miércoles, 27 de enero de 2010

"El Protocolo del Perdón"

ANTONIO CAÑERO BAENA
(1885-1952)
La persona

Aunque nació en la calle Osario, la mayor parte de su juventud y adolescencia la pasó en una casa de la Plaza del Ángel (San Hipólito). En esa casa vivió con sus padres y dos hermanos más. Su hermano Manuel murió muy joven de una patada que le dio en el pecho un potro. Su hermana Carmen vivió muy cerca de él.

Sus ambientes y amigos fueron siempre personas de “la actualidad” de aquellos tiempos en Córdoba. Era un tanto introvertido, pero cuando se montaba en el caballo, se transformaba y parecía otra persona. No le gustaba trasnochar.

Tuvo buenas relaciones con los políticos del antiguo régimen, pero nunca renunció a vivir y a desenvolverse en Córdoba. Llegó a ser concejal del Ayuntamiento de Córdoba, y fue presidente de la Plaza de Toros de los Tejares, a finales de los años cuarenta.

El poseía un patrimonio que le permitía vivir con grandes ventajas y comodidades, pero él hacía poca ostentación de ello.

Su forma de vestir casi siempre era en plan campero, con sus eternas gafas (manoletinas) y su sombrero cordobés. Aunque se casó por lo civil en 1935, durante bastante tiempo vivió con esta mujer que se llamaba, María Morales Vida, mujer de presencia exuberante y bastante estilo en el vestir, el único agravante que tenía es que era la esposa legitima de un simpático fotógrafo, apodado “el Canuto”. Este detalle era público en Córdoba.

Su gran pasión, fueron los caballos, primero como rejoneador y luego después de retirado, la monta de exhibición y recreo. También le gustaba pasear en su coche de caballos, tirado por sus maravillosas jacas blancas de engache que tenía.

En su época de retirado 1935-1952, se fue a vivir a su finca de la Viñuela, en donde quiero recordar que vivía en un caserón de una planta, “decorado” con tres palmeras bastante altas y delgadas. También abundaban en su finca, los arbustos de Laurel, árboles de Mimosa, y algunos rosales. Al fondo había una instalación bastante completa para sus carruajes y sus caballos. También había una especie de estanque algo pequeño.

Su ideología

Toda su vida se vio marcada o señalada por su militancia descarada en la “derecha”. En Córdoba, junto a los hermanos Herrero y otros caballistas, fueron de los primeros que se significaron a favor del Movimiento en Córdoba. El día de San Bernardo de 1936, la ciudad de Córdoba fue bombardeada tres veces por la aviación republicana. En uno de los bombardeos de aquellos días, murió un antiguo “torerillo”, que se dedicaba a vender agua a lomos de su borriquillo. El bombardeo le pilló en la calle Custodio, y la bomba, incrustó al “torerillo” y su borrico contra la pared. (según me comentó mi madre), parece ser que Antonio Cañero se personó en el lugar para ver a su “amigo”.

Hay quien dijo que como reacción inmediata a este hecho, dicen que don Antonio, formó un grupo de caballeros a caballo, y se dirigieron a la venta Cuevas (Avda. de Cádiz), y allí tropezaron con los hermanos Cuevas Jiménez, que al parecer colaboraban en hacer señas a la aviación republicana. También se le atribuyen algunos desplazamientos por la zona del Brillante, en donde sabían de la existencia de algunos supuestos comunistas, (que al parecer también solían hacer señales a los aviones) y tomaron venganza en ellos. Estos hechos, muy comentados en Córdoba, hicieron que la izquierda lo “borrara” de la historia del toreo.

Su relación con la Iglesia

Cañero, era un hombre bastante dadivoso y ayudó económicamente a muchas personas. Era bastante desprendido y no sentía apego por el dinero. El, ya retirado del toro, solía visitar lo que hoy es la calle Cinco Caballeros (Edisol). En aquellas fechas, esa calle era campo puro y duro, por donde discurría el Arroyo de las Piedras. Muchas tardes se encontraban en aquel arroyo, mujeres lavando su ropa, militares (IPS), de prácticas con sus caballos, y bastantes chiquillos jugando a la pelota. Alrededor de los que montaban a caballo, muchas veces aparecía por allí D. Antonio, montado en su jaca que había sustituido a su admirada “Labordó”, (muerta en Portugal en 1925), y se permitía dar consejos y hacer exhibiciones. La única parte habitada que existía en aquel paraje, era una fila de casas de una sola planta que en torno a una escuela parroquial, formaba lo que se denominaba,”El barrio del Tejar”.Todo este campo según la tradición era el paraje donde tuvieron lugar la apariciones de San Rafael, al Padre Roelas. En aquellos tiempos había una Cruz de piedra que recordaba este hecho.

Como hemos dicho, Cañero, frecuentaba habitualmente estos parajes y pudo ver como en las inundaciones del año 1947-48, el arroyo, hizo estragos en las casitas y la escuela parroquial. Enterado él de este desastre, debió personarse por allí y contactó con la maestra de la escuela, (Srta. Casimira Barneto), y ella puso en contacto al párroco de San Lorenzo, D. José Serrano Aguilera, con el rejoneador, el cual dio ayudas importantes para paliar esta desgracia.

La Parroquia en agradecimiento y a pesar de que el caballista iba poco por ella, le empezó a mandar todos los años una -palma-decorada- del domingo de Ramos. A mi me tocó acompañar al que se la llevaba en el año 1951, y él personalmente nos dio de propina un billete de dos pesetas. Hubo un momento en que los monaguillos y los nenes en general nos dábamos casi bofetadas por llevar la dichosa palma.

Parece ser que la diócesis de forma oficial quiso agradecer a este hombre aquel detalle que tuvo con la humilde parroquia de San Lorenzo, y ello propició el contacto de Cañero con el Obispo Blanco. (Fray Albino)

Ya por el año 1948, Fray Albino, visito las zonas desbordadas del arroyo Pedroches, en donde había grupos de chabolas y casas contrahechas. Allí coincidió con Cañero que era dueño de una buena parte de las huertas circundantes (Huerta Guato), y ahí surgió la donación y con ello el Barrio Cañero.

Otras cosas

Recuerdo que en aquellos años 1949-1950, más de una vez, su coche de caballos con sus jacas blancas, se paraba en mi calle (la calle Roelas nº 7), en casa del “Brigada Ruano”, un militar retirado de la Remonta que era posiblemente el mejor guarnicionero en tema de monturas que había en Córdoba. Posteriormente y muerto el “Brigada”, le sustituyó en estos menesteres, su yerno “Guillermo Fernández”, que trabajaba habitualmente en Casa Barrón en la Calle Alfonso XIII.

El coche de caballos era de una prestancia impresionante, y verlo con sus dos jacas blancas por el barrio de San Lorenzo, era todo un espectáculo. Tenía un cochero habitual que era un hombre bastante orondo y buena persona, pero quien casi siempre aparecía por allí era él con sus gafas oscuras, tirando a “manoletinas”, parecidas a las que usaba el Camará.

El se sentía muy orgulloso de sus caballos especialmente de su jaca “La bordó”. Este nombre se lo pusieron en una bodega inglesa, y fue con motivo de una demostración ecuestre que realizó en el país Británico.

Era curioso el recorrido que hacía el coche de caballos, hasta llegar a la estrecha calle Roelas. (A espaldas de San Rafael), Salía de la finca la Viñuela (Avda, Jesús Rescatado), y venía para el Marrubial, subía por Obispo Pérez Muñoz y entraba por la Puerta del Campo (antigua Casa de los Locos), y bajaba por la calleja de el Cárcamo, Obispo López Criado, Pozanco, Calle Custodio, hasta salir a Roelas. El paso por la Calle Custodio, era todo un espectáculo de habilidad en el manejo del coche y los caballos. Era ceremonioso verlo pasar por esa estrecha y revuelta calleja. Los chavales disfrutábamos lo indecible.

Un día nos contó “Guillermo”, que al entrar a su casa y oler a incienso le preguntó: ¿Quién está quemando aquí humo de Iglesia? A lo que el bueno de Guillermo le contestó. D. Antonio, es que esos ventanales que Usted ve en mi patio, son la sacristía de la iglesia de San Rafael y la antigua Capilla del Padre Roelas. Esta curiosidad le hizo acercarse a la Iglesia del Juramento, hablar con el capellán García Laguna y le pidió medio en broma o medio en serio, precio por el cuadro de la sacristía en donde se ven “Los cinco caballeros” montados a caballo. Finalmente le dio un donativo para que restaurara la Virgen del Pocito.

Por aquellos tiempos murió en Córdoba, Benito Lozano, empresario importante en el sector del aceite. Cundió como la pólvora por toda la ciudad, el hecho de que fuera enterrado en el cementerio civil, pues la Iglesia no admitía el hecho de que había vivido amancebado con una dama que no era su mujer. A pesar de los dineros que este hombre poseía la Iglesia fue tajante, y la verdad es que hubo opiniones para todos los gustos.

D. Antonio Cañero Baena, era un hombre de carácter un tanto serio, muy chapado a lo militar. Cuando paseaba por Córdoba en su jacas especialmente  –la Bordó-, se creía de otro mundo. Por ejemplo llegaba al Gran Bar de las Tendillas (Siena), y pedía a los camareros que le sirvieran el café encima de su montura.

Otro incidente le pasó ante D. Antonio Jaén Morente. Cierto día se presentó el rejoneador en la huerta “La Camila”, donde tenía su taller de tapicería para coches de caballos, D. Manuel Jaén Morente, hermano del político. El incidente se produjo un día que llegó al taller y sin tan siquiera bajarse de él, con voz autoritaria dijo: “Manolo, me tienes que tapizar este coche que está muy deteriorado”. En ese momento surgió D. Antonio Jaén Morente, que había ido a visitar a su hermano y le contestó: -Haga usted el favor de bajarse del coche y le habla a mi hermano desde el suelo como se le habla a las personas-. Por toda réplica el rejoneador, optó por darse media vuelta y se marchó del taller.

A pesar de todas estas situaciones, era un hombre introvertido y huidizo. Disfrutaba siendo dadivoso, y ayudando a personas en el anonimato. Pero no cabe duda que tenia carácter y quizás por ello sintonizó claramente con el Obispo Blanco.

Cuando cayó enfermo afectado de una leucemia irreversible, se deterioró bastante y dejó prácticamente de salir. Se pasaba las horas sentado en una butaca, y allí recibía los pocos amigos que se interesaban por el. Una persona que le visitó varias veces fue D. Juan Font, bien por él, o por sugerencia del Obispo.

D. Juan Font, era un hombre público además de sacerdote, pues no había mentidero importante de Córdoba que el no conociera. Y posiblemente se enteró de la gravedad de su enfermedad. También conocía porque era público lo que le había pasado al industrial Benito Lozano…, y como técnico quiso echarle un cable al enfermo que donó la huerta para la barriada de Cañero.

El Perdón

Un día a mediados de febrero de 1952, siendo las seis de la tarde (acababa de salir del Colegio), y me disponía a limpiar el polvo de las bancas de la Iglesia, antes que empezara el ritual del Rosario que lo dirigía D. Antonio Campos González. Estando en la tarea de limpieza, me llega Antonio Ruiz (sacristán mayor) y me dice, -niño coge este arquillo y ven conmigo-. El arquillo contenía los óleos de la extremaunción, y con él en la mano empecé a andar detrás de él. Al pasar por el horno de Mortes, se paró y entró, y estuvo hablando con quien fuera por teléfono, finalmente salió y me dijo que apresurásemos el paso. Pasamos por el jardín del Alpargate y por la calle Álvaro Paulo, nos dirigimos a lo que hoy es la Avenida de Jesús Rescatado. No hace falta decir que salvo el cuartel de Lepanto, todo lo que había en derredor eran huertas y campo. Al llegar a la mitad aproximadamente de la Avenida, vimos un coche negro aparcado que familiarmente le llamaban “El escarabajo”. Ese era el coche de D. Juan Font, que ya estaba esperando en la puerta de la Finca la Viñuela. El sacristán se disculpó por el retraso y entramos los tres ante una puerta que nos abrió una mujer que debió ser la portera.

D. Juan Font y el sacristán entraron dentro de la vivienda y yo me quedé fuera con el manteo y el sombrero del cura. Mi curiosidad de nene, me hizo dar una vuelta alrededor de la vivienda, y por la parte posterior, pude observar que de dos ventanales algo más grandes de lo normal, se oía una especie de dialogo entre dos personas. De forma acompasada pude escuchar: SI PADRE, SI PADRE, CLARO QUE SI PADRE, CLARO QUE SI PADRE. Al ver que se acercaba la portera, opté por retirarme de aquel lugar y ya no pude oír nada más. Al cabo de unos minutos, salieron por la puerta principal tres personas: D. Juan Font, al que le entregué sus prendas, Antonio Ruiz el sacristán y un Sr. Que debía ser médico y que la portera le dijo –hasta mañana D. Jesús- Salimos a la puerta, y D. Juan Font se montó en su “escarabajo” con el tal D. Jesús, y el sacristán y yo, nos volvimos para San Lorenzo. Para eludir la calle Álvaro Paulo, pasamos por delante del Colegio del Marrubial, y allí estaba su directora doña Antonia Moreno, que al conocer al sacristán le preguntó: -¿De donde viene usted Antonio? –De casa de D. Antonio Cañero, al que le han dado una especie de “Protocolo del Perdón”, todo auspiciado por el obispo, en agradecimiento a la donación que ha hecho para el barrio Cañero. No quiere que se repita el caso de Benito Lozano..

Yo no volví más a la finca ni tuve noticias hasta que el día 22 de febrero, a las cinco de la tarde, se celebró el entierro de D. Antonio. Supimos por la papelilla de la Funeraria que tenía 66 años.

El Entierro

El entierro fue de tres capas, todo un lujo para esta humilde Parroquia. Los curas que hicieron vestimenta, fueron D. Pedro Muñoz Adán, D. Antonio Campos González, y D. José Anasagasti (Capellán del Castillo Maimón).

Como sacristanes actuaron: Antonio Ruiz y José Bojollo, de San Lorenzo, Alfonso, de Santiago, Manuel, de Santa Marina, Alcalde, de San Andrés, El Chocolatero, del Convento Santa María de Gracia y Joaquín, el “zapatones”. Todos embebidos en su sobrepelliz blanco, excepto el de Joaquín, que era de “lienzo moreno” y todavía no tenía los lavados necesarios para adquirir el blanco normal.

A mi me tocó llevar un cirial, que para la ocasión se eligieron unos que hay de imitación a plata y que en su día, al igual que la cruz, vinieron a la parroquia desde el Monasterio de Valparaíso (San Jerónimo).

Los que estábamos dentro de la Iglesia no pudimos ver la gente que había ni en el portalón ni en la plaza. Fue mi madre posteriormente la que me dijo que había mucha gente en la calle.

El cadáver fue introducido dentro de la Iglesia por la familia de D. Baldomero Milla. El y sus sobrinos habían tenido una gran amistad con el rejoneador. Al parecer también iba un sobrino del caballista. Yo no tenía edad para captar si había o no autoridades, pues prácticamente no las conocía. Si se vieron dentro de la Iglesia a bastantes militares. Entre el público y en una fila discreta, estuvo D. Juan Font, acompañado por D. Antonio García Laguna.

Entre los dolientes más significativos, parece ser que había una mujer que dijeron que era su hermana Carmen. Al final de la Iglesia y prácticamente debajo del coro, estaba Doña María Morales Vida. Era el centro de todas las miradas. (Se había casado con ella como hemos dicho por lo civil en 1935).

El cadáver lo sacaron las mismas personas que lo habían introducido, y lo metieron en el coche de caballos negros, que para nada se parecían a su querida jaca “la Bordó”. El coche iba tirado por cuatro caballos, con sus oropeles negros en la cabeza. La comitiva subió por el arroyo de San Lorenzo, Puerta Nueva, Matadero, San Antón. Pasando a la altura de Amador Naz, (Actual Cajasur), empezó a sonar el campanillo del cementerio como era costumbre por aquellas épocas. No hace falta decir que toda la comitiva, incluidos curas y sacristanes acompañaban el duelo hasta el último responso que se le echaba en la capilla del Cementerio. Terminado este acto, se hizo cargo del cadáver por así decirlo D. Miguel Ramírez, capellán del Cementerio, que vestido también con un sobrepelliz, lo acompañó hasta el “patio grande”, en donde lo enterraron en una bovedilla de segunda fila, que le había cedido oficialmente el Ayuntamiento de Córdoba. El cuadro en el que está enterrado da la espalda a  actual Avenida de Libia. El capellán como era preceptivo en aquellos tiempos “destapó” al muerto, y dio fe de que se enterraba a D. Antonio Cañero.

Con el tiempo le pusieron una lápida muy escueta, que pone el nombre, fecha de la muerte y recuerdos de sus familiares. En los muchos años que llevo viendo esa lápida, jamás le pusieron una simple flor. Actualmente y por estar en una zona bastante deteriorada, el nicho presenta un estado lamentable.

lunes, 25 de enero de 2010

El Comunista que pudo votar a Adolfo Súarez

El preso político que pudo votar a Adolfo Suárez González

En el año de 1963, vimos los chavales del barrio por primera vez al “famoso” marido de Dolores Rojas, la agradable mujer que regentaba un puesto de verduras en la calle María Auxiliadora nº 12, junto al Colegio Salesiano.

De todos era conocido que el marido de esa mujer estaba “de preso político” como se solía decir por aquellas épocas. Dolores Rojas, era una mujer algo envejecida por el sufrimiento que claramente lo delataba su pelo totalmente blanco. Tenía dos hijos varones, uno llamado Rafael, excelente persona y otro llamado Jerónimo, algo más revoltoso. Ella tuvo que sacar adelante a sus dos hijos ante la ausencia del padre, que fue detenido al terminar la guerra, puesto en libertad provisional y vuelto a ser juzgado en el año 1945.

Rafael Obrero López, que así era como se llamaba este hombre, era persona alta y enjuta, probablemente nacido en el año 1907. El aspecto que presentaba cuando salió de la cárcel, era de “desinterés”, por el mundo que se encontró en la calle.

Este matrimonio vivía en unas casas populares del “zumbacón”, zona marginal de Córdoba, junto al barrio Gavilán, barrio donde la mayoría de sus vecinos eran simpatizantes del partido comunista. El lugar de reunión permanente era el “Bar la Espuela”.

Por aquellos años principios de los sesenta y sobre todo por la tarde solía visitar con cierta frecuencia el centro Recreativo Dosa, del Colegio Salesiano. Allí entrábamos para jugar al ajedrez, al pin-pong, o al billar. Otros jugaban al fútbol. Muchos éramos los jóvenes que allí nos dábamos cita casi a diario, y por ello pudimos apreciar como “el preso”, como se le conocía, se veía por allí sentado presenciando cualquier partida de ajedrez, sin hacer el mínimo comentario. A la caída de la tarde solía marchase coincidiendo con la hora en que su mujer cerraba el puesto.

Poco a poco, Rafael Obrero, fue cogiendo confianza con todos los que allí entrábamos y llegamos a considerarlo como uno más de nosotros, pues incluso jugaba algunas partidas al ajedrez, ganando casi siempre pues jugaba muy bien. Este hombre me intrigaba, por su seriedad estoica, por sus pocas palabras y por sus educados modales. Poco a poco, fui “provocando” el jugar con él una partida y entablar alguna conversación. Pero era difícil, él hablaba poco y menos aún para contar nada de su vida.

Siempre que jugaba con él, me ganaba, y esa rutina se repetía un día y otro también. Yo pensé cambiar aquella tendencia, ganándole una partida, para lo cual hice “trampa”, pues guardé en la memoria los 15 primeros movimientos de una famosa partida comentada por Ramón Toran. El “truco” dio el resultado, y le pude ganar una partida por primera vez. Lógicamente, le dije el “truco” y sonriendo me dijo: “Has compensado con ingenio tu falta de práctica en este juego y has logrado ganarme a mi que durante más de veinte años en la cárcel, he tenido todo el tiempo del mundo para jugar.

Estuve dos días sin aparecer por el Colegio, pues me daba cierta fatiga aparecer por allí. No obstante coincidí con él en la taberna de la Sociedad de Plateros, allí lo pude ver en un rincón de forma discreta tomándose un vaso de vino. Al verme me sonrió y se acercó a mí saludándome. Pasaron otros dos días, y volví a coincidir con él un sábado al mediodía dentro de la Peña Excursionista Cordobesa, de la que su hijo Rafael, era uno de los directivos. Allí estuvimos sentados, y fue en donde “reunimos” todo el material de preguntas y repuestas que este hombre me fue dando de forma pausada durante bastante tiempo.

-¿Desde cuando es Vd. Comunista?

-Yo estoy afiliado al PC desde el año 1924. Empecé en las juventudes libertarias, pero al final terminé en el partido.

-¿En que frente estuvo Vd. Durante la guerra?.

-La guerra la hice toda en los frentes de Córdoba, estuve en la batalla de Pozoblanco, Cerro Muriano y finalmente en la Batalla de Extremadura, en donde quedamos prisioneros en la “Bolsa de Mérida”.

-¿A su hijo Jerónimo, le dijo un día Miguel Alonso, quizás con dos copas de más, que muchos de Vds., fuisteis unos “cagaos” al entregaros?.

-Eso no es nada cierto. Nosotros nos entregamos primero porque nuestros jefes los pocos que quedaron, sabían que en Madrid, Cipriano y Casado, estaban negociando la rendición. También todos nuestros mandos importantes, se habían escaqueado. Por otra parte nos encontrábamos metidos en hasta las rodillas en el barro, sin calzado y muertos de hambre. Fue una bolsa de unos cuatrocientos combatientes, quizás los más sencillos, y que una semana antes, nos la prometíamos muy felices. Ahí el legionario Yagüe fue inapelable. No es cierto por tanto que nadie fuera cobarde a finales de aquel mes de Marzo.

(Tengo que aclarar que el tal Miguel Alonso, perdió a un hermano en el frente de Cerro Muriano, y por ser del mismo barrio y con dos copas de más, se lo echó en cara.)

¿Qué recuerda Vd. Con más agrado de aquellas jornadas de frente y lucha?

Los comunistas que participamos en aquella zona, recordamos con especial simpatía al Coronel Cordón, y menos a Pérez Salas. Y de una forma más cercana al camarada Bartolomé Fernández, jefe de la Milicia de los Pedroches. Allí tuvimos ilusión hasta última hora, la caída de Barcelona y la traición de Madrid, se unieron al temporal de lluvia que hubo por aquellos días, para que se nos enfriaran los ánimos.

¿Qué actitud ante la muerte de los compañeros?

Para cualquier persona normal, una guerra es una locura, porque ya no son los combatientes, sino las máquinas (Cañones, Ametralladoras, Aeroplanos, Morteros), las que mataban y mutilaban sin preguntar. Nosotros en los frentes estáticos o trincheras, llegamos a tener hasta intercambios de comestibles y no pasaba nada. Lo malo era cuando los EM, ordenaban cualquier tipo de bombardeo. Yo por desgracia pude ver a muchos compañeros y grandes amigos, caer bajo el fuego inexorable de las máquinas.

¿Qué pasó cuando terminó la guerra?

A los de mi grupo de detenidos, nos montaron en unos camiones alemanes y nos agruparon en torno a Mérida. Desde allí y casi por orden alfabético nos llevaron, unos al Penal del Puerto, Otros al de Badajoz y Otros a Córdoba. A mi personalmente me llevaron al Puerto de Santa María. A los pocos días de entrar allí, nos enteramos que estaban recopilando información de cada uno de nosotros, para “formar un expediente”. En poco tiempo nos interrogaron varias veces, pues se intentaba encajarnos en algún delito tipificado, y que según nos dijo el abogado defensor eran los siguientes:

-Por actividades de Masonería y Comunismo, incluía propaganda e

Insultos a las autoridades (pasquines)

-Huidos y Rebeldes, incluía a los guerrilleros y activistas explosivos

-Tribunal de Orden Público que era competente ante cualquier denuncia

Y pasaba por las pruebas como una apisonadora.

-También entró en vigor “La gandula” una ley precisamente republicana

Que también se utilizó para “algunos señorítos” , que jugaron al bando

de la república.

-Cualquiera de estos delitos eran temibles, cuando caían en manos del Juez Coronel Militar D. Fructuoso, que venía de Sevilla. Este era inapenable.

¿Cuándo lo trasladaron a Vd. A la Cárcel de Córdoba?

Los jueces y fiscales quisieron abrir un proceso que se llamó la Causa General de 1942, para lo que se necesitaba engordar los expedientes. De esta forma, nos llevaron “cerca” para que todo aquel que quisiera “delatar”, hiciera lo propio. Estuve en libertad provisional “vigilada” desde el 43 hasta el año 1945, en el que entré definitivamente en la cárcel de Córdoba..

¿Cambió algo su suerte al estar en la cárcel de Córdoba?

Los comunistas éramos los peor mirados en Córdoba. Primero porque toda la “organización” de la cárcel, estaba en manos de los socialistas. Fue fundamental para todos los que se pasaron por socialistas, que el “archivo de los expedientes” estuviera bajo el control de Matías Camacho Lloris, este siempre que podía, hacía todas las triquiñuelas que podía. También nos consta que “aligeró” muchos expedientes de sus compañeros. Por otra parte el Comité Central del PC, ejercía un control excesivo sobre nosotros y nos pidió que nos “aislásemos” siempre pendientes de recibir instrucciones. Nos sentimos abandonados por todos, y más de un compañero las pasó bastante mal, por denunciar públicamente en Paris, el robo que suponía “pedir dineros” para los comunistas presos. El compañero en cuestión era Martín Peinado.

Por otra parte en el control del “Peculio”, estaba otro socialista que también arrimaba el “ascua” a su sardina. Mientras nosotros no teníamos ni para un paquete de tabaco negro, los socialistas tenían vales para todo. Uno de los responsables del “Peculio” fue Francisco Mármol.

¿Se os acusó que Vds. Se aislaron esperando permanentemente acciones que tenían que venir de fuera y que vuestros lideres tenían previstos?..

Nosotros durante un tiempo importante nos comportamos en la cárcel como un cuerpo armado, con nuestro cuadro jerárquico. Poco a poco este orden se fue enfriando y cada vez fue mayor la decepción de vernos allí metidos, privados de libertad y sin medios de intendencia, mientras nuestros lideres, “vivían” su vida por toda Europa, como si hubieran ganado la guerra.

¿Cómo fueron vuestras relaciones con los presos de ETA?

-Esas relaciones nunca llegaron a existir. Allí nos pudimos convencer muchos comunistas que el apoyo inicial que le dio la izquierda a ETA, fue una solemne equivocación. Ellos cuando se le requería para cualquier huelga o protesta, nos decían. España es cosa vuestra. No querían implicarse en nada colectivo.

¿Qué comunicación tenían Vds. Con el exterior?

“Al principio era muy rígida la relación con el exterior, pero desde el 1959, en que vino a España el presidente americano, las cosas cambiaron. Ya hubo un intento, con motivo de la entrada de los americanos en Paris, en que se conmutaron la mayoría de las penas de muerte. Pero una cosa fue eso y otra la rigidez. A pesar de todo ello, funcionaban 3 ó 4 corsarios que a poco que pudieras reunir CINCO MIL PESETAS, y aprovechando cualquier permiso o espera de juicio, te ponían fuera de España, por tres o cuatro caminos diferentes”. Uno era el camino de Tánger, otro era el de los “Veterinarios Vascos” y finalmente otro, camino de Alicante.

Este hombre me contó todas estas cosas en conversaciones mantenidas durante bastante tiempo y que yo anoté en mi libreta de apuntes. También en una ocasión le pregunté que si la vida tuviera una segunda vuelta que es lo que pasaría.

-Y el me dijo de forma solemne que volvería a ser Comunista, pero con una sola salvedad:

La libertad y el ingenio individual es necesario para que la economía pueda generar riqueza. Los comunistas tenemos que estar para todos aquellos que voluntariamente se quieran unir a nuestro proyecto, y PROCURAR PRESIONAR LO QUE HAGA FALTA PARA QUE ESTOS PRESUPUESTOS SE REPARTAN DE LA FORMA MAS SOLIDARIA Y JUSTA. El comunismo no debe interferir en las conciencias libres de las personas. .

Por poco vota a Adolfo Suárez González

En el año 1978, y con motivo de las segundas elecciones a la presidencia, me pidió un compañero de fábrica, militante de la UCD. (Antonio Herrera Aranda), que le indicara algún lugar propio de campaña electoral que pudiera visitar en el Barrio de San Lorenzo. Yo, sin pensar le dije que la Bodega de la Sociedad de Plateros. Pasó el tiempo y aquella opción parece que cayó en el olvido.

Una semana antes de las elecciones y en viernes, me llama a las doce de la noche mi compañero confirmándome la posibilidad de esa visita. Yo sorprendido, por la hora y la precipitación, le dije que antes había que pedir permiso a los responsables de la Bodega de Sociedad de Plateros, cosa que teníamos que hacer el sábado pues la visita era el domingo por la mañana. A última hora surgió un problema importante que nos planteó el tabernero:

Se trataba de Jerónimo Obrero Rojas, hijo de Rafael “El comunista”, que desde que legalizaron al PCE, se presentaba todas las mañanas en la taberna, poniendo encima del mostrador un enorme aparato cassette, cantando continuamente la Internacional, vociferando con el puño al modo marxista. Esto, dijo el tabernero es un problema muy grave.

De momento caímos en la cuenta de Rafael, el padre “educado” y acudimos a su casa de la calle Balanzona nº 5. Allí llegamos el sábado por la tarde y le dijimos:

"Rafael, tenemos un pequeño problema. Mañana quiere visitar la Bodega de la Sociedad Plateros, Adolfo Suárez, y nos tememos que su hijo Jerónimo, con su radio, dos copas demás y cantando la Internacional, pueda alterar el acto.

-El, rápidamente me contestó: Manolo, vete tranquilo, que mi hijo no molestará a nadie y menos al hombre que nos ha “legalizado”.

Se celebró la visita y todo salió perfectamente. Al darnos las gracias el Sr. Suárez, le dije, sepa Vd. D. Adolfo, que la colaboración de un comunista que ha estado 25 años en la cárcel, ha sido decisiva para que esta visita haya sido sin incidentes. El presidente me pidió el nombre de esta persona, y facilitándoselo me pidió que le completara la dirección. Terminó dando las gracias y por supuesto la visita supuso un triunfo personal para él. Su partido dobló el número de votos en las 12 mesas del Barrio de San Lorenzo.

Antes de que se celebraran las elecciones, en la casa de D. Rafael Obrero López, se recibió una carta dirigida a su nombre y con el siguiente remite:

ADOLFO SUÁREZ GONZÁLEZ

PRESIDENTE DEL GOBIERNO

Palacio de la Moncloa

España -Madrid

Este Comunista que llenó su vida de forma coherente, enmarcó esta carta con su Remite Incluso me dijo que estaba tentado de votar a Adolfo Suárez, pues no podía olvidar que fue el hombre que los “legalizó”. Como el voto es secreto, no sé si lo hizo. Este hombre murió en el año 1995.

M. Estévez

sábado, 23 de enero de 2010

Por cada rata que se ve, hay diez escondidas

“Por cada rata que se ve, hay diez escondidas”

Universidad Laboral de Córdoba

Esta frase la pronunció el Padre Antonio Diez Blanco, en una clase que nos impartió en Febrero del 1959. Era en el Aula grande que había junto al despacho del Padre Roses, y allí estábamos prácticamente todos los alumnos que hacíamos el Tercero de Oficialía Industrial, pues la asignatura era común.

La asignatura era nueva en aquel curso y se llamaba SEGURIDAD E HIGIENE Y RELACIONES HUMANAS. El profesor era un dominico, posiblemente de los mayores en edad de los que había en aquellos tiempos. Al parecer además de fraile, tenía la carrera de médico de empresa.

Recuerdo que esta asignatura se nos facilitaba en apuntes de multicopista. Todo su temario se componía de materias “muy lógicas” y que eran del día a día. Y la frase del encabezamiento, nos la comentó el Padre Diez, al tratar el tema de la DESRATIZACIÓN.

La lógica del temario, y por la habilidad y suficiencia con que lo exponía el Padre Diez, hizo que la clase nos resultara muy amena. Quizás por ello, algunos descuidamos el estudio de la “letra pequeña” de la misma.


ANGEL MADRID PINTOR

Estábamos en el examen final de esta asignatura, que se celebró en el Aula General del Colegio Gran Capitán. La presidencia del tribunal la ocupaba un profesor venido de Madrid, que vestía una raída chaqueta blanca de verano. Al parecer era el Director del Colegio “La Paloma de Madrid. Por su comentada severidad para los exámenes, nos había llegado la noticia de que le apodaban “Mister Jaque”. Nada más entregarnos el temario de examen, pronto pudimos comprobar que nos solicitaban “contestaciones” que ni tan siquiera habíamos repasado. (letra pequeña). El grupo de los afectados por esta “dificultad”, éramos: Ángel Madrid Pintor, Manuel Serrano Ramírez, Manuel Huertas de Gracia, Juan Quirós Reyes, Juan Navarro Llorente, Rafael Ojeda Amate, etc. etc. Y lógicamente yo. Todos externos, y si normalmente solíamos estar unidos en los recreos y patios, en el examen también estábamos “unidos” por el desconocimiento de cuatro preguntas de aquel temario.

Ocupábamos el rincón posterior que pegaba pared con pared con el despacho del Director. Allí, en la parte trasera, nos cruzábamos las miradas y no había nada que hacer. No nos podíamos ayudar, ya que ninguno se conocía “aquellas dichosas” contestaciones.

Aparte de eso, la presencia del tal “Mister Jaque”, nos impedía hacer nada de “atrevimiento”, para subsanar aquel presumible desastre que se nos avecinaba.

La entrada en el Aula del padre Roses y el Padre Larrañeta, cambió un poco la rigidez del tribunal, pues el temido “Mister Jaque”, se levantó para saludar a los dos frailes y se entretuvo un rato charlando con el Director Padre Roses. Aquello fue como una bendición caída del Cielo.

De pronto, vemos como uno de los compañeros más preparados que teníamos, se levanta para entregar su examen ya finalizado. Se trataba del palentino Ibáñez Hoyos, que además de excelente persona, era de los tíos más empollones y preparados que posiblemente hubo en el Colegio Gran Capitán de nuestra inolvidable época. Como impulsado por un resorte, detrás de él, surge la imagen alta y desgarbada del bueno de Ángel Madrid Pintor, el cual simulando que iba a por un folio en blanco a la mesa de la presidencia, se entretuvo en coger el Examen, que acababa de soltar el citado Ibáñez Hoyos. Tranquilamente se dedicó a copiarlo en su pupitre. Una vez que terminó, lo fue pasando a todo el grupo del rincón. Al final lógicamente todos aprobamos el examen y con buena nota.

Al salir del examen comentábamos que las peguntas se referían fundamentalmente al tema de “prevención de accidentes” en las empresas y al uso correcto de las prendas de Seguridad e Higiene. Como suele decirse, aquello que se “copia”, nunca se olvida.

Efectivamente, con mi llegada al mundo del trabajo (02/07/1962), pude comprobar desde el primer día, que “aquellas” preguntas estaban “vivas” en mi empresa. El Comité de Seguridad e Higiene, velaba en todo momento porque a los trabajadores no le faltara en ningún momento, sus prendas de seguridad y prevención para realizar su trabajo.


D. Francisco Rodríguez Caracuel

Inspector de Trabajo, estaba un día si y otro también en los talleres de fábrica, levantando Actas de Sanción por todo aquello que le denunciaba el Comité, o el mismo, interpretaba pudiera poner en peligro la seguridad de los trabajadores. De aquello pueden dar fe todos los compañeros que como yo, estuvimos en Westhinghouse, (unos 21),1 De todos ellos, hubo algunos que incluso llegaron a ocupar cargos de representación social. (Arjona Vázquez, Luque Aranda y Mudarra Aceituno). Concretamente algunos pertenecieron al llamado Comité de Seguridad e Higiene.

Contracta el susto que pasamos en aquel examen, y las posteriores experiencias en la empresa, con la dejadez total que se aprecia ahora en el tema de la Seguridad e Higiene.

Posiblemente en aquellos tiempos con el ansia de conseguir la Democracia, se reivindicaba todo. En estos momentos en que el Jefe del Estado, está consolidado en su Palacio y los líderes Políticos y sindicales, ostentan más o menos la posición que apetecían, da la impresión de que ya no son “interesantes” aquellas reclamaciones.

Muchas veces me pregunto donde están los Inspectores de Trabajo y Técnicos competentes en la Prevención de Accidentes. Hoy en Córdoba, se puede apreciar por sus calles, sobre todo en estas obras programadas para “paliar el paro”, como la mayoría de los trabajadores, trabajan ignorando de forma olímpica cualquier medida de Seguridad e Higiene en su trabajo. Se les ve sin casco, sin ropa y calzado adecuado. Sin gafas protectoras, sin pantallas, etc, etc. Mientras utilizan potentes portátiles cortando losas, mármoles, hierros, maderas y todo lo que se ponga por delante. No solo falta seguridad para los trabajadores, sino que ponen en peligro evidente a todos los viandantes que pasan continuamente por la calles.

Y para más INRI, hay trabajadores de la construcción que en plena hora punta y en uno de los puntos más concurridos de la circulación, se ponen a DIRIGIR EL TRÁFICO.

Yo le preguntaría a algunas empresas de estas que ponen a sus trabajadores a “dirigir” la circulación, en que PROCEDIMIETO DE TRABAJO, de su supuesta Homologación, se contempla esta faena.

Comentando todo esto con algún viejo compañero de la Universidad, alguno ha llegado a la simpática conclusión de que:

-Por cada político o sindical que cumple con su cometido, hay diez escondidos que da la impresión de que no lo hacen-.

M. Estévez