos lo que supone el calor para Córdoba, y en aquellos años 50-60, cuando aún todavía la gente no se iba de forma masiva de veraneo al mar, era el río Guadalquivir donde todo el mundo se refrescaba y lo pasaba bien. Es justo recordar aquellos “puentes festivos”, en donde familias enteras se iban a su entorno, e incluso a la Alameda del Tiritar. Y lo más curioso es que apenas existían coches y todo el mundo iba andando. Eso lógicamente tenía una ventaja, pues para no haber no había ni control de alcoholemia. Es decir, que la gente bebía a gusto del consumidor. Y como se trata de no coger el coche, no vamos a salir de Córdoba.


EL ARROYO PEDROCHES
Había varias charcas en el arroyo Pedroches que eran visitadas por la chiquillería para el disfrute y el baño; una concretamente debajo del Puente de Hierro, otra al lado del Sombrero del Rey, y una tercera en el recodo de “Burros Muertos”. También había una especie de pileta en la misma explanada de la Choza del Cojo. Desgraciadamente, en la zona de la charca de “Burros Muertos” un sobrino de Mortes, el panadero) al intentar subir a un poste de la luz metálico para coger un nido fue despedido por una descarga que lo electrocutó, muriendo en el acto tras la caída. Allí quedó en el suelo en su simple ropa de baño.

LA ALAMEDA DEL TIRITAR
Era esta alameda un paraíso por su abundante vegetación, que proporcionaba sombras y acomodo a mucha gente para pasar jornadas de perol y baños. Toda la alameda de arriba abajo era regada por el arroyo de Rabanales. Muy limpio, claro y abundante por aquellas épocas (no estaba aún la fábrica de cervezas). Además, su buena comunicación con el Barrio Cañero hacía que mucha gente se decantara por esta alameda tan “cercana” para “veranear”.

EL MOLINO DE LÓPE GARCIA
Al hablar del “gran” río ya propiamente dicho, empezaremos por su cabecera, por lugar conocido como el famoso Molino de Lópe García. Este molino, que en la Edad Media fue propiedad de la Iglesia, está ubicado en una zona igualmente rica en vegetación y de zonas apropiadas para el disfrute del perol. La finca se llamaba Lópe García y tenía incluso una cancela metálica de acceso a toda la zona próxima al río.

En torno al Molino se desparramaban unos parajes regados por el río con una vegetación muy exuberante, que lo hacían como una zona ideal para acampadas, peroles, y diversión de baños. El Molino era la referencia de toda aquella zona, pero su amplitud hacía que hubiera sitio incluso para que media Córdoba acudiera allí. Había grupos de personas que para estar más independientes cruzaban a la otra orilla, utilizando los servicios informales de barca que siempre había. También acudían otros a varias islas intermedias. Pero bien es verdad que la mayoría se quedaba en “esta parte”, que era la orilla que había desde el Molino de Lópe García al Molino de Carbonell.

Cerca del Molino había una fuente de agua potable, y en sus mismas dependencias encontrabas tabaco, refresco, cerveza, e incluso vino. Últimamente hasta montaron un pequeño ambigú, donde incluso se alquilaban bañadores.

En los puentes de los meses de Julio y Agosto eran muchas las personas que pernoctaban toda la noche, entre el cante, la bebida y el agua. Que se supiera no había un servicio de orden establecido, ni de vigilancia preventiva. Más de uno hubo que sacarlo cuando después de la “torta” que tenía pretendía ir a nado a Gibraltar. Afortunadamente no pasaba nada para lo que podía pasar.

Hasta en los días laborales iba gente a bañarse, bien los que estaban de vacaciones, los que hacían la “rata” en el Colegio, o los plateros que holgaban el lunes por la tarde. También había otros que UN DIA SÍ Y OTRO TAMBIEN estaban allí siempre junto al río. Para ellos era como estar en un ambiente de playa con agradables compañías. En estos menesteres estaba muchas veces ocupados “Los Copados”, “Los Canarios”, “Los Porras” “Los Ignacios”, “Los Fermines” etc. En su mayoría plateros, como hemos dicho, y que se costeaban un nivel muy superior a los demás. Era una época en que abundaban aquellas enormes cámaras (ruedas hinchadas) que el que la llevaba vacilaba como si de un Ferrari del baño se tratara.

Pero con el paso del tiempo se “deterioró” el nivel de diversión del Molino de Lópe García, sobre todo por las noches, y a determinadas horas. Poco a poco este nivel de deterioro, acompañado por la suciedad paulatina de las aguas del río hizo que decayera esta zona de baños y relax para Córdoba. Finalmente fueron las autoridades las que prohibieron los baños públicos en aquella zona, por la ya enorme contaminación de las aguas.

A todos los chavales de aquella época nos queda el recuerdo del “BOQUERÓN” del Molino, que era el estrechamiento por donde pasaba encauzada el agua para mover la rueda de molienda. Este “boquerón” tenía su profundidad, y al ser estrecho, por las leyes físicas, adquiría mucha velocidad el paso del agua. Pues bien, con todo el peligro que ello pudiera suponer, era cosa de que todos los jóvenes tomásemos como un honor el HABER PASADO AL MENOS UNA VEZ EL PELIGROSO BOQUERÓN. Era algo parecido al hecho de atravesar el Puente Hierro de traviesa en traviesa. Todavía recordamos “lo canutas” que las pasó, EL GARROCHO de San Juan de Letrán, que se tiró por el “boquerón” y no había forma de que saliera a la superficie. Fue Francisco Torres Díez (El Paqui), el que luego se casó con una hija del “Milano”, quien se lanzó a rescatarlo, y de milagro lo consiguió. Eso estará en la memoria de muchos que ya peinamos canas en el barrio de San Lorenzo.

LA CHARCA DE LA TETA
Según me ha comentado “El Candy” esta simpática charca se formaba en el arroyo de Santa Matilde, en la desembocadura del Pedroches y el arroyo de las Piedras en la zona de la Cuesta de la Pólvora Allí se bañaban los nenes pequeños de todo aquel barrio de Santiago y aledaños. Mientras ellos se mojaban en el agua los hermanos mayores, amigos o familiares de más edad, jugaban al fútbol en aquellos llanos que se formaban después de desmantelar los huertos de invierno que se montaban a orillas del río. Media Córdoba aficionada al fútbol pasó por allí.

En aquellos campos improvisados de fútbol y en aquella “charca de la teta” se bañó muchas veces José Pedrosa, jugador del Córdoba y el Atlético Tetuán. Actualmente tiene 85 años, y recuerda perfectamente a muchos amigos del barrio que le acompañaban en aquella charca. Recordaba por ejemplo a Carlos Ruiz, al “Candy”, al Chico Fortuna y a Manolín “El Boca”. En compañía de su esposa, hija de Fernando Fernández (de “Casa Chaleco”), me decía con pena:

“DESGRACIADAMENTE, DE LOS QUE NOS BAÑABAMOS ALLÍ EN AQUELLOS TIEMPOS, Y QUE YO RECUERDE, SOLAMENTE QUEDAMOS YA EL CANDY Y MANOLÍN EL BOCA”.

EL SOTO
Detrás del Estadio del Arcángel, en dirección a la Huerta del Arenal, había una orilla llena de tarajes y formada sobre un gran banco de arena que venía perfecta para el baño. Allí, a pesar de que se estaba en plena zona de corrientes, se formaban unas lagunas de cierta profundidad por toda la orilla como consecuencia de haberse sacado arena. Los más atrevidos se lanzaban en espectaculares saltos, quizás en clara competición con los de la orilla de enfrente (“La Madrileña”), que igualmente aprovechaban para el baño toda “su” orilla de forma harto espectacular.

Por aquella época ya empezaban a verse los clásicos “mirones” que sin bañarse ni nada iban solamente a “bichear”. De vez cuando solía aparecer alguna mujer con suficientes “tablas” para bañarse con tantos chavales jóvenes. En torno a ella se formaba una expectación especial.

Las ventajas que tenía el Soto era que por allí cerca había buenos ciruelos y algunas higueras, a las que se acudía después de la larga jornada de baño (aquí se cumplía eso de que “el campo es de todos”). También por aquellos tiempos nos encontrábamos con gente que hacía carbón con los troncos de los tarajes, o igualmente otros buscando material para un guiso de caracoles.

LOS SALTADORES DE LOS BARANDALES
Por la zona de los barandales, próxima a donde se cayó desgraciadamente el autobús a mediados de los años sesenta, solían tirarse desde las barandillas algunos bañistas. Y lo curioso es que salían por una boca de alcantarilla situada detrás de la Cruz del Rastro, ante la mirada medio asombrada del empleado de Álvarez Salas, que atendía el surtidor de gasolina que por aquellas fechas existía por allí.

Hablando de gasolinera, algunos ya muy mayores recuerdan a la pequeña embarcación a motor denominada precisamente la “Gasolinera”, que partiendo como base de las escalerillas, solía dar un paseo que consistía en ir al Puente Romano y volver. En cada viaje podía llevar hasta veinte personas. Esta embarcación lucía de noche unas luminarias en forma de adornos colganderos que resaltaba muy bien en la oscuridad. El viaje costaba QUINCE CÉNTIMOS (tres perrillas) Todo esto acontecía por los años veinte del pasado siglo. Al espacio por donde discurría la barcaza se le llamaba de forma simpática y familiar como “EL TABLAZO DE LAS DAMAS”.

EL MOLINO DE MARTOS
El amigo Paco Muñoz, con sus oportunas entradas en sus NOTAS CORDOBESAS, nos trae recuerdos que no tenemos más remedio que “representarlos” mediante la palabra. Últimamente nos ha obsequiado con la “Higuera que hizo posible la Conquista de Córdoba” y plenamente hemos disfrutado de la exquisitez de su relato. Y ha conseguido meternos en el túnel del tiempo y recordar cosas de nuestra querida Córdoba.

Allá por el principio de los años cincuenta, nos encontramos con Carlos Ruiz, un cordobés nacido en San Lorenzo, un hombre abierto y muy natural. Fue pionero en el dominio de la tecnología de las máquinas de escribir, sumar y calcular. Se inició en este oficio trabajando para D. Lorenzo Gollonett, en su tienda-academia que tenía en la acera del Instituto Góngora, llamada Underworld o así.

Era hijo de José Ruiz Lozano, desde los años veinte capataz de los bomberos del Ayuntamiento de Córdoba, y que durante la guerra civil le ordenaron retirar del tejado de la Mezquita-Catedral una bomba que al parecer no había explotado. Carlos, el menor de sus cuatro hijos, era un hombre de ideas independientes y amante de la naturaleza. Por aquellos años y recién casado, nos alentó a un grupo de chavales del barrio a que aprendiésemos a nadar.

Nos explicó en más de una ocasión el lugar que en su tiempo estuvo la “Charca de la teta”, donde el disfrutó mucho de aquella improvisada “piscina” junto a su amigo Paquillo el Barbero…

La puerta de Martos, ubicada junto al Molino del mismo nombre, fue el lugar elegido por los cristianos que reconquistaron Córdoba, el día de San Pedro y San Pablo, del año 1236. Al parecer entraron por la calle el Viento, y la parroquia de Santiago fue la primera Iglesia Fernandina que se erigió en Córdoba.

No era esta calle la que nosotros empleábamos para llegar al Molino de Martos para disfrutar de una mañana de baño. Nuestro recorrido desde San Lorenzo, era la calle Arroyo de San Lorenzo, Ancha de la Magdalena, Cruz Verde, Ravé, Tinte, Paseo de la Ribera y al Molino.

El caso es que el Amigo Carlos nos acompañaba a las instalaciones del Molino de Martos, convertido en un lugar de baños por el que sentíamos una especial alegría. Esta sensación nos había sido inculcada por él, como un acto más de su enorme amor a la naturaleza, y a la de Córdoba en especial. La familia que regentaba el Molino eran los Caballeros. El padre, que lo apodaban “El Mondrága”, era un “monstruo” en los temas de la natación, y era pariente del dueño de la “Gasolinera”.

En el Molino había dos niveles de vestuario. Arriba el “pesetero”, el de los más “tiesos”, en donde se guardaba simplemente la ropa. Y el de abajo, el caro, en donde tenías derecho a una ducha final en “la Chorrera”. A dicha ducha se accedía cogido fuertemente de una soga que colgaba del techo. El agua de la “ducha” estaba muy fría, pero te dejaba limpio de todas las impurezas del río.

Solventado el tema de los vestuarios te dirigías a los Peñones de San Julián, lugar idóneo para aquellos que querían ejercitar la natación. Allí en semicírculo pasabas del “aquí tapa” a “dar pie” y poco a poco ibas aumentando el radio. Los desaparecidos Peñones de San Julián dividían el río en dos maravillosos brazos. Uno remansado hacia la derecha, que hacía una especie de bahía en el Molino Martos, regándolo con una profundidad importante. Otro brazo, más rápido, discurría por la orilla de “Villa Cachonda” (el Barrio Viejo). Entre los dos brazos se formaba una isla llena de vegetación a base de juncos, flores exóticas y los clásicos “puros”, tributo muy apreciado de todo el que se llegaba a la isla. Esta isla por lo general era también “el servicio de Water” para casi todos los bañistas…

En el Molino Martos había gente que charlaba, gente que leía, gente que tomaba el sol y gente que practicaba la natación. También había algunos mirones. Pero no cabe duda de que los que más expectación despertaban eran los saltadores desde el trampolín. Allí se pavoneaban de sus saltos “El Maero”, “El Pichaca”, “El Canario”, “El Tormenta”, “El Vale”, y “El Hungría”, etc. Pero el que llamaba más la atención por sus características personales era el singular “Fra-Polo”.

FRA POLO
Este era un personaje algo peculiar, por su interés en reconocer ya por aquellos tiempos “que era más maricón que un pato cojo”. No tuvo nunca necesidad de salir del armario. Era un gran deportista, aficionado al culturismo, boxeo y saltos. Precisamente en el Cine Iris de Verano (Calle Abéjar), llegó a participar en varias veladas mañaneras de Boxeo. Luego parece ser que más tarde y cuando se volvieron a repetir estas veladas en el Córdoba Cinema (con participación incluso del simpático “Mangui”), no lo dejaron ya actuar por razones de edad. Pero en el tema de Saltos de Trampolín era un superclase, el mejor sin duda de Córdoba.

Era hombre aparentemente callado y vivía de forma muy austera. Trabajaba en la descarga de las Lonjas. Por ello, muchas veces se le solía ver por la calle, lo mismo con una gran merluza entre sus brazos o una calabaza puesta en la cabeza. Siempre le gustaba llevar algo en el taquillo, fundamentalmente un rábano. Casi siempre iba comiendo pipas o pizcando cualquier cosa. En varias ocasiones se hizo con un ánade vivo y lo hacía andar por la calle a su paso. El pato, iba tras de él, y disfrutaba de ofrecer esa estampa “comparativa”. Miraba al público girando la cabeza dando la sensación de que se empujaba en su pronunciada nariz.

Vivía en San Rafael, con su viuda hermana Socorro y que era la portera que vendía los ramos de jazmines por el barrio. Fra Polo protagonizó varias veces situaciones de “rompe sillas” en los cines de verano a los que acudía. Por tendencia innata se ponía siempre en donde estaba la chiquillería, quizás esperando cualquier “oportunidad”. Como alguien de más edad descubriera “algo” le empezaban a llover todos los palos de las sillas disponibles y las que se rompían expresamente para tirárselas. Hubo veces que incluso tuvo que suspenderse la proyección de la película por el escándalo que se formaba. Muchas veces fue conminado a que se marchara.

EL “CHICO FORTUNA”
Otro de los personajes de la “charca de la teta” que recordó el amigo Pedrosa, fue “El Chico Fortuna”.

Manuel Rey Almoguera, “El Chico Fortuna”, nació en la Magdalena, pero toda su vida se desenvolvió prácticamente en San Lorenzo. De joven jugó al fútbol de portero y lo hizo muy bien jugando en El Fortuna, el equipo de los Salesianos. Solía comentar las veces que se enfrentó al equipo de los “Once Rojos”, formación en la que jugaba Pepe Villalonga, el que fuera gran entrenador del Real Madrid, y luego Seleccionador Nacional, ganando la primera Copa de Europa para España en 1964.

Poco antes de que estallara la guerra del 36 lo llevaron a Barcelona para que jugara en la llamada “Olimpiada del Trabajo” que se organizó en clara protesta por la Olimpiada que presidió Hitler en Berlín. Cuando todavía no había llegado a Barcelona estalló la guerra, que le pilló en Madrid.

Allí, sin trabajo ni ocupación y con su juventud a cuestas, fue de un sitio para otro, hasta que se puso enfermo del pulmón. Al terminar la guerra se vino para Córdoba, y al poco tiempo le hicieron “Una operación de plastia" del pulmón izquierdo. Con muchas dificultades y gracias a su juventud, se recuperó casi totalmente. Se dedicó entonces a vender tabaco al “estraperlo” en la Plaza de la Corredera. Por las tardes volvía a San Lorenzo y empezó a iniciarse en el juego de las cartas. Era un jugador muy hábil y tenía nervios de acero para los envites (las gafas de aumento le ayudaban). Muchas veces jugaba con “dineros de los demás”, lo que le permitía jugar con más tranquilidad. Pronto se hizo de cierta fama como jugador, fama que compaginó con una enorme seriedad en todos los temas del juego que le hicieron célebre. Poco a poco, fue jugando solamente para él, y producto de sus ganancias, se fue encontrando con un “montante” que supo moverlo muy bien, dando dineros al “cordelillo”. Para este menester montó “su oficina” en la Taberna de Casa Manolo, a donde no faltó ningún día, excepto los días que estuvo ingresado antes de morirse.

El “Chico Fortuna” llegó a tener un buen negocio, pues además de dar “dineros al cordelillo” también tenía un buen volumen de “cuentas”, con vales de crédito que daba de importantes tiendas de Córdoba. Era mucha la gente que acudía a él. Y la verdad es que ayudó también a muchas personas.

Llevó siempre una vida muy “ordenada” y repetitiva. Todos los días a las nueve de la mañana, (cuando sonaba el reloj para las ferreterías) se encontraba tomando café en el Bar Boston. Allí se desenvolvía demostrando que conocía a toda la “Córdoba importante”. Llegaba uno, otro y otro, y el negocio no dejaba de funcionar. A la par que hacía negocios “actualizaba” toda su información diaria sobre la Córdoba que también amaba mucho.

Nada más dar las campanadas de las doce cogía su cartera que la recogía del Bar y partía por el camino más corto hacía San Lorenzo. Llegaba a su taberna de Casa Manolo, y enseguida entablaba conversación y planteaba la partida de dominó que le apasionaba. Solía jugar de tres a cuatro partidos, alternando con “El Tocinero”, “El Nano”, Cristóbal, Alejandro, Paco Misa, Vicente Soler, Álvaro, Rafael Fuentes, etc. Las partidas las alternaba con sus medios de “Fino Príncipe”. Era normal que en medio de la partida se tuviera que levantar, pues los clientes lo llamaban a la puerta. A nadie extrañaba esta circunstancia, pues era tan habitual como la partida.

Muchas personas acudían a él para preguntarle de las cosas más distintas y variadas del mundo. A pesar de su operación de pulmón que le hicieron de joven, el “Chico” no volvió a sentirse enfermo jamás, y eso lo prueba que no se recuerda que estando en Córdoba faltara ningún día a su “Taberna”. Cuando llegó la democracia incluso le concedieron una paga por “Mutilado de Guerra del bando republicano”… guerra que nunca pisó.

Fue uno de los fundadores de aquella festiva PEÑA DEPORTIVA EL PRÍNCIPE. Por aquella peña pasaron buenos personajes de Córdoba, como Diego Fernández, Manolo Milla, Julio Castro, Cristóbal Fernández, Fernando “El Nano”, Luís Caballero, Manolo Sánchez, Francisco Medina, Mariano López, etc. Esta peña viajó por toda España, siguiendo al Córdoba CF. Por otra parte, y en su faceta de aficionado al fútbol, formó parte de la Directiva del Club Atlético San Lorenzo durante su mejor época de la Regional Preferente. El equipo de su barrio siempre contó con su oportuna ayuda económica en todo momento.

El hombre que no se había puesto nunca enfermo, el hombre que llevaba una vida metódica, por una simple complicación ocular murió a los 76 años. Su entierro significó un duelo impresionante en el barrio.