martes, 28 de diciembre de 2010

La Calle "Nueva"



JOSÉ MELLADO “EL CANDADO”

Hace unos días falleció José Mellado Madrid, a la edad de 94 años. Trabajó toda su vida en la “FERRETERÍA EL CANDADO”; por eso a él no le importaba cuando le llamaban atender por el simpático apodo del “CANDADO”. Muchas veces Paquillo “El Rubiano”, Juan Carretero, “Miguelín”, Rafael Calvo o Manolo Blancart, entre otros amigos, así lo llamaron.

Era un gran profesional, y se tenía a sí mismo como uno de los hombres que más entendía de “tornillos” en Córdoba. Medio en broma medio en serio, nos había contado más de una vez que el edificio de los ALMACENES SÁNCHEZ fue de los primeros edificios que se hicieron en Córdoba, allá por los años treinta, sobre estructura de hierro. Se jactaba de decir que José Cuevas, el encargado de Álvarez Salas, y gran amigo suyo, le había dicho que toda la estructura iba a BASE DE ROBLONES Y TORNILLOS, y que la soldadura se puede decir que brilló por su ausencia. De aquel tiempo y por el mismo autor es la actual Cruz del Rastro. Ya en tiempos más recientes también hizo en su fragua de la calle de la Feria la Corona del Cristo de los Faroles.

Pepe “Candado” fue durante muchos años un cliente asiduo de la Sociedad de Plateros, donde diariamente se tomaba sus “medios de Peseta”. Sus dos o tres medios, como él solía decir, caían todos los días. Casi toda su vida vivió en la calle “La Banda”, en casa de los “Almogueras”, enfrente de la famosa “Sarapia”.

Cuando se jubiló no se hallaba todo lo contento que él quisiera, pero pronto se adaptó a su nueva vida. Prácticamente coincidió su jubilación con el mudarse de domicilio. Se fue a vivir cerca de la Avenida de Jesús Rescatado.

Al cambiar de domicilio el vino lo pasó a tomar en la taberna del “Llano Amarillo”, donde medio barrio de La Viñuela jugaba al dominó. A él le gustó poco este juego, prefiriendo siempre charlar y entablar conversaciones simpáticas y amables, en donde daba muestra continuamente de su buen humor y ocurrencias.

Hace poco tiempo, sentado en la puerta de ese bar, mantuve con él esta conversación en la que me dijo cosas muy sabrosas.

“A las 9 de la mañana, suena EL TIMBRE, toca LA CAMPANA, y GUTIÉRREZ coge LA LLAVE para abrir EL CANDADO”.
Con este simpático juego de palabras mostraba a las claras la cantidad de ferreterías que había en la Calle Nueva. Unas mejores que otras, pero todas se complementaban y daban vida comercial a la calle.

A LAS NUEVE DE LA MAÑANA
Estas campanadas, lógicamente, las daba el reloj de las Tendillas. Era la hora indicada para que abrieran los establecimientos que poblaban la Calle Nueva.

Este reloj fue inaugurado en Enero de 1961, mientras la mayoría de nosotros estábamos en aquella plaza presenciando todo el boato y detalles que acompañaron el acto. El water de Caballeros, estaba lleno de gente “en espera”, lo que daba idea de la enorme cantidad de cordobeses curiosos que acudieron a escuchar la voz de Matías Prats y el rasgueo de guitarra de Juan Serrano. El reloj fue promocionado por D. Crecencio Marrodan, distribuidor de la casa PHILIPS en Córdoba. Ni el guitarrista ni el gran Matías Prats cobraron nada por el evento. Solamente se le hizo un donativo de UN MILLÓN DE PESETAS, al hermano Bonifacio para sus niños de San Juan de Dios.

OTRAS COSAS…
Siguió hablando de la gente que hacía cola para jugar al dominó: “Cada vez hay más que se vienen aquí para jugar al dominó, y como observarás no todos son jubilados, sino que hay también mucha gente joven que está sin trabajo. Y es que hay mucho paro, no sé qué vamos a hacer. A este paso pronto van a dejar de pagarnos incluso la pensión. Yo tengo un vecino que hablándome del paro me ha dicho, con bastante humor negro, que hay tantos parados, tanta gente andando por las calles, que hasta el tiempo de los semáforos lo han tenido que cambiar. Y es verdad, el verde de los peatones dura bastante más”.

Más adelante le hablé de su Calle Nueva, y casi se le saltan las lágrimas: “No sé lo que ha pasado con esa calle, pero a mí me da la impresión que desde que pusieron en pie esas columnas romanas junto al Ayuntamiento se cargaron la calle. Pasas por ella y está todo desconocido, muerto y medio abandonado. Quedan sólo dos o tres establecimientos de los de mi época”.

Recuerdo que por aquellos años, los 50-60, a las tres y media esa calle Santa María de Gracia era un reguero de chavalas jóvenes y menos jóvenes que iban a trabajar al Centro. Ese desfile lo formaban las hermanas de la Rubia (Mari Carmen, Loli y Conchi), María Luisa María, Antoñita Franco, Rafi Ariza, Angelita y Fuensanta Saco, Rafi Extremera, las mellizas de Amparito, Inés Roldán, las primas de Calerito, Rafi Nogueras, Antoñita Amaro, Nieves Fernández, Isabel Agudo (la cuñada de Cerrillo), Elisa Camacho, las hermanas Cantueso, Pili Clemente, las hermanas Mesa, las hermanas Mari y Manoli Mata, Rafi Gavilán, las Hermanas Lucena, Manoli Serna, las Hermanas García Millán, Maleni Sánchez, la “Fali del Huerto”, Rafi Álvarez, Mercedes Villalba, las hermanas Pacheco, etc., etc. Todas formaban como una serpiente multicolor en donde cada una de ellas procuraba el lucimiento de sus zapatos, sus faldas de tergal, sus chaquetas, sus rebecas, sus peinados sus bolsos y hasta sus andares. Y la calle que “empleaba” a la mayoría de ellas era sin duda la Calle Nueva, posiblemente la calle más comercial de la Córdoba de entonces.

Ya dejando al amigo “Candado” queremos recordar la ingente cantidad de buenos comercios a las que acudía toda la Córdoba que necesitaba comprar algo, ya fuera con dinero o aplazado. En este segundo capítulo de compras hacían furor los famosos “VALES DE CRÉDITO”.

Se compraba a crédito en Almacenes Galo y José Hernández, un establecimiento de tejidos, prendas de vestir y toda clase de complementos. Era una tienda enorme con seis puertas de entrada a la calle. Por cada puerta te encontrabas caras de familiaridad. Se daba por ejemplo la circunstancia de que había incluso cajeras que eran hermanas de otras que habíamos visto en otros establecimientos próximos, tal era el caso de las hermanas Mesa. Una estaba allí y otra en Calzados Montilla.

Más abajo tenías la zapatería de Ciudad del Betis, luego los Almacenes Los Madrileños, que también tenían buena clientela de vales. Éste fue uno de los primeros comercios de Córdoba que tuvo un “letrero luminoso”.

Qué hablar de las tiendas de calzados. Además de las citadas Ciudad del Betis y Calzados Montilla (con dos tiendas) estaban Calzados Rivas y Calzados Mallorca. Y para tomarse una horchata, o helado estaba el simpático carrillo de “El Rubio”.

Había dos relojerías, sin duda de las más acreditadas de Córdoba, la Relojería Suiza y Relojería Mesa. Otras tiendas de mucha importancia eran los Almacenes Sánchez, los líderes en Córdoba en temas de juguetes, Zafra Polo, Marqués, León, Antonio Molina, Kalia, Checa, Martínez Rücker, Flomar, Otero Óptico, Alberto Molina, La Purísima, Muebles Redondo, Creaciones Amara, Deportes Romero y la tienda de paquetería y bordados Muñoz Morán. Esta tienda tenía en su segundo piso un taller con más de 25 jóvenes bordando y haciendo encajes. A la puerta estaba el simpático lotero Pino, siempre ataviado con su bigote y que fue de los primeros que empezó en Córdoba a vender participaciones. Gran fumador, fumaba siempre unos puritos muy pequeños. Su pregonada favorita era: ¡que tengo la “salvaora” y la otra!.

También en la esquina de la calle Azonaicas había una tienda de peletería de alto nivel que se llamaba Ciudad de Córdoba. Esta tienda estaba regentada por dos hermanos, que además de auténticos caballeros por su indumentaria parecía que estábamos ante dos personas de cualquier “clausura”.

Había hasta una clínica de accidentes de D. Francisco Calzadilla León. También estaba la consulta del Doctor Zurita, los laboratorios de los doctores Cabrera, y Rafael Canalejo (el Alcalde de Bélmez), que se hizo famoso por el concurso de TVE “Un millón para el mejor”. También el nombre de su pueblo fue primera página en muchos periódicos y revistas de la época. Todo el mundo quiso conocer este bello pueblo industrial del Valle del Guadiato.

El Alcalde de Bélmez en TVE
También en temas de perfumería, la calle estaba perfectamente representada por Casa Hoyo, un referente en Córdoba. Allí íbamos muchos a comprar la famosa “brillantina”, que nos mandaban nuestros padres para peinarse los sábados.

En un precioso edificio que hace esquina con la calle María Cristina hubo en primer lugar una tienda de Pueyo; después se instaló allí el primer Supermercado importante de Córdoba, que se llamaba SASS, y que entregaban para promoción los primeros vales VALISPAR que se vieron por aquí, Más tarde se instaló Urende, que ha estado hasta hace bien poco. A la espalda estaba Electricidad Poveda, y por ese rincón se entraba a las oficinas del Ayuntamiento. En el año 1979, recuerdo que el Alcalde de Córdoba, Julio Anguita, que estrenaba cargo, presenció desde uno de los balcones de ese edificio la Cabalgata de Reyes Magos. Se puede decir que aquel balcón, quizás por la novedad, fue tan observado como la propia Cabalgata.

Por tener esta calle, tenía hasta su farmacia, e incluso hasta su Banco. Pero lo que más nos llamaba la atención de esa calle a todos los nenes eran sus balcones. Balcones que eran “palcos anhelados” por todos nosotros, sobre todo cuando pasaban las procesiones de Semana Santa, las Romerías, la Cabalgata de los Reyes Magos… Nos daba mucha pena ver como casi siempre estaban vacíos y nosotros siempre agolpados en la calle y aguantando, de pie, a la espera de los desfiles. Y me acuerdo de los nenes “arrancando” cera de los nazarenos después de las procesiones. La mejor herramienta para arrancarla del suelo eran las formidables cuchillas de afeitar MSA. Que servían por lo menos para diez manos por cada lado.

LOS “VALES DE CRÉDITO”
Los establecimientos de esa calle, como media Córdoba, vivían de los vales de crédito para el pago a plazos, que por aquellas fechas estaban a la orden del día.

Entre todas las personas que han dado cuentas en Córdoba podemos citar:

Al “Chico Fortuna”, cuya zona de influencia era San Lorenzo, Las Costanillas, San Juan de Letrán y La Magdalena.

Al Rubio, “El Piyayo”, como también le conocían por la Electro Mecánicas, que extendía sus clientes por las Delicias, Venta San Francisco, Olivillos de Don Félix, Olivos Borrachos y en la Fábrica de la Electro.

A Juan Rojas Morales, que tenía su zona de influencia en los Olivos Borrachos, Cenemesa, Avenida Parque y Pisos de Cañete y el barrio de la Electro..

Al amigo Paco Flores, más reciente, que se quedó con las zonas del Chico Fortuna, e incluso ampliando a las Moreras y Palmeras.

Los “vales” que daban estos “agentes” personales servían para todo, incluso muebles, electrodomésticos y joyería. Así, en los Almacenes Robles, dedicado a artículos de regalo, un gran porcentaje de sus ventas eran por este cauce.

Por supuesto que eran muchos los clientes de estos vales de crédito, institucionalizados hasta en las grandes empresas. La Electro, Cenemesa o Carbonell concedían a sus trabajadores “VALES DE ROPA O ZAPATOS” para la mayoría de tiendas de Córdoba. La Constructora, “trabajaba” con los Almacenes Rodríguez Espejo, en plena plaza de las Tendillas. La Electro Mecánicas, además de trabajar con todas las tiendas más comunes, lo hizo con una tienda muy simpática que había en Córdoba, “El Metro S.A.”, con domicilio en Plaza de San Agustín y en la calle Barqueros, en donde está hoy COVAP. Se puede decir que esta última tienda durante muchos años vivió de estas ventas a plazos, para las que había que esperar reglamentaria cola.

Cualquiera diría que Córdoba estaba sumida en el crédito total. Pues en cierta forma sí. Pero también es verdad que este crédito era a “niveles domésticos”, y que difícilmente con ellos se podía alterar la estabilidad económica del país. Ha sido ahora, cuando unos cuantos “empresarios listos” han manejado sus negocios con CIENTOS DE MILES DE MILLONES DE PESETAS, que no eran suyos, solamente “avalados” por unos productos (pisos) que tenían pendientes por construir y vender. Ellos vendían y pagaban, y mientras este ciclo se verificaba, todo lo demás funcionaba.

Pero al igual que las empresas no daban vales de crédito por un importe superior al sueldo de un MES, los bancos y cajas se volvieron locos. Y mientras les pagaran daban y daban. Cuando se cortó el ciclo de ventas de pisos, se paró el pago que retroalimentaba a los créditos y todo el sistema de castillos en el aire se vino abajo. El Gobierno, para evitar males mayores, tuvo necesidad de “inyectar euros” en los bancos, para corregir sus “locuras”… que ahora lo estamos pagando los ciudadanos con los recortes sociales que se están dando… y esperemos que quede la cosa ahí.

NOMBRES PROPIOS

Ya hemos comentado que Don Francisco Calzadilla León, afamado traumatólogo, tuvo una clínica de accidentes en esta calle, pero por lo que lo hemos traído aquí es por destacar la labor que hizo durante toda su vida profesional en el Hogar y Clínica de San Rafael. En ese Hospital Infantil al que todo el mundo conocía por la “Famosa subasta de Reyes Magos”. El doctor Calzadilla, con un equipo de colaboradores entre los que destacaré a Don Gonzalo Briones Espinosa, se entregaron a paliar el dolor y el sufrimiento de los más desprotegidos.

Se pueden contar en miles los casos de niños que él atendió, bien en consulta o en el quirófano. Ni mucho menos eran niños de familias con alto poder adquisitivo, sino que eran los más desvaídos de la sociedad de aquellos tiempos. Se enfrentó con casos que desde el punto de vista médico “eran como abandonados por imposibles”. No tenían arreglo para el resto, y él, con el calor que le daban los Hermanos de San Juan de Dios sacó adelante a muchos niños de aquellos “condenados” que hoy, ya mayores, podrán ratificarlo. Pongo como ejemplo el caso del “Campanillas”, que para el que quiera observarlo por curiosidad lo puede ver en un cuadro que existe en las escaleras de dicho Hospital, en el testero de la segunda planta.

En este cuadro pintado en febrero del 1954, dos días después de una nevada intensa que cayó en Córdoba, aparecen el Hermano Gerardo, en sus brazos, el simpático Manolo, que tenía las dos piernas afectadas de “polio” El de la cama se llamaba “Yepes” y tenía un “tumor blanco de cadera”. El de las muletas es el mencionado “Campanillas”. Y el último, el que queda a la derecha con ambos pies deformados, se llamaba Esteban y era de Ciudad Real. Era un chaval formidable, pues a pesar de los 10 años que tendríamos, leía perfectamente con voz de locutor, como le decía el Hermano Bernabé. Con este compañero coincidí en la Universidad Laboral y me dio mucha alegría viéndolo en su banco de ajuste, andando casi perfectamente. El día que operaron a este compañero, simultanearon su operación con otro chiquillo al que le insertaron en sus pies los huesos que a éste le sobraban.

El cuadro se hizo como recordatorio de una especie de “mini” Congreso de traumatología que se celebró en la “Sala de los Pequeños”, y donde el Doctor Calzadilla, a un grupo de médicos y estudiantes de medicina, les explicó todo el proceso de tremendas operaciones que había sufrido el “Campanillas”. Entre otras cosas quiero recordar lo que más o menos dijo:

“Este niño vino hace dos años de un pueblo del Valle de los Pedroches. Venía con una parálisis generalizada. Para subir las cuerdas del toldo de la terraza tenía que ayudarse con la boca, porque en la cabeza era donde únicamente tenía sensibilidad. Después de cuatro operaciones, y con la ayuda del equipo médico de que disponemos (recuerdo que allí estaba muy joven Don Gonzalo Briones Espinosa) hemos conseguido que este chico pueda valerse por sí solo e incluso andar con muletas.

Como recuerdo, se pintó en Córdoba este cuadro en el que son protagonistas los niños, y cómo no, el Hermano Gerardo, ALMA, NORTE, y figura destacada de aquel Hospital, por sus conocimientos y entrega total y absoluta por la salud de los niños. Según decía él en muchas ocasiones era su forma de “hacer Iglesia”

Yo doy fe de aquello, porque pude comprobar allí mismo los tremendos casos que se resolvían. Había niños con las dos piernas escayoladas. Niños con escayolas desde la cintura, y hasta niños escayolados hasta el cuello. Aquello era de apariencia digna de toda lástima, y que sólo con el optimismo y el primor que los Hermanos ponían en el cuidado a los niños se conseguían tímidas sonrisas en sus pequeños rostros. Como contraste, también estaba en la Calle Nueva", aquel practicante que según los que lo conocieron en Córdoba, vivía en el edificio en el que finalmente estuvo Urende. Al parecer se llamaba Narbona. En aquellos tiempos la meningitis hacía de las suyas en las clases populares, por la escasez de penicilina. Pues bien, dicho individuo tuvo la maldad de hacer trampas con este antibiótico: inyectaba cualquier solución de tipo "inocua" y se quedaba con la penicilina, que luego la vendía al estraperlo. Al menos, fue condenado a unos doce años de cárcel

De San Juan de Dios solamente solemos acordarnos del Hermano Bonifacio, porque era el Intendente. Pero allí había una comunidad y un montón de voluntarios que hacían posible la ingente labor DE AYUDAR AL PRÓJIMO. A mí personalmente no se me puede olvidar el Padre Vici, al hermano Gabriel, el Padre José, el Hermano Tomás, el Hermano Bernabé, el Hermano Antonio, el Hermano Domingo… A Miguel el de la Cocina, a las mellizas de “la Nevería” que lavaban las vendas…y al mencionado Hermano Gerardo, el hombre que realizó miles y miles de curas a niños enfermos, y asistió a interminables operaciones de quirófano. Era también el responsable de todos los postoperatorios, y siempre estaba allí al pie del cañón. Después de estar muchos años bregando con la salud de los niños se cansó de vivir, según decía, “DE FORMA CÓMODA”. Se marchó a las misiones, allá por Ruanda.
El Hermano Gerardo.
Es lamentable que la ciudad de Córdoba sea tan “dadivosa” con aquellos que tuvieron como único mérito especial el ser políticos (del color que sea) o enchufados de los mismos. Homenajeados por la sociedad con tanta frecuencia, hasta con calles y públicos homenajes.

En cambio Don Francisco Calzadilla, sus ayudantes y los Hermanos de San Juan de Dios son prácticamente ignorados, quizás porque “huelen algo a Iglesia”, quizás porque nunca esperaron nada a cambio.


sábado, 11 de diciembre de 2010

El aguinaldo y la bolsa de Navidad (y II)



EL “MOTÍN" DE SAN LORENZO

Gustavo Fuentes era un simpático guardia de circulación que vivía en la calle del Arroyo de San Lorenzo, y que estaba orgulloso porque ostentaba el número UNO de orden. Gracias a la amabilidad de su esposa Soledad nos permitió a muchos nenes de aquella época poder ver gratis el cine San Lorenzo de verano; pero eso sí, por “detrás”, que era como ver la película “al revés”. Cosa, por cierto, de la que ya teníamos “costumbre” en las gradas del cine de la Plaza de Toros, donde la primera película que vimos fue DUMBO (1951).

Gustavo era una persona muy querida en el barrio. Desde que empezó la línea de autobuses Cañero-Plaza José Antonio (una de las más antiguas y rentables de Córdoba, y que creo aún sigue igual, más o menos), ya estaba ubicado el simpático guardia en la esquina entre Casa la “Picaílla” y Casa “Minguitos”.

Hace poco coincidí con Victoria Zamorano y Esteban Almirón. La primera tenía un puesto de arropías junto a la taberna “Huevos fritos”, y el otro vivía en la casa de la “sultanilla” que formaba el antiguo “Tacón de San Lorenzo”. Hablamos de aquellos días de Navidad, en los que al guardia de circulación lo “rodeaban” de regalos y obsequios. Y quisimos recordar el famoso día del “Motín”, que muchos presenciamos.

Era el año 1954. Desde primeras horas de la mañana empezaron ya a dejar regalos en torno al bueno del guardia Gustavo. La primera cesta que recibió fue la de la empresa de Autobuses Aucorsa. Luego pasó un empleado de Alfonso Lupión (pescados), y dejó un saquito de almejas y dos merluzas. Más tarde Antonio el de la “Damaza” le dejó nada menos que un chivo. El padre de Ángel, el piconero, le soltó una pareja de gallos. Paco Padilla, medio en serio y medio en broma, le obsequió con una caja grande de TUTU y otra de OMO. También su cuñado Navas le entregó una caja de jabón “Eraso”. Y siguieron dejando…aceite, legumbres, turrón de jijona, sidra El Gaitero, mazapanes Rucoco, Café Capuchinos, Coñac y Ponche Cruz Conde, botellas de vino Moriles 47, tres bacalaos, dos salchichones y chorizos, pan de higo, una bolsa de orejones, etc. etc.

Con todo, la verdad es que se había formado una gran “bolsa de navidad” de la que se sentía ufano y orgulloso el bueno de Gustavo. A pesar de que llevaba un resfriado encima, esta alegría y bienestar que irradiaba le hizo entrar, quizás más de la cuenta, a “darse latigazos” en la taberna de “Huevos fritos”. Pero a pesar de que entraba y salía constantemente, el resfriado no se le quitaba. Siguiendo consejos del “Picaíllo” se tomó un “carajillo” con una aspirina. Al salir de la toma se sintió como nuevo, pero al cabo del rato, siendo las once de la mañana, empezó a sentirse mal, y todo el cuerpo se sumió en un sudor que le asustó. Medio mareado se sentó en casa de la “Picaílla” y ésta, asustada, se llegó a la farmacia de López Wals, que estaba dos casas por encima. Vino con el boticario, y éste, cuando se enteró del “asunto” del “carajillo” le dijo que había sufrido una reacción alérgica, y le recomendó que se marchara a su casa y se metiera en la cama. Como Gustavo vivía cerca, se retiró a su domicilio sin problemas.

Así que la “bolsa de Navidad” quedó un tanto abandonada. Pero todo el mundo veló por la “integridad” de su bolsa de navidad, y otros incluso siguieron aumentándola.

En aquellos momentos pasaba por allí, Don Ángel el “Policía”, que era una autoridad natural en el barrio. Aunque eso sí, no era muy querido por su cacareada petulancia, estúpida soberbia, y descarado “gajorro”. El barrio no olvidaba algunos detalles de este hombre, que lo mismo presidía una corrida de toros en la Plaza de los Tejares que se dedicaba al poner inyecciones a domicilio. Sintiéndose intocable, pugnaba por llevar siempre la razón en cualquier discusión en la que participara. Así que a nadie le agradaba mucho su presencia, y todo lo que le hacían eran “papeles”. A pesar de todo, nada ni nadie podía evitar que este hombre fuera nada menos que el secretario del Gobernador, y con su autoridad quiso “hacerse cargo” de la situación… y de la cesta.

De momento, dijo que llamaría al Ayuntamiento para que mandaran un guardia de relevo. Seguidamente se puso a dar órdenes a la simpática Dolores la “Picaílla” para que vigilara la cesta de navidad. Más tarde, dijo que él mismo iba a resolver el asunto de la ausencia del bueno de Gustavo. Para ello se dirigió a la única taberna que tenía teléfono por aquellas épocas y que era Casa Manolo.

La verdad es que la presencia de este hombre, discutido, y del que se tenía recelo, hizo que cambiara el semblante de todos los que estaban por allí. Muchos, quizás mal intencionados, incluso dijeron que “el tunante” se quería llevar la “bolsa”, y que seguirle el juego ya no era ayudar al bueno de Gustavo, sino “colaborar” con esta persona que solía arrollar todo el mundo con su cargo.

El caso es que el pueblo es sabio y reaccionó. Cuando el ínclito D. Ángel salió de Casa Manolo lo primero que hizo fue mirar al sitio que ocupaba la “bolsa de navidad”. Y pudo comprobar que allí ya no quedaba prácticamente nada. A su encuentro salió La pobre Dolores la “Picaílla” con una sola botella del Gaitero en una mano y un bombo de OMO en la otra. Era lo único que había quedado de aquel saqueo furtivo. La escena que se nos presentó fue propia de un fotograma de Berlanga. No hizo falta en ella nada más que el lotero Rafael “El Cojo”, que andaba por San Agustín metido también en faena.

Oculto al ínclito Don Ángel, había transcurrido el “Motín”, protagonizado por buena parte de la juventud “pobretona” del barrio, representada por “El Queco”, “El Asaura”, “El Curreles”, “El Escayola”, “El Guapo”, “El Cortezas”, “El Vinagre”, “El Mariquita Azúcar”, etc. que antes de que este hombre se pudiera llevar algo DESMANTELARON literalmente toda la bolsa. Al igual que ocurriera en el Siglo XVII, y que relató perfectamente Díaz del Moral en sus Historia de las Agitaciones Andaluzas, la gente del barrio de San Lorenzo seguía siendo especial.

Al final, y para arreglar el cuadro, se presentó el Gordo Zacarías, como guardia provisional suplente del bueno de Gustavo. Ni Don Ángel el “Policía”, ni el Gordo Zacarías pudieron averiguar nada sobre el paradero de la “bolsa de Navidad”, pues allí en el barrio nadie se prestó a colaborar con ninguno de ellos, se “hacían los locos”. Por supuesto, como el pueblo es pobre pero noble, el bueno de Gustavo sí que probó de su exquisita bolsa…

EL AMBIENTE DE AQUELLAS ÉPOCAS

Al describir aquellas épocas hay que echar mano de aquellos escaparates que eran la ilusión de todos los que echábamos algo en falta, sobre todo en el estómago. Mantequerías Abel, Almacenes Sánchez, La Cooperativa, Las Tendillas... Todos estos establecimientos del Centro nos mostraban unas “visiones“ poco más o menos que de ensueño. Se disfrutaba sólo con verlos. Más en plan popular y a lo llano, estaban los escaparates de Casa Venancio en plena calle Almonas, Este establecimiento, además de competir en las “estampas” con el Kiosco de Fidela montaba unos escaparates para las fiestas de Navidad de órdago. Allí abundaba de todo, incluso los simpáticos “orejones”.

Fuera de estos escaparates de comida había otros que también nos llenaban el alma, como el escaparate de la Papelería Victoria, enfrente del Ayuntamiento, en donde nos presentaban en primera la fila todas las figuritas inimaginables de los nacimientos. Entonces todas estas figuritas eran de barro, y suponían muchos empleos para esta pequeña industria. Hoy, el plástico ha acabado con buena parte de nuestro tejido industrial y artesanal. Para colmo, nuestro Ministro de Industria nos ha regalado a todos una bombilla también fabricada en China.

EL BARRIO Y SUS PERSONAJES

No hará muchos años, murió el “Lin”, hermano mayor del famoso “Sandokán”. Cuando sus hermanos Rafael y Pepe andaban buscando fortuna por todos los sitios, especialmente por Francia, el ya tenía una vida perfectamente asentada como platero con su taller en la calle Alvar Rodríguez. No era mala persona, pero le gustaba “vacilar” un poco del nivel que tenía, que era mucho más alto lógicamente que todo el entorno que le rodeaba. Organizó varias veces la Cruz de Mayo y ciertos festivales en el local del Cine Delicias, porque es de justicia decir que le tenía un cariño especial a su barrio.

En los últimos años de su vida quiso popularizar la felicitación a todos los viandantes que pasaban por San Juan de Letrán, a pie o en coche, con una copita de anís o de coñac, e incluso con algún mantecado. Se murió con esa ilusión cumplida y uno de los que le ayudó en este menester fue el “Sorna”, no el “Sorna padre”, ni tampoco, el “Sorna Taxista”, ni tampoco el “Sorna Bombero”.

… Hablamos de “Manolo el Sorna”, el hijo mayor, que era fiel reflejo por muchas cosas del padre. Quizás lo único que no llevaba era el palillo en la boca como su progenitor, pero la cara, el gesto permanente de pena, e incluso el algodón en la oreja, eran su fiel reflejo. Pedía siempre más clemencia que el propio padre. Comentaba con cierta gracia cómo en una ocasión el sastre de barrio, “Bimbela”, le hizo un traje y le sacó un pernil más corto que otro. Por la prisa de la ceremonia a la que iba no tuvo tiempo de devolverlo para su arreglo… ni otra ropa que ponerse. De acuerdo con el sastre, y con un bastón en la mano, se pasó toda la boda cojeando para disimular la diferencia de pernil. Así era el “Manolo Sorna”, y no habrá un sitio en Córdoba, en donde no hayan caído lágrimas de pena de este hombre, que decía poco más o menos que: “trabajar es perder el tiempo en un sitio, cuando a lo mejor estás perdiendo otras oportunidades”. Aún así trabajó en multitud de empleos y conoció a muchos patronos, pero desgraciadamente su historial laboral dio pocos quebraderos a la Administración, pues prácticamente siempre dio casi cero.

Fue peón recomendado del “Gato padre”, posiblemente el albañil más artista que ha habido en Córdoba (obra suya es, un patio, con una fuente maravillosa, en la calle Céspedes). Luego pasó a ser peón de “Paqui el Gato”, el hombre de confianza en temas de construcción que tuvo “Sandokán”, en sus primeros y fructíferos tiempos de constructor desde su barrio de Cañero con Arenal 2000. Después actuó como una especie de “guardaespaldas” de Diego “El Pichaca”. También le hizo de albañil y todo lo que oportunamente le exigía. Su lema en la vida era todo pedir y pedir. En una época para sacar su casa adelante tuvo que vender incluso “caracoles gordos” cosa que hacía por encargo. Estos animalitos se los proporcionaba el “Platanín” que era sepulturero del Cementerio de la Salud. El trato eran unos medios en la taberna de Casa Mariano, que estaba al lado de la bodega de “El Pelotazo”.

En su avatares de rifas batió un record al sortear una pava medio muerta tres veces. La primera vez, según él, fue porque le tocó a él mismo la rifa. La otra porque no apareció el dueño. Al final tuvo que entregar la pava medio moribunda (por el hambre que había pasado) a uno del barrio Gavilán, que le encrespó por el estado tan calamitoso que presentaba el animal.

Una vez salió de nazareno en la procesión del “Esparraguero” y se puso en el capirote una señal que sabía iba a llevar un amigo, para que su familia lo identificara, para poder de entregarle un bocadillo a mitad del recorrido. Lógicamente “Manolo el Sorna” se hizo pasar por su vecino y se comió su bocadillo.

Fue un buen hijo, y muerta la “Quica”, su madre, cuidó casi a diario de su padre (el “Sorna padre”) que ya era muy mayor y apenas salía. Lo lavaba todos los días, y el único problema era que su padre “guiándose por la televisión” creía que había un baile para cada edad. No había forma de decirle que con su edad algunas cosas ya no eran posibles. Igualmente le pasaba en el aspecto “sexual”, ya que todos los días, cuando le ayudaba a orinar, le solía pedir: “Manolo, sacúdemela bien, y de camino me la estiras un poco, para que la sienta”. Por curiosidad he de decir que un número de Lotería, el 25857, que siempre tenía suscrito el padre, jamás tocó, a pesar de que él continuó con dicho número.

En el plano político fue una vez por casualidad a una manifestación en Las Tendillas en la que se pedía la Autonomía. Ya estaba mal de la próstata por aquellos tiempos y se ubicó cerca del wáter de caballeros, por si las moscas. Tuvo que entrar al servicio (y como era natural por aquellos tiempos, hubo de eludir al “montón de mirones” que solía haber) y una vez fuera de nuevo se adentró en lo que ya era un gran torbellino de gente donde empezó a escuchar consignas de ¡Al Banco! El creyó que iban a asaltar y repartirse el Banco Ibérico entre todos, cuando en realidad las voces eran para llamar la atención de que los oradores se iban a situar en el Banco Ibérico, por debajo del reloj.

Así que, equivocado sobre las intenciones de aquello, se intercaló en todo el meollo de la manifestación. Algunos líderes que iban tras la pancarta supieron ver en su sencillez y su forma pobre de vestir un símbolo que enarbolar y lo arrastraron poco más o menos que en volandas hacia el mencionado Banco como emblema reivindicativo. Nada más llegar a la esquina de Gondomar aparecieron los “grises” (que al parecer habían dejado los coches en la Calle Sevilla, frente a la Hostería). No hace falta decir que al ver venir a los “grises” con cascos y todo, la mayoría de los manifestantes salieron corriendo y el pobre “Manolo el Sorna”, que no tenía experiencia en aquello, se quedó casi solo al lado de la pancarta junto a la farmacia Marín. Allí recibió de los “grises” toda la sarta de los palos que le quisieron dar. Suerte para él que entre los policías había uno de su barrio y vecino del “Tormenta” que dijo: “Basta”. Éste es “Manolo el Sorna”, que aunque no es trabajador habitual, no ha hecho nada malo. Su única idea política es que la olla esté hirviendo todos los días en su casa”.

Y era verdad. “Manolo el Sorna”, con la única persona que mantuvo “acaloradas dialécticas” fue con el simpático “El Mora” (el portero del bloque en el que estaba ubicado el Bar Cabello, en el polígono de la Fuensanta). Solían discutir de forma acalorada por las setas que se “robaban uno a otro”. Los álamos que había frente al Cuartel de Lepanto y cerca de Casa Pelitos fueron testigos mudos de estas simpáticas disputas.

Por último, estando un día en el “Llano Amarillo”, en donde estaba también mi amigo Juan Carretero (taxista) y José Mellado (“El Candado”), además de contarnos todas estas historias, a la pregunta del “Candado” de por qué no se iba a una residencia de la Junta, contestó medio en broma y medio en serio: “Cómo me voy a ir a una residencia de esas, que ya no es que esté bien o mal, sino que hay tan poca distracción que hasta para asomarse por una ventana hay que pedir la vez…”.


viernes, 3 de diciembre de 2010

El aguinaldo y la bolsa de Navidad (I)


Aunque el origen de la costumbre de los aguinaldos está muy bien documentado, la etimología de la palabra es bastante discutida. Se barajan explicaciones diversas, algunas bastante peregrinas, entre las que parece la más sólida aquella que la hace derivar del celta “eguinand”, palabra con la que se designaba el regalo de año nuevo.

Ya en la antigua Roma se generalizó, e incluso se institucionalizó, la costumbre de acompañar con regalos los buenos deseos y las felicitaciones (“congratulaciones”) en las fiestas de año nuevo y los cumpleaños. Rendían culto a Strenia, la diosa de la buena salud y de la buena suerte. De ahí que la palabra latina que designase el aguinaldo fuese la propia “strenna” o “strena” cuyo primer significado era “presagio” o “pronóstico”, porque al tiempo que se presagiaba o se le deseaba a alguien algún bien con ocasión de la llegada del año nuevo se le anticipaba una muestra de aquello que se expresaba con los deseos.

Por cierto, que en español existe la palabra ESTRENA con el significado de obsequio, presente o dádiva que se hace para demostrar la satisfacción o la alegría en la celebración de un acontecimiento feliz. Es un sinónimo de aguinaldo. De ella procede el verbo estrenar, en el que subyace la idea no sólo de principio, sino de buen principio de algo. Es la que acompañó siempre a los aguinaldos de año nuevo: la idea de empezar, de estrenar bien el año.

La paga extraordinaria de Navidad nació posteriormente en concepto de aguinaldo que daba el patrón a sus trabajadores. Otra forma de aguinaldo, de larga tradición, que goza aún de amplia vigencia, es el del obsequio en especie, con productos navideños, la entrañable bolsa de Navidad.

Sin duda, la más popular es la que practican en muchos lugares los niños, yendo en grupo por las casas: cantan villancicos y canciones alusivas al aguinaldo, y reciben una pequeña donación en monedas o en dulces. Esta costumbre contribuye a dar color a la Navidad tanto para los mayores (porque no es onerosa), como para los pequeños.

Otra forma de aguinaldo que sí se hizo onerosa, en cambio, fue la que practicaban años atrás todos aquellos que atendían servicios públicos en contacto con la gente: basureros, barrenderos, faroleros (cuando había que encender los faroles de uno en uno, ya fuesen de gas, ya eléctricos), carteros, serenos y algunos más. Iban por las casas repartiendo una felicitación en verso alusiva al servicio que daban durante todo el año, a la Navidad, y al derecho que tenían a recibir el aguinaldo. Aquello era una sangría, que acabó por caer de tan pesada que era.

Finalmente (seguro que más de una cosa se queda en el tintero) el nombre de aguinaldo se ha extendido en las Américas. En Colombia, en la República Dominicana, en México, se conserva esta palabra, pero predominando en ella el significado de obsequio de alimento y bebida a quienes van a felicitar las navidades.

LA PAGA EXTRAORDINARIA

La paga extraordinaria de Navidad a los trabajadores en España fue instaurada durante el gobierno de la Dictadura franquista en 1945 por el ministro Girón de Velasco.

Era muy normal en aquellos tiempos que determinadas familias se “entramparan” pensando en la paga. “Te lo pagaré cuando cobre la paga”, se solía decir. De las primeras cosas de carácter extraordinario que se compraban eran “LA SIDRA EL GAITERO” (que era el champán de los pobres), luego el pavo, perrunas de la “colchona”, y de fruta las naranjas california.

Con independencia de esta paga, en muchos Centros o Instituciones se les daba a las personas más “desvaídas” un aguinaldo en especie, es decir, aceite, garbanzos, lentejas, algo de turrón, y alguna bebida. Este tipo de ayudas lo encabezaban Instituciones Religiosas, como las Hermandades, que ayudaban a sus feligreses por estas fechas de Navidad.

EN EL COLEGIO SALESIANO

En el Colegio Salesiano, era tradicional por aquellos años (1946-1955) que a todos los alumnos que se “apuntaban” les ofrecían obsequios de este tipo. Todavía recuerdo perfectamente que te decían que llevaras una botella para el aceite, y había quien, aprovechando las circunstancias, llevaba UN BOTELLÓN lo más grande posible. Luego colocabas la botella en el Patio de los eucaliptos, junto al pórtico de Maria Auxiliadora, y al mediodía, cuando salías de clase, te encontrabas tu aguinaldo en forma de la botella, llena de aceite, lentejas, garbanzos, alubias, un chorizo, una morcilla, galletas, una botella de vino y dos pastas de turrón. A algunos de los obsequiados les dejaban una nota que decía “EN SECRETARÍA TIENE OTRO OBSEQUIO”. Allí llegabas y te tenían preparado a tu nombre una bolsa que contenía una camiseta de “pelo”, una camisa normal, un jersey, un pantalón y un par de zapatos. Encima de la bolsa un papel que decía “Feliz Navidad, de parte de los cooperadores salesianos”. Actualmente y después de muchos años ya, se encuentra en Córdoba en el Colegio Salesiano, Don Jesús Amable Vicente, que fue el director de las escuelas populares de aquel año 1953.

De todo esto puedo dar fe personalmente.

EN LAS EMPRESAS

En el año 1976, la Westinghouse, atendiendo a la petición que le había hecho el Jurado de Empresa por boca de Blas Pérez Poyato, preparó una bolsa de Navidad para sus jubilados. La mayoría de los jubilados de fábrica a esa fecha cobraban un suplemento de “jubilación” por parte de la empresa, como consecuencia de haber accedido a “jubilarse anticipadamente”. Normalmente esta anticipación, por aquellos tiempos, solía ser de dos años, y a los “prejubilados” se les garantizaba un complemento que les igualara el sueldo real que cobraban en ese momento en la empresa. Entre jubilados y beneficiarios la empresa tenía unas doscientas personas.

Aquel año de 1976 se le encargó al Sr. Cabrera, Jefe del Economato, que preparara una bolsa de Navidad para cada jubilado. La bolsa debía contener:

1 botella de Anís la Cordobesa
1 botella de Coñac Cruz Conde
1 botella de Sidra el Gaitero
2 barras de turrón de jijona (blando y duro)
1 caja de mantecados de 3 kilos, San Enrique
1 Caja de Mazapanes “La bruja”
1 Tripa de salchichón Revilla
1 Tripa de chorizo Revilla
1 Queso Gran Cardenal
2 Paquetes de peladillas
1 Participación de Lotería

Todo ello metido en unas cajas que había preparado Encuadernaciones Arenas, el de los simpáticos capirotes de Semana Santa (Calle Alfonso XIII).

La mayoría de las bolsas se repartieron a domicilio y lo hizo el chofer José Casado, ayudado por el simpático José Porcel, nombrado chofer-ayudante.

Al año siguiente, 1977, accedió a la Dirección de la fábrica Don Mateo González Robledo. Prestigioso Ingeniero de fabricación de la División de Transformadores y oriundo de Valverde del Fresno, provincia de Cáceres.

Nada más llegar a la Dirección quiso generalizar para todos los trabajadores en activo las bolsas de Navidad que se les daban ya a los jubilados. Este detalle formaba parte del gran sentido social que este hombre había demostrado en toda su carrera profesional.

En las experiencias anteriores de las bolsas de navidad para los jubilados, el Economato de fábrica, encargado de prepararlas, dejó a la luz problemas de “faltas” de turrón y queso, que al parecer “se perdía”. Como no se le pudo echar la culpa a nadie, la cosa se zanjó y asunto terminado.

Para evitar la reincidencia en estos problemas, y como se trababa ya de unos dos mil bolsas de navidad, la fábrica las encargó a una empresa de Córdoba, que incluso se encargó de repartirlas a domicilio para los jubilados.

Esta buena idea social de Don Mateo solamente duró unos tres años, pues los representantes sociales de los trabajadores, en su gran mayoría miembros del PCE, dijeron poco más o menos “que para obras sociales, estaban ellos”, y que la fábrica se limitara a incluir el importe de las bolsas en la “masa salarial”.

LA “BOLSA DE NAVIDAD” DEL PRESIDENTE

Curiosamente, que yo sepa, y a pesar de que en la fábrica se habían acabado oficialmente las bolsas de Navidad, había un personaje, que era Presidente del Comité de Empresa y vecino del barrio de la Fuensanta, al que al menos durante tres años, se le siguió enviando su buena bolsa de Navidad, como detalle personal de la empresa, eso sí, con carácter secreto y reservado. Por supuesto esta “bolsa” ya era de otro nivel, pues las chacinas de “pata negra” y el Güisqui Chivas eran el “apellido” de la misma. Se la llevaba el propio chofer de la fábrica, Antonio Domínguez, el cual lógicamente traía el albarán de haberla entregado en su domicilio, con el RECIBÍ de una persona que firmaba como la RAMONA.

Así se escribe la historia: los miembros del Comité de Empresa, piden que se acaben las bolsas de Navidad. En cambio, el Presidente de dicho Comité, recibía una “Superbolsa”, que tendría un valor muy superior a las de la gente normal.

LA "BOLSA DE NAVIDAD" DEL CONSEJERO

Como “listos” hay en todos los barrios, también algunos viejos sindicalistas del “Vertical” disfrutaban de bolsas permanentes. Como por ejemplo un antiguo delegado sindical que llegó incluso a ser representante por parte de los trabajadores en el Consejo de Administración de la Empresa. Este hombre, cuando estaba en Madrid, cada vez que intervenía en algo decía: “EL SEÑOR DIRECTOR DE LA FÁBRICA DE CORDOBA TIENE DOS COJONES…”. Como la adulación siempre suele funcionar, esto hizo que el Director agradeciera de forma permanente a este hombre sus ostensibles halagos y parabienes. Por todo ello, le hizo su vida agradable en Córdoba, asignándole una jornada permanente de DOCE HORAS, aunque no tuviera tanto trabajo que hacer. En un principio coordinó temas de limpieza, y se movía por toda la fábrica, por lo que era un hombre que conocía muchas cosas de la misma.

Sabía tanto que incluso llegó a ser temido. Un día, un alto jefe del Departamento de Personal, Antonio Herrera, a la sazón concejal del Ayuntamiento de Córdoba por la UCD, me pidió que le hiciéramos una visita al citado antiguo líder sindical. Al llegar a lo que era su dependencia de trabajo nos obsequió de momento con un café, que por aquellos tiempos (1979) estaba casi prohibido en fábrica.

Al abrir la “taquilla” para sacar el café, pudimos observar la cantidad de “Economato caro” que este hombre tenía allí. Tres o cuatro botellas de aceite de oliva Carbonell. Un montón de cajitas de azafrán en hebra. Un queso Gran Cardenal, varios paquetes de café Capuchinos, legumbres de todas clase, etc. etc. Al ver todo aquello, le pregunté ¿Fulano, qué es todo esto? A lo que contestó con toda la naturalidad del mundo: “Es el Economato que me lo estoy llevando poco a poco”. Terminamos como pudimos el café y volvimos a nuestros despachos.

Salvador Fuentes era hijo de Gustavo, el guardia de circulación de San Lorenzo. A este hombre lo coloqué ya de mayor en la fábrica, de peón en el Economato. Eran más del Madrid que el propio Santiago Bernabéu, y más de una vez sus discusiones le trajeron algunas complicaciones. Pero eso no era obstáculo para que algunas veces tuviera menos luces que un carrillo. Un día hubo una manifestación en la fábrica en contra del Economato y sus jefes, y entre él y Agustín Uceda, por ser los más altos, llevaban la pancarta de protesta. Salvador a los dos días lógicamente fue despedido, pues tenía contrato de eventual.

No le vino mal el despido, pues pasó al “paro” y después a la jubilación. Y esta situación le dio libertad para hablar del Economato. Un día comentó en Casa Gamboa, la enorme cantidad de Economato que retiraba el tal “ex delegado sindical”. Al oír aquellas palabras “desenfadadas”, al día siguiente nos apresuramos a ver por curiosidad el listado “Resumen de nómina anual” que elaboraba en la fábrica el amigo Andrés Galán. En dicho listado pudimos comprobar con asombro que al “ex Consejero de fábrica”, en todo el año, no le habían descontado ni una peseta por el Código 33, que era el Economato.

Y es que el antiguo sindicalista vertical, miembro del Consejo de Administración en representación de los trabajadores, se llevaba todas las “bolsas de navidad” que le parecían del Economato, y por la cara. Luego se supo que aprovechaba cualquier vehiculo que salía de la fábrica para sacar su “bolsa de navidad permanente”, confundida con otras cosas.